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sábado, junio 11, 2022

Memorias y fantasmas

En Visto y vivido en Chile, Luis Alberto Sánchez memoriza su vida como exiliado en Chile en los años 1930s y 1940s. Una época de oro de la edición. Él mismo trabajó para la editorial Ercilla en los años que se llegó a publicar incluso un libro al día. Era un corpus de publicaciones nacional, latinoamericano y universal, en el ámbito de un Santiago cosmopolita, lleno de exiliados de varios países (y en particular españoles llegados luego de la derrota de la República).

En el libro aparecen algunos de los más notables intelectuales, políticos y escritores de la época. De Pablo Neruda a Salvador Allende, de Pedro Aguirre Cerda a Vicente Huidobro, de Augusto D´Halmar a Joaquín Edwards Bello. Neruda, particularmente, cumple un rol fundamental en la memoria de Sánchez. Es quien convoca la memoria escritural. “Mira, Luis Alberto, tú tienes una deuda con Chile”, le dice el Neruda evocado por Sánchez en el preámbulo.

La “deuda” que menciona Neruda refiere sobre todo a la influencia política y cultural que ejercieron los peruanos en el Chile de aquel período. A Neruda le parece urgente recuperar, resguardar, esa memoria. “Escríbelo cuanto antes, Luis Alberto, prométeme hacerlo”. Por supuesto, Sánchez toma la palabra de Neruda. Se podría decir que Neruda autoriza esta memoria, le reabre las puertas del campo cultural.

También podría decirse que Sánchez desvía la memoria y la encomienda de Neruda. No hay que olvidar que se trata de una memoria que, quizá como toda memoria, está llena de fantasmas. Es 1975 cuando Sánchez se sienta a escribir, Neruda ha muerto y el Chile democrático evocado en el texto ha sido barrido por el autoritarismo. La puerta que Neruda ha abierto da un campo agostado. (Miembro del APRA, no ha sido Sánchez un entusiasta de la Unidad Popular, y su amistad con el comunista Neruda ocurre a pesar de sus diferencias ideológicas.)

Digo que Sánchez desvía la memoria en parte porque la evocación confluye muchas veces en su diferencia nacional o cultural. Tómese, por ejemplo, su encuentro con D´Halmar. Luego de una acertada descripción del, así llamado, Almirante D´Halmar, una descripción comprensiva de su obra y significado, Sánchez casi se lamenta: “Yo no disfruté de sus confidencias. Algo intransferible le aconsejaba desconfiar de mí. Era absurdo. Pero, cada cual sabe quién es su cada quién. Yo, un hombre inquieto, sin solemnidad, curioso de las ideas, antijerárquico y…peruano, no entraba en el cuadro dʹhalmariano, pese a que coincidíamos en la oficina de Ercilla cotidianamente”.

Refiere Sánchez a otro estado fantasmático, el del ser extranjero. Eso que nombra como “algo intransferible”, esa distancia insalvable que impide una plena corporeización. En otra memoria de migrante, muy distante de la Sánchez, la que Henry James publicó recordando su inserción en la cultura inglesa (El comienzo de la madurez), menciona el norteamericano con respecto al deseo de acogida: “me veía obligado, quién lo diría, a improvisar un medio local y a agenciarme una conciencia local”, buscando “una certeza ideal de la asimilación”. No es el caso de Sánchez, por supuesto. Mas es notable cómo su disposición anti-solemne y anti-jerárquica, ¿quizá estrategia de sobrevivencia?, choca con la desconfianza de D´Halmar.

Es curioso, además, que, en el perfil del autor de Juana Lucero, ha dejado inscrita Sánchez otra diferencia fundamental: “Era un hombre solemne, buenmozo, algo histriónico, ligeramente ventrudo (a causa de muchas comilonas y bebilonas); había en él, en su actitud, algo equívoco. No olía a virilidad aunque tuviera una bien timbrada voz de barítono.” Ese “algo equívoco” refiere obviamente a la homosexualidad de D´Halmar, una condición que en el relato de Sánchez conduce también a un estado fantasmático, descrito como “su soledad final, vagando por los muelles de Valparaíso, despeinada por el viento la crencha blanca, ondeando como una bandera la ya vieja capa española de sus días de triunfo”.

Siendo el mundo que pinta Sánchez un mundo idealizado sí, pero con feroces y polares fronteras divisivas, políticas, discursivas y culturales, no deja la evocación memorística de tener algo de lustral. Así, en el caso de la evocación de D´Halmar: el meteco dibujando al equívoco en un tiempo lleno de fantasmas.

domingo, diciembre 19, 2021

Libros leídos 2021

 Algunos libros leídos, este año 2021, por fuera de las lecturas para clases y cursos, o para trabajos académicos. Digamos, lecturas de entretenimiento pero resguardando cierta dignidad a la palabra.

Por orden de importancia con respecto a la impresión que me causaron:

1. Las bostonianas de Henry James

2. Había mucha neblina o humo o no sé qué de Cristina Rivera Garza

3. Los fantasmas de mi vida de Mark Fisher,

4. El hombre más triste: retrato del poeta César Vallejo de Daniel Titinger

5. Visto y vivido en Chile de Luis Alberto Sánchez,

6. El comienzo de la madurez de Henry James

7. Realismo capitalista de Mark Fisher

8. Nazarín de Benito Pérez Galdós

La de James, una gran novela feminista. El libro de Rivera Garza, una magnífica reescritura de Rulfo, ficcional, biográfica y ensayística a la vez. Los fantasmas de Fisher ayudan a afianzarse teóricamente en el ámbito de la cultura, especialmente la música popular. Al contrario de cierto babeo retórico que se toma por teoría en estos días, hay un precioso afianzamiento materialista en Fisher. Siempre mis preferencias por la literatura autobiográfica y biográfica (Sánchez, diseña un excelente retrato del Chile de los años 1930s y 1940s; James se refiere elípticamente a su inserción en la cultura británica. Sobre el libro de Titinger escribí en la anterior entrada). Conocía el Nazarín de Buñuel, pero no había leído el de Galdós. La adaptación es fiel en espíritu. La de Galdós, gran novela sobre el pueblo bajo.

domingo, diciembre 12, 2021

Hombre triste

He tenido la suerte de hablar en los últimos años a una clase de literatura sobre la poesía de César Vallejo. César Vallejo de los Heraldos, cerca del modernismo. César Vallejo de Trilce, vanguardista. Un poco del César Vallejo de los Poemas póstumos. Enseñar algo de Vallejo, uno de los lujos de la vida. No importa si en el frío del invierno de Santiago, algo de calor se encuentra siempre en Vallejo.

