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miércoles, enero 25, 2017

En la cueva de un solitario

Es inevitable que en todo discurso heterodoxo se cuele una instancia, un resto institucional. ¿Es inevitable?

 Leo en Vida en el amor de Ernesto Cardenal un amor desemejante y radical: el amor de los místicos. Pienso en el catálogo de De Certeau, y en el amparo de Merton.

Pero no deja de haber capítulos en que la juventud acude al matrimonio, y en que este matrimonio acaba por reivindicar a la Iglesia.

El recuerdo disciplinario y fascista con que los letrados vanguardistas asumen el catolicismo en Nicaragua es proyectado, en cierto sentido, en esta concepción poco heterodoxa. Dice Cardenal:

"en la cueva de un solitario está presente toda la Iglesia militante, purgante y triunfante"

Estas frases, que hubiesen quizá complacido al mismísimo Wojtyla, indica que la heterodoxia, como el barrilete, es sostenida, a veces, por vieja mano.

A veces parece impensable el sujeto sin institución.

viernes, septiembre 06, 2013

La impureza de lo conversacional

Este artículo reflexiona sobre los vínculos entre escritura y cambio social, específicamente el proceso por medio del cual un estilo literario de fuertes resonancias culturales (en este caso, la llamada poética conversacional) ingresa en la historia nacional revolucionaria. Aquí la escritura estará representada por la obra del escritor vanguardista nicaragüense José Coronel Urtecho, quien junto a poetas e intelectuales latinoamericanos como Salvador Novo o Pedro Henríquez Ureña, fue, a principios del siglo XX, uno de los introductores en América Latina de la llamada poesía conversacional, adoptando (quizá canibalizando) la llamada "New Poetry" norteamericana (Pacheco, 1997). Coronel fue el reconocido mentor de Ernesto Cardenal y caudillo del grupo vanguardista nicaragüense, probablemente el más decisivo a escala centroamericana al menos por razones de cohesión e influencia sobre la cultura nacional (Verani, 1981, p. 18). Por otra parte, será la revolución sandinista el proceso emblemático de cambio que interesa destacar como nudo problemático y fuerza de gravitación histórica sobre la escritura y lo conversacional.

Continuar leyendo

DELGADO ABURTO, Leonel. La impureza de lo conversacional: vanguardia, autobiografía e historia en los tránsitos textuales de José Coronel Urtecho. Atenea (Concepc.) [online]. 2013, n.507, pp. 65-78. ISSN

 

jueves, agosto 09, 2007

La retórica de la conversación

Contenidos sobre Coronel y la conversación, hasta ahora.

En busca de editor.


La retórica de la conversación:
hacia una agenda crítica sobre José Coronel Urtecho


Presentación

El centenario de José Coronel Urtecho: hacia una agenda crítica

Objetos sublimes: para una genealogía del Hombre Símbolo

Americanismo, modernidad y escritura: Rápido Tránsito de Coronel Urtecho

Postvanguardia y nostalgia modernista: ciudades americanas y crónica de sí en Rápido tránsito

José Coronel Urtecho,“Autorretrato con pintor”: vanguardismos, excusas, autobiografías

La autobiografía letrada centroamericana y el proyecto de escritura vanguardista: Luis Cardoza y Aragón y José Coronel Urtecho, en busca de un paradigma (anti)confesional

SEGUNDA PARTE

La genealogía cultural de la narrativa nicaragüense reciente: entre el hablar arcaico y el control moderno

Poética, habla y revolución: las relaciones entre cultura y política en el sandinismo moderno

De la memoria política, los que se narran y los fragmentos

Políticas culturales: modelos letrados, genealogía y nuevas intervenciones

Dos formas contradictorias de la articulación poética/ narrativa postvanguardista: Antipoemas de Nicanor Parra y Hora Cero de Ernesto Cardenal


pd. dejar de añorar el sitio de Coronel y someterlo a crítica, esa es la apuesta.

martes, agosto 07, 2007

¿Y la autoridad literaria dónde está?

Algo así se pregunta Gioconda Belli en una de sus últimas entrevistas. Y en contrapunto con Coronel:
"Por ejemplo, tomo mi caso con Coronel Urtecho. Cuando yo estaba joven, él era un hombre quizás no anciano pero si mayor, entonces había una maestría que yo le aceptaba. Pero el joven ahora no me acepta a mi una maestría, al contrario, lo que intenta es tratar de demostrar que yo no sé escribir, y que el que sabe escribir es él. En otras palabras, ni siquiera me dan la posibilidad de compartir".

