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viernes, febrero 18, 2011

Sobre desvíos

Hay quien confunde la literatura latinoamericana con una u otra editorial española.

Anagrama, digamos, o Alfaguara.

Aunque esta confusión puede parecer una incursión en el equívoco y el ridículo, también lo puede ser de demarcación de una política de lo real.

Ahí donde el latinoamericanismo académico se encarga de romper (aparentemente) las barreras (de lo literario a lo cultural, de lo hispanoamericano al mundo postcolonial, del canon al corpus, de lo cosmopolita a lo regional, de la estilística a un horizonte filosófico dilatado), el mercado español demarca una muy delgada idea de lo que es literatura latinoamericana, acotada por índice de ventas e índice de premios.

De hecho, esta idea depurada descarta otros géneros que no sean la narrativa (y dentro de esta, enfatiza la novela).

Así, el que confunde la literatura latinoamericana con Anagrama, Alfaguara o Planeta tiene entre las manos un escenario cultural e ideológico interesante, en que sin duda la acotación (mercantil) implica muchas veces una mutilación sin más.

leyendo Desvíos de Ignacio Echeverría (conseguido en la fer... on Twitpic
Al respecto, muy ilustrativo el libro de Ignacio Echevarría, Desvíos: un recorrido crítico por la reciente narrativa latinoamericana. (2007).

Echevarría testimonia el auge de la narrativa latinoamericana nueva en España a partir de los noventa, luego de cierto eclipse del boom.

Lo decisivo del libro, que junta reseñas y artículos publicados entre 1996 y 2004, es que selecciona lo que sería una narrativa de vanguardia (o buena narrativa) de entre una especie de avalancha de autores promovidos por las editoriales .

El nombre paradigmático es, por supuesto, Bolaño. Y entre los happy few figuran Lemebel, Rey Rosa, Aira, Piglia, Fogwill, Alan Pauls, Pitol.

No es tanto una generación. De algunos, como Piglia, se testimonia una tardía publicación y recepción española.

Este grupo de escritores sancionados, se opone al mainstream que acapara tiradas y premios.

En efecto, afirma Echevarría, los "escasos autores latinoamericanos que obtienen un éxito comparable al que en su momento obtuvieron-y conservan-autores como García Márquez, Cortázar o Vargas Llosa suelen ser de un calibre notablemente inferior, aparte de no entrañar sus libros novedad alguna digna de ser destacada" (p. 22)

La trivialidad impera entre autores y editores. Algunos nombres mencionados por Echevarría: Xavier Velasco, Antonio Skármeta, Zoé Valdés, Laura Restrepo (p. 22). Una constelación en que, digo yo, Gioconda Belli no desentonaría.

Echevarría plantea su crítica pensando de manera más radical en el sentido que puede tener lo latinoamericano en las condiciones acotadas por el mercado español.

Fundamentalmente sobresale el problema de la representatividad. ¿Es eso latinoamericano del mercado editorial una superstición española o se activa de verdad una representación?

Para Echevarría, el canon defendido representaría una extraterritorialidad articulada como resistencia a encarnar lo exótico o local: lo que está más acá del boom.

Se trata de unn ser o no ser. La "paradójica condición" (en Bolaño como paradigma) "de ser y no querer ser escritor latinoamericano. La de escribir y no querer escribir sobre un país--Chile, en este caso---y sobre una región--Latinoamérica--de los que entretanto se ha convertido en su bardo más caracterizado" (p. 51).

La huella, pues, de viejas controversias latinoamericanas. Pedro Henríquez Ureña, por ejemplo, defendiendo el descontento y la promesa. O Ángel Rama advirtiendo la identidad latinoamericana en la excentricidad modernista.

Echevarría, que por razones prácticas debe defender conceptos que los posmos abominan (calidad literaria, por ejemplo), ofrece también textos para justificar a la crítica como tal. Un eje que se revela por entero "occidental" y benjaminiano.

