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domingo, agosto 12, 2012

Partículas

Releo cien páginas de Las partículas elementales. Voy reconociendo las historias, los personajes como si fueran viejos conocidos hoy casi olvidados.

Siento de manera más directa que la vez primera el sentido moralista (en sentido bueno o clásico) del texto: los huérfanos, hijos del 68 y de la liberación sexual en un mundo terrible y desértico. Identifico también que el Michel tan abstraído en la ciencia es el alter ego del autor (nacieron el mismo año, se llaman igual).

Hay páginas de las que quiero apartar la vista. Por ejemplo, los abusos sexuales, físicos y psicológicos que Bruno sufre en el internado. Las muertes de los abuelos, asimismo, son narradas casi de forma naturalista. No digamos las cosas del cuerpo y la sexualidad. Aunque entiendo la ironía. Véase en la página 22: "En el caso de Djerzinski, estas consideraciones estaban fuera de lugar: la polla le servía para mear, y eso era todo."

Justamente, es una novela generacional pero sin la autocomplacencia que surge, por lo general, cuando alguien invoca la palabra generación.

(Entreparéntesis: No es "generación" un concepto meramente sintagmático?

No lo parten de arriba a abajo la división en clases sociales y la competitividad propia de los estamentos literarios e intelectuales?

No es mero correlato de un discurso nacional rancio y menos que una comunidad transparente la opaca asociación en base a intereses, simbólicos pero, en fin, intereses?)

 El descreimiento flaubertiano, la distancia disciplinada y crítica nos recuerda a cada paso que esto es novela en borde árido.

Con esa desesperanza acompasada sigo leyendo.


martes, septiembre 28, 2010

Borges según Coetzee

En su Costas extrañas: ensayos, 1986-1999 J.M. Coetzee incluye una interesante recensión de las Collected Fictions de Borges.

Quisiera hacer ver en este caso no tanto la inteligencia de la reseña (muy notable) sino, más bien, el carácter frances que tiene el Borges que Coetzee lee. Curioso el desapego latinoamericano de este Borges tragado, en cierta medida, por Menard.

El siguiente párrafo ilustra este desvío (y desvarío quizá):

Aparte de su tierra natal, Argentina, había un país donde ya se conocía el nombre de Borges. El crítico y editor francés Roger Caillois había estado exiliado en Buenos Aires entre 1939 y 1945. Después de la guerra, dio a conocer a Borges en Francia, publicando Ficciones en 1951 y Labyrinthes en 1953... En el decenio de 1950, Borges era más reconocido y tenía mayor número de lectores en Francia que en Argentina. Resulta curioso que, en este aspecto, su carrera se asemeje a la de su precursor en la ficción especulativa, Edgar Allan Poe, a quien Baudelaire defendía y que fue acogido con entusiasmo por el público francés.


Para pensar la geografía por países de Coetzee quizá habría que preguntar algo así como qué será Reyes en el espectro francés de Borges?. Pues en su contabilidad territorial los países latinoamericanos no cuentan como lectores o interlocutores (es casi lo mismo), como se puede ver en la colocación de un "mayor número de lectores en Francia" y el paralelismo canónico con Poe. (Poe que por cierto Darío leía también como caso francés opuesto al hierro de la urbe newyorkina.)

La fábula quizá sea que las patrias literarias (como las otras) son inventadas. También que incluso patrias literarias existentes pueden ser patrias invisibles. En alguna parte del mundo, en efecto, estarán desapareciendo ahora mismo los lectores.

El artículo de Coetzee (una reseña aparecida originalmente en el New York Review of Books) abunda en las sutilezas de la traducción, en las debatibles intervenciones de los textos, de Borges y por él mismo, a posteriori y en otro idioma, en el declive de los poderes narrativos del argentino (el centro del Aleph son sus cuentos de los 30s y 40s; en Coetzee, así como no hay un Borges latinoamericano, no lo hay poeta), en cómo la violencia de compadritos y cuchilleros relumbra (como la hoja de un puñal) aquí o allá en sus textos. No hay la presencia de Bioy. Hay algún reproche al (tantas veces insoportable) Borges mediático ("de hecho se convirtió en un parlanchín", dice Coetzee).

