jueves, diciembre 18, 2008

Sobre el sueño de anoche que no podía narrar en La Sazón por razones de urbanidad

Estoy en una Leche Agria que tiene los muebles de madera.

Toco el cuerpo como Santo Tomás. En el sueño toco todo: carne, madera, música.

Nos sentamos concentrados en la madera. Por suerte no hay palabras. (Es decir, las hay: pero las he recortado con arte y firmeza.)

Nos alimentamos lentamente.

Mi sueño es una misa negra. Una misa secular.

El cuerpo que toco es el de mi padre.

Me alimento con el tacto.

lunes, diciembre 15, 2008

Isonauta

En el Canto VII, Huidobro menciona al Isonauta.

María del Carmen, deja luego la siguiente nota:



Carta descubierta por Valmont

«Isonauta:

Te ando en el paladar seco de mi boca

entre las costillas y el vientre

te cargo en mi corazón,

en silencio,

con miedo de tenerte,

Alfiler Punzante del Deseo.»

martes, diciembre 09, 2008

Quién tiene (el) poder cultural en Nicaragua?

A partir del affaire Ramírez-Grupo Prisa-Gobierno de Nicaragua, cabe volver a preguntar por el poder cultural en Nicaragua.

En los 1990s todos leímos el libro de Klaas Wellinga Entre la poesía y la pared, un estupendo resumen, entre otras cosas, de los conflictos del poder cultural durante la revolución sandinista.

Wellinga destaca el carácter personal de los proyectos culturales de la revolución (pág. 83). Y los nombres no pueden causar sorpresa: Ernesto Cardenal, Sergio Ramírez, Rosario Murillo...

(Si Wellinga hubiera mencionado el poder cultural de la derecha, sin duda habría tenido que decir que también estaba basado en proyectos personales, y habría mencionado a Pablo Antonio Cuadra.)

Poco ha cambiado desde entonces, al menos en cuanto a los nombres prominentes del poder cultural.

Como ya he dicho otras veces, la revolución sandinista ha dejado una herencia crítica muy importante, la cual creo justo reivindicar. Y creo que desde esa herencia hay que hacer la crítica de esa estructura de poder cultural.

Y no se trata de quitar esos nombres para poner otros. Sino algo mucho más complejo: comprender de manera disciplinada los vínculos entre poder y cultura.

Creo que la Universidad y los intelectuales deberían emprender esa tarea. (Pero el momento no es el más adecuado: estamos muy obsesionados con la política como para poder pensar en la sociología de la cultura, y quizá mucho menos para pensar de verdad en literatura.)

Para mientras son evidentes los peligros:

1. Caer en el cinismo. Pensar que ya que todo se trata de quién tiene más poder, hay que ver el poder como un valor en sí mismo, anulando toda posibilidad de trascendencia. Es decir, anulando los niveles utópicos de la producción cultural. (Una de las razones por qué los cínicos se equivocan).

2. La toma de partido. Aunque estos pleitos son más viejos que la mayor parte de los poetas nicaragüenses, por la debilidad permanente de los ámbitos culturales del país, y por la pobreza de la mayor parte de los intelectuales, y por el entusiasmado partidarismo que nos mueve, es demasiado fácil tomar partido y dejarse arrastrar por los poderes personales que mueven la cultura.

Hace algunos meses me invitaron a un encuentro para discutir políticas culturales, y traté de enfocar estas temáticas de una manera más amplia, así que no estará de más recomendar esa intervención.

Para mientras la discusión todavía no es literaria o cultural, sino política, y personalista. Sin embargo, ya se ha abierto la discusión (también aquí) entre los poetas jóvenes, y se evidencia la ensalada de siglas en que vivimos (y al parecer por los siglos de los siglos).

martes, diciembre 02, 2008

Indecencias de primavera

Antes cuando entraba diciembre me encontraba leyendo versiones de Don Juan, colección algo promiscua de Tirso, Moliere, Pushkin, Mozart. O La Odisea siempre con una convidado de piedra a quien darle la mano, o una infinita Retirada de los diez mil.

Pero para somatizar esa biblioteca, antes había que haber asistido a la llegada de noviembre. Las expectativas de las primaveras en Pensilvania, por otra parte, han sido frustrantes: los árboles se han conformado con soltar un tufo a orín de gato, para dar paso a unas tormentas algo tórridas. Para saber de la primavera hay que haber visto noviembre en Mesoamérica. Enumerar la luz y contar las sombras.

Este noviembre, sin embargo, estuvo bastante perdido. La luz estuvo, la sombra se escondió, pero la crisis política se tomó todo el espacio.

He comenzado a somatizar, pues, el silencio. Revisando mi onerosa colección de revistas, recuerdo aquel apotegma freudiano: lo que produce neurosis no es lo que se hace sino lo que deseándose no se hace.

En el bus, hoy lleno de niños, me repito la variación del apotegma: lo que produce neurosis no es lo que se dice sino lo que deseándose no se dice. Entonces somatizo. María me indica: qué bus tan lleno de niños, cuento seis, uno enfermo. Y vamos en el sol, añado yo.

Más tarde, otro día, recibo la llamada del Académico del Norte preocupado por la situación de Nicaragua. Le preocupa sobre todo lo que dicen "Sergio, la Gioconda y Ernesto". Pero los menciona con el tono en que un beato mencionaría a las Tres Divinas Personas.

Tengo que respirar estratégicamente. Lo que produce la neurosis.... Qué bus tan lleno de niños...

"Esta es una lucha entre la decencia y la indecencia..." está diciendo el Académico.

Tengo que decir dos o tres cosas protocolarias (no, they are not!). Quiero quedarme en el lugar resplandeciente y pendejo de la decencia (we´re living in a secular time!). Las Tres Gracias esperan la primavera en algún lugar de Nicaragua y hay que dejar que florezca clandestinamente mientras resolvemos la cuestión política.

Me prometo a mí mismo que aclararé mis dudas, frente a las Tres Divinas Personas o ante quien sea. Nerviosamente leo la entrada de Tropic of cancer. El tiempo/el clima está malo...Estamos piojosos... Hay un río.... Hay mucho Withman around...


Pero esas eran mis lecturas de enero en San Tranquilino. Y no puedo saltearme la primavera de manera tan flagrante.

Así ha entrado diciembre. En mi libreta apunto:
Hay luna (no hay). Hay paisaje. Estoy dispuesto a hablar con el fantasma. Tomo el vino del convidado de piedra.