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sábado, febrero 25, 2023

Para leer a Gioconda Belli

 “¿Dónde está Inestablestán?”

 Dorfman y Mattelart, Para leer al Pato Donald 57


Ha causado revuelo la aceptación de la nacionalidad chilena por parte de Gioconda Belli. Expulsada de su país por una medida del gobierno de Daniel Ortega, Belli fue despojada, junto a otros centenares de nicaragüenses, de su ciudadanía de origen. La medida autoritaria es consecuencia de la rebelión opositora de 2018 que sigue ordenando todavía el devenir político de Nicaragua.

En cualquier caso, la persistencia de un nacionalismo fracturado, polarizado y en preparación constante de guerra civil no resulta nada novedoso en el país centroamericano. De hecho, recién a finales del siglo XX Nicaragua vivió dos guerras civiles sucesivas. Una, la revolución sandinista, victoriosa contra la dictadura somocista, pero derrotada frente a otra guerra civil: la guerra contrarrevolucionaria, en esencia una guerra campesina financiada por Estados Unidos y capitaneada por parte de la sociedad política. 

Los actores de esas guerras son todavía los actores políticos del conflicto político actual: los sandinistas, los somocistas, los chamorristas, los contras, aunque algunos han cambiado de trinchera. Porque si algo no ha cambiado en Nicaragua es la clase política. Esto quizá porque se trata de un país esencialmente cortesano en que “grandes familias” ordenan la vida política del resto. Es la persistencia de un modelo de guerra civil entre liberales y conservadores que movilizaban a sus huestes para disputar el poder, y siempre tuvieron poca capacidad de negociación y casi ausentes prácticas democráticas. Como se verá más adelante, esta cortesanía ordena incluso la vida cultural y literaria. 

La clase política sabe la importancia de agenciarse el apoyo de los Estados Unidos. Al menos desde mediados del siglo XIX siempre ha habido una parte de la élite que funciona como aliado de la potencia del norte con el objetivo declarado de tomar, o ejercer, el poder. “Por el lado del Norte está el peligro. Por el lado del Norte es por donde anida el águila hostil” escribía Rubén Darío en 1892, el poeta que dio apoyo a un gobierno liberal derrocado por decisiones de Estados Unidos. Junto con el nacionalismo fracturado, la cortesanía y el reciclaje constante de la clase política, la presencia de Estados Unidos dentro de la política del país es un asunto decisivo para entender las crisis.

Aun así, opera, creo yo, cierto exotismo revolucionario que convierte a figuras como Gioconda Belli, sobre todo cuando se ven desde el exterior, en sujetos de una solidez rotunda, alejados de las vicisitudes históricas que implica ese nacionalismo en crisis permanente. Es como si fueran personalidades colocadas más allá de cualquier historia biográfica y política. Como que conservaran en alguna parte (en sus palabras, en sus cuerpos) una pureza ideológica absoluta. 

Esto y cierta sobrevaloración de lo literario llevó por ejemplo, creo yo, a que el presidente de Chile, Gabriel Boric, invitara a su toma de posesión tanto a Belli como a Sergio Ramírez. ¿Por qué no fue invitado algún dirigente campesino o alguna feminista representativa de la nación, o al menos de esa parte de la nación que se opone al gobierno de Ortega? Es como si las personalidades de Belli o Ramírez encarnaran (y muy siglo dieciocho y muy antiguo, decía Darío) lo nacional, coherente, próximo y sin ambigüedades.

Por supuesto, yo pongo en duda tal coherencia. Lamento tener que decir algo sobre mí para justificar mi crítica. Pertenezco a la generación de la revolución y fui formado por ese proceso. Mi formación como crítico literario o cultural estuvo marcada decisivamente por las guerras civiles de los ochenta. El fracaso de la revolución fue también un escenario formativo. Me enseñó a poner en duda el nacionalismo, a verlo cruzado por muchas otras fronteras y grietas (de clase, de raza, de región, de género). Entendí ese juego algo perverso en que las élites se pelean discursivamente mientras los subalternos ponen los cuerpos (y los muertos). 

