La próxima semana se celebra en Managua un encuentro de narradores llamado Centroamérica Cuenta.
A mí me dio por parodiar el título: se debería llamar Centroamérica Cuesta. No por mala sangre, sino por buscar el lado irónico del asunto, si es que lo tiene.
Nadie que decida dedicarse a las letras en aquellas tierras (y cuando digo letras no me refiero únicamente al intento de profesionalizarse como escritor, sino también en otros bordes de la escritura: crítica, teoría, historia) dejará de sentir que, en efecto, Centroamérica Cuesta.
Nadie que decida proponer una perspectiva regional, es decir, centroamericana, dejará de enfrentarse con los chacales (son un símbolo palpable y fiero): los localismos, los desconocimientos, la falta de archivos y bibliotecas, el caudillismo cultural, las distancias.
Por lo general, Centroamérica es un anaquel en una perdida biblioteca (digamos, por poner un ejemplo, la de don Rafael Heliodoro Valle o la de Ernesto Mejía Sánchez) y con una casi imaginaria bibliografía elaborada a tientos, y, por la falta de interés, entregada al olvido. (Eso fue el siglo XX, y estamos en el XXI, podría responder alguien optimista. Lo que no le quita nada al deber de pensar qué tan significativos han sido los cambios en ambos siglos.)
(Alguien podría lamentar también la falta de glamour de esa Biblioteca Centroamericana que no revivirá por virtud del mercado editorial, como podría pensarse.)
¿Cuánta consciencia tenemos de la lógica de olvido que se cierne sobre lo centroamericano, en este caso tomado únicamente como archivo regional,y sin querer significar las diversas dificultades políticas, sociales y culturales de la región?
lunes, mayo 11, 2015
martes, mayo 05, 2015
Contra insomnes
El insomne, ese hermano menor del suicida.
Se levanta a limarse las uñas, sacudirse un poco la melena, lamerse heridas antiguas. Recurre al diario íntimo, al mensaje anónimo intimidante ("su marido, señora, se masturba leyendo a Cioran"). Sonríe de alguna gracia, observa una nalga que parece la nave del olvido.
La noche en todas partes es la misma. Vista de espaldas es húmeda, de frente, vertiginosa. Piensa en animales: el filósofo con el cuero colgando del cuello, cayendo como rollo antiguo, la escritora con las largas raíces en el cabello (raíces nacionales, bienes raíces). El muchacho de buen corazón y mala prosa.
La noche insomne tiene mal oído musical. La radio fúnebre. El pasto envenenado. El cielo aplastante. No se sabe respirar en noches insomnes. Se suspenden las funciones intestinales pero cunde el mal aliento.
Insomne hermano idiota del suicida. Ahora asoma la nariz en la ventana. Toma un abrigo y camina sonámbulo por el parque. Ve brotar las sombras amenazantes, Hitchcock menor y adocenado. Se da cuenta que dejó la llave en el departamento. Ahora sí que se jodió la noche.
Saquemos entonces conclusiones, se dice.
Se levanta a limarse las uñas, sacudirse un poco la melena, lamerse heridas antiguas. Recurre al diario íntimo, al mensaje anónimo intimidante ("su marido, señora, se masturba leyendo a Cioran"). Sonríe de alguna gracia, observa una nalga que parece la nave del olvido.
La noche en todas partes es la misma. Vista de espaldas es húmeda, de frente, vertiginosa. Piensa en animales: el filósofo con el cuero colgando del cuello, cayendo como rollo antiguo, la escritora con las largas raíces en el cabello (raíces nacionales, bienes raíces). El muchacho de buen corazón y mala prosa.
La noche insomne tiene mal oído musical. La radio fúnebre. El pasto envenenado. El cielo aplastante. No se sabe respirar en noches insomnes. Se suspenden las funciones intestinales pero cunde el mal aliento.
Insomne hermano idiota del suicida. Ahora asoma la nariz en la ventana. Toma un abrigo y camina sonámbulo por el parque. Ve brotar las sombras amenazantes, Hitchcock menor y adocenado. Se da cuenta que dejó la llave en el departamento. Ahora sí que se jodió la noche.
Saquemos entonces conclusiones, se dice.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)