viernes, julio 04, 2014

Hibiscos


"among the garbage and the flowers"
canción de Leonard Cohen


Henry me presentó a la jueza. Vamos a la terracita, dijo la jueza. Henry asintió, y la seguimos.

En la terracita se estaba mejor. Cadáveres de rosas sobre capullos recién nacidos que asomaban sus blancos y prístinos labios prestos a morir. Filas de hormigas en preparación de batalla y zumbidos de insectos confundidos con la presencia lejana del tráfico. Todo era ocre amarillo en aquel atardecer.

Pero uno miraba de manera inevitable el paisaje del rostro de la jueza mientras ella se refería a las interminables luchas que la Corte y la Asamblea y el Ejecutivo habían tenido que librar recientemente. Los pómulos quirúrgicos, la frente libre y tensa a fuerza de inyecciones, los labios enfáticamente rojos, las aureolas Revlon de las mejillas.

En la conversación se entrelazaban las aventuras del poder y los corrillos de poetas y pintores, la memoria y el deseo. Derivas que la jueza barría en el aire cuando estiraba la mano para tomar su trago de ron extraseco en las rocas, y uno miraba sus uñas afiladas y rosa.

No era un enamoramiento instantáneo el que uno sentía ante la jueza. ¿Era el amor al poder que en este momento Henry mencionaba con cierta cadencia de verso? ¿Cuántos enamorados del poder habría en 20 ó 30 kilómetros a la redonda? ¿No era Managua una cloaca de adoradores del poder? Así iba yo encadenando preguntas retóricas. Por ese tiempo yo pensaba que iba a ser novelista.

Pero no he dicho, que recuerde, nada de Henry. Henry Ibsen Cantarero. Sí, su segundo nombre es Ibsen. Hibisco le decía su tío homosexual en una ya lejanísima infancia. Padecía de la ansiedad de reconocimiento que se padece en aquel país. Algo que se le transfiguraba en una leve palidez sobre el labio.

En Nicaragua los poetas mueren de bilis, y ser una "torre de dios" y padecer del hígado es casi una tautología. Poetas jóvenes había que se atragantan prontamente con la Higadosanil (Laboratorios Rarpe), píldora dorada que curaba los males líricos. ("Al fin y al cabo", me dijo una vez una muchacha que había decidido hacerle rulos a las musas, "Roberto Bolaño murió del hígado". Me pareció un argumento autodestructivo. ¿Iban a acabar suicidándose todos los y las poetas jóvenes del país? Mi preocupación le arrancó una sonrisa.)

Henry, Hibisco, por tanto, sufría discretamente del hígado. Vivía atento a quién lo mencionaba o no. En periódicos, presentaciones de libros, conferencias, rumores. La alta sensibilidad estética de que se ufanaba (por otra parte, verdadera) lo llevaba a los típicos trabajos de la maledicencia, la injuria discreta y hasta el espionaje. Todas estas artes disfrazadas discretamente de elegancia. La chaqueta pulcra en pleno y turbio calor amazónico-managüense. El paraguas atigrado. Las mancuernillas (últimas de la penúltima tienda nostálgica de la Managua preterremoto). Era la discreción amenazante. La amargura en envoltorio pastel.

En aquella terraza sepultada en olas de calor húmedo yo estaba imaginando que escribía esto lentamente en una libreta. Imaginaba también a mis lectores. El niño obsceno y aquilino que andaba rondando (rumor comprobado, había dicho Hibisco) la Academia de la Lengua para una publicación. La párvula terca y babeante ("al menos para misóginos como vos, Norberto", me había dicho Hibisco) que no se despegaba de la cabeza la "boina azul" y no mantenía, sin embargo, el corazón en calma. Sobre todo, los lectores de mis notas de periódico que me aconsejaban de vez en cuando: baja el tono, Norberto. Diablo azul, Norberto.

En ese momento me percaté de la reflexión de la jueza. La conversación había derivado en la inmadurez de los políticos y por tanto de los poetas. En sus olvidos. De hecho subrayaban en la conversación qué olvidos eran esos y por qué. A cada olvido correspondía casi simétricamente un sorbo de ron extraseco. Ese diagrama, pensaba yo, es analógico. Miraba las flores abiertas acariciadas por el aire caliente de la terracita cómoda. Qué flores son esas que se han comenzado a cerrar discretamente ante la ida del sol, habría querido preguntar.