Curiosamente, Coetzee desprecia casi a "Pierre Menard" (lo de "autor del Quijote" se ha perdido, al parecer, en la traduccion). Es "un relato de ficción no muy satisfactorio", informa.

Sólo para contrastar desde el margen. Hace algún tiempo en este mismo blog puse los títulos de 10 textos de Borges que me parecían imprescindibles. Cada lector tendrá su canon borgeano (sería incluso una forma de saber de los amigos intercambiar fantasmagóricas versiones de Borges). Los míos (una lista que no quería perderse la astucia del ensayo y la infamia de la intervención política) eran:

El Aleph

Arte de injuriar

Two English Poems.

Otro poema de los dones.

El sur

El jardín de los senderos que se bifurcan

Kafka y sus precursores

El evangelio según San Marcos

Funes el memorioso

Discurso ante Pinochet.

miércoles, octubre 03, 2007

El efecto Sarkozy

"Sin hablar de los antiguos intelectuales mitterrandistas (André Glucksmann, Pascal Bruckner, Georges-Marc Bénamou), convertidos ahora en lameculos del poder".

Gran frase, aunque Ramonet esté en el Index.

miércoles, enero 24, 2007

Desesperación

En un recital de poesía más o menos reciente, una escritora nacional leyó un texto poemático en que citaba de manera histriónica a Foucault y Derrida, agitando la cabeza (pues el poema era sobre la desesperación que le provocaba tratar de entender a ambos divos del postestructuralismo). Este inesperado performance me pareció sintomático, y me hizo querer determinar los medios por los que alguien llega a desesperar.

Piénsese, por ejemplo, en las cosas que desesperan nuestro pensamiento, desde el punto de vista de la época. "Ya no hay fundamentos", "los metarrelatos no sirven", "no podemos hablar por los otros", etcétera. Desesperar es, según mi criterio, dar fundamento a la desesperación con base en una mala interpretación. (El caso de la poetisa es útil aquí: ella no había leído a los teóricos, simplemente les temía).

Por ejemplo, la famosa inoperancia de los metarrelatos, que parece derivarse de Lyotard, no es tan desesperada si se lee a Lyotard de manera un poco más cuidadosa. Es asunto de mala lectura, por ejemplo, trasladar el agotamiento de las fundamentaciones del saber a los fundamentos generales del creer. Si no, ni Lyotard mismo creería, como en realidad cree, que “una obra puede volverse moderna solamente si es en primer lugar postmoderna. El postmodernismo así entendido no es modernismo (vanguardismo) en su final sino en estado naciente, y este estado es constante”. (The Postmodern Condition 79).

He aquí una tunda de fundamentos llegados de París. En otras palabras el postmodernismo encarnaría, en las artes, aquella parte del vanguardismo que es disruptivo, dejando del lado esa parte del vanguardismo que encarna la desesperación (es decir, el escepticismo, cuando no el cinismo, y el acomodamiento a la lógica capitalista). Véase también cómo Lyotard pretende luchar contra el pesimismo provocado por la pérdida de legitimidad científica, y se propone un tipo de legitimidad no basada en la performatividad del sistema.

Otro ejemplo es eso de que ya no podemos hablar por los otros, y casi ni siquiera por nosotros mismos porque de alguna manera también (para usar un conclusión dariana) "somos otros" (intelectuales periféricos, o no-notables de la cultura nacional-estatal, o no firmados con Alfaguara u otra editorial de esas hermosas). Pero qué decir, por ejemplo, de estas frases de Deleuze interpretando a Foucault, (que ha venido a convertirse inopinadamente en el Santo Patrono de los que no quieren hablar por nada ni por nadie)? Dice Deleuze:

