miércoles, noviembre 06, 2024

Taller vivo

 El 16 de octubre recién pasado murió mi amigo Cristóbal

Me ha dado por imaginar que me acompaña por algún trayecto del día y que conversamos

Siempre en esas cortas imaginaciones—como en una película de super 8 en blanco y negro

Encontramos de qué conversar: antes sin querer conversábamos mucho de economía

Y del futuro: éramos adolescentes presionados por salir al mundo del trabajo

Me contaba de su hermana que trabajaba en Managua

Y de la necesidad del trabajo, más allá de la revolución sandinista (otro de nuestros temas)

Que había reinscrito la ley del valor en los cuerpos

Y en esa entrada al mundo del trabajo—luego de que cumplimos el Servicio Militar—

(me acuerdo cuando llegó a visitarme en Matagalpa en algún momento de 1985 y fuimos a

visitar a una señora de Guanuca que lo había hospedado en un Festival de Teatro: él quería

endosarme el cariño de la señora colaboradora en actividades culturales de la revolución, un

gesto sin duda de su gran corazón)

Siempre estaba ayudándome a encontrar empleo—en empresas de la fenecida AgroInra,

como Tecnoplan. Incluso un tiempo hice una prueba de trabajo por un mes en una empresa

que se llamaba H&M (por Héroes y Mártires, un supermercado para la nomenklatura

sandinista)

Cuando me iba para Cuba llegué a buscarlo a Inpesca (la siglas eran interminables) donde

trabajaba por entonces y fuimos a su casa y estuvimos un rato con la Ena, su esposa que

estaba embarazada, y me despedí de ellos (en mi película super 8 todavía los veo decir

adiós mientras me monto en el bus, allá en el barrio San Judas, 1990)

La entrada al mercado del trabajo tuvo al inicio un tropezón: el Servicio Militar

A Cristóbal lo reclutaron en noviembre de 1983, pocas semanas antes de nuestra

graduación al final de la secundaria. Recuerdo también que le escribí una o varias cartas

Que querían ser literarias, una especie de taller vivo

Me pregunto dónde quedaron esas cartas—las que después le envié a mi madre, del

Servicio o de Cuba, la lee todavía (no tengo, no tendré mejor lectora)

Solo recuerdo el Saludo que ponía en las cartas: Compañero, Soldado

Cristóbal también aparece, niño aún, en una de las fotos famosas de Susan Meiselas sobre

la insurrección sandinista. Pero esas fotos suelen tener dueños y derechos, se las pelean los

FSLN o los MRS o los dueños de la memoria. Mejor que se queden ahí en su historia.

La foto vale por otras razones, por otros sentidos.

(La historia no había tocado el fervor por su madre que había muerto en 1978, y que

homenajeaba siempre en mayo, y estaba (estuvo) siempre como una constante de su ser y

personalidad—estaba ahí ya desde la primera vez que le hablé en algún momento de 1979:

todavía veo su talante adversario y dulce en un salón de clase del Alejandro García Vado)

Yo, querido Cristóbal, sigo por el momento escribiendo la carta, aguardando que llegue a

destino. De hecho había deslizado ya algo previsible en un poema en que dije: “Ya la mitad

de mí se perdió en tu memoria. Es buena edad.”

Y es así, compañero.

jueves, agosto 22, 2024

Embarcadero 2

Andaban por ahí los Mallarmés, en el parque, los jardines

Los poetas provincianos de mi pueblo, que escribían de embarques con fuertes

Apóstrofos. Lengua de dioses, estatuillas escatimadas, islas del Mediterráneo.

Y yo los divisaba de largo. No podía en ningún momento empezar a usar la dicción

de Kavafis. Clandestino que entraba a los libros forrados con prepucios de esclavos.

Después murieron uno a uno los poetas de mi pueblo. Ahora, entonces

Es cuando les hablo.

viernes, agosto 16, 2024

Lejía. Los salmos

 “Nadie se va a vivir a Chile por su propio gusto” dijo el conductor de Uber.