Yo no tengo recuerdos más que de adulta, dijo la jueza. Hizo un esfuerzo por arrugar el entrecejo en ánimo reflexivo honesto, si bien debido a la artificial tensión botulínica de su cara no pudo lograrlo. A partir de los 32 tengo propiamente recuerdos. Digamos recuerdos con cuerpo, con fecha, con exhalaciones. Vaya: respirantes. Todo lo de atrás es pura búsqueda, puro balbuceo.

La infancia cuenta? Decime vos, Henry. La infancia cuenta? Obvio que no, no cuenta. Mi madre me peinaba, mi padre me ordenaba. Yo nací con una incapacidad innata ("valga la redundancia" pensé) para ser yo misma. Luego buscarse un lugarcito en la larguísima e interminable juventud es una mierda de oficio (perdón por el vocablo). Creéme, Henry. Durísimo. Me metí a estudiar derecho en la UNAN y era como estar en guardia permanente. Los maestros, notables y todo, me miraban como cucaracha. Me exigían el doble, o, los más chanchos me perseguían para aquello que te imaginás. No. Durísimo.

A los 32, ya con un juzgado, casada y a punto de tener mi primer hijo es cuando comienzan mis recuerdos. Ya recuerdos que se mueven solos, que hacen calistenia, que duermen y despiertan. Ya son recuerdos que me visitan y que dejo ir con despreocupación. Qué paja masculina esa de comenzar narrando la infancia. Pero peor paja esa de Borges con Funes el Memorioso, que recordaba no sé que flores. Que si miraba esta terraza memorizaba cada hoja y cada flor de avispa y cada minuto. La vida es más acotada, Henry. Y eso es lo que no saben los jóvenes. Bueno, es cierto que a los jóvenes que estudiaron en el Centroamérica los padres les meten en la cabeza que van a heredar las posiciones de los notables nacionales. Esos jóvenes quizá tienen recuerdos de infancia y adolescencia, y qué sé yo una juventud briosa, constituida, clara y no oscura. Su culo, pues, si heredan pues heredan. Pero mi caso no, Henry. Yo nací ya vieja.

Y se sumió en la reflexión, ahora ya callada.

Hibisco es el autor de unas dolidas Acuarelas (Editorial Guasiruca, 1977). Los críticos (es un decir) han alabado cómo la infancia se posesiona de la palabra en ese poemario, cómo el repentino merodeo con la significación y la desnudez casi candorosa de la voz lírica se diría que danza, etc. Sin embargo no pareció darse por aludido con las palabras de la jueza. Para colmo, horresco referens, Hibisco es graduado del Colegio Centroamérica.

Yo por mi parte volví a ver de nuevo, con cierta fijeza, el rostro de aquella mujer refundida ahora en recuerdos corporales y verdaderos, todos mayores de 32 años. Se iba apagando un poco el rosicler de sus mejillas. En la frente tensa había el esfuerzo de la comprensión unido a la presión de la norma anestésica y estética. Era, digamos, un rostro superpuesto en otro rostro. Uno trascendente sobre otro vulgar. La basura junto a las rosas.

Qué flores son esas, pregunté, más por decir algo que por ansiedad de saber. Avispas, djo ella. O, como los llaman en España, hibiscos. Todas las infinitas y pendejas laderas y colinas de Montefresco están cubiertas de estos solemnes hibiscos.

Cayó la noche y murió el encanto. Lentamente volvimos a la maledicencia. Viste, me dijo Hibisco, están a punto de descubrir a Walter Benjamin en la UNAN. Dejé pasar la mala intención. Pensé como en un sueño: el abstracto, nocturno, inexistente olor de las avispas.

En aquel momento, la jueza dormía o meditaba según no sé qué declinación del yoga.

sábado, marzo 29, 2014

Secreto de otoño

Un viejo sale con sus dos hijos a pasear por el borde del parque

Hace falta la madre pero conversan. Ven el tiempo: alguien enterró

Una hoja ocre en la arena del playground. Alguien en luna llena

busca mirarse, tiza en el pulmón para escribir. El viejo con su gran cabeza

calla y es solemne y tímido y quizá va perdido en un mundo que no era aquí ni es

como era. Un hijo dice: el tiempo va cambiando, hoy se alargó el rosicler

del cielo pero no el día, hay sembrado un árbol ocre entre otros verdes, alguien

ha quemado la nervadura de la hoja. El viejo asiente. Le cuesta alzar la cabeza, cifosis del

septuagenario que no sonríe puesto que aquel paseo suyo es la responsabilidad más seria.

