lunes, octubre 30, 2006

Un texto de Pedro León Carvajal

Hace años yo me divertía imaginando road movies, pero la academia y el embrollo de las reseñas, han terminado por fin por divertirme de verdad, en el sentido clásico que merecería el término. Hoy sólo abro de vez cuando y olvido enseguida los viejos libros. Alguien me narra lo que fue de Rinconete, yo que buscaba las clásicas artes del Licenciado Vidriera, yo que aprendí por fin de las conversaciones de los perros (sin querer ofender a Fargo mi perro más personal). En fin, abro también el correo electrónico y llegan textos de alguien que no se ha rendido. Siento el vértigo de la lectura, el vértigo de lo que ya no aprenderé y del viaje aquel por carreteras que no conseguí protagonizar sino a muy alto precio. Copio pues ese texto como continuación y memoria.


ROAD MOVIE

(Para L. D. A.)


Queda el camino abierto, regreso de Estelí leyendo por la carretera, al anochecer, Horizonte Quebrado, de Mariano Fiallos Gil. Lectura de medio tiempo, porque también, de propina, para compensar y gratificarme un tanto por tanta lectura nicaragüense de estos días, leo el primer capítulo de un volumen que a nadie se le ocurre leer por estos predios centroamericanos: Le Genie du Lieu, un libro de crónicas de viaje, de Michel Butor. Primer capítulo, dedicado a Córdoba, antigua capital de Andalucía. Dejo durante un largo rato que Butor, en su propia lengua, me "descubra" la existencia de Luís de Góngora, del Inca Garcilazo, de Séneca, de Lucano y de Averroes ("che il gran commento feo", dice Dante) como si me vendieran embozados a unos personajes a quienes probablemente conozco más de cerca y con mejor detalle que Michel Butor.

Pero tampoco se trata de ninguna competencia, lo que me interesa, lo que disfruto y me solaza es la elaborada naturalidad del estilo "casual" del escritor francés, el cuidadoso uso del idioma, la valoración minuciosa de los términos, aún cuando no intentamos demostrar nada definido, ni tenemos prisa por desembocar atropellando sobre ninguna conclusión. Breves páginas que disfruto palabra por palabra, porque leo en voz alta (lo que, si usted insiste, podríamos anotar en su libreta apenas como otra manifestación de mis manías habituales de hablar solo).

Y me interesa, claro, también porque se trata de dibujar ciudades extrañas por escrito. Es decir (volteando el ángulo de encuadre hacia un enfoque reflexivo) se trata de asumir el papel de poblador flotante, de pasajero en trámites de tránsito que, si vos te fijaras mejor, es por una parte el asunto medular de mi indescifrada parábola de Pensión Xalteva, en Fracciones de Algún Total, y por otra partitura melódica se parece bastante (da la casualidad) al ritmo de trote que nos mantiene actualmente rodando todo el tiempo por estas carreteras umbilicales de nuestra Centro América particular.

Viene y va de "chascada", una cita del emperador Carlos V, que nos regala Butor:

"Si j’avais su ce que vous vouliez faire, vous ne l’auriez pas fait, car ce que vous faites là peut se trouver partout, et ce que vous aviez auparavant n’existe nulle part".

(Do 221006)

Pedro León Carvajal es autor de Todos los días de mi muerte y Fracciones de algún total.

jueves, octubre 26, 2006

El mundo más dogmático

Los diputados de la Asamblea Nacional en Nicaragua, decidieron ceder ante las Iglesias cristianas, y penalizar el aborto terapéutico. Lo más triste es la falta de personalidad de los diputados actuales, en especial los de la izquierda, de quienes se esperaría por lo menos voz en estos asuntos.

Son unos personajes tristes que no pueden siquiera diferir de sus jefes, siquiera escuchar a los otros. Son unos religiosos del poder, en un país que está quedando en puros dogmas. Hasta la Ministra de Salud ha resultado menos servil que los diputados con su llamado a, por lo menos, considerar los criterios médicos y científicos.

