Sí, hay un hiato entre la crítica y los escritores.
Escritores de esos que CMR llamó "publicadores de libros".
No juego al radical, hablo de un hecho.
Es que el crítico está acostumbrado a pensar en términos históricos o, al menos, historicistas. No saca la pistola sino a don Pedro Henríquez Ureña, edición Ayacucho.
Lo que es El País y la ferias de libro les tiene muy sin cuidado quién diablos es ese pobrecito de don Pedro.
Su sentido de la historia es sintético, con la pasión y el grosor de un lugar común. Vea sino este conversatorio.
A mí me horrorizó la terrible deshistorización de esa conversación, la reducción de lo latinoamericano a una anécdota light sobre los temas mercadeables. El ANTES y DESPUÉS de una cirugía estética llamada historia de la cultura.
La TV se ha cagao en (nos)OTROS.
(pobre don Pedro desvelado/ con su Historia cultural y literaria/ de la América hispánica)
El país es horrible. Cómo puede conformarse con metáforas tan convencionales pero sobre todo IDEOLÓGICAS (se vale alzar la voz en esta parte) como la que atribuye el carácter de "bálsamo" a la cultura, o la que acaba invocando casi como Delia Fiallos "el drama avasallador de la condición humana".
Cómo acumular "temas eternos" con avidez televisiva? Léase ese conversatorio.
Cómo llegar al "tema menor" sin pasar por la "literatura menor" (¡por fin un tema deleuziano que puede ser latinoamericano!)?
Por qué inventar que el humor lo ha descubierto ahora el neocapitalismo desconociendo una obvia acumulación colonial de ironía y humor, señor Güegüense?
Se me ocurre un cuento sobre un crítico (un crítico digamos pre-sartreano pre-foucaultiano) que es devorado no por el New Age Orientalista ni por la TV ni por la Universidad sino por "la condición humana" (no, no le puedo quitar las comillas).
Sí, hay un hiato entre la crítica y los escritores.
Yo por mi parte espero que no se reconcilien nunca.
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miércoles, diciembre 01, 2010
sábado, octubre 09, 2010
El Nobel contrainsurgente
Algunos links críticos (y no celebratorios) sobre Vargas Llosa en ocasión del Premio Nobel de Literatura:
Idelber Avelar hace una apretada y muy buena síntesis de la deriva literaria-ideológica del peruano.
Tercera describe cómo fue narrado intencionadamente el Nobel por los medios españoles, coincidiendo con los intereses económicos del mercado editorial.
Kurupí dice que en las novelas del nuevo Nobel subyace la idea "que Perú es el culo del mundo y solo queda europeizarse, blankiñosarse o morir..."
Juan Sobalvarro narra cómo se vive el anuncio y parafernalia del Nobel desde la cotidianidad de Managua.
Por mi parte: el Vargas Llosa que me parece más infame es el de La utopía arcaica, su libro anti-Arguedas. Pura prosa de contrainsurgencia.
---
P.S. 15/10/2010
En Nicaragua se han publicado algunos penosos comentarios encomiásticos de la posición política de MVLl antes que de su literatura.
Oguer Reyes Guido prodiga metáforas caninas para enjuiciar a los detractores de Vargas Llosa, quizá lo sorprendería saber que en La ciudad y los perros, éstos no son caninos.
Para Sofía Montenegro Vargas Llosa sería un paradigma del intelectual crítico, aquel que "nunca ha creído que las ideologías sean más importantes que las personas". Esto equivale a tomarle la palabra al peruano-español sin la mínima distancia crítica, más cuando hay pruebas textuales y políticas de que MVLl pone la ideologia neoliberal por sobre cualquier concepto de diversidad cultural.
A propósito, el texto de Luis Martín-Cabrera, Contra la escritura letrada de Vargas-Llosa, que enfatiza la postura "letrada" de MVLl ante Arguedas.
Por su parte Manuel Talens y Juan Miguel Company-Ramón en Mario Vargas Llosa como síntoma caracterizan la entrega del Nobel dentro de las encrucijadas del poder geopolítico.
En El Boomerang, especie de grupo corporativo de blogs de la editorial Santillana, ha habido algunas reacciones esperables y frívolas, tal la de Vicente Molina Foix que aprovecha la ocasión para descalificar al Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias.
En el mismo Boomerang, Julio Ortega esgrime una esperanza diplomática: "El Premio Nobel hará que la obra de Mario Vargas Llosa sea, por fin, leida más allá de la política." Tal lectura implicaría un retroceso teórico-crítico de por lo menos 45 años. (Un originario mundo pre-foucaultiano que no creo sea esperanza de Ortega.)
A propósito del francés, la entrada en O Biscoito Fino e a Massa O anti-Foucault, por Pedro Meira Monteiro. En efecto, quien parece desear un mundo pre-postestructuralismo es el propio Nobel de literatura. (En Letras Libres el discurso de Vargas Llosa Breve discurso sobre la cultura)
Y para recordar un poco algo de la concreta práctica política del Nobel reciente, un artículo de 2003 por Santiago Alba Rico, Trofeos de Guerra que enmarca bien el liberalismo de MVLl en la guerra neocolonial de Irak, y sus consecuencias.
---
P.S. 2 17/10/2010
Francamente ingenua me parece la propuesta de Javier Cercas en El País de rescatar a Vargas Llosa para la izquierda. Aunque "izquierda" puede ser un concepto laxo, en el terreno exclusivamente literario y latinoamericano refiere a la heterogeneidad cultural (un libro básico: Rama, Transculturación narrativa). Es en ese terreno en donde el Nobel es más contrainsurgente.
Idelber Avelar hace una apretada y muy buena síntesis de la deriva literaria-ideológica del peruano.
Tercera describe cómo fue narrado intencionadamente el Nobel por los medios españoles, coincidiendo con los intereses económicos del mercado editorial.
Kurupí dice que en las novelas del nuevo Nobel subyace la idea "que Perú es el culo del mundo y solo queda europeizarse, blankiñosarse o morir..."
Juan Sobalvarro narra cómo se vive el anuncio y parafernalia del Nobel desde la cotidianidad de Managua.
Por mi parte: el Vargas Llosa que me parece más infame es el de La utopía arcaica, su libro anti-Arguedas. Pura prosa de contrainsurgencia.
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P.S. 15/10/2010
En Nicaragua se han publicado algunos penosos comentarios encomiásticos de la posición política de MVLl antes que de su literatura.
Oguer Reyes Guido prodiga metáforas caninas para enjuiciar a los detractores de Vargas Llosa, quizá lo sorprendería saber que en La ciudad y los perros, éstos no son caninos.
Para Sofía Montenegro Vargas Llosa sería un paradigma del intelectual crítico, aquel que "nunca ha creído que las ideologías sean más importantes que las personas". Esto equivale a tomarle la palabra al peruano-español sin la mínima distancia crítica, más cuando hay pruebas textuales y políticas de que MVLl pone la ideologia neoliberal por sobre cualquier concepto de diversidad cultural.
A propósito, el texto de Luis Martín-Cabrera, Contra la escritura letrada de Vargas-Llosa, que enfatiza la postura "letrada" de MVLl ante Arguedas.
Por su parte Manuel Talens y Juan Miguel Company-Ramón en Mario Vargas Llosa como síntoma caracterizan la entrega del Nobel dentro de las encrucijadas del poder geopolítico.
En El Boomerang, especie de grupo corporativo de blogs de la editorial Santillana, ha habido algunas reacciones esperables y frívolas, tal la de Vicente Molina Foix que aprovecha la ocasión para descalificar al Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias.