El otro hijo hace ver que se trata en todo caso de una hoja seca y que el incendio

Ocurre allá lejos detrás del parque y los edificios. Y piensa delicadamente: la máquina

Del ojo del padre. El olor de su ropa. La atención de su cabeza. El vacío de la semana.

Le pregunta vagamente por un síntoma: huesos y piel. Hoy fue el primer día fresco en

Varias semanas. Habrá que abrigarse. El frío entrará a la habitación y se hará humedad

Con el paso de los días. Un día nublado habrá llovizna, y viajes a la ventana. Ese vacío

De la hoja ira mudando, esporas en el vello pectoral, un arácnido terco en el vano de la

Ventana caminará dibujando el secreto del otoño.

domingo, febrero 23, 2014

Verano


La vasta masa del sol una dalia impresionista. La sospecha de varios mares tras varias palabras
En los audífonos Desdémona frente a una imagen de la virgen (se la puso ahí Verdi)
Encajes y ojos color vino: humo, aceite, cañones, vapores en el trémolo de la orquesta
Algo se derrumba, un grito y Desdémona muere cuando estoy llegando a la Avenida Grecia
(Desde ahora en el aire ácido y madurado del verano se sospecha en un recodo el otoño:
un marzo que es un ramo seco.)
Busco en la sombra una letra olvidada, un subrayado que dejé en abril
En este libro invisible: el idealismo alemán, Kant contra la desfiguración del mundo
Qué factores hacen posible estas fantasmagorías?
En el radio programan "Nobody Told Me": Todos están hablando y nadie dice una palabra
Particularmente los intelectuales. Decido volver por donde haya un puente
Una perrita raza boxer tras una rejas de color, un lejano tamarindo
Una sombra sobre un río imaginario.

sábado, febrero 08, 2014

Escribo papers

la traducción del abstract es rudimentaria
pero levanta la bibliografía

y no he sido lo suficientemente contundente con el acto de habla
pero levanta la bibliografía

y hay vaguedades tecnicistas en cada párrafo
pero levanta la bibliografía

llegué tarde a este libro, en concreto el párrafo del otro
pero levanta la bibliografía

inscripciones, candados, signos, ironías materiales
pero levanta la bibliografía

escalofríos y sombras, contraplanos sobre el río oscuro
pero levanta la bibliografía

¿crees que este cierre (me) haga justicia?
levanta la bibliografía

levanta la bibliografía y tu pelo flotará

jueves, enero 16, 2014

Se van los conversacionales

No te dan ganas a veces de ser un conversacional

Ir entre sonidos de radios y baratas, cultivar tu jardín artificial

De tomatillos que decía Dalton, entrar en el mito, la mística y la música

Del jardín y el mercado, empleado que mira la luna

Pero mira se mueren los conversacionales y el mar que golpea

Envejecen a la vez Lou Reed y Juan Gelman y rosas Sabines Cisneros

Funerarias Rojas es la suerte de los rockeros

El corazón cincuentón de los neobarrocos

La barca concha nácar del Lezama traspapelado

Es la marea fotografiada que hoy está y ayer resaca

Metáfora que vuelve y va, elegante o marchita o prójima

Esta baba que era la historia de la poesía latinoamericana

Y aquí te citas como buen ciudadano: Cardenal en la pierna subastada, Retamar

de aguas menstruales, Pacheco del olvido,

Gelman de penas, Daltonismo literario, Sabinas en vez de Sabines 

Se van los conversacionales

Sabrán los conversacionales que se van


domingo, diciembre 15, 2013

Siesta

Esta siesta parpadea, deja caer el libro sobre sí (el libro pesa)

Esta siesta horrible que se queda quieta como el individuo en el nirvana

Cuando despierta cuida su muela en los tonos y derivaciones del enamorado:

Cuánto la quise a esta horadada, minera muela

Y pregunta a los dentistas imaginarios, los ve deslizarse en zapatillas por pasillos medicados

La historia tuya con tu muela en un vitral, en una bala de misión imposible

No despierta para la llamada de la madre o despierta sólo la mitad

Tiene el libro sobre el hemisferio izquierdo (dicho simbólicamente) colocado en el pecho

Al fondo (pero al fondo del inconsciente) Amparo Ochoa canta "Tristeza"

No me reclame, niño, si lo abandono

Así es cuando uno envejece se va volviendo egoísta y menos sensible al otro

Y vos has pasado la vida con audífonos

La siesta como prótesis del amor

sábado, diciembre 07, 2013

Libros leídos a la mitad

Durante 2013

Teoría y crítica literaria
Apter, Emily. Against World Literature: On the Politics of Untranslatability. London: Verso, 2013.

