25 de octubre. Sueño con la Escuela. Es el día de la graduación. Vamos en una camioneta que tomamos en Guanuca. (La alusión literaria y automática que hace el sueño es a mi cuento “Road movie”, que comienza: “Salimos de Matagalpa…”). Llegamos a la Escuela y comprendo que no podré volver a casa esa noche. Pronto será el acto de graduación y en el bar se vende cerveza. Saludo emocionado a la mujer que atiende el bar. No sé definir quién es pero nos saludamos efusivos. Compro una cerveza pero me sirven un trago de un vino de cerezas. Considero a lo cambiado que está el espacio de la Escuela. Se ha agregado una especie de patio típico de las escuelas militares gringas (al menos las de películas, por ejemplo De aquí a la eternidad). Me llama especialmente la atención el lugar donde están ubicados los cajeros automáticos. Podría quizá necesitar dinero. Debo llamar en algún momento a mi madre para avisarle que no llego hoy por la noche. Pero quizá alguien salga en un vehículo y me gane un aventón nocturno. (En cierto sentido me siento en las afueras de Santiago, y presiento la llegada a la ciudad viniendo desde Valparaíso por una pista en que se ven las luces de la ciudad a lo lejos.) Me entregan en una bolsa de plástico, como una bolsa de basura o de compras recientes, un zapato y un nombre. Cuando comience la graduación deberé entregar el zapato correspondiente al graduando (esto está relacionado obviamente con mi actual trabajo como profesor de estudiantes de postgrado, yo poseo la mitad del trámite). Espero el momento, siempre con la esperanza de volver esa noche, o de amanecer lo más tranquilo que pueda en la Escuela. El tiempo histórico de los que me esperan parace ser los años 90s. Presiento la espera de mis padres en la casa de entonces.
(En una entrada anterior, me despedía de la Escuela en un sueño.)