sábado, diciembre 10, 2016

Fábula asiática


Cuando uno compra un Rey Rosa editado por Alfaguara, es publicitariamente recibido por Roberto Bolaño en solapas y contraportadas. Dice Bolaño, el publicista, que Rey Rosa es el mejor de su generación. Junto a Bolaño, hay toda una serie de recomendaciones más, sobre todo de medios españoles (Babelia, El País, etc.) y autores internacionales. La solapa sirve también para detallar la carrera, y obra publicada (sobre todo por Alfaguara) del guatemalteco. En resumen: Bolaño nos corteja para comprar el producto mientras los peritextos nos convencen de la internacionalidad y prestigio del autor. (Hago notar esto porque también hay circulación de Rey Rosa en editoriales de origen centroamericano, y de consumo “interno”; siempre es bueno mantener esa tensión entre circulación y recepción “provinciana” y consagración internacional.)

Se diría que Rey Rosa es el mejor novelista centroamericano de la actualidad. Por los temas amplios que ha abordado y por su capacidad de “deslocalizarse” frente a los expedientes identitarios e insertarse en la globalización, resulta mucho más dúctil y moderno que Sergio Ramírez. Por la calidad de su prosa (que no elude la simbolización poética) y virtuosismo narrativo (con gran apoyo en el uso de elipsis y silencios) resulta mucho más significativo que Horacio Castellanos Moya.


En Fábula asiática (2016) tanto su internacionalización como sus mejores cualidades de narrador parecen contemplarse desde una mirada auto-irónica, y quizá secretamente desesperada. (La autoironía es una característica de Rey Rosa y sus obras, por ejemplo cuando enfrentó la realidad biopolítica guatemalteca en El material humano.) Esa especie de doble del autor, Rubirosa en Fábula asiática (se entiende el juego con el nombre), escritor de origen mexicano, ingresará a una especie de jet set internacional de radicales que buscan una suerte de eutanasia del mundo, o una desactivación parcial de las comunicaciones que retarde la decadencia mundial.


Se trata, por supuesto, de una novela distópica que coquetea con la ciencia ficción. Reinstala, además, en intención o alegóricamente, las preocupaciones en torno a las relaciones entre ciencia y novela. ¿Puede una novela tener estatus científico? Esta pregunta ha sido respondida diversamente por autores tan disímiles como Houellebecq, Sebald o Pamuk, y más cercana y contemporáneamente por Pedro Cabiya.


Rey Rosa afila el enfoque sobre las interrelaciones entre ciencia, poder, terrorismo y mercado del arte, en un estado postcontemporáneo del mundo en que ciertas élites liberales o radicales, podrían unirse en una utopía salvadora (frente al problema de las migraciones desde el sur, esa orilla africana o asiática). Este horizonte post-nacional no deja de ser aterrador, y ahí es donde colindan utopía y destrucción. (Uno de tantos códigos narrativos que Rey Rosa integra en la novela es Gravity, la conocida película de Alfonso Cuarón. Me pregunto si el origen mexicano de Cuarón y su estrellato internacional no son parcialmente ironizados en la figura del mexicano Rubirosa.)


No obstante su borde distópico, el planteamiento inicial de Fábula asiática no aparenta la frivolización narrativa que alguien podría suponer de mi descripción. En 2015, Alfaguara publicó Tres novelas exóticas, que incluye la novela que es quizá el mejor logro literario de Rey Rosa: La orilla africana (1999). Su calificación de novela exótica es sugerente del pródigo filón orientalista de la literatura del guatemalteco, tocado sobre todo por la vida en Tánger y su conocida vinculación con (la literatura de) Paul Bowles. Si bien “orientalista” podría tener un deje peyorativo, en este caso reviste una compleja relación cosmopolita, e incluso de relación sur-sur o entre expedientes coloniales, que relativiza la dominante estudiada por Edward Saíd. (Sobre este aspecto, remito a las lecturas de la obra de Rey Rosa que ha hecho Alexandra Ortiz, por ejemplo, “Literaturas sin residencia fija: poéticas del movimiento en la novelística centroamericana contemporánea”, Revista Iberoamericana No. 242).


