domingo, octubre 25, 2015

La escuela onírica

25 de octubre. Sueño con la Escuela. Es el día de la graduación. Vamos en una camioneta que tomamos en Guanuca. (La alusión literaria y automática que hace el sueño es a mi cuento “Road movie”, que comienza: “Salimos de Matagalpa…”). Llegamos a la Escuela y comprendo que no podré volver a casa esa noche. Pronto será el acto de graduación y en el bar se vende cerveza. Saludo emocionado a la mujer que atiende el bar. No sé definir quién es pero nos saludamos efusivos. Compro una cerveza pero me sirven un trago de un vino de cerezas. Considero a lo cambiado que está el espacio de la Escuela. Se ha agregado una especie de patio típico de las escuelas militares gringas (al menos las de películas, por ejemplo De aquí a la eternidad). Me llama especialmente la atención el lugar donde están ubicados los cajeros automáticos. Podría quizá necesitar dinero. Debo llamar en algún momento a mi madre para avisarle que no llego hoy por la noche. Pero quizá alguien salga en un vehículo  y me gane un aventón nocturno. (En cierto sentido me siento en las afueras de Santiago, y presiento la llegada a la ciudad viniendo desde Valparaíso por una pista en que se ven las luces de la ciudad a lo lejos.) Me entregan en una bolsa de plástico, como una bolsa de basura o de compras recientes, un zapato y un nombre. Cuando comience la graduación deberé entregar el zapato correspondiente al graduando (esto está relacionado obviamente con mi actual trabajo como profesor de estudiantes de postgrado, yo poseo la mitad del trámite). Espero el momento, siempre con la esperanza de volver esa noche, o de amanecer lo más tranquilo que pueda en la Escuela. El tiempo histórico de los que me esperan parace ser los años 90s. Presiento la espera de mis padres en la casa de entonces.

(En una entrada anterior, me despedía de la Escuela en un sueño.)

sábado, octubre 24, 2015

Aparte

 Vieron los 13 libros favoritos de Christopher Domínguez? 

Y si hago mi lista? El problema es que sería de libros transeúntes, no fijados en la biblioteca. Los he ido dejando en este o este otro anaquel (y con más frecuencia esta o esta otra caja de cartón), en este o este otro país. Libros, en efecto, que he olvidado.

Incluiría Tristes trópicos, visto como manual de humanista. Alguna novela de Stendhal, Flaubert, Dostoyevki, Kafka (América, sin duda), Thomas Mann. Digamos, La cartuja de parma, La educación sentimental, Crimen y castigo, La montaña mágica.

El Trópico de cáncer de Miller. La poesía de Pasolini (este sería más un libro del futuro que del pasado). Las memorias de Hemingway sobre París, A moveable feast o París era una fiesta.

Me gustan los compendios de filosofía. Quizá tomaría Qué significa pensar de Heidegger, que no es un compendio pero podría leerse como tal. Tal vez Spinoza filosofía práctica o Una vida de Deleuze, ese tipo de libro breve y precioso de filosofía que sabía escribir D..

Luego las verdaderas novelas latinoamericanas: Paradiso, El zorro de arriba y el zorro de abajo.