“Nadie va a Chile tras su propia sombra” le respondí.

Sobrevino el silencio y los espacios oscuros de 10 de julio.

Si alguien habla de vacíos cómo se habla de esa conversación de vacíos?

Cómo olía la habitación en que trabajaba Schubert sus sonatas

rosas, sudor, el agrio vital de la ropa, orines

Decían la palabra vigor y me daba nausea, me desmayaba—es una cuestión de masculinidad decía

el profesor de educación física

Yo miraba largamente, crecían mis ojos mientras miraba

La lujuria del Invierno contra su cuerpo oscuro

Y dónde fue que lo vi y no lo compré (el libro de Kamenszaín)?

Ella recostada en el jardín o en el garaje convertido en serena terraza

El frío o la lejanía de los Salmos,

Silvia la de Shakespeare--“en el jugo del mar” -- cargaba con poemas de Juana de Ibarbourou

Un verso: “y toda abierta de par en par”

Esto se mezclaba en adolescencia con revistas pornográficas de mujeres con sexos pelirrojos

Donde no pude comprarlo / cuándo

“Nadie se va a Chile en este tipo de noche ocre”.

El del Uber quería saber por qué

sábado, junio 15, 2024

Lindes

 Yo nací un día en que Dios lanzó a la venta Highway 61 Revisited

Todos saben que sueño y vivo en el filo y el ablandamiento

De la edad. Pues yo nací un día

En el que el primer mundo perdía progresivamente a sus T. S. Eliots.

Hay un vacío en ese año metafísico

De mi nacimiento. Se juntan el mes el día el giro coloquial

El esplendor la samba mi padre en Insurgentes mi madre a caballo

El poder algodonero (la tolvanera del nacimiento), el somocismo

El programa pedagógico de la Escuela Normal

Todos saben que mastico este sueño que chirría

Entre diciembre y enero engendrado

Para nacer entre la Duda pop y la Sombra revolucionaria

Porque yo nací un día

En que Dios lanzó a la venta Highway 61 Revisited

domingo, mayo 26, 2024

Embarcadero 1

Si algo hacen las excavaciones profundas es disecar las aguas subterráneas

Baudelaire a dieciocho varas de profundidad ya no diría tierras anegadas

No zarparía aquel otro viejo poeta de quien tenía nostalgia de viejo

Napas profundas no son buen embarcadero

Cierras los ojos y el agua transcurre, apegada, fría

Aprieta el lodo con tu mano izquierda

Esas aguas tienen corteza y de nuevo la dalia con su raíz abultada que vi en 1974

Es el agua de la fotografía que al estar cargada de sedimentos deja todas las manchas

Posibles en aires que no secarán nunca ni revelarán nada

Los murmullos del balcón, del pasadizo, de un viejo y amarillo ascensor

Corren hechos sonido en las aguas subterráneas

Pero toda excavación las seca, las oculta, las ciega

Y eso es el eco de las excavaciones profundas


jueves, enero 18, 2024

Nocturno

 

Silencio de la noche, doloroso silencio

Pues me duele el hombro (la articulación algún hueso sin nombre)

Y el insomnio incluye hormigueos calambres y entumecimientos

Y nombres de actores y actrices que no puedo recordar

(tres nombres por película que cuento hasta dormir: o hasta no dormir y sin embargo

soñar). 

El reloj del teléfono ha dado ya las 3 y media y repaso

trechos desordenados de vida—viejos perros del vecindario que recuerdo por nombres:

Tarzán, León, Kaiser

Después duermo intermitentemente entre sueños y encomiendas de muertos—regreso a

Nicaragua, releo Crimen y Castigo, estoy en Sunrise (la película de Murnau)

y oh la aurora temprana junto a mi perrita Lili

la basura, el café, los huevos, los pomelos

y me meto en el día como si me metiera en el sueño

sábado, diciembre 09, 2023

Ya hago amagos

 

Ya hago amagos a los muertos

No el escuchar con mis ojos, sino hablarles

Desde el Prefacio. Ordenemos esto, o esto tenía un orden

         que no mirábamos.