En Fábula asiática la distopía se ve incrustada en el archivo exótico. Cuando se piensa la ciencia en esta novela, con algunos de sus tópicos popularizados por los medios (por ejemplo, la del genio científico), el foco se desplaza hacia el sur (Marruecos, Grecia, Guatemala, México) sin perder la relación con los centros tecno-científicos (la NASA, el Silicon Valley, ¿Hollywood?). Estos vínculos apuntan a una relación potencialmente destructiva o potencialmente salvadora; esa indecisión es lo que ofrece al lector un rescoldo de desesperación, que suponemos ha sufrido el autor también.


La incrustación de la distopía en la narración más o menos orientalista (que en cierto sentido ya se presentía en La orilla africana), deja la sensación que uno ha comenzado a leer una versión actualizada de aquella otra novela (La orilla africana) y que algunos de sus presupuestos han entrado en crisis. Me parece que principalmente está en cuestión o en discusión en la novela, la función estética de la obra de arte en general. Queda indicado el poder biopolítico de lo que potencialmente es hoy obra artística, sobre todo, para el caso de un novelista, la cuestión de la narración de/sobre los otros. Con qué ética acercarse a esos otros, y cómo imaginar futuro junto a ellos. Esta crisis de representación está circundada por un mundo borgeano, específicamente el de “El Aleph”, que extiende sus tentáculos en el presente a través de la tecnología y la ciencia, las redes, los satélites y los drones.


P.S. Aquí una versión más larga de esta reseña.

jueves, diciembre 08, 2016

Del común

"Nadie sabe qué cosa es el comunismo" S.R.

Miraba al Anónimo que cargaba con su herida narcisista

La triza del yo-chingaste (como sustantivo): bazofia ontológica

Miraba el Delta en el mapa, los ríos innumerables que cantaban

No hay común, no hay común

Lentas procesiones en el río. Rostros que esperaban: en el río

Tránsito espaciado: a la coma, a la fotografía

Oh pequeño Wagner que circundas (la procesión en el río avanzaba: el rostro

Insaciable porque no se cansa la oreja de oír y el ojo de ver).

No hay común--como aquellos cómicos (aquel único cómico o trovador)

que aparece en Andrei Rubliov

Esta noche ha amanecido en 1970, con ecos.

Del áspero romero


“Del áspero romero  azules flores” P.B.J.

Recuerdo a mi madre con versos que ella no conoce.
La época de los versos, perdida.
El jardín y el verso frente a frente como en un dilema o un duelo.
En la feria, el declive y el corte filoso del verso.

Un tango que pasa, breve, por una cabeza.

Una golondrina en nubes espesas.

La lucha de la luna por brillar en un punto de  la noche.

Pero sobre todo Jardines Descuidados del Trópico.

Tierra raída del verano que espera.

Dalias profundas, nocturnas y ásperas.

domingo, octubre 16, 2016

Saber quién es uno

para leerse con énfasis radiofónico

Llegamos al día de la muerte de Prince, y yo pensaba en mi biblioteca separada, soldada en el recuerdo, particular y condensada, como Nube del Trópico que pasa, como aviones sobre la escuela, que ven por separado una sola topografía de llanura milimétrica. Turistas españoles entrando en la humedad de La Habana, y un sola revista esperando en la infinita paciencia del tiempo.

Llegamos al día de la muerte de Bowie, y un hombre golpeaba de manera despiadada a un viejo (el viejo estaba borracho y no se defendía) La calle era Líbano, al sur de Ñuñoa, más allá de la rotonda Araya. Yo corría sobre la pista de las bicicletas y era el amanecer del domingo.

Llegamos al día de la muerte de Lennon y yo estaba escuchando Radio Sandino y el locutor dijo que habían disparado. La escena recordaba el cine de los 70s, hasta un poco antes de la irrupción manierista de Martin Scorsese. El patrimonio Kodak era nuestra subconsciencia. Años después tuve que ir a la Mansión gótica a ver el escenario del crimen. Me alejé por Central Park como quien se desangra.

miércoles, octubre 05, 2016

La noche de la juventud

Recuerdo músicas que escuchaba a los 18 años

Vívidos declives

Maderas últimas en un mar profundo.

La noche de la juventud

Amanece en paisajes siderales

(recuerdo músicas que escuchaba en Radio Universidad de Costa Rica

Mi madre planchaba el uniforme militar)

El niño efrainista a la ventana del sueño

Se asomaba

Recitaba de memoria

Era la hora de despertar

Quedaban siempre cinco minutos para salir

La sábana era el último vientre


Merodeo en el Valle


s.z.
La dama llega esta noche a la hacienda remota de los heliotropos

Huele la noche a huelenoche: el radar entero del chacal, la lechuza diminuta llamada cocoroca y el zorro meón

La bujía colgando y abriendo el escenario del dintel

--llega, digo, en primera persona: atareada por la Novela sobre la huella pulcra de la Lírica--

El roble educado montado sobre nubes de lodo

martes, agosto 30, 2016

Yo no sé qué me pasó

Una de mis canciones favoritas, de entre tantas de Juan Gabriel, es "Yo no sé qué me pasó".