En el mismo Boomerang, Julio Ortega esgrime una esperanza diplomática: "El Premio Nobel hará que la obra de Mario Vargas Llosa sea, por fin, leida más allá de la política." Tal lectura implicaría un retroceso teórico-crítico de por lo menos 45 años. (Un originario mundo pre-foucaultiano que no creo sea esperanza de Ortega.)
A propósito del francés, la entrada en O Biscoito Fino e a Massa O anti-Foucault, por Pedro Meira Monteiro. En efecto, quien parece desear un mundo pre-postestructuralismo es el propio Nobel de literatura. (En Letras Libres el discurso de Vargas Llosa Breve discurso sobre la cultura)
Y para recordar un poco algo de la concreta práctica política del Nobel reciente, un artículo de 2003 por Santiago Alba Rico, Trofeos de Guerra que enmarca bien el liberalismo de MVLl en la guerra neocolonial de Irak, y sus consecuencias.
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P.S. 2 17/10/2010
Francamente ingenua me parece la propuesta de Javier Cercas en El País de rescatar a Vargas Llosa para la izquierda. Aunque "izquierda" puede ser un concepto laxo, en el terreno exclusivamente literario y latinoamericano refiere a la heterogeneidad cultural (un libro básico: Rama, Transculturación narrativa). Es en ese terreno en donde el Nobel es más contrainsurgente.
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martes, abril 28, 2009
Posguerra y mercado
Hace dos semanas: vuelo en una pipilacha de Lacsa a San Salvador. Llanuras terrígenas sobre las que parpadea el avión. Ventanillas por las que miro las hélices batir. Vuelo de menos de una hora.
Comalapa es quizá la verdadera puerta internacional de Centroamérica. La conexión en que se agrupan los monopolios coloridos con su orden de mangas y salidas.
Tengo alguna experiencia de fronteras centroamericanas terrestres. Esos lugares vacíos y angustiantes. Esos buses con cucarachas diminutas. Aquellos baños infestos. Son lugares provincianos y vertiginosos, y por entero narrativos (se puede contar desde las marcas en la pared de los urinarios hasta las costumbres de los monos congos que pululan en los guanacastes de Peñas Blancas).
Los aeropuertos, en cambio, son lugares provincializados por la (pos)modernidad comercial, hermanos disolventes de los malls, y por entero antinarrativos.
Aun así, voy en este viaje por razones literarias. Asisto en la UCA de San Salvador a un seminario sobre narrativas centroamericanas de posguerra, evento organizado también por la Universidad de Liverpool. Voy a leer mi texto "Posguerra(s) y mercado en Centroamérica: narrativas transnacionales de los orígenes, la afiliación y el canon" (pdf).
El encuentro resulta muy enriquecedor. Hay una mesa redonda con escritores salvadoreños, entre otros Manlio Argueta, David Hernández, Jorge Galán y Claudia Hernández. La posguerra no se ha escrito, es una especie de tema-amenaza ante la cual hay que afilar la disciplina artística.
Los académicos hablan, hablamos, en otros tonos. La diáspora en el norte y la hibridez identitaria. La permanencia de la escritura como artefacto crítico. El mercado del libro. Las coyunturas democráticas en la memoria. Los símbolos del nacionalismo. La ética del autor. Los espacios heterotópicos.
(Encuentro, siempre vale la pena decirlo, con viejos amigos, y nuevos.)
Me alegro de la creatividad que muestra la crítica centroamericanista, y la continuidad que se va creando.
Viaje de regreso en la guagua aérea que viene del lado de Los Ángeles.
Comalapa es quizá la verdadera puerta internacional de Centroamérica. La conexión en que se agrupan los monopolios coloridos con su orden de mangas y salidas.
Tengo alguna experiencia de fronteras centroamericanas terrestres. Esos lugares vacíos y angustiantes. Esos buses con cucarachas diminutas. Aquellos baños infestos. Son lugares provincianos y vertiginosos, y por entero narrativos (se puede contar desde las marcas en la pared de los urinarios hasta las costumbres de los monos congos que pululan en los guanacastes de Peñas Blancas).
Los aeropuertos, en cambio, son lugares provincializados por la (pos)modernidad comercial, hermanos disolventes de los malls, y por entero antinarrativos.
Aun así, voy en este viaje por razones literarias. Asisto en la UCA de San Salvador a un seminario sobre narrativas centroamericanas de posguerra, evento organizado también por la Universidad de Liverpool. Voy a leer mi texto "Posguerra(s) y mercado en Centroamérica: narrativas transnacionales de los orígenes, la afiliación y el canon" (pdf).
El encuentro resulta muy enriquecedor. Hay una mesa redonda con escritores salvadoreños, entre otros Manlio Argueta, David Hernández, Jorge Galán y Claudia Hernández. La posguerra no se ha escrito, es una especie de tema-amenaza ante la cual hay que afilar la disciplina artística.
Los académicos hablan, hablamos, en otros tonos. La diáspora en el norte y la hibridez identitaria. La permanencia de la escritura como artefacto crítico. El mercado del libro. Las coyunturas democráticas en la memoria. Los símbolos del nacionalismo. La ética del autor. Los espacios heterotópicos.
(Encuentro, siempre vale la pena decirlo, con viejos amigos, y nuevos.)
Me alegro de la creatividad que muestra la crítica centroamericanista, y la continuidad que se va creando.
Viaje de regreso en la guagua aérea que viene del lado de Los Ángeles.
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martes, abril 14, 2009
Jack Frost al descubierto
Escucho el primer disco de Tell Tale Signs. Ni siquiera lo escucho, sólo entro brevemente a su portal. Me sorprende su armonía y romanticismo. Esto es una continuación de (una conversación nunca interrumpida con) Blood on the tracks Me sorprende descubrir todo lo que ha podido hacer Jack Frost por Dylan. Hacerlo decir la verdad en tono de blues y de hillbilly y de rocanrol.
Una labor, digamos, democrática.
Escuchar live desde NPR.
jueves, abril 02, 2009
Miradas transnacionales
Estimados lectores académicos y creadores, estoy organizando un panel para el próximo Congreso de Estudios Culturales de Tegucigalpa, 22-24 de julio. Copio aquí la descripción para su interés y difusión. Estoy a la orden para sus preguntas y cuestionamientos. Saludos
Propuesta de mesa sobre transnacionalismo en el II Congreso de Estudios Culturales
“Miradas transnacionales sobre Centroamérica: avatares modernos de una cultura minoritaria”
Hasta finales del siglo XX en los países centroamericanos dominaron narrativas nacionales de la literatura y la cultura. Ese panorama ha comenzado a cambiar promisoriamente en la actualidad, y narrativas culturales de lo centroamericano como región son más frecuentes. Este cambio ha ayudado a develar o a prestar más atención al carácter transnacional de muchas formaciones culturales centroamericanas. Considero que el II Congreso de Estudios Culturales será un buen momento para pensar, en uno de sus paneles, en este carácter transnacional especialmente en cuanto lo centroamericano puede leerse como disperso y entretejido con otros sistemas regionales o culturales. Ya se trate del trabajo desterritorializado de muchos creadores o la ubicación “menor” de lo centroamericano dentro de sistemas hegemónicos, o la mirada sobre Centroamérica del intelectual que proviene de otra formación cultural; sea excentricidad, dispersión, vagabundeo o exilio, en esa situación se articula una razón transnacional que resulta decisiva para la formación de lo centroamericano como condición cultural. Las ponencias de esta mesa propondrán diversas tramas en que se ven involucrados varios sistemas culturales en contextos decisivos para las formaciones nacionales o regionales de lo centroamericano, especialmente dentro de proyectos modernos, o dispersiones posmodernas.