Si es que tiene sentido alguno un escenario crítico en Nicaragua, me parece fundamental la puesta en cuestión de las identificaciones dogmáticas del nacionalismo. Sin embargo, la libertad intelectual siempre ha sido muy escasa en Nicaragua. No me refiero a algo novedoso que trajo el gobierno de Ortega en el presente ni hablo de la censura de información o de comunicación. Quiero decir que desde ayer, anteayer, e históricamente la libertad intelectual es precaria en Nicaragua. Siempre ha estado, para comenzar, en manos de unos pocos, y ha estado sometida, además, a las prácticas cortesanas que ya mencioné. Escenarios en que la Gran Personalidad, que acumula poder simbólico y cultural, se traga al resto.

Por eso, uno de los ejes fundamentales de la crítica debería ser la de la relación histórica de los intelectuales y el poder. Como dije en un texto antiguo, refiriendo el asunto a nombres propios, pensar las relaciones de Darío y Zelaya, de Coronel Urtecho y Somoza, de Sergio Ramírez y Daniel Ortega. Se trataría de un proceso de comprensión cultural necesario.

En los años setenta del siglo XX, abrumado por un sentimiento de culpa debido a su apoyo a la dictadura del primer Somoza, el poeta vanguardista José Coronel Urtecho llegó a la conclusión de que entre la inteligencia nicaragüense predominaba una “resistencia de la memoria”. Eso se notaba en la insuficiencia de escritura historiográfica, pero también autobiográfica. Según Coronel, la división partidista, que llevaba a la guerra civil, obnubilaba las conciencias letradas e impedía la expresión de una identidad nacional no marcada por el partidismo. Coronel se proponía experimentar en su escritura una especie de confesión autobiográfica, intelectual y política, que conllevara una suerte de sanación o purificación. Su texto autobiográfico, no finalizado, iba a llamarse Mea máxima culpa.

Si algo produjo la revolución sandinista fue un pequeño “boom” de libros de memorias, testimoniales y autobiográficos. Quizá estos libros contradecían a Coronel, pues mostraban una desenfadada ocupación por expresar la memoria y expresarse desde el yo. Sergio Ramírez, Gioconda Belli, Omar Cabezas, Tomás Borge, Violeta Chamorro, Ernesto y Fernando Cardenal, entre otros, escribieron textos de memorias. Pero ¿pudieron superar el partidismo característico que había señalado Coronel? ¿llegaron a situarse en una posición de sanación o de purificación? 

Se requeriría, por supuesto, un análisis detallado. Pero hay un indicio político decisivo en la lectura que se hace del derrocamiento de Somoza en 1979. Tal acontecimiento ha sido leído como un ordenamiento radical de la historia nacional. Una escenificación histórica de lo popular tanto como de revivificación de lo nacional. El reinicio lustral de la historia, etcétera, es decir, todos los lugares comunes que la revolución moderna acumula históricamente. Creo que muchos de los textos memorísticos de los letrados (hay muy pocas voces subalternas, si es que hay alguna, en ese corpus) operan no orientados a un examen crítico de sí mismos y de las circunstancias, sino más bien, para apoderarse de ese momento mágico de confluencia de fuerzas sociales y culturales que fue 1979. Es decir, para encarnar autobiográfica y alegóricamente ese momento trascendental.

Apoderarse de esa representatividad, expresarla de manera coherente y sin ambigüedades, encarnarla en el cuerpo, transformarla en poder cultural. Esa me parece una operación no solo de apropiación, sino también de “resistencia de la memoria” tal como la describió Coronel. Me atrevería a decir que es, además, una operación ideológica, en el sentido en que postular una verdad absoluta puede significar operar discursivamente desde el poder. Por eso en otro texto antiguo dije que las memorias de la revolución eran memorias administrativas, memorias del y desde el poder.

Este aspecto es sin duda fascinante en el caso de las memorias de Gioconda Belli, El país bajo mi piel. Como he mencionado en alguna clase universitaria sobre este texto, la portada de una de tantas ediciones del libro (creo que de Plaza & Janes) resulta sintomática. Se mira ahí a una combatiente sandinista a la que el diseñador ha cortado la cabeza. No sabemos quién es esa combatiente anónima en un libro en el que, por el contrario, sabemos todo de la autora. El desplazamiento resulta perturbador. Dice algo quizá de una de las estructuras en que se funda la revolución sandinista. El cuerpo de la combatiente (digamos, las bases sandinistas) y la cabeza (la nueva clase cortesano-revolucionaria) que puede hablar por esa mujer anónima.