Me gusta su parentela con "Starting Over" de John Lennon (una progresión de acordes que, por el lado del pop anglo, se remonta a Roy Orbison, y sin duda mucho más atrás).

Además, su claridad melódica remite a lo mejor del bolero, a  los grandes "standars" Tip Pan Alley,  y el uso de algunos acordes en séptimas me recuerda algo de Stevie Wonder (cierta conexión Motown, o quizá con la nueva trova cubana).

Todo esto me dice que Juan Gabriel tenía una sensibilidad artística extraordinaria y plural. Era un transculturador.

("Yo no sé qué me pasó" aparece en el que quizá sea el mejor álbum de estudio de Juan Gabriel: Pensamientos, de 1986.)

Por otra parte, la letra de "Yo no sé qué me pasó" plantea el recurrido caso melodramático de la traición amorosa (el tema de Juan Gabriel), y la queja del despechado. Pero el motivo está atemperado por una elipsis significativa: la víctima parece victimario; el dañado casi calla el daño en la reflexión universal ("para acabar con las traiciones").

Durante los años 1980s Carlos Monsivais enseñó una forma de escuchar y ver a Juan Gabriel. El riesgo de su acercamiento es un cierto aire "camp". Verlo desde arriba, en fin, como un espectáculo de los de abajo.

Pero no hay arriba/abajo en las epifanías: Juan Gabriel habrá traído epifanías profanas a las multitudes que son también epifanías personales.


miércoles, junio 08, 2016

Teatro generalizado

Voy a leer al parque. Es el calor. Llevo El Cristo de la rue Jacob y otros textos de Severo Sarduy. Leo a saltos (o a asaltos). Imagino que subrayo algunas frases. Esta, por ejemplo: “Europa es un museo generalizado, como el de Oklahoma un teatro generalizado para Kafka” (pág. 82). Veo clavado en el aire el aire de América, la edición Nueva Nicaragua que leí allá por 1987. Quizá rememoré muchas veces ese libro pero quizá nunca desde entonces la secuencia del teatro generalizado de Oklahoma. De hecho cuando Sarduy suelta la metáfora voy antes en rápido y desperdigado salto a chocar antes (en el aire, en la luz del atardecer) con secuencias de películas de Robert Altman: teatro generalizado, estadounidense. Ah sí, Kafka como Chaplin se traslada a América: inaugura un cine.

La ola de calor se abate sobre el parque. Es un atardecer difícil en que se busca la sombra. El aire no corre. Algunas espirales de polvo soplan y crecen en formas más o menos enanas o medianas. Palomas que son ratas y tienen curiosidad. Pero no soy el lector loco que alimenta las palomas. Me ciño a la sombra o lo que se marca de ella en la banca del parque. Veo con curiosidad a los perros.

Los obispos


No practico el fetichismo necrológico. Las sábanas

De Darío en el Museo de León me dejan frío--frío como la muerte.

Las catedrales tienen al fondo, en Santiago o La Habana, cementerios

De obispos: el frío no transcurre en aquel encierro de las momias

De niño aprendí a temer a Las momias de Guanajuato en el Teatro González

Me dejan frío y sin compasión las fotos de escritores--qué oficio inútil, señor Mordzinski.

Sueño a veces con aquella mansión sobre la colina que menciona

Van Morrison en una canción y que yo imagino como aquella en que P.P.P. filmó Saló.

No practico el fetichismo necrológico pero esta vez, aprovechando

Un breve viaje a NY tenía que pasar por la acera del Edificio Dakota en la calle 72,

Con sus quimeras de hierro adheridas todavía. Hacía calor y compré una botella de

Agua en una tienda pequeña que atendía un muchacho asiático-americano. Crucé en

La esquina hacia Central Park. No quise ver los otros fetichismos, los paseos ciegos

Por Strawberry Fields. Sólo el vértigo. Los obispos avanzaban en fila fielmente

Hacia el Edificio conversando en el frío.

viernes, abril 22, 2016

Quién? Prince?

