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martes, febrero 02, 2021

Motivos del zen


 








El manuscrito encontrado en una libreta que aguardaba el ordenamiento de la biblioteca.

Andábamos por entonces en Bogotá y era un junio de lluvias en el Trópico. Dice:


Sudamérica era infinita

Las viejas paredes, los idilios

nativos; motivos del zen, que

trepaban a la fotografía por la

elevada curva de la encina/ ceiba

Pero el recodo de una ciudad

provinciana, donde el contraluz,

la sombra, el marco de ventanas

ayudaban a escribir al pasante

Fuimos al Museo Nacional

Me interesaron los tatuajes

y los pájaros. Alguien se tatuaba

cintas cronológicas e historias

de la historia: una rana macho sobre

otra rana macho; una galería

de presidentes; de sujetos concentrados

en la fuerza del músculo; navegantes

en el río (el río profundo perforaba

las sombras); biombos; cantos;

ámbitos. Urinarios del primer mundo

enclavados en el Sur-América;

Orinoco ruboroso.

Recorrimos la capital perseguidos

por el capital. La capilla

localizada en el entrecruce de

avenidas que trepaban: capullos,

arrullos líquidos; lluvias que venían

y a/bordaban otras lluvias. La tópica

brisa sobre la hierba de los territorios

coloniales. Y muros.

Rápido tránsito allá abajo en Avenida

Bolívar con su boulevard y sus anuncios 

recortados S O M B R E R interminable.

Saliendo del Museo Nacional cae

una llovizna fresca. La calle que

sube nos detiene; la calle que

baja es su mismo río enervante

e inmanente. La cal, la viga,

la puerta cerrada. La estación

del metro. El paraguas es un

pájaro.

La hora del atardecer. Vuelven los

hombres. Kantianos apresando en los

puños papeles tiempo razón. ¿Leyó

Ud. en adolescencia a Octavio Smith?

¡Y ya no hay cines! Ud. se dormía

en los cines: apocalipsis, noches, óperas.

Ud. que dormía exclusivamente

             en los cines.

Nos disolvíamos en la garúa.

La noche había caído como una viga

de maderas antiguas. Nos observaban

los árboles del parque. Plática

y conversa y charla.

El Salmo entre los dientes.

Vos que me mandaste a sombra

y sombra, dios aéreo que come

y roe continentes: tierra

Pero vendió un cuadro:

peonías; disciplinas. Llovizna.

La pista penetrando el Parque

Nacional. El párpado del mono

es el mundo. Órganos de la 

pintura bajo la mirada.

Corre la mujer a dispararse

en la sien. Fronteras tristes;

aduanas perfumadas por la lluvia;

sarro del zinc. Órganos

de la narración. Valles latinoame-

    ricanos vistos desde el avión.

Rumor de tráfico a través del

vidrio.

martes, marzo 15, 2016

A plazos

Salimos por las pistas nuevas que conectan una Zona Franca con la otra (y la otra)

Aquí donde los algodonales serán (o fueron), y el terreno está preparado

Región lacustre o fluvial (pero seca) de Tipitapa

Van las obreras en la madrugada fresca buscando la cédula para entrar a la Zona
(y salir)

Los hombres en caponeras bicicletas buses recorren la obra que comunica Centroamérica con el espectro geofísico

El paisaje desde el avión es lagunas horadadas, masas de agua, retratos de ríos que serpean

Entre áreas turísticas, cerros pelados, ciudades que piden identidad

Turbulencias contra el avioncito de Lacsa

Masas de aire que golpean a plazos

Patria intermitente del patio vegetal y animal

Cachivaches, gatos, dalias, tubérculos dormidos

Paso por aquí hablando de los muertos

Del abrir y cerrar puertas de Cardoza

Cardos en la lluvia del avión que trastabilla sobre Suramérica

sábado, agosto 23, 2014

Lejos

También llovía fuerte en todo el valle.

Horizontes verdes. Leí en el camino unas pocas páginas de El mundo es ancho y ajeno.

Pero la mayor parte del tiempo lo dediqué a escuchar música. Comencé con un disco, único, de Los Beatles que está en mi teléfono (Beatles for sale). A pesar de mi escepticismo me entretuvo mucho la creatividad de Lennon, como cantante y arreglista.

Trataba de escuchar las líneas melódicas de las voces, y es difícil con ese aparatito chocho. Puse canciones de Dylan y eso sí que fue cosa personal. "Lay Lady Lay", por ejemplo. Dylan me parece muy superior a Los Beatles.

También se trataba de que estaba en un estado emocional particular y había líneas que me conmovían, incluso hasta las lágrimas como siempre me sucede en los viajes en bus que me elevan a un estado seudomístico, siempre y cuando el bus esté suficientemente aseado y el olor a orines característico de Ticabus no me golpee en la frente.