Ese tipo de desplazamiento es estructural del nacionalismo que suele invocarse desde las clases dominantes, incluidos sus escritores de izquierda. En algunos textos, memorias y poemas, se puede advertir incluso un discurso nacionalista señorial. Se extrañan los paisajes atados a un sentido de propiedad: mis volcanes, mis palmeras, mis lagos, etcétera. Sin duda este sentimiento nacionalista es muy diferente del que puede elaborarse desde otras perspectivas.

Como en otros países centroamericanos, muchos nicaragüenses salen del país buscando la sobrevivencia. Son, entre otros, mujeres anónimas, que pierden la identidad en esa maraña de la migración y la diáspora. No sabemos qué será para ellas un sentimiento nacional. El gran poeta nicaragüense, Carlos Martínez Rivas (el rival oscuro de Cardenal, y según este mismo, mejor poeta de su generación), escribió un verso que resuena bien para la tradición nacional de Nicaragua: “Patria que para qué pare parias”.

En la aceptación de la nacionalidad chilena por parte de Belli advertí, mea culpa, una operación más publicitaria y política que de necesidad imperiosa. Cierta publicidad que quizá también quiere utilizar el gobierno chileno y que involucra a su Cancillera, Antonio Urrejola y el necesario despliegue del discurso de los Derechos Humanos. Me pareció publicitaria la representatividad que se atribuye a Belli que no deja, como ya dije, de reflejar cierta fascinación exotista por una izquierda en que se archivarían de manera idealistas todos los sueños de la revolución sandinista (la “buena” y no la “mala”).

En realidad las maniobras humanitarias (y publicitarias) del gobierno de Boric se alzan  frente a un contexto complejo como el nicaragüense en que los desenlaces de la crisis no se pueden prever, pero ojalá que apunten a una salida negociada y no a una guerra civil. Más que creer dogmáticamente en el discurso enunciado por algún nicaragüense específico (y esto incluye al autor de este texto) hay que leer críticamente a los nicaragüenses, separarlos de los deseos exotistas y tratar de comprender su historia y sus complejos.


sábado, junio 11, 2022

Memorias y fantasmas

En Visto y vivido en Chile, Luis Alberto Sánchez memoriza su vida como exiliado en Chile en los años 1930s y 1940s. Una época de oro de la edición. Él mismo trabajó para la editorial Ercilla en los años que se llegó a publicar incluso un libro al día. Era un corpus de publicaciones nacional, latinoamericano y universal, en el ámbito de un Santiago cosmopolita, lleno de exiliados de varios países (y en particular españoles llegados luego de la derrota de la República).

En el libro aparecen algunos de los más notables intelectuales, políticos y escritores de la época. De Pablo Neruda a Salvador Allende, de Pedro Aguirre Cerda a Vicente Huidobro, de Augusto D´Halmar a Joaquín Edwards Bello. Neruda, particularmente, cumple un rol fundamental en la memoria de Sánchez. Es quien convoca la memoria escritural. “Mira, Luis Alberto, tú tienes una deuda con Chile”, le dice el Neruda evocado por Sánchez en el preámbulo.

La “deuda” que menciona Neruda refiere sobre todo a la influencia política y cultural que ejercieron los peruanos en el Chile de aquel período. A Neruda le parece urgente recuperar, resguardar, esa memoria. “Escríbelo cuanto antes, Luis Alberto, prométeme hacerlo”. Por supuesto, Sánchez toma la palabra de Neruda. Se podría decir que Neruda autoriza esta memoria, le reabre las puertas del campo cultural.

También podría decirse que Sánchez desvía la memoria y la encomienda de Neruda. No hay que olvidar que se trata de una memoria que, quizá como toda memoria, está llena de fantasmas. Es 1975 cuando Sánchez se sienta a escribir, Neruda ha muerto y el Chile democrático evocado en el texto ha sido barrido por el autoritarismo. La puerta que Neruda ha abierto da un campo agostado. (Miembro del APRA, no ha sido Sánchez un entusiasta de la Unidad Popular, y su amistad con el comunista Neruda ocurre a pesar de sus diferencias ideológicas.)