Eso sí, como quizá muchos de mi generación, con dudas implícitas sobre lo biográfico. Residuos de la muerte del autor. Expansión permanente del texto. Actitud dubitativa sobre el culto a la personalidad. Siempre el poema por sobre la vida.

Leo El hombre más triste, retrato del poeta César Vallejo, un libro de crónicas de Daniel Titinger (Santiago, UDP, 2021). Menos que una semblanza de Vallejo (aunque también es), un confluir de versiones sobre el poeta peruano, algunas encontradas. Cómo era, de qué murió, por qué estuvo preso. También una mirada algo piadosa sobre Georgette Vallejo, la mujer que se peleó con todos en la insana tarea de fijar una verdad sobre Vallejo.

Sin la pasión del otro Vallejo (Fernando Vallejo), la opción de Titinger recuerda la que siguió el colombiano para su biografía sobre Barba Jacob, El mensajero. A Vallejo, Fernando, lo movía la atracción afectiva y la batalla contra el olvido, persiguiendo a los testigos de la vida de Barba Jacob por geografías intrincadas (Centroamérica, México, el Caribe) y por archivos dispersos.

Titinger no persigue a una sombra, sino a un sujeto literario reescrito, analizado y referido múltiples veces, y con los más extraños énfasis. (De hecho, un valor del libro es la referencia a las versiones biográficas e interpretativas sobre Vallejo.) Su geografía, la del cronista, es también intrincada: París, Santiago de Chuco, Trujillo, Lima…, ofreciendo un trabajo admirable de movilidad y reconexión con raíces o arqueologías: el poder de la crónica.

Como Vallejo (Fernando), Titinger busca entre los testigos aún vivos, o entre los testigos que escucharon algo. Algunas cuentas del rosario resultan obvias, sobre todo la muerte en París, los motivos de la cárcel, la vida parisina, el compromiso marxista, la vida familiar originaria en Santiago de Chuco.

Menos que el impulso afectivo o la identificación modélica (pienso de nuevo en el otro Vallejo), en Titinger parece operar cierto sano distanciamiento con la materia, la biográfica y la poética. Para un vallejiano que lee sobre todo la poesía de Vallejo, ese distanciamiento quizá esté demasiado pronunciado. Titinger coloca, de hecho, al lector en una postura dubitativa. Era Vallejo, en realidad, ese gran hombre, o ese hombre triste, o ese gran poeta. ¿Y todo este coro de voces, textos, habladurías, chismes sobre Vallejo, en qué sentido darán con una verdad?

Si se le pide al libro de Titinger un resultado que incida de manera determinante sobre cómo leemos la poesía de Vallejo, quizá la petición se frustre. El libro no opera en el sentido de reactualizar una lectura de la obra de un autor, como si logra, por ejemplo, Cristina Rivera Garza al releer (en parte biográficamente) a Rulfo (Había mucha neblina o humo o no sé). En cambio, el libro de Titinger está organizado como unas crónicas entrelazadas (situadas en los lugares clave de la vida de Vallejo) que plantean los misterios fundamentales de su vida.

Las mejores de entre esas crónicas (por ejemplo, la de Santiago de Chuco, con el fervor de los fans de Vallejo, o la de la visita al Cementerio de Montparnasse, con la descripción de los peregrinos en la tumba de Vallejo, o la del encuentro con el pintor Szyszlo) actualizan a Vallejo de maneras inesperadas, entrelazan su vida y su legado con lo sorprendente, lo surreal e, incluso, lo siniestro. Queda, al terminar el libro, la impresión de una semblanza del poeta peruano, pero también de una especie de “taller irónico” (creo que así lo llama García Canclini) instalado en ese complejo tinglado de las relaciones del autor y sus públicos.

sábado, septiembre 04, 2021

Biblos

 



Ordeno la biblioteca, siento la desfamiliarización, lo Unheimlich

los autores muertos que se escuchan con los ojos, 

la pesantez e inutilidad de lo material, la metáfora 

que alude a página y excremento, la bazofia publicada, 

la meditación sobre para qué tanto libro, 

un deseo casi casto por lo virtual

(el espacio que ahorraría con una biblioteca de puros PDFs), 

la culpa por el tiempo que se acumula en una biblioteca, 

y el autor menor

 (¡yo mismo!)

 que queda atrapado entre dos autores canónicos, 

el Pajarito entre las dos Bestias


feb/2021

 

viernes, marzo 25, 2016

Elogio de la sombra

Por razones meramente didácticas tengo Elogio de la sombra en mis manos (EMECE; 1969).

Como es justo lo llevo en el crepúsculo al reducido (pero infinito) balcón: es marzo, es apasionado, hay todavía calor y una hoja primigenia va a volar pronto.

Y el hondo incendio del Pacífico sur que hace muchos días vi por vez primera desde un avión.

Voy viendo pasar los versos. Los malos, los militares.

Borges, yo habría estado con Palestina. Por qué tanto elogio a Israel. Ah Borges insospechable haciendo poesía política desde la ceguera.

Pero los probables peores versos de Borges rezan:
Que no profanen tu sagrado suelo, Inglaterra,
El jabalí alemán y la hiena italiana. (Elogio de la sombra 65)

Qué zoología, Borges.

Yo sólo tenía un libro de Borges. La selección que Retamar hizo en Cuba (para ser leído en La Víbora, en Baracoa, en San Antonio de los Baños).

Pero yo la lei con fervor entre Managua y Jinotepe. Y luego cortejé todos esos volúmenes Emecé de la Biblioteca Armando Joya.

Me doy cuenta ahora cómo quedé de sumergido en aquellos crepúsculos y sombras. Era el Borges que buscaba en Escandinavia, en Sajonia, entre las zoologías fantásticas.