Siempre y cuando el volumen de la programación en video de películas sonsas no sea escandaloso. 

Aparte de lágrimas verdaderas en mi selección musical había también algo de oropel sentimental. Por ejemplo, The Winner Takes It All de Abba que a su manera es espléndida. Pero Dylan era la cumbre. 

Al final del largo viaje también Prince era la cumbre: oropel y lágrima, por ejemplo su celebrada (por mí) versión de Betcha By Golly Wow. REM, Murmur, era también la cumbre. Incluso escuché mis propias versiones de canciones cantadas con la guitarra y había versos que me conmovían.

Por ejemplo: "les dirás que me fui lejos". En efecto, me fui lejos.

Otras partes del cerebro maquinaban tonterías: horas de masturbación o de enfermedad o de sexo o de escritura o de enseñanza o de viajes en avión o de fantasmas.

"Lay Lady Lay" era la canción más personal. Biográfica.

Lo mismo la chica de la costa del río rojo.

martes, agosto 06, 2013

Unimembres



Iba para San Francisco, asiento de ala y motor, y vagamente tentando en el ruido Modern Times
a través de los audífonos el álbum de la primavera “Spirit on the Water”. Era noche, ¿lloraba la
noche? Profunda allá abajo la imagen del valle de luna tal vez el set de una vida tal vez el
escenario que me proponía ver y habitar antes de dormir, cada noche. Si tú vas a San Francisco, no olvides. No olvido. Una larga cola de aviones que despegaban uno a uno en el aeropuerto de Houston. El caribeño cerrado, como galvanizado bajo una capa de decisiones rotundas, había entrado al avión. Una tormenta eléctrica a lo lejos sobre continentes de temblor. Me entredormía sobre las cartas de un Tarot privado. El futuro era el ayer.

En la mitad del 2004 tenía el vicio ya arraigado de husmear entre los Cds usados en el gran almacen del quinto piso en Forward Avenue. El último disco que pesqué allí fue Love and Theft. Tengo la sombra del álbum en esta computadora. El tatuaje también quedó en el aire. El almacén cerró (lo supe en persona en octubre de 2005). Son las canciones con las que mi pequeña almita (Charly dixit) bailaba cuando vivíamos en Alderson Street. Pero los bailes producen fantasmas y hay una ardilla mirando este baile ahora, sin ansiedad.

Este disco elegíaco dice que luego tuvimos que irnos de Alderson. Recuerdo esa madrugada en que fui a tirar a la basura los últimos tres ejemplares de Road movie. Así era todo: elegíaco. Después fui a recogerlos: no iba a dejar el tatuaje o de todas maneras lo dejé. Ya no estaban las voces y mandolinas de los rusos que desvelaban a veces. Ni las fotos de los que habían tenido menos suerte y habían salido dejándolo todo. Esas madrugadas en que se toman taxis al aeropuerto.

A la medianoche llegué a San Francisco y me alojé en el Baker Hotel, a una cuadra del Barrio Chino. Recordaba vagamente (por Hitchcock of course) que la ciudad tenía bajadas y subidas. Intentaba oraciones aquella noche. Unimembres. No en el sentido de plegarias. Ahora, por ejemplo.
Este disco se detiene de noche. (No he dicho nada de la técnica, pero supongo que había pasado ya del CD player al Mp3: es igual, algo se había disuelto en la noche.) Se detiene digamos cuando se agotan las pilas. Se ve un mar de luces. Alguien despierta. Alguien se incorpora. Los  deseos como los recuerdos vuelven a su base.



miércoles, junio 29, 2011

Cintura de los sollozos

A principios de junio hice un viaje por puertos del Pacífico.

Aeropuertos.

Ya sé que dicho así suena menos romántico.

Viaje instantáneo (o vertical, como diría José Cemí).

Viaje entre madrugadas.

En los Aeropuertos todo es más caro. El agua, el aire. No hay combos en los restaurantes de comida rápida. No hay piedad en los supermercados de libros. Tampoco es que sepan de literatura esos supermercados. Uno no se libra del nicho Vargas Llosa: y que nadie pregunte cuándo se jodíó Perú.


"Lo que no sabíamos es que al mismo tiempo que nosotros comenzábamos a escribir la posmodernidad, en los ochenta, y la globalización, en los noventa, cambiarían las reglas del juego y convertirían a Latinoamérica no en una república independiente de la letras sino en un gran supermercado de novedades literarias."


Mirando los nichos más perversos del supermercado (tres de los aeropuertos que piso son latinoamericanos) cito casi de memoria esas palabras de Carlos Cortés que tengo en un libro allá.