Es un panorama triste, pero sobre todo irresponsable el de estos melancólicos diputados sin criterio, al servicio del oportunismo.

Copio aquí un artículo que publiqué el 14 de marzo de 2002 en El Nuevo Diario, y que algo de este momento funereo ya llevaba:


A la espera de un mundo más dogmático

"La próxima canonización de Sor María Romero ha despertado un curioso afán político e intelectual por relacionar a la futura santa con la identidad nacional. En medio de una orfandad crónica de valores, los partidos y los intelectuales (ni más ni menos) echan mano del aura prestada por el Vaticano para despejar las dudas: hemos sido, casi pegajosamente, nicaragüenses porque enjendramos seres incontrovertibles, no sometidos a la duda histórica y sin las máculas de la postración espiritual, económica y cultural.

Estos seres conforman un singular Panteón en el que se incinera ese atosigante y dulce incienso cuya aromática ideología vive cantando una melopea a lo anti-crítico. Ultimamente Sandino, crónicamente Rubén Darío, necesariamente Pablo Antonio Cuadra, beatificamente Sor María Romero. Estos atados de la entelequia (la entelequia de la identidad nacional) sufren penosamente el incienso que les ofrendamos. No son nuestros retratos queridos, ni están ahí atrapados por la cámara fotográfica en un suceso circunstancial, ni poseen ideología (ya un ex-comandante ofreció a Sandino como héroe nacional, y el partido de izquierda simpatizó con el Papa Juan Pablo en la canonización antedicha). Sin dejo de ironía, me atrevo a decir que estos héroes y esta, hasta ahora única, heroína parecen poetas.

En efecto, ningún sujeto más enrarecido, alado y misterioso a fuerza de esencialización que un poeta nicaragüense, teorizado (o teologizado), desde luego, por la historia cultural nicaragüense. No solamente descienden, según algunos estudiosos, de la cepa cultural grecolatina (Homero sería algo más que un putativo padre), sino que su proyecto de fundar una cultura nacional está más allá de la historia, pues no ha fracasado nunca, al contrario de los proyectos políticos, sociales y económicos emprendidos por otros nicaragüenses.

Ya sabemos, además, que Sandino tenía cara de poeta. ¿Y una santa no es algo así como cierta Encarnación, al menos parcial, del Verbo? Pues bien, lo curioso es que esta quietud e inmovilidad de los iconos nacionales contrasta con la crisis social, política y económica. Contrasta, para ser preciso, porque trata de apaciguar, de resolver en un impulso ciego y teológico lo que antes los burócratas llamaban «la problemática». ¿No necesitamos algo así como un grupo de nobles ideales que legislen lo que ninguno de nosotros se atreve a plantear sin dobleces, sin cinismo y sin superstición?

Este mecanismo de imaginar noblezas posee una raíz colonial bastante transparente. Cierto tipo de intelectual criollo, incluso sufriendo de fiebres liberales, sigue creyendo que las capitales del Reino son Madrid y el Vaticano. Aquel que no -ese otro intelectual un poco huérfano, menos oportunista, liberal de tuétano o marxista de reciente orfandad- tampoco puede «volver a París» ni «volver a Moscú», pero está generalmente silenciado ante los retratos probos: al fin de cuentas este intelectual progresista u orgánico, como se decía antes, va de retroceso en la ola restauradora, y, además, no discute que el modelo canónico del héroe pasa necesariamente por cierta aura de alfabeto, de manejo sacerdotal de la letra y pedagogía ritual de «padre de la patria».