No parecen estos versos menos vertiginosos, pródigos y controversiales que Borges el Otro, el de las entrevistas, la TV o el de la kodificación kodama.

Sin embargo, uno queda con la ilusión de un trato más íntimo. El Borges ultravanguardista nos lo anuncia:
"la forma tipográfica del versículo sirve para anunciar al lector que la emoción poética, no al información o el razonamiento, es lo que está esperándolo"

No sé si se ha hecho ya el Paper sobre vanguardistas ancianos que ven hacia atrás para rememorar y evaluar el destino de aquello que iniciaron. Está, por ejemplo, este Borges que bien dialogaría con el Cardoza y Aragón de El río: novelas de caballería.

Un estratégico sentido de la modestia preside este Elogio de la sombra. El Logro es atribuido a Joyce. La ilusión de novedad de la vanguardia, su impulso original, su fe y su espera es rescatada por los laberintos de aquel irlandés. Modestia, Borges? Narcisismo desplazado? En todo caso cicatriz heterológica:
"Yo soy los otros. Yo soy todos aquellos/ que ha rescatado tu obstinado rigor./ Soy los que no conoces y los que salvas."

Es el Borges lustral.



domingo, enero 24, 2016

Orígenes o del modernismo calibanesco

Ideología literaria hispanoamericana: las postvanguardias. Orígenes.

Leo el ensayo de Fina García Marruz sobre La familia de Orígenes (Habana: Ediciones Unión, 1997). (Si mal no recuerdo, compré este libro en agosto de 2014, una tarde cálida, en la salida de la Universidad de Heredia, y ha esperado desde entonces la lectura.)

García Marruz quiere mostrar una continuidad entre el modernismo hispanoamericano y el grupo literario que encabeza Lezama y se estructura en torno a la revista Orígenes. En vez de lo disruptivo de las vanguardias, lo integrativo del modernismo; en vez de crítica, reforma. Así como Octavio Paz en Los hijos del limo hablaba de una nueva vanguardia surgida en los 1940s, sin estridencia, sin manifiestos, secreta y silenciosa, así también García Marruz va a enfatizar un carácter conciliador en ese movimiento (el de Orígenes) que sin duda puede caracterizarse como una postvanguardia. (Es claro que la idea de modernismo que maneja Marruz es particular, y, como se verá, proyectada en un americanismo.)

Lo que más me asombra del ensayo de García Marruz es que ejemplifica de manera notable un entretejido ideológico: de una ideología literaria caracterizada por cierta presunción de continuidad. Sus nombres: Darío, Vallejo, Lorca, Lezama, Martí, en donde la intensidad total pertenece, por supuesto, al autor del Ismaelillo. Así Orígenes acomete una labor utópica. (No lo dice ella así; habla, más bien, de nacimiento, pero nacimiento aquí quiere decir promesa de resurrección en el modo cristiano, mesianismo del héroe histórico y literario: Martí; inscripción histórica de esa resurrección en la historia nacional cubana, y, en fin, utopía).

Estas ideas ya las había visto expuestas de manera también notable en la edición crítica de Paradiso (dirigida por Cintio Vitier, otro gran origenista, también excelente ensayista, y, se sabe, esposo de García Marruz). No se debe despreciar, por otra parte, el componente contextual de la intervención de la poeta cubana: se trata de su participación en la celebración del cincuentenario de Orígenes; se trata también de una hora histórica para Cuba: hora del llamado “período especial”, de muerte del comunismo a nivel global, y de imposición neoliberal en América Latina. Época asimismo del predominio de la ideología postmoderna, la que García Marruz justamente ataca.

La ideología literaria “origenista” toma como epicentro al dúo teleológico Martí-Lezama. A partir de ellos puede reescribirse lo que fue en realidad el modernismo; su humanismo martiano, su deriva comprometida en Vallejo (que no en la vanguardia como tal, la que Marruz considera con cierta aprensión), su confluencia en Orígenes (y en la revolución cubana).

Al vuelo hago notar algunos subrayados, preguntas y, quizá, ironías:

Para Marruz el modernismo confluye con un “pensamiento americano”. Más que modernismo como estilo literario, se trataría de un discurso moderno y americano, al que Orígenes daría continuidad.

Hay, como en todo discurso lezamiano que se precie de tal, un énfasis en el léxico y conceptualización del autor de Oppiano Licario. Esta maniobra merecería un estudio aparte. La adquisición de tal vocabulario es parte fundamental de la estrategia autorial, de la marca de grupo, de la distinción identitaria a través del secreto. (Además incurre en el tuteo secretísimo. Lezama es Lezama durante todo el libro pero los demás son nombres que el lector despistado tiene que asociar con un apellido: Eliseo, Octavio, Gastón, Cintio).

La supuesta “coralidad” del modernismo (porque para Marruz parece que el modernismo no fue de grandes personalidades separadas) es retomada por Orígenes, luego del episodio secularizador de las vanguardias. (La morfología del grupo o red interpretada subjetivamente desde el presente, es otra maniobra significativa.) La coralidad tiene su constitución política-alegórica en el discurso de Martí (9-10). Con todo lo sugerente de la idea, dos acotaciones: se puede (se debe) relativizar la coralidad del modernismo (ver todo lo que separa, por ejemplo, a Darío de Asunción Silva; a Martí de Chocano; a Barba-Jacob de todos los demás: sobre todo, no son un grupo imantado por lo nacional y reivindican la personalidad, “mi poesía es mía en mí”). También se puede relativizar la falta de “coralidad” en las vanguardias: hay grupos como los Contemporáneos en México que parecen muy integrados como grupo y, además, más continuistas que disruptores. (La cronología vanguardia-postvanguardia no es tersa ni sucesiva).