Autoayuda, misticismo y ese tipo de pendejadas
Murakami, .Haruki. What I Talk About When I Talk About Running: A Memoir. Knopf, 2008. 
[Entretenida, en cierto sentido minimalista, memoria en torno a la vida del autor en pistas de carrera (aunque también de bicicletas). Buena lectura para corredores. Menos quizá para literatos puros: se quejarán de la costura alegorica entre atletismo y escritura de novela, y dirán que se trata de un Hemingway que nada caza.]

Merton, Thomas. Spiritual Direction & Meditation. The Liturgical Press, s/f.

Boroson, Martin. The One-Moment Master: Stillness for People on the Go. Random House Ebooks, s/f.

Filosofía pura y dura
Zizek, Slavoj. Less Than Nothing: Hegel and the Shadow of Dialectical Materialism. Verso, 2012.
[Esta es la novela del idealismo alemán hablada en prosa del presente. Una reescritura de Hegel en la intemperie.]

Pérez Soto, Carlos. Sobre Hegel. Santiago: Lom, 2010.
[Ya había comentado algo de este libro.]

Filosofía florida
Comay, Rebecca. Mourning Sickness: Hegel and the  French Revolution. Standford University Press, 2011.
[El idealismo alemán mirando hacia Francia y su revolución imagina que la revolución puede hacerse en Alemania con pensamiento puro: la genealogía de Kant a Hegel, y toda la generación melancólica.] 

Novela
Pamuk, Orhan. El castillo blanco. Mondadori, 2007.

Memoria
Cardenal, Fernando. Sacerdote en la revolución: Memorias. Managua: anamá, 2008.

Poesía
Una tribu de salvajes improvisando a las puertas del infierno: Antología Beat. Compilación y traducción de John Burns y Rubén Medina. Universidad Autónoma de Nuevo Leon, 2012.
[Una decepción hasta cierto punto. Veo a los beats entregados a la vez a una idea institucional y museográfica del arte, y a una búsqueda de equilibrio subjetivo, zen o new age. En algunas partes palpita el afamado eso no es escritura sino mecanografía. Mundo sentimental, rayuelesco, si se perdona la divagación cortazariana, ya desarticulado en las novelas de Houellebecq. Antología bilingüe en que se ve lo vertiginoso y difícil que puede ser una traducción.]

Pound, Ezra. Antología de Ezra Pound: Homenajes desde Chile. versiones y edición de Armando Uribe Arce y Armando Roa Vial. Editorial Universitaria, 2010.

Ensayo
Castellanos Moya, Horacio. La metamorfosis del sabueso: ensayos personales y otros textos. Universidad Diego Portales, 2011
 [Los ensayos terrenales, sobre El Salvador y su cultura, son los más controversiales. Me perturba algo cierta domesticación o relativización que comete en Roque Dalton; las convencionales caricaturas de los cubanos como entes del mal (igual a los rusos en las películas de Hollywood). Los ensayos mentales (sobre literatura del mundo) están mucho mejor, el tipo se concentra más en sus pasiones literarias que en sus tics de escritor de la violencia centroamericana. Como en tantos otros libros este también lleva solapa con frase de Bolaño, lo que de cierta forma lo pone a uno en guardia.]

Rojas, Rafael. La vanguardia peregrina: el escritor cubano, la tradición y el exilio. México: FCE, 2013.

Sheridan, Guillermo. Señales debidas. México: FCE, 2012

Antropología
Viveiros de Castro, Eduardo. Metafísicas caníbales: líneas de antropología postestructural., Buenos Aires: Katz, 2010.
[Vía Deleuze otorgar a los pueblos originarios el saber elaborado por la antropología estructural. Muy interesante.] 

La Biblia (Reina-Valera 1960)
"Evangelio según San Marcos"
"Primera epístola del apostol San Pablo a los corintios"
[Se mete en el debate entre griegos y hebreos, "Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría" (1:22). Entonces da la espalda a esas supersticiones, o da la espalda al mundo antiguo? "¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?" (1:20). Y acá la llamada "opción por los pobres": "lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios" (1:27). Aclaración: intentaría, de darse el caso, una lectura secular, midiendo los gestos políticos de Saulo.]

Teoría crítica
Beasley-Murray, Jon. Posthegemony: Political Theory and Latin America. University of Minnesota Press, 2010

Beverley, John. Latinoamericanism After 9/11. Duke University Press, 2011
[Muy sugerente planteamiento sobre el horizonte (u)tópico de una América Latina after el final de la hegemonía norteamericana. En la revista Política Comun se ha publicado algo del debate sobre el libro.]