La fiesta del cielo es muda, un espejo de grafito.

Ante el espejo que hablamos mientras hay lengua y no gusanos

O ceniza. Ya no es la primavera en que escribía Márgenes

(me veo revisando en un bus de la 61C el ejemplar nuevecito

         dedicado a mi padre que tiene meses de muerto)

es el tiempo en que se dice contradictoriamente que esto

tenía un orden y se le dice a los muertos.


feb. 2023

miércoles, septiembre 13, 2023

Fusilaría a los hermanos Coen

 

Estoy convirtiéndome en un viejo llorón

Al parecer mi salida del teatro del mundo será entre lágrimas, como en una ópera—pongamos que

    barroca por meras preferencias estéticas

Leyendo lloro por los huérfanos

En los audífonos lloro con los Ángeles Negros, no se puede continuar

En el cine porno entro a llorar por las formas humanas: el ano, el clítoris, los testículos

La poesía, como es obvio, me hace llorar a carcajadas

 

Fusilaría a los hermanos Coen (los cineastas)

Su idiota ironía y sus inútiles (perdón, Jeff Bridges)

El padre enfermo de Alzheimer caga delante del hijo—secuencia que resume todo su cine

desgraciado

Cualquier posmo de mierda provinciano troskobudista

Encontraría peliaguda esa secuencia

La secular ausencia de un cine democrático

 

Conforme el tiempo pasa me voy convirtiendo en un viejo llorón

De la coyuntura nicaragüense puedo decir que hoy veo con mucha más sorna a la clase media

ah peregrina ah perseguida ah lameculista

y que se me hacen más nítidos los violentos linderos de clase que caracterizan a esa sociedad.

A la vez percibo que me he quedado por fuera de cualquier lógica nacional la que, en el caso de

    Nicaragua, pasa por estar afiliado a alguna Personalidad

La vida cultural de Nicaragua en los 90s era aburrida. Tres celebridades—Sergio Ramírez, Gioconda

Belli y Ernesto Cardenal—se comportaban como las Tres Divinas Personas. Cardenal, el mejor de

los tres, al menos tuvo la decencia de declararse chavista. Era lo correcto dada la coyuntura

En cierto sentido preferiría ser una viejo pedorro como Vargas Llosa o Sergio Ramírez

Viejos pedorros pero burgueses

Y no un viejo llorón que vive de su salario

lunes, febrero 20, 2023

Series blancas

 Veo una serie anodina. No hay grandes encuentros sexuales ni asesinatos atroces ni extraterrestres o zombies. Con esas ausencias ver esta serie es como ponerse al lado del camino que cantaba otrora el poeta. Pero no veo, no digo esto, para santificarme o santificar el serial. Sé que la maquinaria del capital también trabaja esta narrativa. Hay paisajes de pueblos costeros quizá del Mar del Norte, tal vez demasiado estetizados. El antiguo estado de bienestar británico trabaja en esta serie en la figura de un médico general que atiende a los pobladores del pueblo marino. Es generoso, dedicado y padece de algunos TOCs. Quizá también no tan secretamente está en el espectro autista. Tal vez necesita estar en ese espectro para ser bueno sin dobleces. Como tal es el envés de personajes del tipo de Breaking Bad o House. En vez de la serie médica que enerva, la serie blanca que apacigua. Para un domingo por la noche cumple casi funciones lustrales.