A pesar de invocar la coralidad, el discurso de Marruz tiende a optar por las dicotomías, al enfatizar, por ejemplo, “la esencial catolicidad de Orígenes”. De la catolicidad parte, además, la estética. Línea que pasa por el orfismo, el verbo hecho carne del Evangelio y lo que ella (o Lezama) llama “naciente” en el modernismo-americanismo. Uno pensaría en Darío oponiendo al “numen bárbaro el resplandor latino”. Es una modernidad que no va hacia el nihilismo identificado por Nietzsche sino una que tiene por guía a Dante “poeta de la catolicidad” (14). (Es claro que Nietzsche se sabe síntoma del nihilismo pero no se considera a sí mismo nihilista como tal, o, al menos, no completamente. Por qué no se encontrarán en algún tramo ulterior la modernidad hispanoamericana y la nietzscheana?)

Pero en el caso de Orígenes (en el de Lezama) la insistencia en lo unitivo implica tener como horizonte último la vida. De ahí la politización que Marruz opera tanto en la forma en que se reescribe Orígenes como en la forma en que se concibe lo hispanoamericano. La narrativa de esta ideología es heroica: las muertes de letrados que optan por la espada en momentos críticos: Garcilaso, Martí. Conjuntamente, los ensayos de Lezama dedicados a estos héroes estructuran parte fundamental de la exposición de Marruz.

“Secreto de Garcilaso”, ensayo de Lezama, indica, entre otras cosas, la fusión de poesía popular y culta, el mantenimiento de equilibrio entre contrarios (como ya dije, consigna de esta postvanguardia), y, sobre todo, el secreto de la muerte. La muerte del cortesano (Garcilaso lo era) implica un desapego del servilismo con la corte y la actuación por el favor, para avanzar hacia una “cortesanía” heroica, o, más bien, ética. La muerte de Garcilaso repercute, en esta interpretación, en la de Martí. (Y, se sobreentiende, es el modelo de intelectual que junta un elevado ideal estético y un compromiso político.)

Marruz aprovecha para dejar claras las distancias entre el barroco de Lezama y el neobarroco de Sarduy. (No dejar de mencionar que Sarduy se ha declarado “Un heredero” de Lezama, por lo que acá emerge un conflicto por el legado.) Sin embargo, ve en el planteamiento de Sarduy una cercanía con el postmodernismo, la amalgama desjerarquizada, el aplanamiento y el arte gay. De ahí, la procura ideológica: la historia latinoamericana es de emancipación, opina Marruz, hay que optar por “un nuevo nacimiento” (22).

Más aún, la “expresión americana”, cree Marruz, antes que de proliferación es de sobriedad, de un raro equilibrio entre desmesura y medida, entre lo dionisíaco y lo apolíneo. De hecho no parecen necesarios, en una interpretación o apropiación del legado de Lezama, los arrestos incendiarios (y dionisíacos) de la vanguardia o del neobarroco:

“Lo que siempre impedirá a Lezama ser un neobarroco es justamente ese “aplanamiento” o desjerarquización inadmisible, es su fidelidad a estas raíces, es el gran retrato militar del padre presidiendo la salita de Trocadero, es el “Yo no puedo olvidar nunca/ la mañanita de otoño”, son los espejuelos sabios y sobrios de Varela, la sentencia de Martí.” (25)

Lezama, pues, adherido a una genealogía nacional (en donde los procesos de emancipación, esencia postvanguardista, decantan el desorden de la proliferación dionisíaca-barroca). Sarduy, según Marruz, en redes de desapego. (Otra sensación se percibe en el texto del Sarduy de El Cristo de la rue Jacob: el apego sobrevive en esta Juana de Arco electrónica que sigue escuchando las voces.) Esa genealogía, cree Marruz, impone una “nueva sobriedad”, “la alianza de un esplendor y una carencia” (28). “Lo realmente nuevo--confirma--no es nunca ni una continuación sin nacimiento ni una brusca ruptura, sino un encuentro, algo que se realiza las potencialidades de lo anterior” (28).

Lo americano moderno estaría signado, pues, por la palabra-acto (31); por, se podría decir, la fuerza de los actos de habla que Martí impone a la cultura. “Poética del Verbo” lo llama Marruz y lo encuentra presente en la genealogía ya apuntada (Martí, Darìo, Vallejo).

Esta ética identificatoria y responsable (toda ideologìa literaria es corrección política), llevó a Orígenes (y lleva a Marruz) a rechazar los aspectos más radicales (o comodificados) del surrealismo. Algunos desdenes: “Cuando Orígenes, ya todos estábamos cansados de los bigotes puestos a la Gioconda y otras fáciles transgresiones. La vanguardia se identificó demasiado con lo “joven”.” (35). “Tenìamos padres, teníamos el Seminario de San Carlos, y nos aburría Freud” (39).

Reivindica, sin embargo, a Lorca, “muy querido por los origenistas” (36). (Pero es “Juan Ramón”--dios tuteado y tuteable--el español tutelar de este libro.) El descrédito del surrealismo corre por las vías del americanismo (y recuerda en parte la postura famosa de Carpentier: somos en verdad nosotros los naturalmente surrealistas.) (Dos estudios apartes implicarìan: rearmar las redes del surrealismo latinoamericano, en las que, por ejemplo, el caso mexicano, y Cardoza y Aragón, serían fundamentales; advertir cómo se desacredita la vanguardia en el escenario postvanguardista latinoamericano: de Paz a Carlos Martínez Rivas, de Orígenes a Parra).

La misma actitud reticente y separadora (un lado incorrecto y otro correcto del surrealismo y de toda tradición) opera en la lectura de Rimbaud, otra notable apropiación de Orígenes. “Nosotros siempre preferimos a lo de “poeta maldito” lo de “místico en estado salvaje”” (43). Es el Rimbaud que confronta el silencio, lo común y la muerte: el más asimilado a un ejemplo ético, crístico y “martiano”. Así Rimbaud parece abrir otra de las innumerables puertas al ejemplo de Martí (particularmente Martí dentro del sistema poético de Lezama).

El “desciframiento” de Martí es una operación (de) política identificatoria: Lezama lo descrifa “a la luz de nuestro destino”. La escritura de Lezama, por ejemplo su anticipación de Oppiano Licario, se confunde con esa tarea. Martí y el destino nacional ordenan la escritura del sistema poético de Lezama. Un sistema teleológico en torno a figuras de tradición que recomponen filiaciones y herencias (inspirado en una larga tradición de escrituras teológicas y seculares).

