A inicios de los 1980s, la noche de la juventud, Retamar (así aprendimos a llamarlo) era el poemario
Juana y otros poemas personales, que había ganado el Premio R.D. y había sido editado en Nicaragua. Su gran poema "Y Fernández?" era como una dolorosa premonición, anclada junto a unos y otros inolvidables personajes evocados en aquellos "poemas personales". La primera era, por supuesto, Juana, a la que aprendí a llamar con sus primeros versos: "Nada ha borrado el agua, Juana, de lo que fue dictando el fuego".
Me lo robaron (algún Prometeo?) de debajo de la almohada de alguna covacha militar, en donde yo manejaba los libros de la época: aprendizajes que combinaban a Góngora con Cardenal, y a Rugama con Lope. Quién y para qué podía robarse ese libro en los años entusiasmados y revueltos de revolución?.
Retamar fue, luego, quien nos ensañaba a leer a Borges. Vos podés decir que escogí a un dudoso maestro que me llevara a conocer a este Ariel argentino (que no Calibán, por ningún lado). Pero en mi pueblito no era que uno entraba a las librerías a comprarse sus EMECÉS. La Editorial de Sergio Ramírez, aprovechando los derechos legados por la revolución cubana, republicó la antología de Borges que Retamar preparó. Es esa misma antología en que Retamar cuenta su encuentro con Borges (y Kodama) en la que le dice algo así como que había escrito cosas duras contra Ud., Borges, pero no más duras de las que Ud. escribió contra Darío o Lugones. Y Borges: fueron mis maestros.
En un pueblito del oeste de La Habana, ni siquiera recuerdo cómo se llamaba, me encontré con Retamar y fui a saludarlo. Dije algo de esto que escribo arriba, pero, por supuesto, más entrecortado. Todos soñamos con escribir un Prólogo como el de Borges para Lugones en
El hacedor. Recuerdo que mencioné a Juana, y recuerdo luego que, ya cayendo la noche, Retamar bailaba un bolero en la placita de ese pueblito perdido del cual no puedo recordar el nombre.