Veo otra serie blanca. Es sobre los destinos de una pareja que se divorcia. Aunque hay vagabundeos eróticos de los personajes, no se muestran los encuentros sexuales. Ningún asesino serial persigue a los divorciados. No hay extraterrestres o zombies. He caído, me doy cuenta, en las garras del costumbrismo capitalista más intrascendente. La épica de la sobrevivencia individual y violenta tipo The last of us le es ajena. Todo se reduce a las contrariedades de la clase media blanca neoyorkina. Vagamente persiguen el arte, el buen negocio y un hedonismo de restaurante (o de matrimonio). Pienso en los afanados guionistas que se debaten entre el apaciguamiento y la marca de distancia en sordina. Por ejemplo, la divorciada establece una relación con un hombre afroamericano. El exmarido pregunta en una cena: “¿y tu anterior esposa también era blanca?”. Los guionistas se han puesto en el borde de la transgresión neoconservadora. La serie es del tiempo de Trump (que todavía no termina). Pienso en los afanados guionistas que al menos no enfrentaron la infausta tarea de escribir para una serie modelada por los reality shows. Nada más triste que series tipo The Office que idealizan la vida de trabajo en un culebrón interminable. Tampoco vi nunca Get Back, la serie de ocho horas con The Beatles, dirigida por Peter Jackson. Ocho horas, dios.

martes, noviembre 22, 2022

Pablo Milanés: un culto pleno a la verdad

Pablo Milanés era poeta del hastío y del tiempo, de la juventud desvanecida, del amor gastado y el envejecimiento. Una “waste land” en condiciones revolucionarias. Se recordarán los versos de “Años”, “el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos”.

A veces su poesía enunciaba una contradicción básica con la disciplina, la regla y la norma social. “No me pidas, / que a todo diga que sí/ que te cansarás”.

“No me pidas”. “Yo no te pido”. Son títulos confluyentes que se encuentran en el mismo álbum (No me pidas, 1978).

En los años 70 la construcción socialista pedía pensar qué aceptar o que no, y en qué condiciones, de las múltiples exigencias. Otros versos indicativos al respecto: “Lo anhelado a veces te hace mirar hasta trascender, / lo logrado te ve sentado descender”.

La Nueva Trova era ya por entonces no sólo un emblema revolucionario sino también algo que pertenecía a un círculo de internacionalización y consumo. Es de lo que trata “Sábado corto”. “Silvio en concierto u otro que se parezca/ Está bien para comenzar”. Gran homenaje a Silvio Rodríguez, gran modestia de autor (el “otro que se parezca” es Pablo).

Pero también la Nueva Trova articulada al nuevo tiempo posible en donde el amor purifica al consumo: “Ni el mal gusto, las colas, las próximas horas/ Pudieron con nuestro amor”. El “culto pleno a la verdad” que Milanés invoca en “No me pidas” se advierte en esa mirada poco dada a la idealización.

Por supuesto, está la invocación de los símbolos y luchas revolucionarios. Su gran trabajo musical sobre versos de Martí o de Nicolás Guillén (“Tengo”, una obra maestra musical). Mandela, Haydee Santamaría, la condición colonial de Puerto Rico, y la revolución cubana y latinoamericana que evoca en estos conocidos versos: "Bolívar lanzó una estrella / que junto a Martí brilló / Fidel la dignificó".

domingo, agosto 07, 2022

Murciélago azul

 

La foto aérea, desde el puente, de la laguna congelada

Y el horizonte que resplandece.

 A través de la imagen

En la computadora, reconozco ese horizonte. 

El parque Schenley y South Oakland.

Estamos archivados en el parpadeo de la pantalla

Los patos del verano que se fueron

Horizontes ajenos, alquiler de las palabras

(cerca estaba la Biblioteca Carnegie donde prestábamos también películas en VHS

Y discos de Beck, Miles Davis, Prince)

Textos tuyos entrelazados con los míos en el cementerio

 De la web. Un murciélago azul en el pecho dice que el tiempo de los besos

No ha llegado. Cultiva cuando puedas tu Cernuda

Vigila tu Lezama. 