Enarbola Marruz el término reformador para identificar a Lezama, oponiéndose a una denigrada función crítica que no hace sino legitimar el poder. La politicidad de Orígenes sería de principios (en este caso de soberanía nacional), y, por eso, la identificación con la revolución cubana. Aparte de situaciones coyunturales y burocráticas producidas dentro de la misma revolución, la adhesión a principios daría continuidad en el presente a la herencia de Orígenes (y de Lezama). Su política es la de “los reformadores internos, que tratan de abrir espacios mayores de libertad dentro del cuerpo de que forman parte” (59).

Marruz aborda brevemente la cuestión del final de Orígenes, debida a una secesión provocada por lo que parece un capricho de “Juan Ramón” en contra de los poetas de la vanguardia española. De nuevo reitera la escisión entre modernistas (“Juan Ramón” amigo de Darío) y vanguardistas (Aleixandre, Guillén). Y reafirma las características conciliadoras de Orígenes en las que predomina la comunión y demás figuras integrales del catolicismo que se colocan por encima de las guerrillas literarias típicas de la modernidad.

Un gesto clásico pareciera signar a Orígenes, sin dejar de notar que en el fondo la defensa de esta especie de clasisismo implica en realidad una postura de combate de los otros (los críticos y dionisíacos), llámense Sarduy, García Vega, Virgilio Piñera, etcétera. No digo que Marruz tengo menos o más razón en sus posturas, sino que su aparente catolicidad (en el sentido más abarcador del término) se basa también en la partición polémica de los grupos literarios modernos, y que en el caso particular de Cuba esa partición es también política.

Marruz reitera la necesidad de reescritura del legado modernista, llevándolo, incluso, a confluir con la teología de la liberación. Su idea de modernismo es pues, menos la que podría ofrecer la historia de la cultura (y menos una particularizada en identidades modernas menores, como los géneros y la sexualidad), que la que articularía una tradición americanista y emancipatoria de la modernidad: un modernismo calibánico y tribunal.

jueves, diciembre 31, 2015

Libros 2015

Algunos libros notables que leí durante el año:

Pablo Giordano. The Human Body (New York: Viking, 2014).

Severo Sarduy. El Cristo de la rue Jacob y otros textos (Santiago: Universidad Diego Portales, 2014).

Jean-Francois Lyotard. La Confesión de Agustín (Buenos Aires: Losada, 2002).

Émile Verhaeren y Darío de Regoyos. España negra. (Barcelona: Terra Incognita, 1999).

Badiou, Alain. La aventura de la filosofía francesa (Santiago: LOM, 2014).

Damián Tabarovsky. Escritos de un insomne. (Santiago: Alquimia, 2015).

Badiou, Alain. Pequeño panteón portatil. (Buenos Aires: FCE, 2002).

sábado, noviembre 07, 2015

Olor y narración

El aroma del tiempo (Byung-Chul Han, 2015)

De este libro, entre reflexivo y consumible, me interesó la biblioteca, relativamente variada y copiosa para sus 169 páginas. El Heidegger tardío de Camino de campo. El Nietzsche de Humano, demasiado humano. Proust.

Pero también los contendientes: el Lyotard de Moralidades postmodernas, el Heidegger de El ser y el tiempo (o partes de él), la Hanna Arendt de La condición humana.

Su tesis es relativamente simple. No vivimos en el presente una aceleración del tiempo, sino su atomización. Byung-Chul Han convoca un tiempo demorado, reflexivo, contemplativo. A Heidegger le agregaría la mística. A Arendt le combate una idea muy estricta de actividad, notando cómo la actividad lleva a la mecanización. A Lyotard le dice que el fin de la narración no implica lo vegetativo. De hecho hace falta narración (u olor de narración). “La narración da aroma al tiempo” (pág. 38). De ahí que Proust sea uno de sus héroes (junto a los caminantes rurales de Heidegger y Nietzsche).

A Byung-Chul Han lo están traduciendo a toda prisa en Argentina Barcelona (Herder), donde ya aparecen varios otros títulos (entre ellos La sociedad de la transparencia).

Quizá su nombre y procedencia, y su injerto en la filosofía alemana, provoquen un atractivo orientalista entre lectores del llamado mundo occidental (y latinoamericano). No deja de ejercer, además, cierto coqueteo con el budismo “nueva era” que resultará atractivo para un público más amplio.

Por otra parte, Han es sin duda un lector perspicaz y un hábil ensamblador de líneas temáticas largas de la filosofía actual. La cuestión de la duración del tiempo, en este caso, si bien es extraño que no haya alusión alguna a Bergson. Tampoco habría simpatía, según entiendo, con las líneas esquizoides con que Deleuze mira el cine. (De hecho Han quiere rehuir, siguiendo a Proust, un tiempo “cinematográfico” que sería atomizador. No vio a Tarkovski, no vio a Kiarostami.)

Aún otro elemento puede contribuir a una percepción liviana de Han. En comparación con algunos autores franceses  (Badiou, Rancière), parece des-politizado. El tiempo atomizado de la posmodernidad y su remedio (la contemplación) no son cuestiones que Han resolvería fuera de la biblioteca.

sábado, octubre 24, 2015

Aparte

 Vieron los 13 libros favoritos de Christopher Domínguez? 

Y si hago mi lista? El problema es que sería de libros transeúntes, no fijados en la biblioteca. Los he ido dejando en este o este otro anaquel (y con más frecuencia esta o esta otra caja de cartón), en este o este otro país. Libros, en efecto, que he olvidado.

Incluiría Tristes trópicos, visto como manual de humanista. Alguna novela de Stendhal, Flaubert, Dostoyevki, Kafka (América, sin duda), Thomas Mann. Digamos, La cartuja de parma, La educación sentimental, Crimen y castigo, La montaña mágica.

El Trópico de cáncer de Miller. La poesía de Pasolini (este sería más un libro del futuro que del pasado). Las memorias de Hemingway sobre París, A moveable feast o París era una fiesta.

Me gustan los compendios de filosofía. Quizá tomaría Qué significa pensar de Heidegger, que no es un compendio pero podría leerse como tal. Tal vez Spinoza filosofía práctica o Una vida de Deleuze, ese tipo de libro breve y precioso de filosofía que sabía escribir D..