Digo que Sánchez desvía la memoria en parte porque la evocación confluye muchas veces en su diferencia nacional o cultural. Tómese, por ejemplo, su encuentro con D´Halmar. Luego de una acertada descripción del, así llamado, Almirante D´Halmar, una descripción comprensiva de su obra y significado, Sánchez casi se lamenta: “Yo no disfruté de sus confidencias. Algo intransferible le aconsejaba desconfiar de mí. Era absurdo. Pero, cada cual sabe quién es su cada quién. Yo, un hombre inquieto, sin solemnidad, curioso de las ideas, antijerárquico y…peruano, no entraba en el cuadro dʹhalmariano, pese a que coincidíamos en la oficina de Ercilla cotidianamente”.

Refiere Sánchez a otro estado fantasmático, el del ser extranjero. Eso que nombra como “algo intransferible”, esa distancia insalvable que impide una plena corporeización. En otra memoria de migrante, muy distante de la Sánchez, la que Henry James publicó recordando su inserción en la cultura inglesa (El comienzo de la madurez), menciona el norteamericano con respecto al deseo de acogida: “me veía obligado, quién lo diría, a improvisar un medio local y a agenciarme una conciencia local”, buscando “una certeza ideal de la asimilación”. No es el caso de Sánchez, por supuesto. Mas es notable cómo su disposición anti-solemne y anti-jerárquica, ¿quizá estrategia de sobrevivencia?, choca con la desconfianza de D´Halmar.

Es curioso, además, que, en el perfil del autor de Juana Lucero, ha dejado inscrita Sánchez otra diferencia fundamental: “Era un hombre solemne, buenmozo, algo histriónico, ligeramente ventrudo (a causa de muchas comilonas y bebilonas); había en él, en su actitud, algo equívoco. No olía a virilidad aunque tuviera una bien timbrada voz de barítono.” Ese “algo equívoco” refiere obviamente a la homosexualidad de D´Halmar, una condición que en el relato de Sánchez conduce también a un estado fantasmático, descrito como “su soledad final, vagando por los muelles de Valparaíso, despeinada por el viento la crencha blanca, ondeando como una bandera la ya vieja capa española de sus días de triunfo”.

Siendo el mundo que pinta Sánchez un mundo idealizado sí, pero con feroces y polares fronteras divisivas, políticas, discursivas y culturales, no deja la evocación memorística de tener algo de lustral. Así, en el caso de la evocación de D´Halmar: el meteco dibujando al equívoco en un tiempo lleno de fantasmas.

miércoles, octubre 07, 2020

Once

 Hace 11 años llegué a Chile. Antes del día de la partida, por varios meses, vértigo de semanas y días contados y pesados, viví el duelo de dejar el país. Ni siquiera el país: de dejar a la familia. Una realidad compuesta por mis propios recuerdos y los recuerdos heredados. (Recuerdos de mi abuelo o mi bisabuela, por ejemplo.)

Como era un viaje dentro de la adultez y la burocracia, era también un viaje con cierto horizonte desesperanzado. ¿Recuerda, Ud., El astillero? El Larsen burócrata que llega para sepultar un pasado. Pero, en fin, quería recordar lo que dolió, y tanto, separarse, no obstante que las formas eran otras: tenía que irme, allá iba tener trabajo, quizá reconocimiento, un mejor futuro para mis hijos. El mundo ahora era una aldea que podía cruzarse así o asá. La Sudamérica cosmopolita. El Chile creciente.

 Había aceptado mi destino permanente de irme. Los recuerdos heredados: mi padre entró a estudiar periodismo a finales de los 60s, en la Universidad Nacional. Eso lo hizo terminar adquiriendo libros, grabadoras, cámaras, y, sobre todo, una máquina de escribir. Ahí estaba condensada mi salida del país (y de la comunidad de recuerdos heredados, de los que tampoco puedo librarme). El cadáver de aquella máquina de escribir y la tumba de mi padre en Nicaragua son los puntos lógicos de mi estructura narrativa.