Las cerniduras que el tiempo lima.


sábado, junio 11, 2022

Memorias y fantasmas

En Visto y vivido en Chile, Luis Alberto Sánchez memoriza su vida como exiliado en Chile en los años 1930s y 1940s. Una época de oro de la edición. Él mismo trabajó para la editorial Ercilla en los años que se llegó a publicar incluso un libro al día. Era un corpus de publicaciones nacional, latinoamericano y universal, en el ámbito de un Santiago cosmopolita, lleno de exiliados de varios países (y en particular españoles llegados luego de la derrota de la República).

En el libro aparecen algunos de los más notables intelectuales, políticos y escritores de la época. De Pablo Neruda a Salvador Allende, de Pedro Aguirre Cerda a Vicente Huidobro, de Augusto D´Halmar a Joaquín Edwards Bello. Neruda, particularmente, cumple un rol fundamental en la memoria de Sánchez. Es quien convoca la memoria escritural. “Mira, Luis Alberto, tú tienes una deuda con Chile”, le dice el Neruda evocado por Sánchez en el preámbulo.

La “deuda” que menciona Neruda refiere sobre todo a la influencia política y cultural que ejercieron los peruanos en el Chile de aquel período. A Neruda le parece urgente recuperar, resguardar, esa memoria. “Escríbelo cuanto antes, Luis Alberto, prométeme hacerlo”. Por supuesto, Sánchez toma la palabra de Neruda. Se podría decir que Neruda autoriza esta memoria, le reabre las puertas del campo cultural.

También podría decirse que Sánchez desvía la memoria y la encomienda de Neruda. No hay que olvidar que se trata de una memoria que, quizá como toda memoria, está llena de fantasmas. Es 1975 cuando Sánchez se sienta a escribir, Neruda ha muerto y el Chile democrático evocado en el texto ha sido barrido por el autoritarismo. La puerta que Neruda ha abierto da un campo agostado. (Miembro del APRA, no ha sido Sánchez un entusiasta de la Unidad Popular, y su amistad con el comunista Neruda ocurre a pesar de sus diferencias ideológicas.)

Digo que Sánchez desvía la memoria en parte porque la evocación confluye muchas veces en su diferencia nacional o cultural. Tómese, por ejemplo, su encuentro con D´Halmar. Luego de una acertada descripción del, así llamado, Almirante D´Halmar, una descripción comprensiva de su obra y significado, Sánchez casi se lamenta: “Yo no disfruté de sus confidencias. Algo intransferible le aconsejaba desconfiar de mí. Era absurdo. Pero, cada cual sabe quién es su cada quién. Yo, un hombre inquieto, sin solemnidad, curioso de las ideas, antijerárquico y…peruano, no entraba en el cuadro dʹhalmariano, pese a que coincidíamos en la oficina de Ercilla cotidianamente”.

Refiere Sánchez a otro estado fantasmático, el del ser extranjero. Eso que nombra como “algo intransferible”, esa distancia insalvable que impide una plena corporeización. En otra memoria de migrante, muy distante de la Sánchez, la que Henry James publicó recordando su inserción en la cultura inglesa (El comienzo de la madurez), menciona el norteamericano con respecto al deseo de acogida: “me veía obligado, quién lo diría, a improvisar un medio local y a agenciarme una conciencia local”, buscando “una certeza ideal de la asimilación”. No es el caso de Sánchez, por supuesto. Mas es notable cómo su disposición anti-solemne y anti-jerárquica, ¿quizá estrategia de sobrevivencia?, choca con la desconfianza de D´Halmar.

Es curioso, además, que, en el perfil del autor de Juana Lucero, ha dejado inscrita Sánchez otra diferencia fundamental: “Era un hombre solemne, buenmozo, algo histriónico, ligeramente ventrudo (a causa de muchas comilonas y bebilonas); había en él, en su actitud, algo equívoco. No olía a virilidad aunque tuviera una bien timbrada voz de barítono.” Ese “algo equívoco” refiere obviamente a la homosexualidad de D´Halmar, una condición que en el relato de Sánchez conduce también a un estado fantasmático, descrito como “su soledad final, vagando por los muelles de Valparaíso, despeinada por el viento la crencha blanca, ondeando como una bandera la ya vieja capa española de sus días de triunfo”.