En esta conyuntura, esperar un mundo cada vez más dogmático no parece una contradicción, sino, al contrario, es, para algunos, el proyecto «intelectual» favorecido. Pronto los iconos de nuestra identidad les transmitirán, creen ellos, los códigos de la revelación, y, según ilustre y dogmática afirmación, «serán lo mismo las palabras y las cosas». Pero mientras sucede tal misterio teológico, la intelectualidad necesita de un nuevo canon histórico. Es ahí donde asoma el espíritu (y la letra) de don Carlos Cuadra Pasos. Ultimamente, este ilustre granadino sufre de «revival». Alguien ya vio, en una arriesgada operación, que Cuadra Pasos coincidió avant la lettre con la UNESCO y su dogma de «cultura de paz».

¿Por qué creer que la historia nacional debe significar asimilar lo heterogéneo hasta zanjar las diferencias? Imaginemos que a nuestro teatro ideal de héroes y heroínas entra don Crisanto Sacasa, el bicéfalo representante armónico (no hay manera más contradictoria de decirlo) de liberales y conservadores, a fundirse, en cuanto «alma blanca», con Sandino, bajo la mirada un poco ansiosa de Rubén Darío y Sor María Romero. ¿Luego de tal encuentro comenzaremos a ser felices, es decir, civilistas, pacifistas y liróforos?

Aunque tal teatralidad esencialista puede entusiasmar a algunos (incluso intelectuales en operación burda de recolectar poder cultural para sí mismos), pongo en duda ese resultado ideal. Si la operación se da (si no es que ya se está dando) el resultado será meramente «geográfico»: una nueva distribución de la ideología que «supere» y esconda la violencia de clase, la violencia de género, y la violencia étnica (que ya son nuestros tradicionales elementos constitutivos). De manera que aunque algunos esperen de buena o mala fe un mundo más dogmático, es bueno advertirles: ese mundo no vendrá, la espera será en vano. Y será mejor comenzar a pensar de manera diferente en nuestros «engaños coloridos»."

viernes, octubre 20, 2006

Nellie Campobello (no) está muerta.

En 1998, La Jornada de México informaba sobre la muerte de la escritora mexicana Nellie Campobello, desaparecida durante 12 años, y al parecer secuestrada por Claudio Fuentes Figueroa o Claudio Niño Cifuentes, quien creó, hasta 1998, la ficción de que Campobello estaba viva, habiendo muerto ella desde julio de 1986.

Campobello había escrito algunos de los relatos más singulares sobre las luchas regionales del norte de México, sobre todo Cartucho: relatos de la lucha en el norte de México. (1931). Pero, además, había sido promotora cultural y bailarina. Su vida enigmática, el extraño azar de su secuestro y oculta muerte, así como la absolución de sus secuestradores por faltas de prueba, ha provocado algo así como un nuevo auge de esta escritora que en vida no fue muy reconocida.

Pero no se trata nada más de un destino escabroso y de cierto sensacionalismo cultural. En tiempos en que los grandes paradigmas de la revolución mexicana han caído, quizá no sea casual la preocupación por una escritura “menor”, que desde su propio contexto desanima y rearticula a la vez esas grandes verdades culturales que han sido desplazadas. En efecto, se trata de una literatura regional, femenina, elíptica: nada de los grandes cometidos de las grandes novelas (anti)revolucionarias (siendo Los de abajo la más reconocible).

Por medio de la reivindicación de lo marginal, en la literatura de Campobello, se puede leer de otra manera lo que fue tanto la lucha regional como la política cultural de la revolución. Pero, además, hay un asunto de escritura que es fundamental: Campobello incorpora una radical mirada vanguardista en sus relatos, en la que la fotografía, vuelta narrar episódico, mirada “objetiva”, ojo de la niña, es el medio de inspiración y aspiración.