El problema, precisamente, es que nunca se desconoció lo suficiente la maestría de Coronel, y que había que comenzar con desarmar la estructura del maestro de boina en el centro y los discípulos extasiados, uniformados y totalizados por su verbo: Coronel ha sido nuestro Saturno más frecuente.

Repetir, pues, aquella consigna de hace ya una década: quemar al maestro.

¿Y en tiempos de blogs, queda autoridad alguna para los literatos (esos seres que se permiten, bajo cobijos de seda, la opiniología)?. Sí, hay algunos intentos, como los blogs del grupo Prisa, que van entre la monotonía del género y un posmodernismo bastante monológico.

jueves, mayo 17, 2007

Los poetas se han dedicado

"También en Nicaragua, convertida por un tal Somoza desde hace 25 años en pocilga infernal, los poetas se han dedicado a oscurecer su literatura para proteger al mandón."

Prólogo inédito de Pablo Neruda a "Retorno al Futuro" (1946) de Cardoza y Aragón.

También nota en Clarín.

lunes, enero 29, 2007

Grupos polifónicos

En Doctor Faustus, Thomas Mann (el viejo tío Tom) hacía la división entre tiempos de culto (asociados con la polifonía), y tiempos de cultura (vinculados con la armonía). Uno de los dilemas de Leverkünh, en su agitada vida de compositor, es, precisamente cómo, con los medios de la cultura (el “yoísmo” de los recientes siglos) podía lograr un efecto (aunque fuera fantasmagórico) de culto (reconciliación con el total).

El culto, tal como lo entiende Mann, está asociado con el Renacimiento, y, probablemente mucho más, con la Edad Clásica, que dicen los franceses, y que debe entenderse como Edad Barroca. En la polifonía no hay una subordinación a la melodía sino contrapunto: líneas que corren juntas interrelacionadas pero que parecieran cuestionar las jerarquías. Este orden es eclesial; el arte todo, la técnica y la subjetividad del artista están sometidos a la lógica del culto.

La armonía—con su subordinación a la línea melódica (es Beethoven el héroe aquí, según la novela de Mann), con el asentamiento definitivo de los modos mayores y menores—resulta un producción burguesa típica (quitándole a burguesa su sentido peyorativo, y dejándola en su más desnudo significado de época). Armonía y exacerbación del yo romántico son casi una tautología.

Esto implica una doble secularidad: del individuo (que deviene ciudadano) y del arte (que se vuelve cultura secular). Hay aquí una pérdida (sigo la lógica de Mann): el culto de la cultura y del yo se codifican y se abstraen cada vez más. Para Mann (así como para ciertos críticos del tipo de Luckács) esta pérdida es social, pues no hay manera que con medios culturales (se trata de la exacerbación vanguardista) se reconcilien sociedad e individuo. El arte en tanto cultura pasa a ser asunto de élites.

Este punto es de un pesimismo ambiguo. No hay que olvidar que lo que Mann cuenta en su novela, de manera casi subrepticia, es la biografía de Friedrich Nietzsche. “El sujeto social—explica Lyotard en un contexto similar al de la novela de Mann—parece disolverse en esta diseminación de juegos de lenguaje” (The Postmodern Condition 40). Codificación y abstracción separan para siempre, secularizan de forma radical, los lenguajes, entre ellos el lenguaje del arte. La música del siglo XX (en especial Schönberg) testimonia esta transformación en que “ya no hay metalenguaje universal” (Lyotard).

Estos cambios producen paralelamente angustia y entusiasmo. Leverkünh realiza, en la novela de Mann, un tránsito radical por el infierno de la angustia moderna, y prevé una nueva reconciliación en el futuro. En cierto sentido adivina la legitimación que van a proponer después los postmodernos: “La mayor parte de la gente ha perdido la nostalgia por la narrativa perdida. A eso no lo sigue que se reduzcan a la barbarie. Lo que los salva de ello es el conocimiento de que la legitimación puede surgir únicamente de sus propias prácticas lingüísticas y su interacción comunicacional” (Lyotard 41).

De hecho las vanguardias son domesticadas en variadas e infinitas formas, todas quizá confluentes en la publicidad. La publicidad es, en este sentido, la expresión magnánima de la lógica de la cultura durante el imperio de la armonía como sistema expresivo. ¿Pero hay posibilidades de romper tal lógica cultural? Deleuze propone como de pasada el concepto de grupos polifónicos. Una articulación que bien puede referirse también a Lyotard: “legitimación a partir de las propias prácticas lingüísticas y la (también propia) interacción comunicacional”.