Interesados contactar a Leonel Delgado en el correo ldelga_ni@yahoo.com
Propuesta de mesa sobre transnacionalismo en el II Congreso de Estudios Culturales
“Miradas transnacionales sobre Centroamérica: avatares modernos de una cultura minoritaria”
Hasta finales del siglo XX en los países centroamericanos dominaron narrativas nacionales de la literatura y la cultura. Ese panorama ha comenzado a cambiar promisoriamente en la actualidad, y narrativas culturales de lo centroamericano como región son más frecuentes. Este cambio ha ayudado a develar o a prestar más atención al carácter transnacional de muchas formaciones culturales centroamericanas. Considero que el II Congreso de Estudios Culturales será un buen momento para pensar, en uno de sus paneles, en este carácter transnacional especialmente en cuanto lo centroamericano puede leerse como disperso y entretejido con otros sistemas regionales o culturales. Ya se trate del trabajo desterritorializado de muchos creadores o la ubicación “menor” de lo centroamericano dentro de sistemas hegemónicos, o la mirada sobre Centroamérica del intelectual que proviene de otra formación cultural; sea excentricidad, dispersión, vagabundeo o exilio, en esa situación se articula una razón transnacional que resulta decisiva para la formación de lo centroamericano como condición cultural. Las ponencias de esta mesa propondrán diversas tramas en que se ven involucrados varios sistemas culturales en contextos decisivos para las formaciones nacionales o regionales de lo centroamericano, especialmente dentro de proyectos modernos, o dispersiones posmodernas.
Interesados contactar a Leonel Delgado en el correo ldelga_ni@yahoo.com
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jueves, marzo 05, 2009
¿Cómo es la vida intelectual en Nicaragua?
1. La pobreza comanda. El neoliberalismo ha desestructurado los centros significativos: la universidad, la educación, los gremios, los centros culturales, etcétera.
2. Hay mucha fragmentación. No todos los intelectuales se sienten representados por los notables. Pero los notables hablan por todos.
3. Los intelectuales reciben muchos No: todo se hace por proyecto pero hay que hablarle a las ONGs y demás organismos en su propia lengua (más o menos "radical"). Eso implica no pocas veces una posición neocolonial.
4. Por supuesto, sólo algunos No alcanzan el estrellato. (Véase, por ejemplo, la carta, firmada por muchos intelectuales, apoyando a Sergio Ramírez por el caso de un prólogo vetado. Más recientemente se habla del "martirio interior" de Cardenal.)
5. No hay un apoyo signficativo del Estado a los proyectos culturales (entendidos en el sentido estricto de bellas artes, o más amplio de estudio de las identidades).
6. A la empresa privada, porque es excéntrica y tiene el corazón en otra parte, no le interesa el financiamiento de la educación y la cultura. (Excepto si se trata de mortificar a las audiencias trayendo artistas calzón, como Juanes.).
7. En las Universidades las Humanidades han ido de baja en las últimas décadas (con frecuencia descoyuntándose o haciendose cuechitos). El interés son los estudios de negocios, tecnología y derecho.
8. Los intelectuales, por necesidad o ceguedad, tienden a devenir cortesanos del poder (del poder del Estado, del poder de la empresa privada, del poder de los medios de comunicación, del poder de otros intelectuales y notables).
9. Se ha seguido sacralizando la poesía como gran escenario de la identidad, pero no se ha debatido de verdad la identidad.
10. No hay un debate sobre estos puntos que no se lo trague la Personalidad.
(Ya antes había acometido estos puntos en otra parte. Sobre la baja de las Humanidades, también.)
2. Hay mucha fragmentación. No todos los intelectuales se sienten representados por los notables. Pero los notables hablan por todos.
3. Los intelectuales reciben muchos No: todo se hace por proyecto pero hay que hablarle a las ONGs y demás organismos en su propia lengua (más o menos "radical"). Eso implica no pocas veces una posición neocolonial.
4. Por supuesto, sólo algunos No alcanzan el estrellato. (Véase, por ejemplo, la carta, firmada por muchos intelectuales, apoyando a Sergio Ramírez por el caso de un prólogo vetado. Más recientemente se habla del "martirio interior" de Cardenal.)
5. No hay un apoyo signficativo del Estado a los proyectos culturales (entendidos en el sentido estricto de bellas artes, o más amplio de estudio de las identidades).
6. A la empresa privada, porque es excéntrica y tiene el corazón en otra parte, no le interesa el financiamiento de la educación y la cultura. (Excepto si se trata de mortificar a las audiencias trayendo artistas calzón, como Juanes.).
7. En las Universidades las Humanidades han ido de baja en las últimas décadas (con frecuencia descoyuntándose o haciendose cuechitos). El interés son los estudios de negocios, tecnología y derecho.
8. Los intelectuales, por necesidad o ceguedad, tienden a devenir cortesanos del poder (del poder del Estado, del poder de la empresa privada, del poder de los medios de comunicación, del poder de otros intelectuales y notables).
9. Se ha seguido sacralizando la poesía como gran escenario de la identidad, pero no se ha debatido de verdad la identidad.
10. No hay un debate sobre estos puntos que no se lo trague la Personalidad.
(Ya antes había acometido estos puntos en otra parte. Sobre la baja de las Humanidades, también.)
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jueves, octubre 09, 2008
5 sitios gruesos con textos de literatura latioamericana
Sitios con textos canónicos en su mayor parte que ayudarán al profano y al especialista.
Sabemos que los estilos de aprendizaje están cambiando, y estos sitios lo muestran.
Por orden (casi) de preferencia:
El sitio de Guaman Poma
Biblioteca Ayacucho Digital
Borges Center
Colección Digital Complutense (con el Archivo Rubén Darío incluido)
Ibero-American Electronic Text Series (University of Wisconsin)
***
(Un utilísimo recurso es la colección de Estudios literarios y culturales latinoamericanos en Internet de Genara Pulido Tirado.)
Sabemos que los estilos de aprendizaje están cambiando, y estos sitios lo muestran.
Por orden (casi) de preferencia:
El sitio de Guaman Poma
Biblioteca Ayacucho Digital
Borges Center
Colección Digital Complutense (con el Archivo Rubén Darío incluido)
Ibero-American Electronic Text Series (University of Wisconsin)
***
(Un utilísimo recurso es la colección de Estudios literarios y culturales latinoamericanos en Internet de Genara Pulido Tirado.)
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miércoles, septiembre 17, 2008
La frivolidad del letrado
Hay palabras que se ponen de moda y en el proceso van cambiando o perdiendo el significado. El auge actual de la palabra “letrado” proviene quizá del impacto que tuvo el último libro (publicado en forma póstuma) de Ángel Rama, La ciudad letrada (1984). La lectura apresurada del debate de Rama ha provocado que, de manera casi paródica, se considere a la “ciudad letrada” como algo “intemporal, como los signos”.
En todo lugar donde se encuentre la presencia de un literato, de un burócrata de la cultura, de un poeta laureado, de una asociación gremial, de un hipo culto se averigua la presencia del “letrado” y de la “ciudad letrada”. Y se asegura, entonces, la intimidad del letrado con el Estado y con la nación. Esto tiende a provocar una reacción a-histórica y mecánica, del tipo de “los letrados fundaron la nación”, como si estos pudieran separarse de la sociedad para “fundar” separadamente.