De todas las novedades compro la última novela de Sergio Ramírez, La fugitiva.

La compro no pensando en "la república independiente de las letras" sino en la Eunice, criatura de aquel tiempo heroico. La compro casi como literatura para turbulencias de eventual auxilio académico, sin que eso desdiga mi comunicación con la muerta, la restitución deseante, incluso el sol incaico, ya que estoy en El Callao.

(Hay que escribir un poema en las entrelíneas de las novelas no lo sabías? Es la única manera de defenderse.)

La pragmática de la novela es acaso evidente en una primera mirada (unas cien páginas adentro): los ticos y los nicas son constituidos como espejos, estos frentes a aquellos y viceversa. Esta novela de nica ve con delectación e ironía la historia tica (iba a poner idiosincrasia pero esa es palabra sin gracia).

A la altura de la página 159 llego borgeanamente al que es quizá el centro del laberinto argumento: "Todas nuestras figuras de bronce tienen en sus cabezas coronas de excrementos, igual que en los parques."


Y así voy leyendo casi burocráticamente, imaginando parques del futuro.

lunes, febrero 15, 2010

Salí de Nicaragua




Hice el intento de echar los discos. Probé uno de los bolsos. Imposible, se rompía.

Hallé el ángulo interesante: yo era un coleccionista, como Benjamin. Podía iniciar un artículo diciendo: “Estoy ordenando mis discos. De verdad”

Cada disco una piel, un morado, una condición médica.

El disco de Rubén Blades que compré en Puerto Rico. El de Dylan que compré en Montreal.

Los de Van Morrison atrapados en el recuerdo junto a los pescados del Strip District.

Pero tenía que apurarme. Ya era la noche anterior al viaje. Malditas despedidas.

Ya casi que me hería el hielo de la madrugada que se colaba por la ventanilla del taxi.

jueves, octubre 15, 2009

Me voy de vez en cuando a algún lugar

Esta vez a Chile.

Mirando los manglares que bordean el Canal repito lo del poeta: "malditas despedidas, me están volviendo viejo".

Por el vértigo (que es también político) cierro la ventanilla, pero sigo rodeado de poetas populares que revolotean.

Entraré sin duda a la noche de Neruda hoy por la noche como un isonauta común y corriente.

martes, abril 28, 2009

Posguerra y mercado

Hace dos semanas: vuelo en una pipilacha de Lacsa a San Salvador. Llanuras terrígenas sobre las que parpadea el avión. Ventanillas por las que miro las hélices batir. Vuelo de menos de una hora.

Comalapa es quizá la verdadera puerta internacional de Centroamérica. La conexión en que se agrupan los monopolios coloridos con su orden de mangas y salidas.

Tengo alguna experiencia de fronteras centroamericanas terrestres. Esos lugares vacíos y angustiantes. Esos buses con cucarachas diminutas. Aquellos baños infestos. Son lugares provincianos y vertiginosos, y por entero narrativos (se puede contar desde las marcas en la pared de los urinarios hasta las costumbres de los monos congos que pululan en los guanacastes de Peñas Blancas).

Los aeropuertos, en cambio, son lugares provincializados por la (pos)modernidad comercial, hermanos disolventes de los malls, y por entero antinarrativos.

Aun así, voy en este viaje por razones literarias. Asisto en la UCA de San Salvador a un seminario sobre narrativas centroamericanas de posguerra, evento organizado también por la Universidad de Liverpool. Voy a leer mi texto "Posguerra(s) y mercado en Centroamérica: narrativas transnacionales de los orígenes, la afiliación y el canon" (pdf).

El encuentro resulta muy enriquecedor. Hay una mesa redonda con escritores salvadoreños, entre otros Manlio Argueta, David Hernández, Jorge Galán y Claudia Hernández. La posguerra no se ha escrito, es una especie de tema-amenaza ante la cual hay que afilar la disciplina artística.

Los académicos hablan, hablamos, en otros tonos. La diáspora en el norte y la hibridez identitaria. La permanencia de la escritura como artefacto crítico. El mercado del libro. Las coyunturas democráticas en la memoria. Los símbolos del nacionalismo. La ética del autor. Los espacios heterotópicos.

(Encuentro, siempre vale la pena decirlo, con viejos amigos, y nuevos.)

Me alegro de la creatividad que muestra la crítica centroamericanista, y la continuidad que se va creando.