Siendo el mundo que pinta Sánchez un mundo idealizado sí, pero con feroces y polares fronteras divisivas, políticas, discursivas y culturales, no deja la evocación memorística de tener algo de lustral. Así, en el caso de la evocación de D´Halmar: el meteco dibujando al equívoco en un tiempo lleno de fantasmas.

sábado, enero 29, 2022

La vida breve

Los escritores, las escritoras, suelen tener breve la vida. A los sesenta años, si han acumulado algún reconocimiento (y si han hecho la tarea) entran a la infancia. Cuando llegan a los veinte (es decir, los ochenta en los términos humanos) suelen haber muerto, y, si tienen suerte, ser objetos de culto.

Recuerdo que en los años 1980s, por ejemplo, Rulfo y Borges y Onetti eran celebridades en su luminosa y en apariencia interminable adolescencia. Entrevistados aquí o allá, sobre todo Borges. Pero diez años después eran vertiginosos sujetos de culto, de la memoria y tal vez del canon. Es cierto que Borges era mayorcito que los otros. Pero convivía, es un decir, entre otros octogenarios más o menos legendarios: José Coronel Urtecho, Luis Cardoza y Aragón, Dulce María Loynaz.

Si tomamos como referencia el año infausto de 1986 (año que muere Rulfo, en enero; que muere Borges, en junio), los del boom (los Vargas Llosa y Cía.) serían por entonces lo que los norteamericanos llaman toddlers, término que alude, según la sabia Wikipedia, a un “caminar inestable” propio de los niños de uno o dos años. Por entonces, en infancia sabia, a José Donoso le dio tiempo de separarse del boom, regresar a Santiago de Chile y fundar un taller literario (actividad que todo escritor debe emprender como muestra de plenitud). Alguien un poco más travieso, como García Márquez, decidió fundar una Escuela de Cine…

Algunos, los enfermos, los suicidas, deciden adelantar sus edades. Suerte de lanzamiento de dados a la eternidad. Pizarnik es coetánea de Vargas Llosa y muestra hoy mucha más vitalidad literaria y corporal que el peruano.

Cuando uno aprende a mirar por décadas (y comprende con eso que está viejo) se da cuenta que el mundo literario es como una vitrina. Los que están ahí, los octogenarios de esta época, son ya un rastro luminoso. Se ve también en la vitrina la algarabía de los que llegan, el ruido y el alboroto de las nuevas infancias. El tiempo pasado y el tiempo presente tal vez están en el tiempo futuro, decía aquel otro gran poeta que murió septuagenario aún, es decir, adolescente, en el año de 1965 (cuando el hoy septuagenario Mick Jagger cantaba su insatisfacción…). El tiempo pasado, sí quizá está en el tiempo futuro, aunque todo lo demás sea olvido.

miércoles, enero 05, 2022

Adán y Eva

Las hemorroides internas. Esa molestia en la boca

del ano. Sequedad de la hora y de la vida (lo que era

la vida).

 

Seguí escribiendo todo diciembre sobre Coronel

están ahí los libros ya raídos de cuando tenía veinte años

y marcaba con lápiz las entonaciones (esto por influencia de

Pedro Henríquez Ureña en su Gramática—la gramática a la

que me enviaba siempre mi padre).

 

Leía Los Parques y las focas, menos los parques más las focas

Los sexos de las focas más que los declives de superficie de

los parques. La androginia de la mujer que tenía un vocerrón

y entraba a la tienda, y fascinaba a través de los años.

Como a Eliot, nos ahogaban las sirenas.

 

Entre por el lado del sexo, llevaba mi costal de citas.