Esta posición mecánica refiere a un viejo debate del marxismo en torno a la autonomía o no del orbe cultural en una formación social. El mecanicismo reciente tiende a invertir la fórmula de que todo está condicionado en última instancia por la economía, para declarar que en última instancia todo está condicionado por la cultura, o, lo que es casi lo mismo, de que todos somos “letrados” y no nos habíamos dado cuenta, y, por lo tanto, no tendríamos que hacer más que lamentarlo.
Quizá este posicionamiento superficial esté basado en que en el texto de Rama hay una combinación de una herencia marxista y otra postestructuralista. Por un lado, la confrontación entre “ciudad letrada” y “ciudad real”, o, jalándolo más al presente, “letrados” versus “subalternos”, recuerda las clásicas confrontaciones históricas entre burgueses y proletarios. Por otra parte, Rama sigue de cerca la declaración de Foucault de que en siglo “clásico” (el del barroco) hay una operación de separación entre la realidad y los signos, lo que equivale a alegar la instauración de un grado de autonomía para la cultura.
En ese caso habría que preguntarse si la confrontación entre “letrados” y “subalternos” es o bien una alegoría de otras confrontaciones más “reales”, o es una confrontación autónoma dentro de unas confrontaciones sociales más generales. En ambos casos, los letrados sólo podrían “fundar” el Estado y la nación de manera simbólica sobredeterminados por una lucha de clases mucho más vasta.
En Rama la “ciudad letrada” parece un dispositivo del poder postcolonial, pero no es necesariamente el único. A pesar de su perdurabilidad, además, esta “ciudad letrada” sufre decantaciones debidas al nacionalismo y la modernidad. Hay conflictos internos en la “ciudad letrada”, hay disensos y proyectos utópicos, y márgenes. La modernidad también separa a la “ciudad letrada” de sus antiguas funciones, y es muy mecánico proclamar una permanencia por fuera de los hechos. (Para el estudio de este aspecto resulta vital el estudio de Julio Ramos, Desencuentros de la modernidad en América Latina.)
En una reseña reciente, Orlando Núñez habla de esta problemática como la de una novela posible cuya trama podría ser “cómo los letrados han inventado la identidad nacional de los nicaragüenses” (Nuevo Amanecer Cultural, 13 de septiembre, 2008). Pero esta proclamación es en sí problemática, y es lo que se debería de estudiar con cuidado, y sobre lo que debería insistirse en no ser mecánico ni maniqueo. Propongo, pues, que en vez de verlo como una novela, lo miremos como un poema, y a partir de un poema.
Mi tesis sería la siguiente: los escritores modernos (a diferencia de los letrados del siglo XIX) sólo podían fundar la nación de manera ideal y la "fundaron" no de forma estatal sino contradiscursiva, es decir, en oposición a la política, afirmando la autonomía, siendo esta autonomía una necesidad moderna, y, a la vez, una operación ideológica. En otras palabras, lo más difícil de estudiar no es si los intelectuales estaban cerca del Estado, sino qué significa la distancia que tenían con respecto al Estado. Decir que los letrados fundaron el Estado se ha transformado ya en un tópico que no comunica nada. Estudiar la autonomía relativa de los escritores modernos frente al Estado, con el que siempre han convivido, es un desafío más arduo.
Ahora, el poema, que pertenece a uno de los más importantes intelectuales de los años 1960s, Beltrán Morales:
Este poema resulta magistral porque muestra el aspecto moderno de la fundación del nacionalismo letrado (que no debe confundirse con el nacionalismo sin más), y porque descobija el aspecto ideológico de esta fundación, hablando de lo que se hace “en secreto”. (Desafortunadamente, entre los poetas jóvenes no parece haber secuaces de esta línea poética iniciada por Morales.)
El poema muestra la modernización de la “ciudad letrada”, su cambio de funciones. Esta modernidad es muy contextual: una inoperancia de la universidad y el desprecio de ciertos escritores modernos por lo académico. Una ritualidad que comanda lo culturalmente establecido (ha habido siempre jóvenes homéridas consagrados o a punto de ser consagrados, en Nicaragua).
Y, luego, las fuentes materiales, que por lo general no se ven, en que se sostiene la idealidad fundacional de los escritores modernos: la hacienda, la isla (podría decirse ahora el turismo), y la prensa. Elementos todos ambivalentes: entre el paraíso y el capitalismo, entre la colonial y lo moderno, entre el negocio y la libertad de palabra. Una alegoría, pues, de la literatura moderna en el contexto nicaragüense en el que la “autonomía” aparece mediada por labores aparentemente marginales (los “oficios compartidos” que dijera el novelista).
Este poema es magistral, en conclusión, porque su nivel utópico es manifiesto: uno puede sentir leyéndolo la necesidad (y el deseo) de derogación del estado de cosas en el ámbito cultural. El poema hace manifiesta la posible clausura de un mundo y un entendimiento cultural. De manera, pues, que a mi tesis principal podría añadirse una acotación: a la lucha contradiscursiva del escritor moderno, que ha abandonado una función mecánica de “letrado”, hay que añadir la pesada carga del rito y los ritos de pasaje , es decir, las tradiciones nacionales se imponen a veces a las interpretaciones generales.
Hasta hace poco ese rito se ha llamado en Nicaragua poesía, aunque sus correlatos estén en crisis.
En todo lugar donde se encuentre la presencia de un literato, de un burócrata de la cultura, de un poeta laureado, de una asociación gremial, de un hipo culto se averigua la presencia del “letrado” y de la “ciudad letrada”. Y se asegura, entonces, la intimidad del letrado con el Estado y con la nación. Esto tiende a provocar una reacción a-histórica y mecánica, del tipo de “los letrados fundaron la nación”, como si estos pudieran separarse de la sociedad para “fundar” separadamente.
Esta posición mecánica refiere a un viejo debate del marxismo en torno a la autonomía o no del orbe cultural en una formación social. El mecanicismo reciente tiende a invertir la fórmula de que todo está condicionado en última instancia por la economía, para declarar que en última instancia todo está condicionado por la cultura, o, lo que es casi lo mismo, de que todos somos “letrados” y no nos habíamos dado cuenta, y, por lo tanto, no tendríamos que hacer más que lamentarlo.
Quizá este posicionamiento superficial esté basado en que en el texto de Rama hay una combinación de una herencia marxista y otra postestructuralista. Por un lado, la confrontación entre “ciudad letrada” y “ciudad real”, o, jalándolo más al presente, “letrados” versus “subalternos”, recuerda las clásicas confrontaciones históricas entre burgueses y proletarios. Por otra parte, Rama sigue de cerca la declaración de Foucault de que en siglo “clásico” (el del barroco) hay una operación de separación entre la realidad y los signos, lo que equivale a alegar la instauración de un grado de autonomía para la cultura.
En ese caso habría que preguntarse si la confrontación entre “letrados” y “subalternos” es o bien una alegoría de otras confrontaciones más “reales”, o es una confrontación autónoma dentro de unas confrontaciones sociales más generales. En ambos casos, los letrados sólo podrían “fundar” el Estado y la nación de manera simbólica sobredeterminados por una lucha de clases mucho más vasta.
En Rama la “ciudad letrada” parece un dispositivo del poder postcolonial, pero no es necesariamente el único. A pesar de su perdurabilidad, además, esta “ciudad letrada” sufre decantaciones debidas al nacionalismo y la modernidad. Hay conflictos internos en la “ciudad letrada”, hay disensos y proyectos utópicos, y márgenes. La modernidad también separa a la “ciudad letrada” de sus antiguas funciones, y es muy mecánico proclamar una permanencia por fuera de los hechos. (Para el estudio de este aspecto resulta vital el estudio de Julio Ramos, Desencuentros de la modernidad en América Latina.)