Viaje de regreso en la guagua aérea que viene del lado de Los Ángeles.

jueves, febrero 05, 2009

Samsung and Cía

Lista parcial de apodos de los choferes de una línea interurbana conocida

Cachete

Carola

La Mosca

Helen

Cano

Samsung

Muerto

Porroncón

Matacaballo


(recolectado en el viaje Carazo-Managua, 3/2/08)

jueves, agosto 14, 2008

En el bus deportivo


Hace días que sólo viajaba en buses femeninos, busetas para más señas en que escuchaban permanentemente a Abba y a Ace of Base y (cuando se ponían masculinos dios) a Air Supply.

Mi biografía ese día era la siguiente: recordaba uno a uno los outs del juego perfecto de Denis Martínez, milimétricamente, traía una gorra roja del PLC, había sido sargento de la GN, tuve por un tiempo un cajón para vender chiclets en la entrada del cine hasta que el cine desapareció y pusieron una iglesia protestante en el cine (y hasta las ratas cambiaron de domicilio).

Y me monté en un bus masculino puro Pink Floyd, puras formas de hacerle el amor a Syd Barret de masculinidad a masculinidad. Y yo todo sospechoso en tiempos sandías con mi gorra del PLC me montaba al bus deportivo. Porque se sentía en el aire: era el bus deportivo.

Era Beijing "mucho más allá de la política".

Para más señas me monté cuando la Whitney entonaba the greatest love of all, en la banca.(La banca es el asiento que mira a los pasajeros, pero a mí no me importaba).

Noté que los chicos hablaban del equipo cubano. Chicos que les habían lavado el cerebro desde chiquitos, grandes amigos míos, eternos enemigos míos.

A las seis comenzaba la final Granada-Matagalpa y yo quería decirlo en voz alta desde la banca: a la seis comienza la final Granada-Matagalpa (el bus masculino transmitía por entonces a Andy Gibb, o a Bread, o a cualquier fantasma de los 1970s con el pelo de Wheelock).

Y yo quería decir a voz en cuello también que yo había sido sargento de la Guardia Nacional del General Somoza.

Hacía una luz espledorosa en la ventanilla: casi que mirábamos a Beijing, a Syd Barret, a Abba, al sol, mientras subíamos por Montefresco.

Y los muchachos comentaban lo bueno que era el equipo cubano, lavadosdecerebro hijosdeputa. Es que a Uds. desde chiquitos les lavaron el cerebro.

Pero ellos me dijeron que no que no estaban hablando de política. POLÍTICA NO. Y a mí me pareció que el profesor que iba frente a mí, el bloguero rudo (pura masculinidad y cien por ciento de ferocidad, sandía de closet, amante de la Chayo, enlace de los naranjas) se sentía aliviado: por fin UN ESPACIO NO POLÍTICO. Por fin un reverdecer postmoderno.

Además del arte.

Yo quería demostrarles que el equipo cubano era una mierda incluso con tanto campeonato.

Pero acabamos de amigos.

Un día viene un Gran Agente de las Grandes Ligas a ver pichar a Denis (no podía ser sino Martínez--aunque el bloguero cree que Denis suckz) y determina que no que el chico no tiene nada en la pelota.

Y a las dos semanas el Denis (que en realidad suckz) está pinchando en las Grandes.

Y yo me reía junto con los lavados de cerebro. Ambos nosotros encantados de la anécdota. Que Gran Anécdota.

Y a las seis, señoras y señores, comienza la final con el juego Granada-Matagalpa.

(Y en el fondo cantaba Elton John: adiós caminos de ladrillos amarillos, la aliteración faculta la traducción.)

Y me pasé rogándole al chofer: póngase el juego que ya va a comenzar.

Los lavados decían que el béisbol (porque lo pronunciaba al contrario de mí con el acento en la primera) ya no era el deporte de Nicaragua. No ya no era. Y todo lo que ha hecho Cuban en Grandes Ligas. Y como llamaban a Ozzie Smith el Mago de Oz. Y que todos los latinos estaban en las Grandes.

Aunque el chofer jamás me hizo caso (y siguió de lejos con su colección cada vez más femenina de éxitos).

miércoles, agosto 06, 2008

Días en blanco

El dilema del “animal no fijado” es un asunto también temporal: no dar con la esencia de un racimo de días acumulados. Por eso el poeta cantó quizá aquello de Días en blanco/ qué sería de mí.

Estoy inmóvil viendo cómo un avión de Continental aterriza en el aeropuerto de San José. Estoy escuchando a Minni Ripperton en el soundtrack de Jackie Brown. Estoy durmiendo en el rock, despertando en el aire.

Hace dos semanas estuve en San Pedro, la ciudad universitaria de San José.

Conocí brevemente a una abuela china que danzaba para dormir al nieto con el cargador puesto. Una comidería oculta. En el TV: noticias. La danza me mareaba y conmovía a la vez. A la vez que el tráfico no paraba. (Te recordaba: pasamos por aquí en octubre de 2005; llovíamos en el temporal.)