“Sí, es lógico que la filosofía moderna, que tan lejos ha llevado la crítica de la representación, rechace toda tentativa de hablar en lugar de otros. Cada vez que escuchamos eso de: “nadie puede negar que...”, sabemos que lo que viene después es una patraña o un eslogan. Incluso después de Mayo del 68, era normal que, por ejemplo, en un programa televisivo acerca de las cárceles, se hiciese hablar a todo el mundo –el juez, el vigilante, una visitante, un hombre de la calle–, a todo el mundo excepto a un preso o a un ex–presidiario. Hoy día eso se ha vuelto más difícil, y es una conquista del 68: que todo el mundo hable por cuenta propia. Ello vale también para el intelectual: Foucault decía que el intelectual ha dejado de ser universal para tornarse específico, es decir, que no habla ya en nombre de unos valores universales sino en función de su propia competencia y de su situación (Foucault consideraba que el cambio se había producido cuando los físicos protestaron contra la bomba atómica). Que los médicos no tengan derecho a hablar en nombre de los enfermos, pero que tengan el deber de hablar en cuanto médicos acerca de problemas políticos, jurídicos, industriales, ecológicos, tal es la necesidad de aquellos grupos que se anhelaban en el 68, grupos en los que, por ejemplo, se reunían médicos, enfermos y enfermeros. Grupos polifónicos. (…) Ahora bien, ¿qué quiere decir esto de hablar en nombre propio y no en nombre de otros? No se trata, evidentemente, de que cada cual se enfrente a su hora de la verdad, a sus Memorias o a su psicoanálisis, no se trata de la primera persona. Se trata de invocar las potencias impersonales, físicas y mentales con las que uno se confronta y contra las que se combate desde el momento en que se pretende alcanzar un objetivo del que no se toma conciencia más que en la lucha. En este sentido, el Ser mismo es una cuestión política.” (Conversaciones 143-144)

(Entre paréntesis: ¿nos conformaremos con firmar nuestros manifiestos en París, y con un dato entre elegíaco y epónimo referido al glorioso 68? ¿No es esta fijación “postestructural”, que preconiza la moda de París, un derivado modernista de esos por los que han (hemos) suspirado siempre los intelectuales periféricos? Por supuesto, no hay nada nacional ni propio, excepto el derecho al escepticismo.)

Y qué pensar de ese extremismo que desconoce las raíces "griegas" de la filosofía porque quiere colocarse más allá de Occidente? Lo dice Foucault hablando de Deleuze:

“[La actividad de Deleuze] es rigurosamente freudiana. No se dirige, con redoble de tambores, hacia el gran Rechazo de la filosofía occidental; subraya, como de pasada, las negligencias. Señala las interrupciones, las lagunas, los detalles no demasiado importantes que son los dejados a cuenta del discurso filosófico. Manifiesta con cuidado las omisiones apenas perceptibles, sabiendo que allí se desenvuelve el olvido desmesurado.” (Theatrum Philosophicum 17).

De manera parecida Derrida lee en Bataille un “hegelianismo sin reserva”. “Así pues—explica Derrida—, Bataille se ha tomado en serio a Hegel, y el saber absoluto. Y tomarse en serio un sistema así, Bataille lo sabía, implicaba la prohibición de extraer de él conceptos, o de manipular proposiciones aisladas suyas, conseguir efectos trasladando esos conceptos o proposiciones al elemento de un discurso que es extraño a estos.” (“De la economía restringida a la economía general”) Por cierto, desesperar no es tomarse en serio nada. Es puro fatalismo teórico y retórico (y poético, añadiría la poetisa mencionada al comienzo), puro efecto colateral de la globalización.

Se trata precisamente de encontrar esos puntos negligentes, esas interrupciones y lagunas, esos detalles poco importantes en los ídolos del postmodernismo y la teoría crítica: toda la serie parisina atrapada en su provincia. Me preguntas ahora que si no sería mejor dinamitarlos, o hacer lo que hace la mayor parte de nuestros delicados intelectuales que es ningunearlos?

Pero lo mejor es tomarles la palabra. Se trata de no desesperar y leerlos de manera escéptica.

