No había una abate loco durante los sucesos del 48 (en París) que murió gritando: "Ahorcadme si menciono más de dos veces a la juventud!"?
No, no había, es un personaje ficcional.
Pero no tanto.
Aunque tengo ganas de echarle la culpa a Sócrates (yo, que no soy Aristófanes) por el afán sistematizado (gubernamental, pero hoy oenegizado y massmediatizado) de conducir, seducir, d o m i n a r a la juventud, me limitaré a señalar una fábula nacional: La muerte del hombre símbolo.
El hombre símbolo quiere retener aldeanamente a la juventud vendiéndoles la fábula del humanismo. Aunque él mismo sabe que su biblioteca de clásicos lo es sólo de fachada, y que amuebla en verdad una colección de literatura policial. (Sé qué diría Freud al respecto: se sublima en el crimen, la investigación y el detective, la disciplina militar somocista que, pensaba Coronel, debía embriagar a la juventud. Aquí Coronel es sólo un nombre contradictorio que contiene lo cotidiano y lo utópico.)
Aunque siente un corazón cosmopolita (y repite en veladas escolares aquello de "audaz, cosmopolita" ), el hombre símbolo quiere ver cómo será la aldea de jovenes Frankenteins con que sueña (y Mary no tiene la culpa de esto).
El hombre símbolo, es claro, se resiste a morir.
El hombre símbolo es el notable que habla del futuro, y de la universidad, y de las reglas, y de la incultura, y abundantemente (más de las veces que lo permitiría un abate loco) de la juventud.
Ahorcadle, please, cada vez que la mencione.