Recorría las librerías sin comprar libros. Sólo por averiguar cuántos Deleuze Bolaño Octavio a cuántos miles de colones y de qué manera en qué región bajo que criterio taxonómico se colocaban en los estantes (todo mi potencial benjaminiano desperdiciado!). (Trataba de restituir el verano de Oakland: cuántos Bordieau Zizek De Certeau había en el aire. No podía. Necesitamos al menos una biblioteca así en Nicaragua para terminar con las generalizaciones que nos desangran.)

En la librería, como soundtrack de compras, se oía la voz algo siniestra de Chrissie Hynde: me voy a dormir/ y me imagino que estás ahí/ conmigo.

jueves, junio 26, 2008

Y a vos ¿cuál dictadura te ha gustado más?

En mi más reciente viaje me acompañan los chicos estudiantes de segundo año de medicina. Hablan de anatomía y de neuroanatomía. Cerca de ellos dos chicas discuten de política.

Los chicos se entusiasman con un cadáver "de bigotito" que tenía el hígado negro, y era dotado sexual, lo cual remarcan con un signo de las manos. El mismo cadáver le había tocado a ambos. Se reían de la coincidencia y del color de los riñones del muerto y de su buena suerte genética (la del muerto).

Era para ponerse a pensar incomodamente en el anonimato del cadáver.

Entonces noté que las chicas hablaban de dictaduras. (¿Cerebración inconsciente por la cercanía del muerto dotado, con su bigotito triste y su sexo sepultado en la memoria de los chicos?)

¿Y a vos cuál dictadura te ha gustado más? preguntó la morena.

A mí francamemte la de doña Violeta dijo la chica del tinte oro y los curls tiesos. Porque la de Daniel se había prolapsado ¿no? Quiero decir la primera. Porque de la segunda ya nos estamos cansando (y agitaba la cabellera que...). La de Arnoldo, pues, no sé si fue por el exceso de nepotismo o por la corrupción gubernamental pero como que no me sonaba (...se movía como un campo de maíz ubicado en Kansas).

Las ventajas de la de doña Violeta opinó la morena era que había irrestricta libertad de expresión. Lo malo es que era antidiluviana, la Internet no se había desarrollado, los celulares parecían piedras de moler, uno vivía (parpadeaba la chica otra vez) como personaje de los Picapiedras. Con decirte que uno no podía protestar contra las dictaduras desde Facebook....

O como en Cuba.

Sí, hombre, y a como vamos, así vamos a terminar.

Para escapar de cadáveres y dictaduras prendo mi mp3 player, Santa Amy de Nunca Vibrato y Mucho Hueso comienza por salvarme. Pero (una instantánea) una chica espera cerca del semáforo, la observo. Cerebración inconsciente, casi digo en voz alta (pero no! mi palabra-cadáver, mi palabra-dictadura no puede penetrar este bus) tú me recuerdas el prado de los soñadores, pero lo que digo en realidad es tú me recuerdas la Mary J. Blige de What´s the 411, pero la chica desaparece junto con mi palabra y este recuerdo.

El bus se aleja.

(De la serie compañeros de ruta)

viernes, mayo 23, 2008

Últimos acompañantes

La jovencita obesa, estudiante universitaria que sacaba donas milagrosamente de su bolso, y se las comía.

La muchacha distraída con una jaula de canarios en el regazo--muy distraída, masticando yuca frita--, y el marido gordo que la aconsejaba cómo tratar a los pájaros. (Era él quien de verdad los amaba, él quien de verdad sabía y tenía que enseñarle a ella--pero ella seguía distraída, después, dormida).

La muchacha del sueter que hablaba casi en secreto en el móvil. Alguien la esperaba en algún lugar. Alguien se movía para traerla. Ella susurraba. En el km. 16 optaba por ponerse el sueter temiendo el frío (pero mayo es puro calor húmedo).

(Por cierto, la neblina ha vuelto.)

lunes, marzo 24, 2008

El bachatero

(De la serie compañeros de ruta)

Era el hombre de la sonrisa mirando al hombre del rostro huesudo. Un momento en el retrovisor de la camioneta que iba delante pudo ver esa palidez surcada, los dientes metidos precipitadamente en la cara. El hombre que advertía con el rostro de ceniza.

El hombre ligero, bachatero, de risa demasiado en la superficie manejaba un van colectivo Managua-Jinotepe. El hombre pálido conducía por su parte una camioneta MAZDA blanca.

En el empalme de la Panamericana con la carretera a Pochomil algo había demorado al hombre pálido. El hombre pálido y sus acompañantes: una mujer que gesticulaba en el asiento delantero, la sombra de un adolescente atrás, tal vez un empleado o, incluso, un hijo.