Copio algunos párrafos de mi ensayo “El ojo de la niña/ La niña del ojo: Cartucho de Nelly Campobello.”, que fue publicado recientemente por la revista Fractal de México:

“Efectivamente, la inscripción visual/ fotográfica constituye un elemento fundamental para el proyecto de Cartucho. Por un lado, establece una metáfora de la escritura y de la memoria, remitida de manera estratégica al ojo de la niña, para fingir una verosimilitud que algunos críticos leen de manera referencial: como “una visión virgen de la Revolución”, por ejemplo (Portal 99). Por otro lado, la opción visual fotográfica contribuye a establecer la posición política de la autora, como mujer, regional, o disidente. En la nota “Inicial” de la primera edición (1931) se articulaba de manera esencial este cometido, proyectando cierta relación con el vanguardismo y codificando la visión infantil no como verosimilitud, sino como distanciamiento fotográfico documental. Aunque esta introducción fue eliminada a partir de la segunda edición (1940), se puede considerar un elemento fundamental del proyecto textual general de Cartucho. Ahí se concentraba parte de la estrategia de amalgamiento de la forma fragmentaria, la historia personal y un rol social acatado de manera irónica.

La nota inicial alude al viaje de Campobello y su hermana Gloria, a Cuba, en donde según narra ella misma en Mis libros tuvo contactos culturales muy importantes, entre ellos con el vanguardismo literario (Mis libros 15-19). El texto suprimido introduce al cubano Fernández de Castro, que Campobello llama “nuestro amigo”, tomando fotos de las dos hermanas, con “una Kodak azul” (Cartucho, 1931: i). A la par, la técnica visual recibe una codificación formal en las metáforas vanguardistas que Campobello usa: “Hombre incrustado en una nube o en un riel”. “La fábrica bosteza y quiere tragarse a Fernández de Castro”. (i). Las dos muchachas son ubicadas como objetos de fotografía y tipificadas en un lugar femenino tradicional, que ellas aceptan: "Nos llamó muñecas, éramos sus muñecas, serias, formales. MIS MUÑECAS, “así él dijo” a veces era mi hermana Gloriecita, la muñeca número uno, a veces era la número dos, yo siempre fui la muñeca I, éramos para todas la horas del día y parte de la noche, sus muñecas serias, formales, SERIAS, FORMALES Y MUÑECAS". (ii)

La fotografía se inscribe como instrumento de la disciplina genérica, define el lugar de las muchachas, el histrionismo social que se les recomienda (muñecas, serias y formales). En esta definición, el lugar de las muchachas es decorativo y pasivo. Sin embargo, según sigue la historia del texto, Fernández de Castro enferma y en las visitas que las dos hermanas le hacen al hospital, Campobello comienza a contarle al enfermo sus recuerdos de guerra. Fernández le sugiere entonces escribir esos recuerdos: "Así fué como (sic) cada tarde le llevaba al Hospital del Cerro mis fusilados escritos en una libreta verde. Los leía yo, sintiendo mi cara hecha perfiles salvajes. Vivía, vivía, vivía… Acostaba a mis fusilados en su libreta verde. Parecían cuentos. No son cuentos…
Mis fusilados, dormidos en la libreta verde. Mis hombres muertos. Mis juguetes de la infancia". (iv)

Las convenciones instauradas al principio han cambiado. La mujer se ha desprendido de su sitio decorativo de muñeca y la escritura la lleva a enfocar visualmente los soldados como objetos y juguetes/muñecos. A la vez, el tiempo de visita al hospital—tiempo en el que se narra—ofrece una referencia unificadora de la experiencia fragmentaria de las imágenes. Ese tiempo es también un tiempo de escritura/ dibujo/ visualización en una “libreta verde”. El tiempo de la narración es, pues, el que se le dedica al amigo que ha instaurado la visualidad fotográfica con su Kodak azul, y el tiempo de la reproducción escrituraria de esa visualidad. Si en apariencia Campobello ha acatado su lugar de “muñeca”, en realidad termina por subvertirlo y el sentido de tal inscripción es imponer las fotografías de sus “hombres muertos”, sus “juguetes de infancia”.”

Este ensayo fue preparado originalmente para la clase sobre literatura mexicana del profesor Joshua Lund, en el año 2002. De ahí para acá, se han reeditado los libros de Campobello, hay una fuerte presencia suya en el ámbito cultural mexicano, y se piensa, en general, su legado.