Luego las verdaderas novelas latinoamericanas: Paradiso, El zorro de arriba y el zorro de abajo.

domingo, febrero 22, 2015

Márgenes recorridos

Subo una copia en pdf, vía Scribd, de mis Márgenes. Por fin logré vencer al escaner que me había entorpecido el trabajo varias veces. (Se verá que la copia no es perfecta, aunque legible, y me refiero a la tipografía y no a la prosa necesariamente.)

Este libro es hijo del Seminario de literatura centroamericana que iniciaron en los 1990s Franz Galich y Bárbara Dröscher, y que luego dirigió Werner Mackebach. Hijo, digamos, con defectos propios. Además, como proyecto de libro fue acogido por Margarita Vannini, directora del IHNCA. Por último, revisado para publicarse cuando yo estudiaba ya en la Universidad de Pittsburgh.

Si tuviera que reescribirlo, quitaría gran parte de las comillas que, creo yo, abruman al libro. ¿Por qué las necesité entonces? ¿Quizá para dar énfasis a tantos distanciamientos?

Si tuviera que reeditarlo, simplemente agregaría varios otros ensayos acumulados. Así me mantendría dentro de la lógica de los Márgenes, buscando su invocación primaria. Aunque el destino de la reedición no favorece historicamente al libro centroamericano.

Como digo, tiene ya 20 años el impulso inicial de estos ensayos. Aunque se podría decir que el ambiente de discusión intelectual no era favorable en Nicaragua (nunca lo es), creo que estábamos llenos de deseos de contradecir y criticar. (Voy del singular al plural, porque siempre en estos casos hay más de uno. Lo mismo pasaba con el grupo literario 400 elefantes.)

No creo que se pueda hacer un balance a esta altura. (Realmente aportaron algo estos intentos?)  En todo caso el balance es la dispersión.

Pero eso, he tenido que aprenderlo, tampoco es novedoso en Centroamérica. (Otros países centroamericanos--El Salvador o Costa Rica--me parecen más abiertos al debate que Nicaragua, en donde todo tiende a convertirse en carnaval dirigido desde arriba.)

Quizá un elemento parcialmente superficial es la adquisición de las retóricas posmodernas y poscoloniales que se deja ver en este tipo de ensayos. Pero digo que es superficial (no caí por suerte en el Nirvana posmo de algunos otros) porque el fondo estaba bien asido de la historia, o del deseo de historia.

En la página del índice califiqué al estilo gringo (de A+ a B-) los ensayos. La calificación me sigue pareciendo justa.


sábado, diciembre 07, 2013

Libros leídos a la mitad

Durante 2013

Teoría y crítica literaria
Apter, Emily. Against World Literature: On the Politics of Untranslatability. London: Verso, 2013.

Autoayuda, misticismo y ese tipo de pendejadas
Murakami, .Haruki. What I Talk About When I Talk About Running: A Memoir. Knopf, 2008. 
[Entretenida, en cierto sentido minimalista, memoria en torno a la vida del autor en pistas de carrera (aunque también de bicicletas). Buena lectura para corredores. Menos quizá para literatos puros: se quejarán de la costura alegorica entre atletismo y escritura de novela, y dirán que se trata de un Hemingway que nada caza.]

Merton, Thomas. Spiritual Direction & Meditation. The Liturgical Press, s/f.

Boroson, Martin. The One-Moment Master: Stillness for People on the Go. Random House Ebooks, s/f.

Filosofía pura y dura
Zizek, Slavoj. Less Than Nothing: Hegel and the Shadow of Dialectical Materialism. Verso, 2012.
[Esta es la novela del idealismo alemán hablada en prosa del presente. Una reescritura de Hegel en la intemperie.]

Pérez Soto, Carlos. Sobre Hegel. Santiago: Lom, 2010.
[Ya había comentado algo de este libro.]

Filosofía florida
Comay, Rebecca. Mourning Sickness: Hegel and the  French Revolution. Standford University Press, 2011.
[El idealismo alemán mirando hacia Francia y su revolución imagina que la revolución puede hacerse en Alemania con pensamiento puro: la genealogía de Kant a Hegel, y toda la generación melancólica.] 

Novela
Pamuk, Orhan. El castillo blanco. Mondadori, 2007.

Memoria
Cardenal, Fernando. Sacerdote en la revolución: Memorias. Managua: anamá, 2008.

Poesía
Una tribu de salvajes improvisando a las puertas del infierno: Antología Beat. Compilación y traducción de John Burns y Rubén Medina. Universidad Autónoma de Nuevo Leon, 2012.
[Una decepción hasta cierto punto. Veo a los beats entregados a la vez a una idea institucional y museográfica del arte, y a una búsqueda de equilibrio subjetivo, zen o new age. En algunas partes palpita el afamado eso no es escritura sino mecanografía. Mundo sentimental, rayuelesco, si se perdona la divagación cortazariana, ya desarticulado en las novelas de Houellebecq. Antología bilingüe en que se ve lo vertiginoso y difícil que puede ser una traducción.]

Pound, Ezra. Antología de Ezra Pound: Homenajes desde Chile. versiones y edición de Armando Uribe Arce y Armando Roa Vial. Editorial Universitaria, 2010.

Ensayo
Castellanos Moya, Horacio. La metamorfosis del sabueso: ensayos personales y otros textos. Universidad Diego Portales, 2011
 [Los ensayos terrenales, sobre El Salvador y su cultura, son los más controversiales. Me perturba algo cierta domesticación o relativización que comete en Roque Dalton; las convencionales caricaturas de los cubanos como entes del mal (igual a los rusos en las películas de Hollywood). Los ensayos mentales (sobre literatura del mundo) están mucho mejor, el tipo se concentra más en sus pasiones literarias que en sus tics de escritor de la violencia centroamericana. Como en tantos otros libros este también lleva solapa con frase de Bolaño, lo que de cierta forma lo pone a uno en guardia.]

Rojas, Rafael. La vanguardia peregrina: el escritor cubano, la tradición y el exilio. México: FCE, 2013.