(También se puede ir para atrás en este mismo blog. Por ejemplo, la anotación en que anunciaba: Me voy de vez en cuando a algún lugar  o aquella en que conmemoraba un cuarto aniversario.)

martes, octubre 08, 2013

Cuarto

Hace cuatro años me fui para Chile. El día de la partida llevaba la lista ingenua: unos discos (entre ellos The Velvet Underground and Nico), unas marcas, por los menos dos sueños con Chile (en uno de ellos aparecía Pinochet).

Agréguese a la lista: el capítulo de Anderson donde habla de los criollos y sus roles dentro del sistema burocrático colonial. Presentía que estaba ya en esas entrañas difíciles (sabrán los amigos de la academia).

Como siempre llevaba la noche en que la hermana de Efraín sube al cuarto a cortarle un pedazo de pelo. Sufría un poco cuando tenía 11 años y leía esa entrada de María. Lo cierto era que no quería irme a ningún lugar cuando tenía 11 años. Menos a Londres, como Efraín. También cierto que desde el patio de mi casa, sobre todo de mañana, siendo un adulto algo blando, si miraba un avión pasar pensaba en irme. Y, por fin, esto era irse. Siempre dudoso si llegar.

En cuatro años uno aprende. O se supone que aprende. El vuelo del ave de Minerva en privado. Podría hacer una lista algo burocrática al respecto: he aprendido de sistemas y perspectivas. Pero siendo este mi blog íntimo, me dan ganas más bien de  una lista impresionista.

Se pasa a veces buscando un parecido (un aire) centroamericano (pienso en grueso, en la región, no en la patria) en el conglomerado urbano. Una marca. Se es intolerante con la comida. Se la pasa buscando el mestizaje. Se la pasa aprendiendo adjetivos en chileno. Tiene un mapa fantasma de la ciudad. Encuentra el parecido cuando irrumpe una carreta de caballos solitaria.

Aprende de los perros y de su genealogía: los tristes y aspados, los errantes, los que recuerdan a Fargo y se llaman Fargo, los imaginarios que tendrá algún día. Se queja del sol y del frío. Es el Incómodo. No entiende mil veces, pero otras veces entiende bien.

Compara a los muertos de aquí con los de allá. Recuerda las canciones chilenas en las radios insurreccionales de allá en 1978. Está fabricando un recuerdo dérmico de la "mujer terrible".

Las postas y señas del año. Las cerezas de primavera y la humedad del invierno. El regreso a casa desde el aeropuerto, de madrugada, cruzando solitario los barrios de Santiago.

sábado, febrero 05, 2011

De vacaciones uno

El verano penitente de Santiago. Y las vacaciones.

Eso le ha dado oportunidad de vagabundear por pasajes párrafos extraños aledaños.

Ha comenzado a leer siete libros. Uno por uno: la simultaneidad de lo sucesivo!

Ha dejado la mitad de siete a la mitad.

Del resto ha leído las solapas (para recordar costumbres de nuestros ilustres combatientes de las guerrillas literarias criollas).

(Ha escrito en el twitter que nadie sabe para quién se muere.)

De lo que ha leído a la mitad. A saber: Willy Thayer, Tecnologías de la crítica: entre Walter Benjamin y Gilles Deleuze; Roberto Bolaño, Nocturno de Chile.

Ha pensado (él también) en el suicida, con cierto resquemor.

Leía a Bolaño porque quería saber de Chile. En septiembre 11, leía Estrella distante.

¿Sabes que en las solapas (ese espacio que frecuentan tanto nuestros letrados) mencionan a Cervantes y a Melville y a Proust y a Musil! Entre esas catedrales quién podrá leer de verdad a Bolaño sin sentirse manipulado por el canon occidental?

El hecho es que la lectura a contrapelo se hace necesaria.

(Amuleto, por ejemplo, es una mala novela, sin más.)

El motto es, pues, leer la novela chilena posible que B. (no) habría podido escribir. Entre esas andan ambas/ dos Estrella distante y Nocturno

La hipótesis es: hay una conexión secreta alegórica oscura entre el recinto sagradísimo de la literatura y el arte (y la cultura) y la dictadura. No es un tema de B. sino del sentido común occidental(por ejemplo, Groys, por ejemplo, Coronel) y que él explora, ante el que toma posición. (No cabe duda que de tal tema se hace tranquilamente un canon.)