El del van manifestó con el claxon ocho, diez veces su entusiasmado malestar. ¿Por qué se demoraba la camioneta de esa manera, dudando entre arrancar y no arrancar, y ocupando espacio? Entusiasmado, el bachatero mostraba la sonrisa. Hay que decir que aquellas dulcetes bachatas estremecían a los pasajeros mientras el chofer emprendía esta batalla de amedrentar al de los huesos en la cara. Y el bachatero sonaba el claxon y lo sonaba para que el pálido perdiera la paciencia. Y la perdió asomando la mano, y en la mano erecto el dedo medio, gesticulación a la que correspondió el del van: bueno, hijueputa.

Pero el de la camioneta tomó la delantera. No iba a dejarse pasar. Tampoco iba a alejarse demasiado. Iba a estar cerca de ese miserable hombre de la sonrisa con sus 17 pasajeros a bordo, sin dejar que lo pasara. De vez en cuando la mujer miraba hacia atrás. Sabía quizá que el de las bachatas sonreía. La silueta delgada del adolescente se quebraba en la distancia y se recomponía en los acercamientos.

Pero el de la sonrisa era blando. Pegado de la camioneta, sin apartarle la vista, no insinuó nunca la posibilidad de aventajar. El de la camioneta bajaba la velocidad, se demoraba con impaciencia. Terminaban los recodos y las vueltas de los kilómetros, 27, 32, 38. La carretera cada vez más recta, pacífica, penetrando en el bosquecito mugre de la zona.

Las bachatas se quejaban en el atardecer. Soplos de viento y palabras vueltas púrpura, violeta, dedos naranja. Alguien moría en la canción. Un muerto hacía un juramento. Alguien volvía y encontraba el paisaje cambiado. Alguien esperaba la sonrisa del bachatero. Los pasajeros observaban cómo iba acercándose el van a la camioneta. Miraban al chofer que miraba la cara huesuda y cenizosa del hombre.

Lo iba a reconocer en cualquier parte. Una cantina. El de la cara huesuda iba a acercarse al bachatero. “Yo no hago amenazas de balde”, diría el uno al otro. El bachatero mostraba la sonrisa otra vez. Se presentía en el aire ya casi oscuro. (Se pasan en este camino varios gallineros malolientes.) El de la bachata miraría la calle y reconocería la camioneta aparcada. La mujer estaría echada en un sofá a largos kilómetros de distancia, en una casa de Diriamba. El hijo, si es que era hijo, esperando una llamada a su celular.

El de la bachata se sentía un poco humillado, comenzaba a ver las señales de tránsito (“las señales del mundo”, diría el pastor de su congregación) como otras tantas muestras de que el mal entraba por señales, sobre todo señales humanas. Señal de correr, de no merodear en la pista, de tomar decisiones. El hombre de la cara huesuda lo miraba fijamente desde el retrovisor. Era una cara por entero reconocible. Todo lugar en el mundo era habitable por esa cara. A veces esa cara traía memoria y venganza.







jueves, marzo 06, 2008

Las chicas anglo

(De la serie compañeros de ruta.)

Son empleadas de agencias publicitarias.

Luego de saludarse evalúan su cabello. Te cambiaste el look, se dicen. Hablan de lo cansadas que las tenía aquel tinte cobre. Ahora hay un toque Kidman en su pelo.

Muy delgadas.

En algún momento hablarán de la dieta.

Entradas para ver a Reik o Alejandro Fernández o cualquier otro acto poco interesante pero anunciado mil veces en sus radios preferidas y que ellas monitorean por hábito.

Se preguntan cómo es el V.I.P. en los conciertos de Pharaons Casino.

¿Por cuánto tiempo te dieron la visa? ¿Qué documentos presentaste?

La visa sólo puede ser la Visa.

Un hombre casi mítico interrumpe la conversación con una llamada al celular.

Les pide que bajen del bus para llevarlas en su carro.

Ya dijo N. que una vida excepcional está llena de repeticiones.




lunes, febrero 25, 2008

Compañeros de ruta

El mesero

Planifica que el viernes llevará de todas maneras ropa. “Una mudada”.

El viernes pasado estuvo fatal. A las dos de la madrugada del sábado su jefe inmediato le pidió que regresara a trabajar a las diez de la mañana. Tenía menos de ocho horas para volver a casa (en el km. 38 de la carretera sur), descansar, asearse, vestirse y volver a Managua.

“Sos un salvaje. Estoy aquí desde las ocho de la mañana. Dónde querés que duerma. Dónde voy a bañarme.”

“Yo no sé vos. Dormí sobre una piedra si querés. Pero te quiero aquí a las diez.”