En una reseña reciente, Orlando Núñez habla de esta problemática como la de una novela posible cuya trama podría ser “cómo los letrados han inventado la identidad nacional de los nicaragüenses” (Nuevo Amanecer Cultural, 13 de septiembre, 2008). Pero esta proclamación es en sí problemática, y es lo que se debería de estudiar con cuidado, y sobre lo que debería insistirse en no ser mecánico ni maniqueo. Propongo, pues, que en vez de verlo como una novela, lo miremos como un poema, y a partir de un poema.
Mi tesis sería la siguiente: los escritores modernos (a diferencia de los letrados del siglo XIX) sólo podían fundar la nación de manera ideal y la "fundaron" no de forma estatal sino contradiscursiva, es decir, en oposición a la política, afirmando la autonomía, siendo esta autonomía una necesidad moderna, y, a la vez, una operación ideológica. En otras palabras, lo más difícil de estudiar no es si los intelectuales estaban cerca del Estado, sino qué significa la distancia que tenían con respecto al Estado. Decir que los letrados fundaron el Estado se ha transformado ya en un tópico que no comunica nada. Estudiar la autonomía relativa de los escritores modernos frente al Estado, con el que siempre han convivido, es un desafío más arduo.
Ahora, el poema, que pertenece a uno de los más importantes intelectuales de los años 1960s, Beltrán Morales:
Alusión a la pobreza
Ya que la Universidad constituía
comprobado semillero de asnos.
Y ya usted consagrado
como joven homérida elegido
de los dioses, es natural
que en secreto comenzara a cultivar
“su” Hacienda, “su” Isla, “su” Periódico.
Al cabo de los años
usted no resultó
el avispado ganadero peripatético vencido por the poetry,
el barbón anacoreta fundador de la Izquierda Divina en el país,
el probo editorialista al servicio de la Verdad y la Justicia.
Al cabo de los años
creo que usted había ya comenzado a comprender.
(Poesía completa 328).
Este poema resulta magistral porque muestra el aspecto moderno de la fundación del nacionalismo letrado (que no debe confundirse con el nacionalismo sin más), y porque descobija el aspecto ideológico de esta fundación, hablando de lo que se hace “en secreto”. (Desafortunadamente, entre los poetas jóvenes no parece haber secuaces de esta línea poética iniciada por Morales.)
El poema muestra la modernización de la “ciudad letrada”, su cambio de funciones. Esta modernidad es muy contextual: una inoperancia de la universidad y el desprecio de ciertos escritores modernos por lo académico. Una ritualidad que comanda lo culturalmente establecido (ha habido siempre jóvenes homéridas consagrados o a punto de ser consagrados, en Nicaragua).
Y, luego, las fuentes materiales, que por lo general no se ven, en que se sostiene la idealidad fundacional de los escritores modernos: la hacienda, la isla (podría decirse ahora el turismo), y la prensa. Elementos todos ambivalentes: entre el paraíso y el capitalismo, entre la colonial y lo moderno, entre el negocio y la libertad de palabra. Una alegoría, pues, de la literatura moderna en el contexto nicaragüense en el que la “autonomía” aparece mediada por labores aparentemente marginales (los “oficios compartidos” que dijera el novelista).
Este poema es magistral, en conclusión, porque su nivel utópico es manifiesto: uno puede sentir leyéndolo la necesidad (y el deseo) de derogación del estado de cosas en el ámbito cultural. El poema hace manifiesta la posible clausura de un mundo y un entendimiento cultural. De manera, pues, que a mi tesis principal podría añadirse una acotación: a la lucha contradiscursiva del escritor moderno, que ha abandonado una función mecánica de “letrado”, hay que añadir la pesada carga del rito y los ritos de pasaje , es decir, las tradiciones nacionales se imponen a veces a las interpretaciones generales.
Hasta hace poco ese rito se ha llamado en Nicaragua poesía, aunque sus correlatos estén en crisis.
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martes, marzo 27, 2007
¿Qué es la crítica latinoamericana?
El pasado 15 de febrero, iniciamos en el Instituto de Historia y Centroamérica, una serie de reuniones sobre crítica, que llamamos Encuentros Académicos sobre Crítica Latinoamericana. Lo que copio a continuación es la guía que usé en el primer encuentro. Se trata menos de un trabajo juiciosamente enmarcado, que de unos apuntes rápidos y muy esquemáticos. Pero los copio aquí por su posibilidad como material de trabajo, y, sobre todo, material para la crítica. Hay que leerlo, pues, con ánimo contradictorio.
¿Qué es América Latina?
Como tantos otros conceptos de identidad este concepto de América Latina está sometido a muchas variaciones, o, más concretamente, batallas de apropiación simbólica: preguntar qué significa implica procesos de apropiación o desplazamiento (rechazo, sustitución, etc.)
Es preciso situar el término “América Latina” en un contexto histórico y discursivo concreto. 1959-1967-1973, más o menos. Triunfo de la revolución cubana, caída del Che, golpe de estado contra Allende. El 67 es el año de Cien años de soledad, la novela más popular (quizá no la más típica) del “boom”: una novela compleja, intertextual, amplia, llena de juegos de espejo que pretende resumir y en todo caso problematizar la identidad continental. Luego del 73, el boom decae. Auge de la lucha por la independencia política y cultural. Lo fundamental es que “América Latina” se reconoce como parte del Tercer Mundo. En el ámbito cultural se entrelazan revolución y “boom” literario. Todos los grandes del “boom” se identifican con la revolución cubana. A la vez predican de manera mesiánica que con el “boom” la novela latinoamericana ha llegado a su esplendor.
Esto no era cierto en sí, pero ayuda a definir un concepto de América Latina.
América Latina sería, pues, una serie de discursos de identidad y autonomía regional elaborados en torno a la literatura como discurso alegórico central. Hay una serie de coincidencias entre el proyecto político de autonomía y el objetivo de la literatura.
¿Qué es la crítica (literaria) latinoamericana?
La crítica literaria latinoamericana forma parte de este contexto. Su tarea, en cierto sentido, es fundamentar la identidad. 1967 es también el año del centenario de Rubén Darío. Hay que repensar el modernismo como movimiento intelectual (latino)americano, como factor de identidad. Ángel Rama, Rubén Darío y el modernismo. 1970. Yurkievich, Fundadores de la nueva poesía latinoamericana. Etc. Todo gravita en torno a la cuestión de la identidad, ya sea en el aspecto cultural o político.
Los del “boom” eran en el aspecto literario “técnico” cosmopolitas. La crítica también tiene que actualizarse. Los moldes de la filología ya no son suficientes. Semiótica y estructuralismo, sociocrítica e historia social de la literatura, etc.
Esta etapa culmina con el libro de Roberto Fernández Retamar, Calibán, 1971. Este libro plantea el problema colonial de la literatura latinoamericana. Plantea una fisura: arieles y calibanes, Darío o Martí, Borges o Neruda, Rodríguez Monegal o Fernández Retamar, etc.
1970-1973. Fin del “boom”: se comienza a percibir su aspecto de mercado que antes no era tan visible. Los novelistas ceden a la narrativa directa y “pop” (queda en entredicho el problema de la identidad). La revolución latinoamericana está estancada, se estanca, pues, el ansia de emancipación y los fundamentos de la identidad. El golpe de Pinochet inicia el auge del neoliberalismo: la transnacionalización de los mercados. La revolución cubana ingresa en lo que se ha llamado el “quinquenio gris”. La “unidad latinoamericana” aparece vulnerada. Se hace visible que hay otras tradiciones literarias menos visibles y no vinculadas al “boom”. Suicidio de Arguedas (1969), luego de finalizar El zorro de arriba y el zorro de abajo (1971). El otoño del patriarca (1975). La guerra del fin del mundo (1981). La casa de los espíritus (1983).