Para mi gusto la fábula de Estrella distante es mucho más efectiva. Aunque la de Nocturno de Chile es mucho más íntima de los colaboracionistas (sin poderse marcar, en realidad, un límite que marque en dónde termina la colaboración). Me gusta la interrogación radical que se hace a la literatura desde dentro en esos textos. Otrosí, no me siento motivado para leer inmediatamente después La literatura nazi por no parecerme un humor digno de estas vacaciones achicharradas.

Pensé también que Onetti tenía los huevos (iba a poner las artes, pero bueno) para escribir esa novela nacional en cueros torturados. (En Nicaragua no hay más que desgüevamiento y escasean los Onetti entre tantos Coroneles).

Comentaré el libro de Thayer en la próxima entrada.

miércoles, marzo 17, 2010

Fantasmas

El casero ha dicho que no pasó nada.

Paredes interiores son paredes interiores.

Pero empezamos por dejar de ocupar los cuartos de arriba.

Y es así como se fabrican los fantasmas.

Nadie entra dos veces en el mismo cuarto.

Y es usual entrar doble o partido por la misma puerta.

lunes, marzo 15, 2010

Amanecer

Lo cierto que cuando amaneció nos dio gran alegría. Luego de algunas horas nocturnas y a oscuras en que por fin los vecinos hablaban entre sí, y se confesaban que hablaban a causa del nerviosismo, y deseaban fumar y que los celulares funcionaran.

Decidimos volver al departamento, con el ánimo de normalizarnos. Hice café, serví el café con leche para los niños. Me senté a la mesa a comer mi yogurt con cereal. Pero estábamos en una especie de vórtice de réplicas. Cada vez más fuertes y prolongadas. Nos volvió el pánico y como hacía frío buscamos cómo abrigarnos y salimos al parque.

No había casi nadie. Excepto nosotros, y una señora que caminaba, como nosotros, desconfiada. Necesitábamos de alguna manera tipificarla, descubrir su secreto. Notamos que tenía algo de oriental. Decidimos llamarla "la señora china". La observábamos. De su comportamiento dependía algo nuestro, interno. El frío nos jodía. El sueño también. La literatura ni se diga.

Amaneció de verdad (salió el sol tras la cordillera). Amaneció de verdad contra la corteza del pino. (Andaba por ahí Fargo: el espectro de Fargo, o el perro viejo que lo representaba. Dicho en términos epistemológicos: no hay parque sin el espíritu de un perro).

Entonces vino la réplica más grande de aquella mañana, y que fue la más grande por muchos días, hasta que llegó la del día 11. Hubo un gran ruido como que pasaba un tren gigantesco bajo la Villa Frei. La señora china gritó de manera particular: un quejido largo, un ensalmo, o una orden que chocaba contra los edificios.

Desde entonces no hemos vuelto a verla.

domingo, marzo 07, 2010

Verano

Uno de los últimos poemarios de Huidobro.

Trozos de palabras casi materiales (recuerdo relámpagos).

Un sol en el borde más frágil de la capa de ozono.

Pliegues, coberturas, secretos.

Noches de calor y canciones viejas.

Un terremoto.

Pánico cuando despierto y todo está quieto, y la luz de la escalera parece mediodía.

Colocando un dedo en el vidrio de la ventana como símbolo de mi duelo (lecturas reiteradas de la provincia francesa).

Viviendo momentos históricos que dejan lustre en el borde de un libro (que podría ser la última novela de Onetti o un relato de la Conquista).

Haciéndole cirugía en los ojos a mis odios ciegos.

domingo, febrero 28, 2010

Terremoto

El sábado de madrugada nos despierta el terremoto.

El departamento duplex, 4to y 5to piso, que arrendamos en Ñuñoa se mueve como un barco a punto de naufragar. La oscilación es increíblemente fuerte. La electricidad se corta, estamos en la oscuridad y escuchamos cómo se estrellan en la escalera los estucos que se deslizan de las paredes, las cosas que caen, las tazas que revientan. Estamos brevemente abrazados (los dos niños y nosotros). Son minutos muy largos.