"Quién? Prince? Ese flacucho cogemadre con la Voz Alta?"

Hubiera querido que Prince envejeciera como blusero o rocanrolero del estilo de Chuck Berry o Little Richard, tocando para pocos y medio olvidado por la industria (y casi secretamente fundamental). Por desgracia no ha sido así. (Entre tantos estilos y modos que frecuentó con acierto, el del blues resulta notable: "God", "Joy in repetition", "Purple rain" no ocultan aquella fuente madre.)

Si bien en los últimos años parecía haber refinado las capacidades bluseras de su guitarra, su rango de creatividad en los diferentes estilos seguía intacto. Era, sin embargo, difícil seguirle el paso (como siempre). La prisa en él era la multiplicidad. Mentalmente quise ordenar muchas veces en qué estilos resultaba imprescindible Prince. Llegaba a listas en hipotético orden de intensidad,como la siguiente:
1. Funk
2.Soul
3.Pop
4. Blues
5. Rock
6. Jazz

Aunque casi siempre estos estilos aparecían mezclados y marcados por lo que en el lenguaje culturalista se llama "crossover": el intento (el deseo) de ampliar la exclusividad de un público y de un género. Fue Ray Charles quizá el primero, entre los grandes múiscos afroamericanos en señalar ese derrotero impuro.

La profunda conciencia de estos entrecruces llevó a Prince a ser un gran fundador de bandas. Las más famosas "The revolution", durante la era Purple Rain, y la "New Power Generation" (iniciando la gran época de  fines de los 80s e inicios de los 90s). Prince tomó del funk lo que se puede llamar performatividad democrática, como puede verse en el excelente filme Sign´O´the Times, en donde llega al colmo la integralidad de la banda, la participación, se podría decir, ampliada del grupo, la distribución de tareas y acentos. Más cercano en ese sentido a las actuaciones de las bandas de salsa (y cuando digo esto pienso en Los Van Van y en Juan Formell) que de las del populismo narcisista del rock heavy metal.

Del funk (y del blues) tomó también Prince la preferencia por la mala palabra y la escenficación de lo sexual, en canciones y escenarios. Pero, como en otros casos, lo prodigó e hizo variar: orgasmos dentro canciones ("Do me, baby"), casos de poliamor y ambigüedad genérica ("If I was your girlfriend"), misticismo erótico (el álbum "Lovesexy"). En los últimos años, debido quizá a su fe como testigo de Jehová, disminuyó ese lenguaje directo. Aunque, no se puede dejar de mencionar que ese arrebato religioso también tuvo buenos resultados artísticos (el álbum "Rainbow children", por ejemplo).

 En cierto sentido, Prince fue también lo mejor que le pasó al rock en español. Su estilo de producción y su actitud marcó al Charly García de los 1980s, y herederos. De forma directa o indirecta, pues todos fuimos influenciados por aquel hombre multiinstrumentista de Minnesota.

El gran sentido autoirónico de Prince es notable. Como aquella canción en que hace como que se pregunta a sí mismo por Prince: "Quíén? Prince? Ese flacucho cogemadre con la  Voz Alta?" Quizá estaba orgulloso más que nada de su falsetto (ver su cover de "Betcha by Golly Wow"), en la alta tradición de Smokey Robinson.

Como notaron los fans, la canción "Algunas veces cae nieve en abril" adquirió un sentido profético. Prince es aquel amigo remoto que muere al entrar la primavera.

viernes, marzo 25, 2016

Elogio de la sombra

Por razones meramente didácticas tengo Elogio de la sombra en mis manos (EMECE; 1969).

Como es justo lo llevo en el crepúsculo al reducido (pero infinito) balcón: es marzo, es apasionado, hay todavía calor y una hoja primigenia va a volar pronto.

Y el hondo incendio del Pacífico sur que hace muchos días vi por vez primera desde un avión.

Voy viendo pasar los versos. Los malos, los militares.

Borges, yo habría estado con Palestina. Por qué tanto elogio a Israel. Ah Borges insospechable haciendo poesía política desde la ceguera.

Pero los probables peores versos de Borges rezan:
Que no profanen tu sagrado suelo, Inglaterra,
El jabalí alemán y la hiena italiana. (Elogio de la sombra 65)

Qué zoología, Borges.

Yo sólo tenía un libro de Borges. La selección que Retamar hizo en Cuba (para ser leído en La Víbora, en Baracoa, en San Antonio de los Baños).