En los 70s es visible ya el auge de la televisión (que culmina en los 80s) que va a poner en entredicho a la propia literatura como discurso central.
Todos estos cambios producen un nuevo escenario cultural, y un nuevo escenario para la crítica. La idea de la identidad latinoamericana entra en una crisis profunda.
¿Cuándo había nacido el discurso crítico moderno latinoamericano?
El sentido crítico y de identidad puede decirse que se hace mucho más visible y urgente durante el modernismo. Algunos estudiosos del barroco llevarían quizá esta genealogía hasta la sociedad colonial.
Pero el modernismo es más típicamente el momento en que el discurso de la identidad (hispanismo y latinidad) se hace mucho más evidente, además como discurso asociado con el liberalismo y la modernización.
Tomemos como ejemplo a Rubén Darío. Darío llega a España en diciembre de 1898 (España contemporánea, 1901) para hacer crónicas del estado intelectual y cultural de España luego de la derrota de la guerra contra los Estados Unidos.
Pero Darío ofrece una mirada segmentada. Le muestra a los latinoamericanos a España, y viceversa, enseña a España qué es lo latinoamericano (aunque Darío habla de lo americano). ¿Cómo ve Darío lo (latino)americano? (1) Hay una gran preeminencia de lo social, una lucha entre civilización y barbarie. (2) Lo literario debe expresar característicamente este estado de “barbarie” para alcanzar cierta originalidad, “somos otros”, ya no hay posible refundición con la metrópoli. (3) La búsqueda de identidad se vuelve una búsqueda de expresión propia, y, por tanto, un proceso de exigencia vital y formal, e, incluso, tortura (aquella “forma que no encuentra su estilo”).
Estas características (presencia social, búsqueda de originalidad, exigencia formal) modelan el discurso crítico latinoamericano. Un libro de crítica muy importante recoge estos elementos. Seis ensayos en busca de nuestra expresión de Pedro Henríquez Ureña (1928). La fórmula de Henríquez Ureña es “el descontento y la promesa”, “en cada generación se renuevan, desde hace cien años, el descontento y la promesa”. Se trata del descontento ante la literatura lograda hasta ahora, y la promesa de “trabajar seriamente en busca de nuestra expresión genuina”. Henríquez Ureña asocia la búsqueda de expresión con el “ansia de perfección”, “no hay secreto de la expresión sino uno: trabajarla hondamente, esforzarse en hacerla pura, bajando hasta la raíz de las cosas que queremos decir, afinar, definir, con ansia de perfección”.
Henríquez Ureña repite en cierto sentido lo que había propuesto Darío: el carácter social de la literatura (pues se concibe como un expresión de identidad regional) y la necesidad de someter la expresión una tortura o presión formal (“ansia de perfección”).
Esto apunta a un general condicionamiento colonial, presente en dos características principales: (1) fundar de manera urgente la identidad americana en un contexto universal; (2) reconocer o disciplinar desde la literatura a la “barbarie”, la “ciudad real”, la culturas orales, etc. Por eso toda la presión sobre la expresión.
Estos movimientos son fundacionales para la crítica literaria latinoamericana, y, como se puede ver dura hasta, al menos, el momento del “boom”.
¿Qué es el latinoamericanismo?
Es importante notar que Henríquez Ureña desarrolló gran parte de su carrera académica en los Estados Unidos. De manera que se le puede ver como un fundador de la crítica literaria latinoamericana, pero también de lo que es el latinoamericanismo, para hablar de los discursos sobre la cultura latinoamericana que se elaboran en las academias del norte. Muchos de los representantes de la crítica latinoamericana han tenido la experiencia más o menos profunda de trabajo en las academias del norte, en especial los Estados Unidos (Girardot, Picón-Sala, Cornejo-Polar, Ángel Rama, largo etcétera). Pero, también, muchos latinoamericanistas, gringos, europeos, intervienen de manera decidida en este campo. (Jean Franco, Gerald Martin, etc.). Luego se puede añadir todo el auge de la diáspora de latinoamericanos en los Estados Unidos y Europa, etc. En resumen, el latinoamericanismo es una serie de discursos sobre América Latina que funciona en un ámbito descentrado.
II
¿La crítica latinoamericana es un asunto académico (asociado con la universidad) exclusivamente?
Hay una característica de la crítica literaria y cultural latinoamericana (la hecha en América Latina), y es que no se produce mayormente desde la universidad.
Las articulaciones críticas del modernismo, y de los dos momentos vanguardistas salen del ensayo, de la crónica (ya lo vimos en Darío), de los periódicos. En cierto sentido, se trata de espacios “informales”, por así decirlo. Hay, además, una fuerte insistencia, como no podía ser menos, en el estilo: la crítica no se libra del “descontento y la promesa”. Las academias habían estado asociadas con una filología hispanista muy tradicional (De las Academias, líbranos, Señor).
Volvamos al momento del auge de la televisión (los años 70s), ¿cómo se había desenvuelto hasta en ese momento el desarrollo de la crítica? Se puede hablar de un desarrollo vertiginoso del modelo “informal” de crítica. Un artículo muy valioso de Jean Franco ilustra la situación: los críticos, justificadores intelectuales de la (nueva) literatura se llamaban Jorge Luis Borges, Octavio Paz, García Márquez, Alejo Carpentier, etc. En Nicaragua podríamos añadir a Coronel Urtecho. Los universitarios son excepción: Mario Vargas Llosa tiene un doctorado. También hay grupos de críticos muy importantes que salen del periodismo, lo que ocurre con Marcha en Uruguay, de donde sale Ángel Rama. Hay una gran vitalidad en el periodismo cultural en América Latina en general.
El artículo de Jean Franco que mencioné se llama “El ocaso de la vanguardia y el auge de la crítica”, y podría ser parafraseado como “El auge de la universidad y el ocaso del “boom”. En cierto sentido la crítica hecha desde la universidad le toma la delantera a la crítica informal (es un momento fundacional de latinoamericanismo). Influida por varias corrientes de pensamiento, comienza a cuestionar los fundamentos con que se había articulado hasta entonces la idea de la identidad. Pero, sobre todo, se ve precisada de dar cuenta de un momento cultural muy diferente: la literatura ya no es el discurso central; el “boom” y herederos se ha mixturado con el mercado y con los medios de comunicación; la idea de emancipación nacional-popular se ha desvanecido. Hay, sin embargo, otros medios críticos paralelos al auge de la universidad: una neovanguardia literaria (Eltit, Mercado, los neobarrocos y neobarrosos), la revitalización de la crónica (Monsivais, ), el testimonio.
¿Qué ha pasado en la crítica en sentido general, es decir, “en Europa”?
Lo que sobresale en el artículo de Jean Franco es el vínculo entre vanguardia y crítica. En algunas de las corrientes intelectuales del primer mundo que influyen en la crítica latinoamericana este vínculo es notable.
En el feminismo. Porque se trata de un posicionamiento crítico abiertamente político.
En los estudios culturales. Porque opera contra las jerarquías de lo alto y lo bajo.
En el postestructuralismo. Porque opera en contra del humanismo burgués, descubriendo el aspecto construido de las identidades.