Acabé conversando de nuevo a la medianoche—en ese tipo de insomnio

que consiste en despertar en un lugar indeterminado de la madrugada, y teniendo como

regla de oro nunca consultar la hora ni prender el celular—sobre

la edad. La edad de oro, la diadema, el goce, y el tiempo, esa

edad de horo, en donde se superponen la hora y el oro, acercándose al horror.

 

Adán y Eva llegaban al parquecito, el edén. En una de las bancas

del parque disponían su instrumental de cartulina: la copa roja de

las papitas o french fries, el género de papel que envolvía la hamburguesa

marcado con el signo de McDonalds. El calor derretía el amarillo

del queso que se combinaba con el húmedo casi maternal y cálido de la grasa. 

Y, me olvidaba, de la bebida negra con popote, pajilla o carrillo. 

Estarás conmigo ahí en el Paraíso, dijo el hombre a la mujer distraída.

 

Luego en el insomnio, otra vez—ese tipo de insomnio que consiste en

despertar en cualquier edad perdida, se me hacía maquinal el resabido

No me tienes que dar por que te quiera. Espaciaba dos o tres no, antes

de continuar con el escandido verso. Y Borges: reconozco en mí la voz

de mi padre cuando escandía un verso. Un falso Borges.

 

Adán y Eva y los planetas hoy duermen lejos de la basura que los perros

vagabundos van sacando lentamente del depósito frágil verde y redondeado en los bordes.


domingo, diciembre 19, 2021

Libros leídos 2021

 Algunos libros leídos, este año 2021, por fuera de las lecturas para clases y cursos, o para trabajos académicos. Digamos, lecturas de entretenimiento pero resguardando cierta dignidad a la palabra.

Por orden de importancia con respecto a la impresión que me causaron:

1. Las bostonianas de Henry James

2. Había mucha neblina o humo o no sé qué de Cristina Rivera Garza

3. Los fantasmas de mi vida de Mark Fisher,

4. El hombre más triste: retrato del poeta César Vallejo de Daniel Titinger

5. Visto y vivido en Chile de Luis Alberto Sánchez,

6. El comienzo de la madurez de Henry James

7. Realismo capitalista de Mark Fisher

8. Nazarín de Benito Pérez Galdós

La de James, una gran novela feminista. El libro de Rivera Garza, una magnífica reescritura de Rulfo, ficcional, biográfica y ensayística a la vez. Los fantasmas de Fisher ayudan a afianzarse teóricamente en el ámbito de la cultura, especialmente la música popular. Al contrario de cierto babeo retórico que se toma por teoría en estos días, hay un precioso afianzamiento materialista en Fisher. Siempre mis preferencias por la literatura autobiográfica y biográfica (Sánchez, diseña un excelente retrato del Chile de los años 1930s y 1940s; James se refiere elípticamente a su inserción en la cultura británica. Sobre el libro de Titinger escribí en la anterior entrada). Conocía el Nazarín de Buñuel, pero no había leído el de Galdós. La adaptación es fiel en espíritu. La de Galdós, gran novela sobre el pueblo bajo.

domingo, diciembre 12, 2021

Hombre triste

He tenido la suerte de hablar en los últimos años a una clase de literatura sobre la poesía de César Vallejo. César Vallejo de los Heraldos, cerca del modernismo. César Vallejo de Trilce, vanguardista. Un poco del César Vallejo de los Poemas póstumos. Enseñar algo de Vallejo, uno de los lujos de la vida. No importa si en el frío del invierno de Santiago, algo de calor se encuentra siempre en Vallejo.

Eso sí, como quizá muchos de mi generación, con dudas implícitas sobre lo biográfico. Residuos de la muerte del autor. Expansión permanente del texto. Actitud dubitativa sobre el culto a la personalidad. Siempre el poema por sobre la vida.

Leo El hombre más triste, retrato del poeta César Vallejo, un libro de crónicas de Daniel Titinger (Santiago, UDP, 2021). Menos que una semblanza de Vallejo (aunque también es), un confluir de versiones sobre el poeta peruano, algunas encontradas. Cómo era, de qué murió, por qué estuvo preso. También una mirada algo piadosa sobre Georgette Vallejo, la mujer que se peleó con todos en la insana tarea de fijar una verdad sobre Vallejo.

