"we never did too much talking anyway"
Dylan
El Premio Cervantes para Sergio Ramírez debería ser un momento no de exaltación del "orgullo nacional" ni de la exageración aduladora (
los entusiastas afirman incluso que es el "acontecimiento más relevante de nuestra historia reciente").
Se trata al contrario de una oportunidad para repensar críticamente las figuras intelectuales de la historia nacional. Darío, De la Selva, Coronel, Cuadra, Cardenal, Ramírez, tantos otros, tienen historias fascinantes en su relación con el poder político. Asimismo, es interesante su colocación más o menos ventajosa dentro del poder cultural. De hecho, es muy probable que Sergio Ramírez sea actualmente la personalidad centroamericana con más poder cultural de la región. Por eso mismo, me parece que es hora de fortalecer posiciones de diferenciación y crítica con respecto al mismo Ramírez.
En ese sentido mi "homenaje" sería marcar algunos puntos en que bien vale la pena disentir con posiciones del flamante Cervantes:
1. La exaltación del castellano y el hispanismo. Como
leitmotiv que reaparece en varios de
sus discursos, Ramírez tiende a centrar la cuestión cultural en la lengua castellana. Esta centralidad del castellano funciona en Ramírez con un aparente olvido de la naturaleza imperial de la lengua, de su memoria colonial, y con evidente invisibilización de la heterogeneidad de la cuestión lingüística y cultural en América Latina. Esta centralidad se corresponde con la supuesta (y deseada) centralidad del escritor moderno como "voz" que enuncia la colectividad. En ámbitos tan poco democráticos como resultan los países centroamericanos esta serie de jerarquías (lengua-escritor como voz de pueblos) deben ser, por lo menos, puestas en cuestión.
2. La propaganda de una literatura "de tertulia". Como ya dije en
una entrada anterior, uno de los grandes aportes de Ramírez es el de ofrecer una perspectiva centroamericana de la cultura. Textos y recopilaciones suyas como
Balcanes y volcanes o la
Antología del cuento centroamericano resultan fundamentales para ese cometido. Sin embargo, su perspectiva reciente, unida a su también loable empresa
Centroamérica cuenta, me parece demasiado centrada en un tipo de narrativa de acceso fácil para el gran público, y en una prescripción del autor mediático (habilidoso para la comunicación y la tertulia, en esencia). Se entiende que por razones de vida o muerte la narrativa centroamericana debe ingresar al mercado (mercado que lleva un solo nombre, con una sola geografía de referencia, y con imaginario de monopolio), sin embargo, este proceso no debe evitar perspectivas (auto)críticas y pluralidad de propuestas ("dentro del mercado todo, contra el mercado nada").
3. La memoria de la revolución sandinista. Existe poca reflexión sobre los procesos de privatización que ha deparado la revolución sandinista. No sólo las privatizaciones evidentes de riqueza que orientan el proceso a partir de la firma de Esquipulas (1987), sino la privatización de la memoria. Asistimos, así, a la paradoja de un proceso popular y multitudinario cuya memoria pasa a ser la de unos pocos notables. El notabilismo es un mal endémico de la historia nacional visible en, por ejemplo, la fundación de
clubes de notables, antes que de partidos políticos modernos. Inevitablemente, Ramírez participa de esta lógica de privatización, y como tal su figura, sus textos y posiciones intelectuales son fundamentales para ese (eventual) debate.
Por otra parte, Sergio Ramírez es quien nos enseñó, en otra hora, que el proyecto cultural de la oligarquía nicaragüense era un proyecto fracasado. Quien describió tantas veces la cursilería centroamericana y la inoperancia cultural de las élites. Es casi un deber mantener esta postura crítica de manera estratégica.
Se sabe que un índice de tal cursilería es precisamente ese tipo de procesos en que se consagra a héroes por razones de chato nacionalismo. En La fugitiva, el propio Sergio Ramírez caracteriza este proceso diciendo: "Todas nuestras figuras de bronce tienen en sus cabezas coronas de excrementos, igual que en los parques." (pág. 159).
Habrá que estar alerta y ser crítico ante esa dialéctica entre la fosilización y la cultura viva.