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jueves, octubre 31, 2013

Niebla

Hoy no amanece sino que niebla. Juegan a estar ocultas las cordilleras. Es el día triste desde que te incorporas por la mañana (pero no amanece sino que niebla). Humedad más vacío más lo mismo más ínfimo camino. Hoy estarás atrapado entre vejestorios, oliendo lo mismo, yendo al mismo lugar finito. Hermano de edades, can, gárgara del mundo.

Hoy tercera persona, lente húmedo, catálogo de disección. Los pájaros equivocados y las ranas evocadas pasarán de puntillas por este día de desprecios. De hecho abres el diario por la mañana (cuando no amanece pero niebla). No. Ni siquiera es un diario de la mañana sino una pantalla. Para decirle lirismos al mundo. Pero lo que buscas es el cardo. Vomitas en el acto: el pezón de la mostrenca Rimbaud niña (o que se cree niña todavía), el bigote del moscardón, la pantaleta modernista.

Amad a tu prójimo como a ti mismo. El coloquialismo no te salva. Necesitas un bicarbonato new age para curarte la tristeza. Es ya la media mañana (aunque no amanece en esta niebla). Y entras al banco. Los viejitos parlotean y esperan. Cierto acento castellano te da en el hígado y esperas por la cajera. Treinta hijueputas junto conmigo haciendo la cola. El trencito asexuado que no arrolla ni arrulla.

Luego dónde puse el dinero? Sabes que es un chocorrón? Es un escarabajo nicaragüense. Un beatle de Nicaragua atrapado en la niebla espesa que por mañana comemos hoy. Entonces ya sabés que es un chocorronero. Un manto de chorrones que zumban. Eso tengo en la cabeza ahora que no sé dónde puta puse el dinero. Hasta que lo encuentro, está dentro de la niebla. Era Pellicer el que escribía esa lindeza?

De entre los viejos soy el más nietzscheano. Pongo linderos más altos. Veo más a lo lejos, con perspectiva de pájaro. Al menos eso creo o quiero creer en mi tiniebla. Si todos perecemos y hedemos, si nuestros trajes y suéteres carne son de las centurias (y centuriones). Yo en cambio sobrevuelo con entereza la niebla. Qué hendija se abrirá de esta mañana (es decir, de esta niebla) para dejarnos entrar?

Antes de pasar al almuerzo, ir a la empresa médica a pedir un reembolso. Todo muy moderno. Los hombres hediondos a tabaco se entretienen con unas pantallas reducidas que les dictan sus síntomas. Alguno tiene atrapado a Mark Chapman en la sístole. Otro tiene un cálculo de malaquita en el riñon izquierdo. Otro tiene un videojuego en que se puede contemplar a Kirsten Dunst niña. Otro tiene a la tortura como amiga y enamorada. Otro aún se cree el pájaro de la niebla.

(Esto para no decir nada de la nueva generación poética de Nicaragua. Quién será la Margaux Hemingway de la poesía nicaragüense? Y la Debbie Harry? Y la triste Pola Negri? Y la siniestra Charlotte Rampling?)

El reembolso es ínfimo en este día de nieblas. Nadie paga por una vida gastada como ya lo sospechaba Sir T. S. Eliot. Aprovecho para putear el sistema previsional. Busco el adecuado cosmopolitismo. Me cago simplemente en la concha de su madre o acuso preferentemente el doble hijueputa gonorrea o lo mando a chingar o a las setenta putas o digo un coño más caribeño? No sé. Soy el Hamlet de las imprecaciones.

Mejor me voy a almorzar.

Niebla cruda.

miércoles, diciembre 01, 2010

Cirujías

Sí, hay un hiato entre la crítica y los escritores.

Escritores de esos que CMR llamó "publicadores de libros".

No juego al radical, hablo de un hecho.

Es que el crítico está acostumbrado a pensar en términos históricos o, al menos, historicistas. No saca la pistola sino a don Pedro Henríquez Ureña, edición Ayacucho.

Lo que es El País y la ferias de libro les tiene muy sin cuidado quién diablos es ese pobrecito de don Pedro.

Su sentido de la historia es sintético, con la pasión y el grosor de un lugar común. Vea sino este conversatorio.

