lunes, noviembre 25, 2013

Esto no es

Esto no es un texto. Son pisadas sospechosas de un hombre que lleva pegada un abeja en la camisa. Son flores caídas del jacarandá, el lila apasionado. Intrincados el perro y el amo en bicicleta. El sendero que no vi sino aquella mañana. Un manto de niebla iba bajando, cerca de las ocho (como suele ocurrir cualquier mañana). Las pisadas acaecen al atardecer, a contraluz. El hombre se orienta en el aire yuxtaponiendo cosas que ha visto, que ve ahora. Su vida momentánea es un manotazo tirado al aire. Piensa esto no es un texto, el leitmotiv es una piedra. Caminará hasta el final de la marca de la hierba, quizá influenciado por la antología beat dirá que esto, la inclinación del sol, la luz, la hierba no son un texto. Volverá a recordar aquella mañana de domingo que salió a correr. Tres perros negros venían a su encuentro. Perros desorientados que habían amanecido como unos Borges avant la lettre en la esquina de un mundo humano, un mundo perro digamos. Y los susodichos perros confundidos se alegraron de verlo, marcharon unos metros tras él. Él que iba cruzando calles por entero literarias (esto no es un texto) Blest Gana, Martín Rivas, Rubén Darío. Y los perros desorientados bailaron un momento uno en torno del otro, las tres divinas personas. Y se fueron. (Había tenido la suerte que una perrita negra musculosa y amable lo siguiera una mañana durante tres kilometros tratándolo casi como camarada. Pero a la altura de Tobalaba atendió algún ruido y siguió en sentido contrario, ella cruzando el aire con su bellísimo hocico negro, brillante y húmedo.) Había un sendero en frente. ¿Cómo correr un día por aquel sendero? Entonces un perro negro (hay varios perros negros en este texto) atacó a un frágil lassie muy parecido a su amo, este escandalizado por el ataque, aquel entrenando de rutina. Se oyeron unos aullidos, unos gritos. El entrenamiento siguió. La niebla iba bajando, incluso el cuerpo caliente reaccionaba al aire frío. Más adelante: los perros obsesionados de las esquinas, en Egaña, la Banda de los Cinco atacando taxis y transeúntes. En esas paradas hay más gente obrera esperando. Gente en el frío sin frente popular. Todos miran a la Banda de los Cinco, secretamente les temen, es un espectáculo del inconsciente. Busco el sol, mujeres escriturales hieren el sendero, sombras dramáticas vocean cosas. Como es domingo por la tarde hombres nunca vistos se juntan en las esquinas a murmurar.