Sheridan, Guillermo. Señales debidas. México: FCE, 2012

Antropología
Viveiros de Castro, Eduardo. Metafísicas caníbales: líneas de antropología postestructural., Buenos Aires: Katz, 2010.
[Vía Deleuze otorgar a los pueblos originarios el saber elaborado por la antropología estructural. Muy interesante.] 

La Biblia (Reina-Valera 1960)
"Evangelio según San Marcos"
"Primera epístola del apostol San Pablo a los corintios"
[Se mete en el debate entre griegos y hebreos, "Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría" (1:22). Entonces da la espalda a esas supersticiones, o da la espalda al mundo antiguo? "¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?" (1:20). Y acá la llamada "opción por los pobres": "lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios" (1:27). Aclaración: intentaría, de darse el caso, una lectura secular, midiendo los gestos políticos de Saulo.]

Teoría crítica
Beasley-Murray, Jon. Posthegemony: Political Theory and Latin America. University of Minnesota Press, 2010

Beverley, John. Latinoamericanism After 9/11. Duke University Press, 2011
[Muy sugerente planteamiento sobre el horizonte (u)tópico de una América Latina after el final de la hegemonía norteamericana. En la revista Política Comun se ha publicado algo del debate sobre el libro.]

Keucheyan, Razmig. The Left Hemisphere: Mapping Critical Theory Today. Verso, 2013.
[El manual que los manualeros nicaragüenses no escribirán.]

Crónicas sobre New Orleans
Inventing New Orleans: Writings of Lafcadio Hearn. S. Frederick Starr, ed. University Press of Mississippi, 2001.
 [New Orleans por mi investigación sobre José Coronel Urtecho que pasó por allí en 1942 invocando a Lafcadio Hearn (y a Mark Twain, etc.), lo que me hizo pensar que también Jim Jarmusch había pasado por ahí para filmar Down by Law... Había escrito una nota poco rigurosa al respecto, y una ponencia que presenté en julio de este año en Costa Rica.]

Adenda 31/12/2013

Novela 
Coetzee, J.M. Scenes from Provincial Life. Peguin Books, 2012

Zambra, Alejandro. Formas de volver a casa. Anagrama, 2011
[novela de la variable "generación", con el potencial peligro de exotizar a la generación joven que no es culpable, o a la generación vieja que sí, etc. En ese sentido imposible sin la dominante Bolaño.]

viernes, diciembre 28, 2012

Libros 2012

No se trata de la lista de novedades, sacada de la librería oportuna y oportunista.

 Más bien es un trazo transversal por un estilo de lectura. Lo saben los profesores de literatura: se lee en un desorden temporal (incluidos los clásicos releídos y canónicos otro tanto). Pero se lee también de forma burocrática (miles de páginas literales de proyectos y tesis y exámenes). Y se lee por operatividad: los libros académicos puramente informativos.

Entre tanto, no queda más que hacer conversar proyecto de investigación con recreo. Advierto en esta lista un vicio evidente por la literatura autobiográfica, y una intención (ansiedad también podría ser) por ver explicada a Centroamérica. Esos parámetros orientan, como se verá, la selección. De esa forma impura ("imputa" solía decir yo mismo en otro mundo y otra lengua), los ordeno de la siguiente manera:

1. Fernando Vallejo. El Mensajero: una biografía de Porfirio Barba Jacob. Bogotá: Alfaguara, 2003.

 Comprado en una feria de libro en Ñuñoa, a precio muy barato: es obvio que Alfaguara no ha podido venderlo todo. Lo enseñé este año (es un decir) en un curso sobre modernismo. Es apasionante (sigue la azarosa e impura vida de Barba Jacob por el Caribe, México y Centroamérica) pero cruel con el lector: sin divisiones de capítulos y en esquema intrincado, y en prosa hablada, y con imprecaciones, anecdotas y comicidades abundantes. Sigue a Barba Jacob, como queda dicho, pero sigue a la vez la investigación del narrador sobre Barba Jacob que es la otra (la verdadera) novela superpuesta. Lo trabajo todavía en un ensayo para mostrar ese otro Caribe no postcolonial sino decadente.

2. Ricardo Piglia. La ciudad ausente. Buenos Aires: Sudamericana, 1993. .

En febrero, en Santiago, la feria del libro usado. A mí (des)honestamente me entusiasma más Piglia que Bolaño. Me parece que es el código real. Esto seguramente por deformación profesional: no trabajo literatura argentina, y tengo mitificado el otro lado de los Andes que comienza por Borges e incluye un archivo bien edificado. Esa ignorancia (que es salvación) me deja leer ese archivo como otro. Y es ahí donde quizá sobrevaloro la habilidad narrativa de esta novela. Una especie de Godard en forma que hubiera merodeado ahí por donde anduvo Onetti

3. Andreas Huyssen. Modernismo después de la posmodernidad. Barcelona: Gedisa, 2010.

Para seguir pistas de las otras modernidades estéticas, este libro puede ser buena introducción. Por qué la modernidad era buena después de todo? Es decir, después de la bobería postmoderna y orientalista? Porque siempre fue plural y sin centro. Esta sería, más o menos, la tesis de Huyssen. Así se pueden pensar otras modernidades,  en Rusia, Latinoamérica y demás. Quizá las respuestas de Huyssen sean apenas útiles para el limitado espacio de la cultura o la estética, y su argumento peque de colonial en el sentido que le darían los decoloniales. Sin embargo, es muy útil para pensar en el modernismo hispanoamericano que es mi actual tarea de investigación.

4. Edelberto Torres-Rivas. Revoluciones sin cambios revolucionarios: ensayos sobre la crisis en Centroamérica. Guatemala: F&G, 2011.

Magnífico estudio de las revoluciones en tres países: Guatemala, El Salvador y Nicaragua. Nada de las facilidades ni hablares ideológicos típicos de la izquierda intelectual (que se esfuerzan siempre por mostrar lo buenos y antistalinistas que fueron siempre), sino un estudio muy justificado desde los posibles acercamientos al tema (¿historia o sociología?), el despliegue acotado de los acápites y conceptos, diferenciaciones contextuales importantísimas (tan pequeña y tan diversa esta región), y ensayismo del mejor, del que cuelga preguntas de verdad en el espacio de los debates. 