Keucheyan, Razmig. The Left Hemisphere: Mapping Critical Theory Today. Verso, 2013.
[El manual que los manualeros nicaragüenses no escribirán.]

Crónicas sobre New Orleans
Inventing New Orleans: Writings of Lafcadio Hearn. S. Frederick Starr, ed. University Press of Mississippi, 2001.
 [New Orleans por mi investigación sobre José Coronel Urtecho que pasó por allí en 1942 invocando a Lafcadio Hearn (y a Mark Twain, etc.), lo que me hizo pensar que también Jim Jarmusch había pasado por ahí para filmar Down by Law... Había escrito una nota poco rigurosa al respecto, y una ponencia que presenté en julio de este año en Costa Rica.]

Adenda 31/12/2013

Novela 
Coetzee, J.M. Scenes from Provincial Life. Peguin Books, 2012

Zambra, Alejandro. Formas de volver a casa. Anagrama, 2011
[novela de la variable "generación", con el potencial peligro de exotizar a la generación joven que no es culpable, o a la generación vieja que sí, etc. En ese sentido imposible sin la dominante Bolaño.]

lunes, noviembre 25, 2013

Esto no es

Esto no es un texto. Son pisadas sospechosas de un hombre que lleva pegada un abeja en la camisa. Son flores caídas del jacarandá, el lila apasionado. Intrincados el perro y el amo en bicicleta. El sendero que no vi sino aquella mañana. Un manto de niebla iba bajando, cerca de las ocho (como suele ocurrir cualquier mañana). Las pisadas acaecen al atardecer, a contraluz. El hombre se orienta en el aire yuxtaponiendo cosas que ha visto, que ve ahora. Su vida momentánea es un manotazo tirado al aire. Piensa esto no es un texto, el leitmotiv es una piedra. Caminará hasta el final de la marca de la hierba, quizá influenciado por la antología beat dirá que esto, la inclinación del sol, la luz, la hierba no son un texto. Volverá a recordar aquella mañana de domingo que salió a correr. Tres perros negros venían a su encuentro. Perros desorientados que habían amanecido como unos Borges avant la lettre en la esquina de un mundo humano, un mundo perro digamos. Y los susodichos perros confundidos se alegraron de verlo, marcharon unos metros tras él. Él que iba cruzando calles por entero literarias (esto no es un texto) Blest Gana, Martín Rivas, Rubén Darío. Y los perros desorientados bailaron un momento uno en torno del otro, las tres divinas personas. Y se fueron. (Había tenido la suerte que una perrita negra musculosa y amable lo siguiera una mañana durante tres kilometros tratándolo casi como camarada. Pero a la altura de Tobalaba atendió algún ruido y siguió en sentido contrario, ella cruzando el aire con su bellísimo hocico negro, brillante y húmedo.) Había un sendero en frente. ¿Cómo correr un día por aquel sendero? Entonces un perro negro (hay varios perros negros en este texto) atacó a un frágil lassie muy parecido a su amo, este escandalizado por el ataque, aquel entrenando de rutina. Se oyeron unos aullidos, unos gritos. El entrenamiento siguió. La niebla iba bajando, incluso el cuerpo caliente reaccionaba al aire frío. Más adelante: los perros obsesionados de las esquinas, en Egaña, la Banda de los Cinco atacando taxis y transeúntes. En esas paradas hay más gente obrera esperando. Gente en el frío sin frente popular. Todos miran a la Banda de los Cinco, secretamente les temen, es un espectáculo del inconsciente. Busco el sol, mujeres escriturales hieren el sendero, sombras dramáticas vocean cosas. Como es domingo por la tarde hombres nunca vistos se juntan en las esquinas a murmurar.

miércoles, noviembre 20, 2013

El desierto sin cine (plan para un cuento largo)

Había una TV blanco y negro que funcionaba a veces haciendo ruido como un motor.

Superficie arenosa sucia marcada con constancia por las interrupciones, el ruido por ejemplo de las motos que circulaban por el barrio.

Los domingos ponían videos de Pearl Jam, "Daughter" o "Jeremy". A principios de los noventa. Aquellos videos les causaban asombro.

La transmisión magnetizada cruzada por olas y barras abstractas, y desfigurando las caras y las poses.

Llovía polvo todo el día durante el verano. Mucho polvo, todo estaba terroso.