Postdata: El defecto principal de esta anotación quizá sea su provincialismo, su referencia exclusiva a París. Mientras no haya habilidad de hacer una nota parecida, por ejemplo, sobre los estudios culturales en la genealogía que corona (quizá) Raymond Williams, no creo que al acto de "tomar la palabra" tenga sentido verdadero. Y digo "por ejemplo", porque quizá la lección básica de la provincia parisina sea esa de los "grupos polifónicos": una apertura que abarate el yo y resquebraje la monocultivo teórico.

jueves, septiembre 21, 2006

Más sobre la provincia francesa

"Amo más que la Grecia de los griegos
la Grecia de la Francia, porque Francia
...." R.D.


Ah es que vos creés que se puede hacer filosofía barata con zapatos de goma? Mirando Terminator? San Sarlo no será pero tiene razón de que debemos volver a los valores.

Pero, claro, en tu caso se trata de "volver" a la provincia francesa. Si no, no te conmoviera tanto la eufonía de la palabra Godard. Murió Althusser; murieron Foucault y Derrida, pero Viva Godard.

En Página 12 (el diario que leen los que están más a la izquierda de Clarín), aparece hoy una entrevista que cito in extenso (y me ilumino de inmenso, by the way):

"–¿Cuál fue su formación? ¿Estudió filosofía?

–Fue siempre a través de la literatura que me acerqué a la filosofía. Había la efervescencia de la posguerra, el existencialismo, Sartre sobre todo y Camus, del que guardé una frase que me conmovió toda mi vida: el suicidio es el único problema filosófico realmente serio. Por mi padre, de formación más germánica, admirador de Alemania, fui introducido a la historia del Romanticismo alemán, con El alma romántica y el sueño, de Albert Beguin. Todo eso era acompañado por el descubrimiento de las películas mudas en la Cinemateca de Henri Langlois y del cine alemán, de Murnau...

–¿Lee obras de filosofía?

–Amo los libros, los libros de bolsillo, porque precisamente se pueden meter en el bolsillo (en realidad son ellos los que nos meten en el bolsillo). Pero yo no leo de manera seria, es raro que lea un libro, incluso una novela del principio al fin. Hoy releo algunos, lentamente, que me quedaron en la memoria, pero que seguramente leí mal. Como el final de Minuit, de Julien Green, donde todavía está la cuestión del suicidio: se tiene la impresión de que la chica se tira, pero en realidad es el piso que sube hacia ella a una velocidad vertiginosa... Leer libros “técnicos” de filosofía, soy incapaz. Soy incapaz de leer a Heidegger. Me gusta Caminos del bosque, pero eso pasa por la imagen...

–Sin embargo, usted cita mucho a Heidegger.

–Son puntas de pensamiento. Antes yo lo ponía como citas, ahora como situaciones. Antes hubiera ido a Sarajevo, hubiera hecho travellings y hubiera puesto a Heidegger debajo. Lo que hay en Nuestra música lo encontré en Levinas, en un libro antiguo que se llama El tiempo y el otro. Es una nota al pie de página. Me gustan mucho las notas largas al pie de página, comencé por eso. Levinas dice que la muerte es lo posible de lo imposible y no el imposible de lo posible, como había dicho Jean Wahl a propósito de Heidegger. Traté de leer las Meditaciones cartesianas, de Husserl, pero no aguanté. Deleuze, cuando se lo escucha, es absolutamente magnífico: cuando leo algunos de sus textos más difíciles, es como si hiciera matemáticas superiores. Todos los libros de filosofía deberían, como el de Kierkegaard, llamarse Migajas filosóficas, así uno se sentiría menos culpable de no poder leer más que “migajas”, justamente."

La entrevista completa está en http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/5-3881-2006-09-21.html

Lo que conmueve aquí no es la mirada de Ana Karina, la pureza de Belmondo, la monotemática del silencio bajo la imagen (pienso en alguna olvidada mirada de Prénom Carmen, donde pasaban tranvías sobre París).

Lo que conmueve es que se trata de la provincia francesa, siendo el Otro, Levinas.

Se trata también que no podemos al bolsazo, provincializar a Europa (mucho peor "la Grecia de la Francia" de que habló el cursi de Darío).