Añado algunos links importantes, en relación con Campobello:

Sobre la reedición de Mis libros, La Jornada, 19 de febrero de 2006.
Reditan Mis libros, volumen con toda la obra literaria de Nellie Campobello

Rocío Fillega. “Nostalgia por Nellie

Rocío Fillega y Germán List Arzubide “Encuentros y desencuentros con Nellie Campobello

Mary Louise Pratt .“Mi cigarro, mi Singer, y la revolución mexicana: la danza ciudadana de Nellie Campobello

Jorge Aguilar Mora. “Perpetuar la infancia”.

martes, octubre 17, 2006

Everybody's Got A Bomb

No sé si alguien en algún lugar hace encuestas de sueños colectivos. No me refiero a ilusiones utópicas colectivas (por ejemplo, el socialismo o el consumismo), sino a sueños de verdad, de esos que se tienen en las horas de sueño.

Recuerdo que en los años 1970s, tuve algunas veces la pesadilla de la bomba. Miraba en el fondo del cielo el hongo proverbial, lo cual no era menos que lógico, dado el estado terrible de la guerra fría. En el sueño los escenarios eran bastante cotidianos: la acera de argamasa lustrosa, el quicio, la muchacha que iba a la pulpería a comprar el arroz para el almuerzo, el goteo de las tejas, la naturaleza respirando a menos de medio metro de mi nariz. Pero el escenario espacial era global.

Las recientes noticias de que Corea del Norte tiene la bomba me ha hecho rememorar que tiempo después recibí con júbilo la canción 1999 del álbum 1999 de Prince de 1982. Supe entonces que mi sueño no había sido algo aislado. Supe que mi sueño también había sido algo festivo.

En 1982 es obvio que no había terminado la guerra fría, y en todo caso escalaba todavía más--no obstante que Marvin Gaye había advertivo: We dont need to escalate...--, incluso hasta el espacio, con lo que iba a llamarse guerra de las galaxias.

La canción de Prince ocurre un día que podría ser el del fin del mundo, y en el que "todo el mundo tiene una bomba". De hecho, las pruebas nucleares de Corea han mostrado que muy pronto muchos más países tendrán la susodicha bomba. De hecho, se ha informado que entre 20 y 30 países podrían acceder a la bomba nuclear pronto. En la canción, el trovador (es un decir) propone que la vida es sólo una fiesta, y las fiestas no están supuestas a durar, que hay guerras por todos lados y que, ya que va a morir, esta noche escuchará a su cuerpo.

Esta objevización de mi sueño, vía funk, vía Minneappolis, me hace creer que aquellos sueños no eran algo aislado. También me hacen creer que se abrirá pronto otro ciclo global de sueños y pesadillas, en que lo cotidiano seguirá siendo eso, y lo infinito también.

Cuando terminá la canción--en una disco? en un recreo? en un sitio del fin del mundo?--las chicas y los chicos preguntan: "Mami, por qué todo el mundo tiene una bomba?"

viernes, octubre 13, 2006

Demonio Meridiano I

“I said that time may change me
But I can't trace time” David Bowie

Hace 20 años llegué a la Universidad. Venía, casi literalmente, del cine. En realidad de cumplir el Servicio Militar, pero en ambiente urbano (así que el de Arcadia todas las noches era mi oficio verdadero). Entre el oscuro julio de 1986 y el luminoso (vamos a ponerlo así) febrero de 1987, no hice otra cosa que escuchar jazz en alta noche (sí, Radio Sandino programaba jazz, aunque Ud. no lo crea) y leer cuentos de Mario Benedetti (Todos los cuentos, Editorial Casa de las Américas; años después en La Habana Vieja, buscaba esa colección de Casa en los libros usados de la Librería Cervantes, frente a la Moderna Poesía—son las callecitas esas que aparecen de manera casi folklórica en Buenavista Social Club).

