Según Deezer los álbumes que más escuché este año fueron:
Alfred Brendel. Beethoven Complete Piano Sonatas.
Luis Alberto Spinetta. Sí o sí. Diario del rock argentino. Spinetta.
Van Morrison. The Essential Van Morrison.
Daniel Barenboim. Beethoven Complete Piano Sonatas.
Frank Sinatra. The Capitol Collection Volume One.
Brodsky Quartet. Shostakovich: String Quartets 1-15 (Complete).
Chico Buarque. Carioca.
Pablo Milanés. Canciones de amor y desamor (hoy y siempre).
Madonna. The Immaculate Collection.
Brodsky Quartet, Christian Blackshaw. Shostakovich: Chamber Music.
(Deezer no me ha dicho qué es lo que más escuché en el año. Pero como comencé a escuchar música en Deezer este año, me resulta fácil tomar la lista histórica como anual.)
La década pasada reuní una colección algo considerable de CDs. Investigación heterogénea en el jazz, el funk, el hip-hop, la samba o tropicalia en general (y muy poca música de la llamada clásica o académica). Aspiración a colecciones completas de algunos autores (siempre incompletos: Dylan, Aretha, Prince, particularmente los Stones).
Como he dicho otras veces esos discos quedaron en el exilio.
En esta década triunfó la música por streaming. Tendría que decir que resulta problemática su inmaterialidad. La ausencia de notas que informen sobre la música. La falta de datos: fechas, intérpretes, versiones. Comprendo la pasión que desata otra vez el disco de vinil (pasión o coleccionismo que todo es lo mismo). La incomodidad de las computadoras es notable: que se comprendan a sí mismas como depositarias del Todo (el texto, la música, la información, las interpretaciones) es su pecado originario. Siempre habrá que separar e investigar.
Recuerdo lo que cuenta Buñuel en su autobiografía. La expectativa de cuando una orquesta iba a llegar a dar un concierto a la ciudad. La preparación escuchando versiones en disco. La emoción de ver realizada la música en el concierto. Ese tránsito (expectativa, preparación, emoción) es anulado por el streaming. Todo está ya servido cuando no masticado.
(Si es que uno se atiene a la lógica del mercado. Reconozco que existe la posibilidad que el oyente desarrolle otra lógica y otro sentido.)
Deezer, pues, me ofrece una lista de los álbumes que escuché más. Su lógica es, por supuesto, cuantitativa. Y quizá deba agregar algunos datos que complejicen la escogencia:
La forma “álbum” parece estar de baja en la lógica del streaming. La forma “álbum” recibió beneficios del auge del jazz y el rock entre los 40s y 70s., y se articulaba con una lógica vanguardista e histórica. Pero, vista la organización en streaming, no es una forma que importe mucho ahora. Aunque “volver a la forma “álbum”" debe forma parte del sentido que imponen las (algunas) audiencias.
Como se ve los álbumes “que más escuché” en Deezer no son álbumes como tales sino colecciones. Exceptuando quizá a Chico Buarque, Carioca.
Aún así, hay en la lista colecciones que tienen un sentido histórico muy definido; caso de las reuniones de Sinatra, Shostakovich o Beethoven. (Las sonatas tocadas por Brendel y por Barenboim dan para comparaciones muy didácticas. O eso creo.)
Quizá la colección más decepcionante desde el punto de vista conceptual sea la de Milanés. ¿Desde cuando amor y desamor son conceptos orientadores de algo? ¿Una colección despolitizada? Hay ahí quizá algo oportunista y perturbador. (Oportunista, por supuesto, no por parte del artista, sino de quien compila la obra con esos criterios.)
La colección de Spinetta, la de Morrison y la de Madonna tienen mucha mejor definición histórica. De Spinetta me gusta su alto concepto democrático (su imaginación musical es comunitaria; sus metáforas aluden a la composición horizontal de bosques y jardines: “todos las hojas son del viento”, “jardín de gentes”, etc.). Al menos la primera parte de la colección de Van Morrison es un continuo de grandes canciones de amor. Mejor compositor de canciones de amor que McCartney, por ejemplo, con más raíz, verdad y carisma. (Además, sé de mejor manera qué escogencia hicieron los compiladores sobres sus primeros álbumes en solitario: Astral Weeks, Moondance.)
Por otra parte, de Shostakovich me atrae, en particular (y esto no es ninguna originalidad), la relación entre vanguardia y comunismo (o estalinismo). Escuchar en este caso es, sobre todo, un interrogatorio.
El streaming es, como se sabe, algo abiertamente fragmentario. De ahí que deba mencionar también algunos álbumes que me llegaron por el lado de iTunes. Ordenados por fecha serían:
Lila Downs. Balas y chocolate.
Berliner Philharmoniker, Hans Werner Henze & London Symphony Orchestra. Symphonies 1-6 (1996)
Talking Heads. Popular Favorites 1976-1992: Sand in the Vaseline.
Prince. Sing ´O the Times.
Wussy. Wussy.
(Henze casi por las mismas razones de Shostakovich. Un músico académico comprometido con la izquierda, y cuya búsqueda músical no se separa de su política. Prince, porque nunca tuve el álbum de verdad, sino copias en los gloriosos y pasados días del CD. Aunque tenerlo en estado inmaterial es tenerlo? Talking Heads y Wussy como parte de la investigación. A Lila Downs la vimos en vivo, en Santiago, en agosto. En este caso existe de forma más definida la concepción de álbum; con la temática de la muerte en sentido cultural.)
Para complejizar la fragmentariedad habría que agregar canales de Youtube, que son otra forma de escuchar música (incluso álbumes completos), y que son también grandes instrumentos de aprendizaje.