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viernes, mayo 14, 2010

Postal y mudo

Estoy por sellar esta carta en silencio.

No silencio mío (en realidad tarareo, incluso hago karaoke: rose garden me cae bien), sino silencio de la carta misma: que no dice nada, pues.

Pero me crié en una época estentórea, y en adolescencia plena tenía el mejor de los ambientes para la epístola: guerras, separaciones, particiones anónimas.

Así escribí mis primeras cartas verdaderas: cartas de guerra.

Es usual echarle la culpa a la técnica (ya no digamos Heidegger tan pop por estos lados finales del hemisferio).

Es usual también (como Derrida) decir que la mano que escribe la carta es la mano onanista, la del cálamo que deja correr su negra fuente.

La carta virtual podría enumerar, contarte que vi las calles desde el noveno piso, que ahora llueve, que estoy en otra historia.

Y no es sólo el archivo de cartas el que se ha movido (la foto movida tan emotiva): se ha movido la videoteca (la que tanto queríamos) y está toda de fuera, herida de muerte mostrando tripas, sangrando sus kurosawas.

Pienso también en correspondencias completas metidas en el cajón solo aparentemente mudas.

En fin, que mi arte epistolar se evaporó como se evaporan hoy mis emails más formales, estimado profesor, hoy que llueve no va acusar Ud. sólamente a la técnica.

Así te pido que puedas contar este silencio.