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domingo, agosto 01, 2021

Algo podrido

 Something is rotten in the state of Denmark.

En Letras libres, y otros sitios, Sergio Ramírez evidencia un estado de pestilencia. El que encabeza su antiguo camarada Daniel Ortega está, como estaba el estado de Dinamarca, podrido. "De aquella revolución, sólo queda el olor de un cadáver descompuesto", dice con convicción.

En ocasiones la aprehensión ante el tufo histórico conlleva el decreto historiográfico contundente y precipitado (porque quién es uno para hablar de los resultados últimos de la revolución francesa, por ejemplo?). "De la revolución no queda nada, solo un gran pretexto retórico para envolver los actos de represión y la consolidación de la dictadura familiar de los Ortega disfrazada de obra revolucionaria de izquierda", dice en entrevista complaciente.

Se ve que el mal olor precipita juicios, e incluso cachivaches como aquel de que no hay izquierda ni derecha (o, más sofisticadamente, que "ya no se distingue entre dictaduras de izquierda o de derecha"), y que da lo mismo el Doctor Francia que Fidel Castro o Daniel Ortega que Videla.

Entre tanto organismo descompuesto, el autor no vacila en llevar un mensaje democrático al XIV Foro Atlántico "Iberoamérica: Democracia y Libertad en tiempos recios” (ver video). A dicho foro asisten figuras como la de Mario Vargas Llosa (y su hijo, también Vargas Llosa por apellidos), y los presidentes de Colombia, Duque, y de Chile, Piñera, y de Uruguay, La Calle, y de Ecuador, Lasso. Además, el expresidente Macri de Argentina, y el opositor y prófugo Leopoldo López, por Venezuela. Es decir, la derecha que se toma por democrática en América Latina (imaginamos que Bolsonaro se habrá excusado.)

En este caso no testimonia Ramírez ninguna referencia al olor que despide este cónclave. Asistió quizá con la nariz tapada. Entre tantos olores, acusados o no, sobresale lo difícil de la tarea intelectual de la presente hora en América Latina. Al parecer, algo huele a podrido desde allá, desde acá y desde dentro del propio orden intelectual.

lunes, noviembre 27, 2017

Disensos

"we never did too much talking anyway"
Dylan

El Premio Cervantes para Sergio Ramírez debería ser un momento no de exaltación del "orgullo nacional" ni de la exageración aduladora (los entusiastas afirman incluso que es el "acontecimiento más relevante de nuestra historia reciente").

Se trata al contrario de una oportunidad para repensar críticamente las figuras intelectuales de la historia nacional.  Darío, De la Selva, Coronel, Cuadra, Cardenal, Ramírez, tantos otros, tienen historias fascinantes en su relación con el poder político. Asimismo, es interesante su colocación más o menos ventajosa dentro del poder cultural. De hecho, es muy probable que Sergio Ramírez sea actualmente la personalidad centroamericana con más poder cultural de la región. Por eso mismo, me parece que es hora de fortalecer posiciones de diferenciación y crítica con respecto al mismo Ramírez.

En ese sentido mi "homenaje" sería marcar algunos puntos en que bien vale la pena disentir con posiciones del flamante Cervantes:

1. La exaltación del castellano y el hispanismo. Como leitmotiv que reaparece en varios de sus discursos, Ramírez tiende a centrar la cuestión cultural en la lengua castellana. Esta centralidad del castellano funciona en Ramírez con un aparente olvido de la naturaleza imperial de la lengua, de su memoria colonial, y con evidente invisibilización de la heterogeneidad de la cuestión lingüística y cultural en América Latina. Esta centralidad se corresponde con la supuesta (y deseada) centralidad del escritor moderno como "voz" que enuncia la colectividad. En ámbitos tan poco democráticos como resultan los países centroamericanos esta serie de jerarquías (lengua-escritor como voz de pueblos) deben ser, por lo menos, puestas en cuestión.

2. La propaganda de una literatura "de tertulia". Como ya dije en una entrada anterior, uno de los grandes aportes de Ramírez es el de ofrecer una perspectiva centroamericana de la cultura. Textos y recopilaciones suyas como Balcanes y volcanes o la Antología del cuento centroamericano resultan fundamentales para ese cometido. Sin embargo, su perspectiva reciente, unida a su también loable empresa Centroamérica cuenta, me parece demasiado centrada en un tipo de narrativa de acceso fácil para el gran público, y en una prescripción del autor mediático (habilidoso para la comunicación y la tertulia, en esencia). Se entiende que por razones de vida o muerte la narrativa centroamericana debe ingresar al mercado (mercado que lleva un solo nombre, con una sola geografía de referencia, y con imaginario de monopolio), sin embargo, este proceso no debe evitar perspectivas (auto)críticas y pluralidad de propuestas ("dentro del mercado todo, contra el mercado nada").

3. La memoria de la revolución sandinista. Existe poca reflexión sobre los procesos de privatización que ha deparado la revolución sandinista. No sólo las privatizaciones evidentes de riqueza que orientan el proceso a partir de la firma de Esquipulas (1987), sino la privatización de la memoria. Asistimos, así, a la paradoja de un proceso popular y multitudinario cuya memoria pasa a ser la de unos pocos notables. El notabilismo es un mal endémico de la historia nacional visible en, por ejemplo, la fundación de clubes de notables, antes que de partidos políticos modernos. Inevitablemente, Ramírez participa de esta lógica de privatización, y como tal su figura, sus textos y posiciones intelectuales son fundamentales para ese (eventual) debate.

 Por otra parte, Sergio Ramírez es quien nos enseñó, en otra hora, que el proyecto cultural de la oligarquía nicaragüense era un proyecto fracasado. Quien describió tantas veces la cursilería centroamericana y la inoperancia cultural de las élites. Es casi un deber mantener esta postura crítica de manera estratégica.

Se sabe que un índice de tal cursilería es precisamente ese tipo de procesos en que se consagra a héroes por razones de chato nacionalismo. En La fugitiva, el propio Sergio Ramírez caracteriza este proceso diciendo: "Todas nuestras figuras de bronce tienen en sus cabezas coronas de excrementos, igual que en los parques." (pág. 159).

Habrá que estar alerta y ser crítico ante esa dialéctica entre la fosilización y la cultura viva.