A mí me horrorizó la terrible deshistorización de esa conversación, la reducción de lo latinoamericano a una anécdota light sobre los temas mercadeables. El ANTES y DESPUÉS de una cirugía estética llamada historia de la cultura.

La TV se ha cagao en (nos)OTROS.

(pobre don Pedro desvelado/ con su Historia cultural y literaria/ de la América hispánica)

El país es horrible. Cómo puede conformarse con metáforas tan convencionales pero sobre todo IDEOLÓGICAS (se vale alzar la voz en esta parte) como la que atribuye el carácter de "bálsamo" a la cultura, o la que acaba invocando casi como Delia Fiallos "el drama avasallador de la condición humana".

Cómo acumular "temas eternos" con avidez televisiva? Léase ese conversatorio.

Cómo llegar al "tema menor" sin pasar por la "literatura menor" (¡por fin un tema deleuziano que puede ser latinoamericano!)?

Por qué inventar que el humor lo ha descubierto ahora el neocapitalismo desconociendo una obvia acumulación colonial de ironía y humor, señor Güegüense?

Se me ocurre un cuento sobre un crítico (un crítico digamos pre-sartreano pre-foucaultiano) que es devorado no por el New Age Orientalista ni por la TV ni por la Universidad sino por "la condición humana" (no, no le puedo quitar las comillas).

Sí, hay un hiato entre la crítica y los escritores.

Yo por mi parte espero que no se reconcilien nunca.

miércoles, abril 07, 2010

Nuevo laberinto de la soledad

Encontré a mi amor de secundaria (la foto de ella) en una de esas jaulas sociales tan divertidas, facebook o cosa parecida.

Quedé pasmado, le confieso.

Fui al espejo a verme las escamas: pensaba que esa condición reptilesca de la vejez me pasaba sólo a mí (en mi caso quelonio, en el suyo, acababa de descubrirlo, más lagarto que quelonio).

Recordé sus ojos en los ojos de aquella lagartija: eran los ojos de Diana Ross aplastados por el mundo.

Recordé Upside Down bailado con ella en un rincón oscuro (pero estroboscópico) del salón de actos. Ah larga secundaria inocente acribillada por Mark Chapman. Ese disparo no sólo detuvo la producción del mejor disco de Yoko Ono (el track del hielo delgado es la prueba promesa) sino que acabó con mi adolescencia.

Luego de verme en el espejo, tomé mi maletín y salí. Sentí que adoraba aquella ciudad del norte en sábado. Sin duda la adoraba. Quería sus recovecos y negocios. Una ristra de luces de un cine porno, ofertado junto a un almacén de música, era casi una pura constelación descrita en el estilo anticuado de Octavio Paz.

Mi sobretodo disfrazaba bien mis ojos de culebra, mi piel de tierna paslama o de tortuga tora. Necesitaba de la masa para confundirme. Necesitaba de las viejas tiendas de discos.

Soplaba el otoño y entré a aquella tienda gigante que está cerca de Main Street. La esquina "latina" prodigaba "Los mareados", lo que me llenó de cierta sosa melancolía.

porque ya no volveremos a vernos más
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hoy vas a entrar en mi pasado


Pero nunca imaginé, me encontré diciendo, que ibas a entrar en mi pasado de esa manera tan escamosa, pero igual de melancólica. Añadí un apóstrofe con su nombre, alce mi frente (porque en un tango, me imagino, se alza la frente) para ver que me miraban unos niños. Ya estaba acostumbrado, me confundían con unos muñequitos animados que eran quelonios (como yo).

A lo lejos, una vez apagado el tango, se escuchaba esa parte inquieta del piano de "Lad in Vain" martillando.

No sé si recordarás la profundidad de aquellas luces.

No sé cómo has sobrevivido a este general aplastamiento allá en Portland, ciudad gris (imagino).

Había devenido el reptil parlante y no únicamente sino apostrofante, en aquella tienda sofisticaba que ostentaba una colección de viniles digna: More Hot Rocks, por ejemplo.

A lo lejos alguien canta, murmuré.

Era Héctor Lavoe, según recuerdo.