viernes, abril 06, 2012

Sigue

Ahora recuerdo: tenía un blog. Vos me dabas

a reparar los cadáveres de tus poemas. Y así los

embalsamaba. Día a día.

Tu fallida prosodia, tu hueco nocturno

tu estrella desplazada. Todo era fácil si trabajaba

en el poema fallido. Todo era

un trasiego lacónico pero vívido de materiales. (Recordaba también el momento exacto

en que había escuchado por vez primera el verbo trasegar en una

pulpería de Matagalpa: se trasiega lo que se vive.)

En abril cuando el otoño amenazaba

y andaba enseñando por los pasillos a Vallejo, entre

el ruido ensordecedor de la modernización al pie de la vieja Facultad

(la modernización por supuesto del transporte y el smog)

podía soñar con más esmero, incluso masticar el sueño

esas masas de aire frío marcadas una a una.

Eso podría contarles: una avioneta blanca corta

por la mitad la Cordillera. No hay nube ni poema ni mirada

constante.