Recuerdo que Madonna recién había sacado True Blue, que Janet Jackson estaba en su apogeo (es mentira, como dijo la poetisa, que sólo escucháramos a Silvio) y que en horas de mediodía, con Radio Güegüense de fondo—más o menos por octubre—leí por vez primera de manera casi metódica, con notas y hermenéutica, la poesía de Mejía Sánchez. (Tendría que hacer varios diagramas de la casa que habitaba por entonces, pero sería dificultoso en este momento para el objetivo que persigo.)

Digo, pues, que llegué a la Universidad, nomás al salir del cine. Esta entrada y salida del cine amerita una nota más extensa. Sólo nombro algunas de las películas que miré en el cine (no video, y estábamos muy lejos del dvd) por esos años, películas que me impresionaron: El tambor de hojalata, versión de Schlöndorff (muy probablemente en el teatro Margot de Matagalpa) (después de conocer esa película, me ha dejado frío el escándalo de los medios en torno a ciertas declaraciones de Grass), La noche de San Lorenzo de los hermanos Taviani, Los amantes de María de Konchalovsky, con gran enamoramiento de Natassja Kinsky; del mismo, en un ciclo de cine soviético, Siberiada. De Klimov, Ve y Mira. Creo que todo culminó con un ciclo de la época mexicana de Buñuel. La revolución—que había comenzado en la maquina de escribir de mi padre—terminó en el cine.

Todos estos relatos de la modernidad acabaron formando la piel con la que ingresé a la universidad. Por entonces sí pude quizá haber sido llamado joven, sin ironía. En 1987, todavía había resonancias de grandeza en la Universidad, y me entregué de nuevo a los relatos. Mis guías fueron la novela Dr. Faustus de Thomas Mann, y Madame Bovary de Flaubert. Recuerdo la sorpresa con que descubrí que la novela de Mann que yo había leído con subrayados excesivos no era sino una biografía disfrazada de Friedrich.

Por su parte, Madame Bovary es el mejor recetario en contra del romanticismo. (Antes había sido fan de La Cartuja de Parma, por eso ese valor correctivo de Flaubert.)

A penas tres o cuatro años después de tales inicios, estábamos algunos en aguas de la “postmodernidad”: aguas estancadas, densas y oscuras, como si Michael Stipe cantara con nosotros: “trataré de no respirar” o “nadar nocturno/ se merece una noche callada…”

La postmodernidad se me parece al socialismo, o más bien, a lo que fue el andamiaje burocrático del socialismo real: es la tecnificación de una grandeza prestada a la modernidad. Lo dice quizá Lyotard en alguna parte, o como mis viejos compañeros, estoy yo también a punto de ponerme a balbucear.