Reclamó inútilmente. Suele reclamar inútilmente, y acaba metido en un entrecejo de la madrugada.

Acaba metido también en un vehículo que lo lleva por la carretera sur.

Es curioso que el mesero cuente esto en voz alta en el bus. Tiene como un deseo de que su vida sea más peligrosa de lo que en realidad es, mezclado con la evidencia dañina de que su vida es en realidad peligrosa.

Se fue con los otros empleados y meseros a la costa de la laguna. En Managua hay siempre una laguna nocturna esperando. Cubierta de mosquitos, lunas olvidadas rielando en el agua, lucecitas escasas de carros que corren.

Se tomaron dos litros de cerveza. Rumiaba su resentimiento contra el jefe.

Hasta las tres, la cerveza cada vez más tibia. A esa hora el más compasivo de sus compañeros le propone que vaya a su casa, descanse unas horas y luego se bañe y se vista.

El mesero se escandaliza. “Bañarme. Vestirme. Yo no voy a ponerme la misma mudada. Ando sudado de todo el día.”

Es un caso de aseo personal. Pero de todas maneras va a la otra casa, donde siguen tomando cerveza. El mesero está cada vez más retraído en la reunión (me pregunto cómo será esa casa del otro mesero, quién lo esperaba y abría la puerta, habrá mosquiteros, colillas en el cenicero, niños que cuentan la madrugada despiertos), hasta que cerca de las cinco sale, detiene un taxi y desaparece.

A las ocho de la mañana, aseado y vestido espera en el km. 38 un intermortal que lo lleve de vuelta a Managua. Va siempre acompañado de una mujer, tal vez su mujer, que es su interlocutora principal. Alcanzan en recodos incómodos del bus. El tiene acento de hondureño, o quizá sólo usa unas eses más remarcadas a causa de su trabajo en público. Al montarse al bus algunos cobradores le preguntan por la abuelita. “A estas horas ya está pensando qué va al almorzar”. Se ríe. “Si está levantada desde las cinco de la mañana”.

La abuelita y el páramo del Crucero, que comienza, entran sigilosamente en el bus.






jueves, febrero 14, 2008

5 consejos para afrontar el estrés del commuter

Third World Commuter (that´s me)

Commuting, dice la Biblia, "es el proceso de viaje entre un lugar de residencia y uno de trabajo".

En mi caso Jinotepe (ciudad fresca etcétera) y Managua (ciudad infernal etcétera).

Viajo en bus. Últimamente con audífonos Koss para evitar a las putas emisoras favoritas de los choferes, las emisoras más siniestras del dial nica: 98.7 y 95.5 FM, amor, muerte o romanticismo.

En mi nota Intermortales ya describí algo de los mecanismos culturales que operan en un viaje simple con los chicos reaggetoneros. No mencioné por parapraxia evidente estas últimas emisoras siniestras (las "románticas") que pertenecen más bien a los desvencijados (20 años en permanente uso) buses de la ex-Turnica (llamada de manera escandalosa y machista por algunos al ponerle, después de la segunda sílaba, el vocablo que representa a California y al Calcio--CA).

Si Ud. va a Jinotepe by bus va a tener esas dos opciones básicas: reaggeton o 98.7. Pero si Ud. va, y va a diario, también puede desarrollar mecanismos de defensa, de los que propongo algunos.

Tips para soportar el típico estrés del commuter nica sureño

1. Haga listas de la mala música que escucha. Si no queda más remedio que escuchar de verdad esas emisoras (y escucharlas por lo general a alto volumen), entreténgase en una especie de top 40 negativo y vengativo. Yo titulo al mío, por lo general, "Abominables del día" o, en días de más estrés, "Asesinables del día". Como curiosidad, ¿quiénes encabezan mis listas de las últimas semanas?
Semanas de febrero 2008
a. Andrea Bocelli
b.Celine Dion
c.Yuri
d. Ricardo Montaner
e. Jarabe de palo
f. Ana Gabriel
g. Maná

Un corolario correspondiente: elaborar listas de lo mediocre también exige concentración y gusto.

2. Cargue Lea libros durante el viaje. Especialmente el viaje de la mañana es estupendo para leer, sobre todo en esas ocasiones casi íntimas en que el chofer ha apagado el radio, los gases asfixiantes no entran tanto dentro del bus, hace un azul purísimo en el cielo... En fechas de más fortuna leí así varias de las obras de Stendhal, traducidas por Consuelo Berges. Así he leído recientemente los Cuentos fantásticos de Kafka.