No tenía empleo. A veces tomaba una máquina de escribir portátil y escribía un cuento de seis páginas.

Era un espacio más desestructurado y abigarrado que el de Stranger than Paradise. Una modernidad menor.

Quería ser un personaje de Jarmusch. Pero no entendía que traducir esta densidad era terrible.

A veces las hojas del cuento se soltaban de sus manos (se estaba durmiendo) y caían sobre el piso de tierra (no había ladrillos).

La revolución había pasado y cada vez que Violeta Chamorro salía en la TV decía una mala palabra.

Eran veranos disciplinares, de mucho sol. De tardes somníferas.

Manejaba cuadernos con apuntes apurados. Quería copiar aventuradamente la estructura intelectual de los versos de PPP.

Todavía era usual escribir cartas. Mencionaba a Rimbaud, a Thomas Mann. Al archivo fílmico metido en su memoria.

Los noventa eran el desierto sin cine.

Aparte de algunos atisbos de crítica cultural, leía cuentos. "Las nieves del Kilimanjaro". "La muralla china".

Enviaba sus cartas a Bolivia. Único lugar vivo del planeta.

Dejó de escuchar a Pink Floyd. Basta de grandilocuencia, dijo.

Conversaba con sus hermanos sobre fundar un grupo de rock alternativo.

Dónde conseguir los instrumentos? Pero qué puede hacer un chico pobre?

Él no actuaría sino en la sombra. En la parte más abstracta.

Una vez ganó un concurso de cuento y le pagaron seiscientos dólares (era una suma considerable).

Compró una diminuta TV  a color. Ponían "What´s the Frequency Kenneth?" que estaba de moda por entonces.

viernes, noviembre 15, 2013

Dicho al oído


estoy circunscribiendo las cosas 
teléfonos (a veces teléfonos de la muerte) espacios como rosales 
y aguadoras con cántaros y pilas y pozos en los patios 
(jugué todavía en aquel patio casi abandonado con árboles de jocotes 
y tamarindos y la vieja carrocería abandonada de un Chevrolet 
y caramelos de papel) 
y casas hechas de largas tablas pintadas con cal 
y la vida alcalina que transcurría 
asomada al jardín, esperando una brisa de pólvora en 
las fiestas
gencianas y disciplinas y rosas y violetas 
y el pozo devenido en sitio para la ducha 
 (y un gato caminando en la circunferencia del brocal) 
de vez en cuando me topo con esa ruina de recuerdo 
nada de lo que era es de la misma forma 
hay otros olores en el antiguo lugar de la letrina 
el tamarindo ya no está (aun transfigurado bajo un sol de julio) 
los diálogos de la TV blanco y negro están esparcidos en el polvo 
le digo: yo no sabía que este era el lugar fantasma 
la cama en donde durante la siesta lo despertó la madre 
(que había muerto hacía dos años) con un abrazo 
demasiado estrecho y de fuerza desesperada como para no ser cierto 
la cocina donde le sirvió la cena y la jarra de agua fresca (la tinaja acomodada en el 
rincón junto a la gallina) 
el rastro de la memoria de cuando con el hermano mayor iban al muelle 
de Granada a estibar 
estoy viendo estas y otras cosas lentamente 
en noviembre sobre todo 
(un noviembre sudamericano que Ud. no hubiera imaginado) 
bostezo me asomo a la ventana sigo disciplinadamente 
barajando dejando pasar estas imágenes que llevan un ritmo de agua 
(la aguadora clausurada es mi cinematografía) 
le digo estas cosas al oído 
trato de paladear el aire y el olor de la piel de la oreja

lunes, noviembre 11, 2013

Luz en los ojos


Después del terremoto leí los poemas póstumos de Huidobro

Bajo un bombillo hiriente en silencio alguna brisa que llegaba

Atravesando mares

Eran días de calor y de desvelo. No había otra

Bujía. Había un supermercado cerca. Podía salir a comprar

Una luz más suave, blanca

Que cayera con resignación sobre las hojas del libro

(Eran poemas póstumos o tardíos o últimos: el tipo

Había vuelto al suelo a la página a cierta realidad iluminada.)

Pero quién tomaba y retenía el tiempo

Quién era el puño y la estratagema

Los niños dormían y había temblores a veces

Leves o fuertes

Que me hacían apartar la vista del libro--miraba la luz de la bujía

Empecinada flotando en el tiempo

 Había algo de arrebato en las líneas, una mariposa nocturna y lírica

Que se balanceaban en el espesor de aquella luz

Lejana.