Cuando salimos, se oyen gritos de gente que ha quedado atrapada por puertas en edificios vecinos. Hay también gente atrapada en el nuestro. (Hay edificios de 20 y más pisos en todo este sector, todos resisten el terremoto). Algunas puertas tienen que ser tumbadas. Por suerte nada grave en los alrededores. Amanecemos con algunos vecinos en la entrada del edificio. Nuestra historia es particular: los únicos nicaragüenses a los que el terremoto da la bienvenida a Chile.

Por el día vagabundeamos por los parques tratando de evitar volver al edificio. Recorremos parte de Irrarázaval (la principal avenida de Ñuñoa) donde hay varios edificios con daños menores: se han caído algunos paramentos, se han deslizado techos. El comercio está cerrado exceptuando algunos restaurantes que abren a mediodía. El transporte parece normalizarse (al menos los buses).

Loa habitantes de nuestro edificio se entregan a la limpieza. Esa entereza es admirable. Los corredores están llenos de lozas quebradas, estucos, aparatos dañados. Mucha actividad y de vez en cuando una salida precipitada por las réplicas del terremoto que son muy fuertes. Algunas de más de 6 grados.

La siguiente noche es de vigilia. Hay una réplica fuerte la mañana del domingo, entre otras de menor intensidad.

jueves, diciembre 17, 2009

Micropolítica

No te he hablado de los cantantes de micro, y paso ahora a hacerlo, antes que cante el gallo.

Venía del hospital Salvador de traer mi radiografía y había uno que era virtuoso en Leo Dan. La voz no era especial, era más bien blanda y demasiado aguda. El pulso de la guitarra era decente no más. Pero con la salvedad que era un instrumento pobre, chillante. Así que eso podía sin duda ser mejorado.

Su verdadero talento era la propiedad con que se pegaba a las notas y los giros: la medida en general. Puntos que yo jamás alcanzaría: asimilación y oído. Pasó de Cómo te extraño mi amor por qué será, a Mary es mi amor, sólo con ella vivo la felicidad, y terminó—antes que yo me bajara del bus—con Si no puedo ser el dueño yo, nunca podrás olvidarme.

Los sábados hay más cantantes folklóricos. Jóvenes que están más seguros de la política de la canción, que llevan de paseo a Víctor Jara, el desenterrado. Yo que tiemblo cada vez que paso cerca del Estadio, y me vuelvo animal político cuando lo escucho, no puedo menos que reaccionar. Pero, claro, hay de pronto las mujeres maduras que cantan timbradamente, sin instrumento, canciones que llevan siempre flores en alguna parte. Aspiraré en el aire aquel olor a rosas. Cuando tú te hayas ido, amor, me envolverán las sombras.

Un día de estos era un fanático de José Luis Perales que marcaba muy mal la guitarra. No era virtuoso más que en su memoria de cada verso. Recordá que bajo ninguna circunstancia podés apartar la necesidad de estos casos. Poné la libertad en el lugar que querrás pero aquí la necesidad es el eje: inconsciente político o como querrás llamarlo.

Cantó Cómo es él, en qué lugar se enamoró de ti, y yo hacía de aguafiestas mental recordando la parodia que hacía un compañero del Servicio Militar: y cómo es el? señal obscena indicando el tamaño superlativo del miembro viril del amante por el que la mujer había dejado a Perales. A qué dedica el tiempo libre? respuesta entusiasmada: a practicar el verbo ese tan obsceno here, there and everywhere. Después el hombre entró en los vericuetos humanistas del español: las cosas líricas que lo hacían cantar: los ríos, los hombres, la soledad.

Me acordé de unos niños que cantaban en la parada frente a la UCA, un niño de vocecita a lo Pedrito Fernández que cuando entonaba La hija de nadie, disimulaba al decir Yo también soy la hija de nadie. Claro, él era el hijo de nadie. Pero cómo hacer la cesura para introducir la política?

No creo que tampoco el público notara aquella tensión. Los públicos, en estos casos, somos algo ajeno e indiferente.

jueves, octubre 15, 2009

Me voy de vez en cuando a algún lugar

Esta vez a Chile.

Mirando los manglares que bordean el Canal repito lo del poeta: "malditas despedidas, me están volviendo viejo".

Por el vértigo (que es también político) cierro la ventanilla, pero sigo rodeado de poetas populares que revolotean.

Entraré sin duda a la noche de Neruda hoy por la noche como un isonauta común y corriente.