3. Admire el paisaje/ dé cuenta de las estaciones. Excepto cuando la lluvia, la bajada y subida de El Crucero es una experiencia colorida. Va siendo cada vez menos. Ese bello bosque de la bajada va mostrando cada vez más zonas peloneadas. Va disminuyendo la gama de los verdes. ¿Por qué no hacen un parque nacional- reserva en esta zona? ¿Veremos a la Medusa Managua tragarse este paisaje? Todavía se puede esperar con entusiasmo, sin embargo, el florecimiento de los corteses entre febrero y marzo.

4. Escuche una música particular. Recientemente he migrado del toca CD portable al toca mp3. Las dificultades del viaje me han obligado a buscar mejores audífonos: hay que cuidar los oídos y librarse de 98.7. Hay músicas que no son para viajar. Nunca podré escuchar a Thelonious en un bus atestado de pasajeros, eso es mucho más íntimo. Pero hay músicas más extrovertidas y dúctiles. Para mí ha sido últimamente sobre todo Bacharach en varias versiones: la que hizo Dusty, por ejemplo, de I just don´t know what to do with my self.

5. Disfrute su pertenencia. Tomar el bus para la capital y regresar a la ciudad dormitorio es una declaración de pertenencia. El clima, la gente, la velocidad, el paisaje , el fin de semana, todo espera tras esa breve aventura diaria.

(Tono turístico de este artículo cortesía del Festival de Poesía).





jueves, enero 24, 2008

Últimos textos sentimentales


NOTAS EN FORMA DE PUTEMAS PARA DOS ENSAYOS EN PROCESO

Talkin' 'bout my generation

los cuarentones vivos
lo mejor de su especie, los
únicos que han espantado con distracción
a las bestias
recientes y vivos sepultureros
los párvulos de la arrogancia incomprendida


Inventario de museos en las fiestas darianas

Veinte años después fui a Darío otra vez; la vez
pasada fui solo; hoy voy con vos hablándote de las
cosas que encontraremos en el museo. Ya vimos en
León la cama del último polvo de Darío. Pero
en Darío-Metapa-Chocoyos todo es originario: hace veinte años cuando vine exhibían el prepucio dariano y el tema de conversación era si era o no era marrano el príncipe de las letras castellanas. Hoy día no me contentaría menos que con la placenta de Rosa Sarmiento.


 

viernes, octubre 26, 2007

Anti-road-movie: algunos determinantes

El corte de luz se lee como el corte de ojo.

La curva que sube hacia el 10 y medio no se lee.

Rewind: no se lee.

El tramo que va de la UCA al 7 Sur está oscuro.

Corte: camino en la huella, orino en la piedra.

Las luces de los carros y semáforos han quedado huérfanas, me dan en los ojos.

Camino trepando la curva del 10 y medio en la oscuridad, me alumbran de vez en cuando los camiones, buses, autos individuales: el corazón de Managua está enterrado bajo una piedra.

Tomo un taxi en el 10 y medio.

Sueño que camino por la Panamericana.

Forward: he vuelto a Managua en la oscuridad, anuncios de CLARO.

Detengo un taxi en el 10 y medio.

Managua está oscura.

El taxista se droga.

El taxista teme a la policía.

Yo temo a la oscuridad.

Todas las carreteras en Managua son determinantes.

miércoles, octubre 17, 2007

Escuchado en los buses

"Era mejor cuando yo creía que Radiohead era sólo un grupo one hit wonder: el mundo más liviano".

"Y el régimen de Daniel Ortega administra para su beneficio en exclusiva la pobreza neoliberal".

"Eras tan raro durante toda la secundaria. No queer, digamos, pero sí raro: mejor dicho, ido."

"Son tan de izquierda que aceptaron que Mundo Jarquín, ese zorro neoliberal, fuera su Máximo Dirigente".

"Los frijoles ya cuestan 18 córdobas la libra".

"Cargo, casi cago, diariamente mi nombre".

"Schopenhauer era tan pero tan pop que usaba secretamente un corpiño".

"Ves aquella casa salvaje", dijo el Escudero, "en donde la pena es cartesiana e impera el orientalismo?". "Se llama Nicaragua", respondió irónico el Lazarillo.

En tanto esa discusión operaba, nadaba la onda del reaggeton, la poetisa poetizaba brevemente:

Amigos

Deseando con mucho gusto enviar a decir a cada uno: lo único que hiciste fue yesterday.

Comunicándome con ellos como si estuvieran muertos.

Contarles: he estado fabricando un ídolo de barro con mi nombre en la frente.

Informándoles luego: mi ídolo ha despertado.

Mi ídolo postestructuralista e interno.

Dice cosas como el yo no existe por tanto no existen los relatos de mi yo por tanto estamos emancipados, y se seca el sudor del cuello.

Lee a Pámuk y hace una enciclopedia.