lunes, octubre 09, 2006

E/Lecciones

“Decisiones, todo cuesta”. Rubén Blades

Cuando los intelectuales nos informan que las próximas elecciones en Nicaragua (noviembre 2006) son algo “histórico” (por ejemplo, un reciente artículo de Sergio Ramírez, en La Prensa, 5 de octubre), hay que afinar el oído, al estilo casi fenomenológico, y preguntar pero qué será ahí lo histórico y quién lo determina como tal?
Se me impone, a partir de esta pregunta, ser algo digresivo: por un tiempo pensé que se podía respirar, olvidar, crecer, descreer, vivir, en fin, ser orgánico, por fuera de ese imperativo gubernativo: las e/lecciones periódicamente ofrecidas por la clase política (sí, la palabra e/lecciones se puede dividir así, para mostrar caritativamente sus cualidades morales y didácticas). Pero, por fuera de cualquier elección “histórica” la historia sigue. No creo que este seguimiento deba tener una resonancia mística o fatal, precisamente. La “historia” no se prepara y acicala cada 5 años, sino que sucede de manera imprevista. No dijo el poeta ya que la vida es lo que sucede mientras estamos ocupados en otros menesteres?
Hay un indicio importante para determinar lo que se entiende por “histórico” en estas (y tal vez en todas las recientes) elecciones. Se trata de la carencia y ausencia de la retórica del “voto popular”, o de que en las elecciones se expresa la “voluntad popular”. Todavía en 1990, aseveraciones como esta parecían cargadas de sentido. Ahora ya casi nadie cree en ellas, esté donde esté ese “nadie” en el espectro político. No hay que ser cínico para ser escéptico en este ámbito, y es más, “nosotros los doctos” no podemos evitar ese escepticismo. El “voto popular” ha pasado a ser una figura abyecta, incontrolable, que le falta disciplina y que busca únicamente su interés. La masa es la indisciplina. (No es esta la gran lección histórica que han dado Alemán y el PLC?). Hay, pues, una tendencia en la clase intelectual a ser muy escéptica ante el “voto popular”. Un ejemplo claro lo ofrece Carlos Tünnermann y sus recomendaciones de una alianza política “patriótica”, para poder burlar una tendencia de las encuestas.
Esta propuesta no es criticable en sí, hay un gran espacio de derecho para proponerla y cierta lógica común, aceptada sin necesidad de escándalo en los medios y las clases lectoras. Pertenece a la doxa, como quien dice. Pero es obvio que en ella se ve apartada la retórica del “voto popular”, no hay tal expresividad de una gran voluntad en las elecciones. Se trata, más bien, de algo que debe y puede ser controlado por las elites. Y esto es lo fundamentalmente “histórico” de estas elecciones: la posibilidad de un control renovado del llamado “voto popular” ejercido por los intelectuales y las clases medias. Es el fondo de la utopía de los llamados grupos políticos “emergentes”. Y, como toda utopía, ésta es válida, pero limitada.
Al respecto de lo “histórico” que puedan tener unas elecciones, el caso no es, de hecho perteneciente a algo históricamente cercano. Cuando se trata de elecciones, nuestras elites políticas e intelectuales han sido entrenadas en el modelo de los Treinta Años, con una democracia muy segmentada, por razones de saber y poder. Una democracia fijada en el silencio del “voto popular”. De la misma manera, los partidos políticos han sido los grandes legisladores de este control. Y dentro de los partidos políticos, son las “grandes personalidades” las que terminan decidiendo sobre este control del “voto popular”.
De Zelaya a Somoza/
no ocurre otra cosa.
Ahí están Alemán y Ortega para confirmarlo.
Pero la cuestión no es tanto si ejercemos una política correcta en contra de estas “grandes personalidades” y a favor de la institucionalidad, sino más bien que incluso estando en contra estas “grandes personalidades” debe existir una política democrática mucho más radical, que, para decirlo ilustrativamente, ayude a quitarle las comillas al “voto popular”, haciéndolo más valedero. No es lo que los intelectuales nos están diciendo por lo general. Al contrario, nos hablan de imponer alianzas por arriba que ayuden a controlar ese desprestigiado “voto popular”. Cuál es la diferencia, en fin, de este tipo de alianzas y las que forjan las “grandes personalidades” de la política? Quizá que se trata aquí de “grandes personalidades” de la intelectualidad?