Sin la pasión del otro Vallejo (Fernando Vallejo), la opción de Titinger recuerda la que siguió el colombiano para su biografía sobre Barba Jacob, El mensajero. A Vallejo, Fernando, lo movía la atracción afectiva y la batalla contra el olvido, persiguiendo a los testigos de la vida de Barba Jacob por geografías intrincadas (Centroamérica, México, el Caribe) y por archivos dispersos.

Titinger no persigue a una sombra, sino a un sujeto literario reescrito, analizado y referido múltiples veces, y con los más extraños énfasis. (De hecho, un valor del libro es la referencia a las versiones biográficas e interpretativas sobre Vallejo.) Su geografía, la del cronista, es también intrincada: París, Santiago de Chuco, Trujillo, Lima…, ofreciendo un trabajo admirable de movilidad y reconexión con raíces o arqueologías: el poder de la crónica.

Como Vallejo (Fernando), Titinger busca entre los testigos aún vivos, o entre los testigos que escucharon algo. Algunas cuentas del rosario resultan obvias, sobre todo la muerte en París, los motivos de la cárcel, la vida parisina, el compromiso marxista, la vida familiar originaria en Santiago de Chuco.

Menos que el impulso afectivo o la identificación modélica (pienso de nuevo en el otro Vallejo), en Titinger parece operar cierto sano distanciamiento con la materia, la biográfica y la poética. Para un vallejiano que lee sobre todo la poesía de Vallejo, ese distanciamiento quizá esté demasiado pronunciado. Titinger coloca, de hecho, al lector en una postura dubitativa. Era Vallejo, en realidad, ese gran hombre, o ese hombre triste, o ese gran poeta. ¿Y todo este coro de voces, textos, habladurías, chismes sobre Vallejo, en qué sentido darán con una verdad?

Si se le pide al libro de Titinger un resultado que incida de manera determinante sobre cómo leemos la poesía de Vallejo, quizá la petición se frustre. El libro no opera en el sentido de reactualizar una lectura de la obra de un autor, como si logra, por ejemplo, Cristina Rivera Garza al releer (en parte biográficamente) a Rulfo (Había mucha neblina o humo o no sé). En cambio, el libro de Titinger está organizado como unas crónicas entrelazadas (situadas en los lugares clave de la vida de Vallejo) que plantean los misterios fundamentales de su vida.

Las mejores de entre esas crónicas (por ejemplo, la de Santiago de Chuco, con el fervor de los fans de Vallejo, o la de la visita al Cementerio de Montparnasse, con la descripción de los peregrinos en la tumba de Vallejo, o la del encuentro con el pintor Szyszlo) actualizan a Vallejo de maneras inesperadas, entrelazan su vida y su legado con lo sorprendente, lo surreal e, incluso, lo siniestro. Queda, al terminar el libro, la impresión de una semblanza del poeta peruano, pero también de una especie de “taller irónico” (creo que así lo llama García Canclini) instalado en ese complejo tinglado de las relaciones del autor y sus públicos.

domingo, diciembre 05, 2021

He dejado del lado varios sueños

He dejado de lado varios sueños para que se deslían.

Se agoten en sí mismos (sus rutas contrahechas) y sus personajes

Se topen con una imagen repetida, ya encallada

Traslúcida pero sometida

Al tiempo en las aguas del sueño

Oh proverbiales.

He dejado de viajar largamente por la costa central

De noche de día con puertos con lluvia

Sobre todo con neblina

Me cansé de los supuestos del sueño

De la filiación de la imagen

Del Pablo codificado que cae del caballo

Ay de tantos Caravaggios me he cansado

Y los he dejado mudos en mi cuaderno

Los perogrullos que agitan las colas como gusarapos.