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lunes, agosto 24, 2009

La sequía

Restos eternos de los Judas en los tendidos eléctricos. Aquí pasaron los basuqueros peleándose por la faja, la camisa, la gorra y los zapatos deportivos. Y el verano se ha hecho eterno: aleros por todos lados, el clima verbal y paradisíaco de las moscas, humedad ocasional y sol.

Tras varios inviernos de lluvia eterna, sepultados en octubre y vueltos a nacer en mayo. Tras extrañar tanto los aleros y convencerme de mi intimidad con las nubes estacionarias. Mariposas tigre se pelean con los zanates en el patio.

lunes, octubre 06, 2008

Lluvia dentro del taxi

Aunque las ventanas van cerradas llueve dentro del taxi. Llueve tanto dentro del taxi que se ha formado ya un tímido charquito lodoso. El taxista advierte que Ud. se mojará la espalda y la cola si decide arrecostarse en el asiento. Siempre pasa en octubre: asientos húmedos hasta que llegue el sol y dé tiempo de que se seque. Advierte también: 24 horas más de lluvia dijeron en la TV.

Afuera llueve también en sostenidas ráfagas. El mercado es una ráfaga que vuela ¿Han dicho de un huracán? No, no ha dicho. Pero hay ráfagas de viento.

Un hombre con un capote muy viejo detiene al taxi. Ayuda a montar a un viejo de unos 90 años, muy mojado . Con un plástico protegiéndole la espalda. El hombre da las señas, cerca del taller tal, pero el taxista no las capta. Acuerda que siga su bicicleta con el taxi.

Hay varias vueltas. El de la bicicleta sufre las ráfagas y se va metiendo en algunos discretos meandros urbanos hasta dar con el Taller de Motocicletas (Autorizado por Enimosa, etc.) en donde el taxista tiene conocidos. Las motos están casi a media calle, pero ahora los empleados ayudan a apartarlas para que pase el taxi. Es una calle sin pavimento. Llueve dentro del taxi. No hay manera de no sentarse en el asiento húmedo.

El hombre de la bicicleta explica: su hermana manda al viejito (padre de ambos) a mendigar en la acera del mercado. Por eso él lo fue a rescatar. El viejito no dice nada. Una de sus nietas celebra en la acera la llegada del abuelo. Al abuelo le cuesta bajar del taxi.

El taxista comenta el caso mientras su vehículo--lento vehículo con la lluvia perpetua metida--se abre paso entre ráfagas, y la lluvia sigue también adentro.

viernes, septiembre 05, 2008

Irene de memoria

El primer huracán del que tengo memoria se llamaba Irene. Debería decir la huracán Irene (al igual que el creativo Benjamín en vez de decir barrilete dice la cometa: un niño con una cometa).

Pues bien, en tiempos de Irene mirábamos la lluvia desde el corredor. Nos juntábamos con los primos a ver la lluvia interminable que corría por las limahoyas, en una casa grande con tejado, por tanto con un artesonado complicado en el techo.

Quizá con Irene se detenía un poco el tráfico. El tráfico, quiero decir, del triciclo, la patineta y la bicicleta en el corredor.

Ahora que hay unas nubes estacionarias interminables sobre Jinotepe estamos de nuevo en la estación Irene. Aprendéremos algo de la lluvia. Cuando la lluvia comienza/ todo sigue lo mismo. Pero ya no hay aleros.

P.S. El pasado es una trampa: hace pensar que por entonces los huracanes eran benignos. Pero Irene también existe como testimonio oficial.

martes, agosto 28, 2007

Ya no hay aleros 2

Esta vez se trata de una borrasca. Llega con puntualidad a la ciudad junto conmigo. Me amparo en algo que no es alero, sino penoso accidente constructivo. Hay varios transeúntes que desaparecen en la penumbra, según se ve en las calles el asfalto que brilla, la gente que cierra la puerta y los niños vendedores que se protegen con plásticos. Luego vienen varios remolinos blancos de lluvia que no quieren tener dirección. Llueve por media hora con ira. La ira no se va después porque suenan rayos espaciados (cuento mentalmente hasta 12 para saber que la distancia de la tormenta es ahora de sólo 3 km.) La ciudad es como una ladera un poco achatada que se opone a la lluvia, por eso la rivalidad, y la ironía cuando termina el aguacero: quedan las nubes estacionarias que van mojando lentamente. Entonces brotan todos los transeúntes escondidos, y las calles se desocupan del agua.

viernes, agosto 10, 2007

Ya no hay aleros

Las paredes se han echado a las aceras. Los aleros han sido clausurados. Las nubes estacionarias se deshacen tres o cuatro horas, precisamente esas en las que llego a Jinotepe. Ya nadie da paso al que le ha agarrado la lluvia. Así uno va machucando los secretos arcoiris de la noche. Caminando por calles que nunca vi.