Los dos planteamientos generales del libro son, pues, la narrativa latinoamericana actual en el mercado español y la función de la crítica literaria de publicación periódica y masiva.

Ambas temáticas están planteadas con agudeza y mucha conciencia de límites. Dos características sin duda decisivas para echar adelante cualquier proyecto crítico.

Interesante, sin duda, que esas discusiones puedan confluir de alguna manera con la otra crítica (la académica) cuyas esperanzas políticas son más dilatas, pero cuyo alcance comunicativo es mucho más limitado.

miércoles, diciembre 01, 2010

Cirujías

Sí, hay un hiato entre la crítica y los escritores.

Escritores de esos que CMR llamó "publicadores de libros".

No juego al radical, hablo de un hecho.

Es que el crítico está acostumbrado a pensar en términos históricos o, al menos, historicistas. No saca la pistola sino a don Pedro Henríquez Ureña, edición Ayacucho.

Lo que es El País y la ferias de libro les tiene muy sin cuidado quién diablos es ese pobrecito de don Pedro.

Su sentido de la historia es sintético, con la pasión y el grosor de un lugar común. Vea sino este conversatorio.

A mí me horrorizó la terrible deshistorización de esa conversación, la reducción de lo latinoamericano a una anécdota light sobre los temas mercadeables. El ANTES y DESPUÉS de una cirugía estética llamada historia de la cultura.

La TV se ha cagao en (nos)OTROS.

(pobre don Pedro desvelado/ con su Historia cultural y literaria/ de la América hispánica)

El país es horrible. Cómo puede conformarse con metáforas tan convencionales pero sobre todo IDEOLÓGICAS (se vale alzar la voz en esta parte) como la que atribuye el carácter de "bálsamo" a la cultura, o la que acaba invocando casi como Delia Fiallos "el drama avasallador de la condición humana".

Cómo acumular "temas eternos" con avidez televisiva? Léase ese conversatorio.

Cómo llegar al "tema menor" sin pasar por la "literatura menor" (¡por fin un tema deleuziano que puede ser latinoamericano!)?

Por qué inventar que el humor lo ha descubierto ahora el neocapitalismo desconociendo una obvia acumulación colonial de ironía y humor, señor Güegüense?

Se me ocurre un cuento sobre un crítico (un crítico digamos pre-sartreano pre-foucaultiano) que es devorado no por el New Age Orientalista ni por la TV ni por la Universidad sino por "la condición humana" (no, no le puedo quitar las comillas).

Sí, hay un hiato entre la crítica y los escritores.

Yo por mi parte espero que no se reconcilien nunca.

martes, enero 29, 2008

Las cinco amenazas más peligrosas para un crítico de estos lares

1. El estado de las bibliotecas y universidades nacionales.
2. El “darianismo” crónico.
3. La “todología” para periódicos que han heredado los notables.
4. La “poesía” (no la escritura, sino los múltiples oficios que le son aparejados, comenzando por los festivales y terminando en la bohemia).
5. La escritura de un blog. (No comentaré este ítem).

lunes, diciembre 03, 2007

El crítico no es un escritor frustrado

Las interesantes reflexiones sobre la Situación de la crítica literaria de Damián Tabarovsky. Dos citas clave:
"Un buen crítico es (...) alguien que se tropieza y se equivoca, pero que al hacerlo (si lo hace con gracia, elegancia y erudición) termina produciendo algo impensado, algo que no estaba en los cálculos de nadie."

"Sobre esto, recuerdo ahora una brillante frase del crítico y editor español Constantino Bértolo: “El peligro de un crítico no proviene de ser un escritor frustrado. La frustración no es un peligro sino un horizonte. Su verdadero peligro es convertirse en un crítico frustrado, en un mero apéndice del aparato cultural establecido, en un rampante más de la escalera del prestigio, en la boca agradecida del mercado editorial. En ser un crítico que no critica”".