Postdata a favor del aborto terapéutico
Lo “verdaderamente histórico” viene quizá de la manipulación mediática y la movilización social que ha logrado la campaña en contra del aborto terapéutico, encabezada por las iglesias cristianas, en especial la católica. Mucho más preocupante es que en tiempos de elecciones, en donde cada candidato anda cuidando sus pudendas partes a como puede, o declarándose santo de cualquier devocionario (incluso el neoliberal), los diputados reciban una ley escrita por esos fanáticos religiosos para penalizar el aborto terapéutico. El presidente del congreso en funciones, recibió casi de brazos abiertos a los jefes de la marcha, en un acto vergonzoso para un partido que se las tira de izquierda.
En estas circunstancias, no hay un solo político que se atreva a decirles a esas directivas religiosas que Nicaragua es un Estado laico y que hay pluralidad de opiniones, y que la ley no puede ser elaborada por dos o tres cerebros fanáticos. Ninguno lo dirá. Se trata quizá de que estas elecciones son muy históricas.
Por otra parte, es muy notorio que dentro de las dos alianzas de izquierda, el MRS y el FSLN, la perspectiva popular socialista es muy minoritaria, y siendo el sandinismo en su conjunto minoritario en el país, es obvio que nos encontramos ante una minoría muy menor, para ilustrarlo con agudeza se(s)udocoroneliana. Esta perspectiva, poco elaborada, no pasará de ser arrollada por el tipo de “alianzas patrióticas” que entusiasman tanto a los intelectuales.

miércoles, octubre 04, 2006

Canon popular

“Jamás tuve problemas con las drogas, los problemas eran con la policía”, frase atribuida a Keith Richards

Pa´lo más popular, como suelen decir los Van Van, también hay cánones. No se sabe si es que automáticamente alguien que escribe sobre productos de la cultura popular se modela según la antaño llamada cultura alta (una especie de eurocentrismo meteco) o, peor aún, hay códigos culturales intrínsecos que orientan a esa especie de selección natural (basada en la artificialidad) que son los cánones (eurocentrismo palmario).
Tómese por ejemplo la discografía de los Rolling Stones entre 1964 y 1967. Por una lógica industrial, los discos editados en Inglaterra no eran los mismos que los editados en “América” (la América que cantaron entre otros Chaplin y Kafka).

El pragmatismo yanqui consideraría sin más que la discografía editada en los Estados Unidos es tan originaria como la editada en UK. Un ejemplo de esto lo da Robert Christgau, el autollamado “Dean” de la crítica de música popular en los USA. Según él, esa discografía está constituida por obras maestras (con la excepción de la incursión ácida Their Majestic Satanic Request, 1967).

En cambio en la web de crítica www.warr.org, se considera la discografía de Inglaterra la originaria, y se pide, incluso, que las empresas disqueras deberían reeditar esos discos tal como son, y no como fueron adulterados en las versiones norteamericanas.

Ejemplo modélico ofrecido: Los Beatles, cuya discografía, también escindida por el Atlántico Norte, fue unificada ya en CD por la buena voluntad (o diríamos mejor, para evidenciar nuestra ironía, vuena boluntad) de Capitol/EMI.
Esto supone simplemente que al centro canónico de los discos editados en Inglaterra, corresponde otro centro igualmente canónico: los Beatles. De dónde emana tal consagración? Es difícil responder adecuadamente. Pero hay un indicio importante en la concepción AOR,
es decir la orientación del álbum como obra en sí, para lo que uno se refiere comúnmente a Rubber Soul, y que alcanza su primer gran hito en el cerebro de Brian Wilson y Pet Sounds (un poco fuera del recinto centralizado de los Beatles), y cuya gran consecuencia podría ser, en cambio de Sargent Pepper, Are You Experienced?.
El canon funciona, pues, en asociación a formas establecidas. En esa batalla los objetos son convertidos en estrellas centrales, planetas adyacentes y lunas. Hay quiénes creen que Los Beatles son ese centro del universo que la cultura (“popular”) desea. Lo curioso es que lo que llamamos “cultura popular” (un nombre más adecuado sería cultura mediática) también muera por deseos de tal centralidad.
No se trata de un relativismo hueco, sino una lucha de valores en la que no podemos dejar de participar. Hoy, por ejemplo, quiero proclamar que el centro está en los Rolling Stones y en un disco en su versión USA, Between the Buttons. Es injusto mostrar que ahí hay gran influencia de los Beatles, sin decir que su aspiración es también dylanesca, y que su tiranía sonora es también emancipación. Y demás decir que a lo mejor el centro estuvo siempre en Dylan y no en otra parte.