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viernes, noviembre 24, 2006

Raymond Carver: Los días claros y soleados

Hace unos inviernos (¿tres, cuatro?) tuve un asueto que dediqué a leer puntilloso, cuentos y poemas de Carver. Traduje algunos de estos --los poemas, digo--, y permanecí entusiasmado otros tres, cuatro inviernos en la desemejanza del mundo. Ahora encuentro aquellos cadáveres en el clóset, algunos impúdicos e impublicables (ya no se diga traidores de los Derechos de Autor). Particularmente este que publico me da nostalgia, porque recuerdo que en aquel invierno era el epicentro significativo que prometia la luz de entre toda una fragorosa literatura oscura. Es de Carver, pero no garantizo ninguna fidelidad en la traducción (tampoco quiero ampararme en la divisa de los traductores --traidores, a fin de cuentas-- poco entrenados: "traduccion libre"). Soy responsable, pues, del entuerto y el dislate.



GALLETAS SODA


¡Vosotras galletas soda! Recuerdo


cuando llegué aquí entre la lluvia,


azotado y solo.


Cómo compartimos la soledad


y la quietud de esta casa.


Y me atrapó de piés


a cabeza una duda


mientras os sacaba


de vuestro envoltorio de celofán


y os comía reflexivo


en la mesa de la cocina


la primera noche con queso


y caldo de hongos. Ahora,


exactamente un mes después


una parte importante de nosotros


sigue aquí. Estoy bien.


Y vosotras -- Estoy orgulloso de vosotras también.


¡Hasta os estáis remarcando en


el impreso! Cada galleta soda


debería tener igual suerte.


Hemos hecho bien por


nosotros mismos. Escuchadme.


Nunca pensé


que pudiera llegar a esto


con las galletas soda.


Pero os digo


los días claros y soleados


están aquí por fin.