Al menos en sus inicios estas teorías son de vanguardia, en el sentido que persiguen alterar un estatus: de los estamentos académicos (mezclar la disciplinas), de los niveles culturales (alto-bajo, audiovisual-escrito, central-marginal, hombre-mujer), y de las formas políticas concretas (todas persiguen cambios políticos concretos).
Estas corrientes, sin embargo, tienden o bien a “formalizarse”, o bien a ingresar al consumo, al supermercado de la teoría (por ejemplo, los estudios culturales).
¿Qué ha pasado en la crítica latinoamericana en las últimas décadas?
La crítica literaria se ha convertido en crítica cultural. La crítica se ocupa del ocaso del “boom” y del auge de la televisión. La crítica persigue dar cuenta no de una identidad específica, sino de la diferencia (de género, clase, raza, etc.). La crítica se ocupa no de las líneas y obras centrales, sino de las líneas ocultas y marginales. La crítica desenmascara las operaciones ideológicas de las líneas centrales (el “boom”, por ejemplo, es sometido a crítica). La crítica opera por fuera de la división alto-bajo, tomando en cuenta otras expresiones culturales (la telenovela, el rock, etc.) Con esta actitud la crítica vuelve la vista hacia los períodos históricos anteriores para repensar los contextos culturales (el barroco, el modernismo, etc.)
Estoy enumerando “grandes tareas” que se ha impuesto la crítica, algunas veces cumplidas de manera admirable, pero también estas tareas se han vuelto “tics” bastante esperables, bastante rutinarios a veces. Están por todas partes, en el supermercado, en los diarios, en las actitudes “rebeldes”, etc. La crítica se encuentra en un momento crítico.
¿Cómo caracterizar la crisis de la crítica?
Al igual que muchos grupos humanos y entidades políticas y culturales, la crítica perdió el sentido de la emancipación, y se refugió en la emancipación a escala fragmentada, a veces en la celebración del presente.
Las humanidades perdieron la centralidad que tenían antes, de manera que los centros de de donde se produce la crítica quedaron de manera más evidente “en el mercado”.
Fundamentalmente, la idea de “América Latina” ha devenido inoperante, en gran medida por causa de la globalización.
La crisis de la crítica es la de su propia operatividad política.
¿Cómo es que (no) estamos involucrados en estos cambios?
Esta sería la pregunta. Responderla es, en parte, el objetivo de los encuentros.
Ver este texto como documento.
¿Qué es América Latina?
Como tantos otros conceptos de identidad este concepto de América Latina está sometido a muchas variaciones, o, más concretamente, batallas de apropiación simbólica: preguntar qué significa implica procesos de apropiación o desplazamiento (rechazo, sustitución, etc.)
Es preciso situar el término “América Latina” en un contexto histórico y discursivo concreto. 1959-1967-1973, más o menos. Triunfo de la revolución cubana, caída del Che, golpe de estado contra Allende. El 67 es el año de Cien años de soledad, la novela más popular (quizá no la más típica) del “boom”: una novela compleja, intertextual, amplia, llena de juegos de espejo que pretende resumir y en todo caso problematizar la identidad continental. Luego del 73, el boom decae. Auge de la lucha por la independencia política y cultural. Lo fundamental es que “América Latina” se reconoce como parte del Tercer Mundo. En el ámbito cultural se entrelazan revolución y “boom” literario. Todos los grandes del “boom” se identifican con la revolución cubana. A la vez predican de manera mesiánica que con el “boom” la novela latinoamericana ha llegado a su esplendor.
Esto no era cierto en sí, pero ayuda a definir un concepto de América Latina.
América Latina sería, pues, una serie de discursos de identidad y autonomía regional elaborados en torno a la literatura como discurso alegórico central. Hay una serie de coincidencias entre el proyecto político de autonomía y el objetivo de la literatura.
¿Qué es la crítica (literaria) latinoamericana?
La crítica literaria latinoamericana forma parte de este contexto. Su tarea, en cierto sentido, es fundamentar la identidad. 1967 es también el año del centenario de Rubén Darío. Hay que repensar el modernismo como movimiento intelectual (latino)americano, como factor de identidad. Ángel Rama, Rubén Darío y el modernismo. 1970. Yurkievich, Fundadores de la nueva poesía latinoamericana. Etc. Todo gravita en torno a la cuestión de la identidad, ya sea en el aspecto cultural o político.
Los del “boom” eran en el aspecto literario “técnico” cosmopolitas. La crítica también tiene que actualizarse. Los moldes de la filología ya no son suficientes. Semiótica y estructuralismo, sociocrítica e historia social de la literatura, etc.
Esta etapa culmina con el libro de Roberto Fernández Retamar, Calibán, 1971. Este libro plantea el problema colonial de la literatura latinoamericana. Plantea una fisura: arieles y calibanes, Darío o Martí, Borges o Neruda, Rodríguez Monegal o Fernández Retamar, etc.
1970-1973. Fin del “boom”: se comienza a percibir su aspecto de mercado que antes no era tan visible. Los novelistas ceden a la narrativa directa y “pop” (queda en entredicho el problema de la identidad). La revolución latinoamericana está estancada, se estanca, pues, el ansia de emancipación y los fundamentos de la identidad. El golpe de Pinochet inicia el auge del neoliberalismo: la transnacionalización de los mercados. La revolución cubana ingresa en lo que se ha llamado el “quinquenio gris”. La “unidad latinoamericana” aparece vulnerada. Se hace visible que hay otras tradiciones literarias menos visibles y no vinculadas al “boom”. Suicidio de Arguedas (1969), luego de finalizar El zorro de arriba y el zorro de abajo (1971). El otoño del patriarca (1975). La guerra del fin del mundo (1981). La casa de los espíritus (1983).
En los 70s es visible ya el auge de la televisión (que culmina en los 80s) que va a poner en entredicho a la propia literatura como discurso central.
Todos estos cambios producen un nuevo escenario cultural, y un nuevo escenario para la crítica. La idea de la identidad latinoamericana entra en una crisis profunda.
¿Cuándo había nacido el discurso crítico moderno latinoamericano?
El sentido crítico y de identidad puede decirse que se hace mucho más visible y urgente durante el modernismo. Algunos estudiosos del barroco llevarían quizá esta genealogía hasta la sociedad colonial.
Pero el modernismo es más típicamente el momento en que el discurso de la identidad (hispanismo y latinidad) se hace mucho más evidente, además como discurso asociado con el liberalismo y la modernización.
Tomemos como ejemplo a Rubén Darío. Darío llega a España en diciembre de 1898 (España contemporánea, 1901) para hacer crónicas del estado intelectual y cultural de España luego de la derrota de la guerra contra los Estados Unidos.
Pero Darío ofrece una mirada segmentada. Le muestra a los latinoamericanos a España, y viceversa, enseña a España qué es lo latinoamericano (aunque Darío habla de lo americano). ¿Cómo ve Darío lo (latino)americano? (1) Hay una gran preeminencia de lo social, una lucha entre civilización y barbarie. (2) Lo literario debe expresar característicamente este estado de “barbarie” para alcanzar cierta originalidad, “somos otros”, ya no hay posible refundición con la metrópoli. (3) La búsqueda de identidad se vuelve una búsqueda de expresión propia, y, por tanto, un proceso de exigencia vital y formal, e, incluso, tortura (aquella “forma que no encuentra su estilo”).
