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sábado, enero 10, 2015

Guerra interminable

Termino de ver La delgada línea roja. La había visto en el cine probablemente en 1999. Recordaba la textura poética, la introspección y la desesperanza.

Dado que recién pasa el asesinato de periodistas en Francia (Charlie Hebdo), la sensación que me queda, de la película y de los hechos recientes, es la de una guerra interminable. (Los cien años que siguieron a 1900 fueron sin duda el siglo más sangriento en la historia moderna, dice Niall Ferguson. El siglo XXI quiere competir, al parecer.)

De hecho llego a pensar que esa lógica de guerra interminable es la que ha ganado al Ser Occidental. Sobre todo dentro de sus estamentos más livianos: la prensa, la opinión, la ideología de defensa de la libertad, la sátira, el humor y la caricatura. (Los Simpsons no son Charlie Hebdo debido al contexto de control social gringo. Pero su ironía radical y posmo resulta parecida.)

Obviamente, la solución no es censurar estas expresiones posmodernas, o mucho menos mandar a asesinar a los que las ejercen. Esa es la guerra sucia dentro de las otra guerra "limpia" e interminable.

Es preocupante en todo caso que esas expresiones pasen a ser por antonomasia lo que se entiende por expresión de “la libertad”. (Y qué cerca que queda el 2001 con aquella polarización “culturalista” entre buenos y malos, y en donde George W. Bush y asociados pasaron a ser encarnaciones del bien.) La polarización del discurso se apareja con su pérdida de peso y complejidad.

No deja de haber cierta arrogancia en asumir esa ideología y al mismo tiempo identificar al bárbaro, que es una operación que concienzuda o ingenuamente todos estamos ejerciendo ahora. (Decir que sos Charlie es una declaración conciente o ingenua, de esta operación.)

Esto implica asumir de forma ideológica cierto liberalismo liviano, acotado y desmemoriado. Defender tras el hábito o la máscara de la libertad una particularidad, lo que lleva implicado olvidar la historia.

No hace mucho, en el siglo XX, los hombres mataban por ideología, principalmente una llamada nacionalismo que se cruzaba con otra llamada imperialismo. (Sin olvidar que el racismo y el colonialismo no terminaron de ser desplazados durante ese siglo: Argelia, recordará Robert Fisk). Ante cierta orientalización de la barbarie, se puede decir que esa carga "bárbara" es plenamente occidental y global. Se puede ver en La delgada línea roja, sobre todo en los encuentros entre gringos y japoneses. Se puede percibir la fiereza ideológica junto a su vacío.

¿No es esa fiereza una de las bases, secretas y ocultas, de la proclamada y absoluta libertad euro-occidental? (Al fondo, como un océano envolvente, ¿está el humanismo?)

En cierto sentido, en La delgada línea roja el contexto sobrepasa a los personajes del filme. Su introspección es menos efectiva que la lógica dominante. Algo así nos pasa ahora. Proclamarse esto u lo otro puede no ser otra cosa que coincidir con aquella lógica.