Pero yo la lei con fervor entre Managua y Jinotepe. Y luego cortejé todos esos volúmenes Emecé de la Biblioteca Armando Joya.

Me doy cuenta ahora cómo quedé de sumergido en aquellos crepúsculos y sombras. Era el Borges que buscaba en Escandinavia, en Sajonia, entre las zoologías fantásticas.

No parecen estos versos menos vertiginosos, pródigos y controversiales que Borges el Otro, el de las entrevistas, la TV o el de la kodificación kodama.

Sin embargo, uno queda con la ilusión de un trato más íntimo. El Borges ultravanguardista nos lo anuncia:
"la forma tipográfica del versículo sirve para anunciar al lector que la emoción poética, no al información o el razonamiento, es lo que está esperándolo"

No sé si se ha hecho ya el Paper sobre vanguardistas ancianos que ven hacia atrás para rememorar y evaluar el destino de aquello que iniciaron. Está, por ejemplo, este Borges que bien dialogaría con el Cardoza y Aragón de El río: novelas de caballería.

Un estratégico sentido de la modestia preside este Elogio de la sombra. El Logro es atribuido a Joyce. La ilusión de novedad de la vanguardia, su impulso original, su fe y su espera es rescatada por los laberintos de aquel irlandés. Modestia, Borges? Narcisismo desplazado? En todo caso cicatriz heterológica:
"Yo soy los otros. Yo soy todos aquellos/ que ha rescatado tu obstinado rigor./ Soy los que no conoces y los que salvas."

Es el Borges lustral.



martes, marzo 15, 2016

A plazos

Salimos por las pistas nuevas que conectan una Zona Franca con la otra (y la otra)

Aquí donde los algodonales serán (o fueron), y el terreno está preparado

Región lacustre o fluvial (pero seca) de Tipitapa

Van las obreras en la madrugada fresca buscando la cédula para entrar a la Zona
(y salir)

Los hombres en caponeras bicicletas buses recorren la obra que comunica Centroamérica con el espectro geofísico

El paisaje desde el avión es lagunas horadadas, masas de agua, retratos de ríos que serpean

Entre áreas turísticas, cerros pelados, ciudades que piden identidad

Turbulencias contra el avioncito de Lacsa

Masas de aire que golpean a plazos

Patria intermitente del patio vegetal y animal

Cachivaches, gatos, dalias, tubérculos dormidos

Paso por aquí hablando de los muertos

Del abrir y cerrar puertas de Cardoza

Cardos en la lluvia del avión que trastabilla sobre Suramérica

lunes, febrero 15, 2016

Teólogos paranoicos


Soñé que asistía a reuniones del departamento de teología en una universidad. Era escéptico ante el énfasis en lo políticamente proyectivo de aquel departamento, su creencia en autoridades y santidades. Toda aquella “buena gente”, activistas sumergidos en el líquido amniótico de la academia que leían con devoción el estado del tiempo y el estado del alma de la época. En cuanto tuviera tiempo iba a decir en la reunión: nosotros los de literatura somos como teólogos paranoicos o esquizofrénicos, dispersamos a dios en dioses menores; tomamos sus voces equívocamente y las inscribimos en informes temporales. Para mientras se tomaba café y yo sopesaba las palabras.

domingo, enero 31, 2016

Darío en el claroscuro

Mantenga a Darío en el claroscuro. Un detalle puntillista vale también.

Nada del Darío en detalle, ofrecido en tasajos más o menos canjeables, kilogramos de cerebro.

Nunca lo tutee. Quién es Ud. si no? "Don Darío Rubén"

Nunca sepa todo de Darío, no sea cursi.

Descubra sin recitar.

Por ser nicaragüense se creerá obligado. Pero no se deje.

Hay un darianismo ignorante, no dude.

La mitad por lo menos de Darío no sirve para ser patriota ni cristiano ni hombre

Póngase más allá de la tentación turística.

Otra sustancia (sí, un declive del marrano Spinoza): moderna, ambigua, extranjera

Más allá de la publicidad de la Flor de Caña.

Aprenda: Ud. es el Fantomas que penetró el viejo garconiere del tiempo pretérito de prosas profanas

Vendrá la TV a preguntarle las mismas babosadas de siempre, que si Darío se enseña suficiente.

No.

Darío será de quien huya más pronto con más ahínco

Con más arte.