lunes, abril 21, 2008

En Nicaragua predomina la poética simbólica

Revisando un viejo libro de español para estudiantes de sétimo grado, del tiempo de la revolución, encuentro la siguiente receta de estilística:

1. La poesía pone atención a los dos rasgos principales de las palabras: la sonoridad y la semántica, es decir, sonido y significado.

2. En la poesía predomina la subjetividad (y era fácil deducir que en este caso se entendía por subjetividad la vida personal).


Estoy básicamente en desacuerdo con esta descripción. Y a la vez creo que es todavía (20 años después de finalizada la revolución) predominante entre círculos de poetas.

Los "dos rasgos" de la palabra deberían ser (son desde el estructuralismo) el significado y el significante (que sobrepasa la parte "sonora" de las palabras, para ser algo más extensamente material, de la misma manera que el significado no está vinculado a una certeza semántica).

La subjetividad, por otra parte, no tiene que ver necesariamente con la vida personal.

Hay subjetividades deslocalizadas. (De grupos, de clases, de épocas.)

Esa confusión del significante con la sonoridad, de las palabras con las cosas y de la subjetividad con la vida personal es el catecismo del poeta o la poetisa como héroe/heroina civil.

¿Y si lo que escribes es algo que penetra silenciosa, inesperada, inconscientemente la materialidad social? ¿De que te sirve la bella sonoridad? (¿No es, en ese caso, la sonoridad un burdo intento de retener para la lógica lo que no es lógico?)

¿Y si la subjetividad que escribes y que vos creés personal es la de tu grupo, tu clase, tu época?

Iniciar estos cuestionamientos toma tiempo. Los poetas jóvenes todavía pelean contra los fantasmas asociados a un nombre, una sonoridad y una vida personal. Es el juego que han planteado (y en el que han ganado) los más viejos.





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