Estas características (presencia social, búsqueda de originalidad, exigencia formal) modelan el discurso crítico latinoamericano. Un libro de crítica muy importante recoge estos elementos. Seis ensayos en busca de nuestra expresión de Pedro Henríquez Ureña (1928). La fórmula de Henríquez Ureña es “el descontento y la promesa”, “en cada generación se renuevan, desde hace cien años, el descontento y la promesa”. Se trata del descontento ante la literatura lograda hasta ahora, y la promesa de “trabajar seriamente en busca de nuestra expresión genuina”. Henríquez Ureña asocia la búsqueda de expresión con el “ansia de perfección”, “no hay secreto de la expresión sino uno: trabajarla hondamente, esforzarse en hacerla pura, bajando hasta la raíz de las cosas que queremos decir, afinar, definir, con ansia de perfección”.
Henríquez Ureña repite en cierto sentido lo que había propuesto Darío: el carácter social de la literatura (pues se concibe como un expresión de identidad regional) y la necesidad de someter la expresión una tortura o presión formal (“ansia de perfección”).
Esto apunta a un general condicionamiento colonial, presente en dos características principales: (1) fundar de manera urgente la identidad americana en un contexto universal; (2) reconocer o disciplinar desde la literatura a la “barbarie”, la “ciudad real”, la culturas orales, etc. Por eso toda la presión sobre la expresión.
Estos movimientos son fundacionales para la crítica literaria latinoamericana, y, como se puede ver dura hasta, al menos, el momento del “boom”.
¿Qué es el latinoamericanismo?
Es importante notar que Henríquez Ureña desarrolló gran parte de su carrera académica en los Estados Unidos. De manera que se le puede ver como un fundador de la crítica literaria latinoamericana, pero también de lo que es el latinoamericanismo, para hablar de los discursos sobre la cultura latinoamericana que se elaboran en las academias del norte. Muchos de los representantes de la crítica latinoamericana han tenido la experiencia más o menos profunda de trabajo en las academias del norte, en especial los Estados Unidos (Girardot, Picón-Sala, Cornejo-Polar, Ángel Rama, largo etcétera). Pero, también, muchos latinoamericanistas, gringos, europeos, intervienen de manera decidida en este campo. (Jean Franco, Gerald Martin, etc.). Luego se puede añadir todo el auge de la diáspora de latinoamericanos en los Estados Unidos y Europa, etc. En resumen, el latinoamericanismo es una serie de discursos sobre América Latina que funciona en un ámbito descentrado.
II
¿La crítica latinoamericana es un asunto académico (asociado con la universidad) exclusivamente?
Hay una característica de la crítica literaria y cultural latinoamericana (la hecha en América Latina), y es que no se produce mayormente desde la universidad.
Las articulaciones críticas del modernismo, y de los dos momentos vanguardistas salen del ensayo, de la crónica (ya lo vimos en Darío), de los periódicos. En cierto sentido, se trata de espacios “informales”, por así decirlo. Hay, además, una fuerte insistencia, como no podía ser menos, en el estilo: la crítica no se libra del “descontento y la promesa”. Las academias habían estado asociadas con una filología hispanista muy tradicional (De las Academias, líbranos, Señor).
Volvamos al momento del auge de la televisión (los años 70s), ¿cómo se había desenvuelto hasta en ese momento el desarrollo de la crítica? Se puede hablar de un desarrollo vertiginoso del modelo “informal” de crítica. Un artículo muy valioso de Jean Franco ilustra la situación: los críticos, justificadores intelectuales de la (nueva) literatura se llamaban Jorge Luis Borges, Octavio Paz, García Márquez, Alejo Carpentier, etc. En Nicaragua podríamos añadir a Coronel Urtecho. Los universitarios son excepción: Mario Vargas Llosa tiene un doctorado. También hay grupos de críticos muy importantes que salen del periodismo, lo que ocurre con Marcha en Uruguay, de donde sale Ángel Rama. Hay una gran vitalidad en el periodismo cultural en América Latina en general.
El artículo de Jean Franco que mencioné se llama “El ocaso de la vanguardia y el auge de la crítica”, y podría ser parafraseado como “El auge de la universidad y el ocaso del “boom”. En cierto sentido la crítica hecha desde la universidad le toma la delantera a la crítica informal (es un momento fundacional de latinoamericanismo). Influida por varias corrientes de pensamiento, comienza a cuestionar los fundamentos con que se había articulado hasta entonces la idea de la identidad. Pero, sobre todo, se ve precisada de dar cuenta de un momento cultural muy diferente: la literatura ya no es el discurso central; el “boom” y herederos se ha mixturado con el mercado y con los medios de comunicación; la idea de emancipación nacional-popular se ha desvanecido. Hay, sin embargo, otros medios críticos paralelos al auge de la universidad: una neovanguardia literaria (Eltit, Mercado, los neobarrocos y neobarrosos), la revitalización de la crónica (Monsivais, ), el testimonio.
¿Qué ha pasado en la crítica en sentido general, es decir, “en Europa”?
Lo que sobresale en el artículo de Jean Franco es el vínculo entre vanguardia y crítica. En algunas de las corrientes intelectuales del primer mundo que influyen en la crítica latinoamericana este vínculo es notable.
En el feminismo. Porque se trata de un posicionamiento crítico abiertamente político.
En los estudios culturales. Porque opera contra las jerarquías de lo alto y lo bajo.
En el postestructuralismo. Porque opera en contra del humanismo burgués, descubriendo el aspecto construido de las identidades.
Al menos en sus inicios estas teorías son de vanguardia, en el sentido que persiguen alterar un estatus: de los estamentos académicos (mezclar la disciplinas), de los niveles culturales (alto-bajo, audiovisual-escrito, central-marginal, hombre-mujer), y de las formas políticas concretas (todas persiguen cambios políticos concretos).
Estas corrientes, sin embargo, tienden o bien a “formalizarse”, o bien a ingresar al consumo, al supermercado de la teoría (por ejemplo, los estudios culturales).
¿Qué ha pasado en la crítica latinoamericana en las últimas décadas?
La crítica literaria se ha convertido en crítica cultural. La crítica se ocupa del ocaso del “boom” y del auge de la televisión. La crítica persigue dar cuenta no de una identidad específica, sino de la diferencia (de género, clase, raza, etc.). La crítica se ocupa no de las líneas y obras centrales, sino de las líneas ocultas y marginales. La crítica desenmascara las operaciones ideológicas de las líneas centrales (el “boom”, por ejemplo, es sometido a crítica). La crítica opera por fuera de la división alto-bajo, tomando en cuenta otras expresiones culturales (la telenovela, el rock, etc.) Con esta actitud la crítica vuelve la vista hacia los períodos históricos anteriores para repensar los contextos culturales (el barroco, el modernismo, etc.)
Estoy enumerando “grandes tareas” que se ha impuesto la crítica, algunas veces cumplidas de manera admirable, pero también estas tareas se han vuelto “tics” bastante esperables, bastante rutinarios a veces. Están por todas partes, en el supermercado, en los diarios, en las actitudes “rebeldes”, etc. La crítica se encuentra en un momento crítico.
¿Cómo caracterizar la crisis de la crítica?
Al igual que muchos grupos humanos y entidades políticas y culturales, la crítica perdió el sentido de la emancipación, y se refugió en la emancipación a escala fragmentada, a veces en la celebración del presente.
Las humanidades perdieron la centralidad que tenían antes, de manera que los centros de de donde se produce la crítica quedaron de manera más evidente “en el mercado”.
Fundamentalmente, la idea de “América Latina” ha devenido inoperante, en gran medida por causa de la globalización.
La crisis de la crítica es la de su propia operatividad política.
¿Cómo es que (no) estamos involucrados en estos cambios?
Esta sería la pregunta. Responderla es, en parte, el objetivo de los encuentros.
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