5. J. M. Coetzee. Verano: escenas de una vida de provincias III.Barcelona: Mondadori, 2010.

Coetzee personaje de novela, entre el patetismo y la culpabilidad.





6. Michel Houellebecq. Las partículas elementales. Barcelona: Anagrama, 2009. Esta es una relectura. El rocanrol (ese espejismo narcisista) siempre estaba ocupado por su autocrítica (que es la suma del narcisismo). De ahí que haya definido muy bien desde el comienzo el significado de las escaleras al cielo. Esta novela de H. es esa misma crítica en que se igualan sociedad del espectáculo y del consumo, new age y posmodernismo, power-flower y fanatismo autocomplaciente pequeñoburgués. Pero se avista una salida: la ciencia y el diseño de seres/hombres nuevos. Nietzsche que es una ironía.

7. Edward W. Said. Fuera de lugar. Barcelona: Grijalbo, 2001.

El cuerpo de Said, sobre todo el pequeño y el joven Said. No una autobiografía intelectual como podía esperarse, sino una del padecimiento, de la reglamentación corporal. El exilio es siempre el de ese otro que está afuera. Uno averigua, pues, en este libro no la formación académica de Said (para eso están otros libros menos comprometidos del mismo autor), sino una conformación familiar, la pasión que despierta la madre, sus juegos de poder, los ritos familiares, la lucha (tantas veces absurda) con el cuerpo, la naturaleza itinerante y sin embargo arraigada de esta familia. Lección que otra vez aprendí, diría el poeta.

8. Edgar Morin. Mis demonios. Barcelona: Kairós, 2005.

Todo lo opuesto a la autobiografía de Said, en la de Morin el personaje justifica su notabilidad y singularidad. Mucho menos familiar o somático, quiere mostrar una historia de la erudición, y, más aún, de la necesidad transdisciplinaria: por qué Morin, el personaje, ha intentado juntar las ciencias y las humanidades. La doctrina ética fundamental del libro es la tolerancia, la ausencia de puntos radicales para la verdad, explicados con parámetros históricos clave: los partidos comunistas y el socialismo real básicamente. Pero también el sionismo, y la proclamación de un marranismo cosmpolita. Evidente que si la autobiografía de Said habita los bordes (la perturbadora filiación), la de Morin ocupa el viejo lugar renacentista y secular europeo. Moraleja: todos deberíamos ser conversos. De algo, pero con versos.

9. Ileana Rodríguez. Hombres de empresa, saber y poder en Centroamérica. Managua: IHNCA, 2011.

Hay que decantar los Balcanes y Volcanes de Sergio Ramírez. Provincializarlos. Desactivarlos. Eso sería objetivo digno de una clase de cultura centroamericana. En auxilio vienen libros como este de Ileana Rodríguez. Una lecttura de lo centroamericano desde lo excéntrico, y las inscripciones de los viajeros que instalan modernidad, ciencia y mito al mismo tiempo. Marcas que permanecen en el canon de lo moderno, y que es inevitable advertir una vez que uno recorre de nuevo los márgenes. La mirada aguda y la disciplina constante.

10. Étienne Klein. Las tácticas de Cronos. Madrid: Siruela, 2005.

Soy pésimo para la física y nulo para la literatura fantástica (veré el Hobbit en mi próxima reencarnación). Este libro llega entonces como una especie de consuelo doble. Primero, Einstein creía que el Universo no se movía, así todos tenemos algo de pre-Einstenianos. Segundo, es improbable que haya otros tiempos y otros universos aparte de este. Para no mencionar a San Agustín.

domingo, noviembre 04, 2012

Un día en la vida de un diccionario

De vez en cuando me creo Nebrija.

Me las doy de ucrónico en el polvo.

Y paso en el recuerdo largas horas, inmóvil como un pensador, entretejiendo prosapias: la lengua y el habla, la biblioteca y el universo. Soy un pendejo idealista. Un Borges en el lado equivocado (take a walk on the wild side) de la Cordillera.

Me toma en sus manos para acostarme sobre el escritorio y poner la taza del café sobre mí, ya que tengo el cuero duro. Me estás herrando, Erróneo?

Lo primero que hizo, días de bazar en barrios perdidos, fue buscar dentro mí. Buscó la palabra culo, "prueba de fuego de todo diccionario que se precie de tal". Ya que padece la petulancia de los profesores.

No la encontró. Me acusó de franquista. Y me espetó este y otros nombres. Me sonaba todo a otra galaxia.

"Ese diccionario debe ser feliz con vos", le dicen de vez en cuando. Y entonces me mira con cierto desprecio irónico. Expurgado, trunco, conservador, anacrónico, lento.

Hoy busca la palabra expolio y la lee con sospecha. Tema hallar una hebra de pelo del Generalísimo entre mis páginas. Otrosi, la firma de Samuel Gili y Gaya le da risa. Está seguro con su conexión a Internet, pero me necesita para demarcar su progresismo político.

Cree que soy Nebrija. Pero lo piensa como pensar una parcela del infierno, una uña de Felipe II que se ha quedado en el polvo transatlántico.

Cuando llegue el Día del Libro terminará por darme un golpe.



miércoles, septiembre 12, 2012

Calavera y trance



Te reto a este trabajo de memoria: el esqueleto de los años marcado aquí y allá por un libro. ¿Cómo se verá tu calavera en ese trance?

Al tiempo volvió con el siguiente diagrama:

1977.  Papillon de Henri Charriere
1978. Sociología del materialismo de Leoncio Basbaum
1981. Crimen y Castigo de Dostoyevski
1982. La montaña es algo más que una inmensa estepa verde de Omar Cabezas
1985. La Cartuja de Parma de Stendhal.
1986. El lugar sin límites de José Donoso
1987. Doktor Faustus de Thomas Mann
1988. Madame Bovary de Flaubert
1991. Tropic of Cancer de Henry Miller
1992. Iluminaciones de Rimbaud
1993. Teorema de Pasolini ¿o Notas sobre el cinematógrafo de Robert Bresson?

Después o antes de eso, me dijo, todo me parece más abstruso y aglomerado.