En su bello libro Una vida, Deleuze recurre a una matriz spinoziana en que el concepto de una vida pierde su efecto (su blindada coraza) individual. Una vida (concepto de pluralidad) tiene sentido en el momento del devenir, de la circulación comunicacional en torno a la vida (el ejemplo es el de un hombre muy malo que está en agonía y produce un efecto de desplazamiento vital comunitario). Esto tiene importantes resonancias políticas. “Se trata—explica Deleuze—de invocar las potencias impersonales, físicas y mentales con las que uno se confronta y contra las que se combate desde el momento en que se pretende alcanzar un objetivo del que no se toma conciencia más que en la lucha. En este sentido, el Ser mismo es una cuestión política.” (Conversaciones 143-144).

La legitimación no es con el total, ese total que angustiaba tanto a Mann en su novela, y que él refería a la lógica universal del arte secular. La legitimación es mucho más coyuntural y en ella el viejo yo romántico, anquilosado en su mal entendido cartesianismo, da paso a unas etapas de culto y de polifonía fragmentadas. A eso se refiere quizá Deleuze cuando habla de “grupos polifónicos”.

viernes, octubre 20, 2006

Nellie Campobello (no) está muerta.

En 1998, La Jornada de México informaba sobre la muerte de la escritora mexicana Nellie Campobello, desaparecida durante 12 años, y al parecer secuestrada por Claudio Fuentes Figueroa o Claudio Niño Cifuentes, quien creó, hasta 1998, la ficción de que Campobello estaba viva, habiendo muerto ella desde julio de 1986.

Campobello había escrito algunos de los relatos más singulares sobre las luchas regionales del norte de México, sobre todo Cartucho: relatos de la lucha en el norte de México. (1931). Pero, además, había sido promotora cultural y bailarina. Su vida enigmática, el extraño azar de su secuestro y oculta muerte, así como la absolución de sus secuestradores por faltas de prueba, ha provocado algo así como un nuevo auge de esta escritora que en vida no fue muy reconocida.

Pero no se trata nada más de un destino escabroso y de cierto sensacionalismo cultural. En tiempos en que los grandes paradigmas de la revolución mexicana han caído, quizá no sea casual la preocupación por una escritura “menor”, que desde su propio contexto desanima y rearticula a la vez esas grandes verdades culturales que han sido desplazadas. En efecto, se trata de una literatura regional, femenina, elíptica: nada de los grandes cometidos de las grandes novelas (anti)revolucionarias (siendo Los de abajo la más reconocible).

Por medio de la reivindicación de lo marginal, en la literatura de Campobello, se puede leer de otra manera lo que fue tanto la lucha regional como la política cultural de la revolución. Pero, además, hay un asunto de escritura que es fundamental: Campobello incorpora una radical mirada vanguardista en sus relatos, en la que la fotografía, vuelta narrar episódico, mirada “objetiva”, ojo de la niña, es el medio de inspiración y aspiración.

Copio algunos párrafos de mi ensayo “El ojo de la niña/ La niña del ojo: Cartucho de Nelly Campobello.”, que fue publicado recientemente por la revista Fractal de México:

“Efectivamente, la inscripción visual/ fotográfica constituye un elemento fundamental para el proyecto de Cartucho. Por un lado, establece una metáfora de la escritura y de la memoria, remitida de manera estratégica al ojo de la niña, para fingir una verosimilitud que algunos críticos leen de manera referencial: como “una visión virgen de la Revolución”, por ejemplo (Portal 99). Por otro lado, la opción visual fotográfica contribuye a establecer la posición política de la autora, como mujer, regional, o disidente. En la nota “Inicial” de la primera edición (1931) se articulaba de manera esencial este cometido, proyectando cierta relación con el vanguardismo y codificando la visión infantil no como verosimilitud, sino como distanciamiento fotográfico documental. Aunque esta introducción fue eliminada a partir de la segunda edición (1940), se puede considerar un elemento fundamental del proyecto textual general de Cartucho. Ahí se concentraba parte de la estrategia de amalgamiento de la forma fragmentaria, la historia personal y un rol social acatado de manera irónica.

La nota inicial alude al viaje de Campobello y su hermana Gloria, a Cuba, en donde según narra ella misma en Mis libros tuvo contactos culturales muy importantes, entre ellos con el vanguardismo literario (Mis libros 15-19). El texto suprimido introduce al cubano Fernández de Castro, que Campobello llama “nuestro amigo”, tomando fotos de las dos hermanas, con “una Kodak azul” (Cartucho, 1931: i). A la par, la técnica visual recibe una codificación formal en las metáforas vanguardistas que Campobello usa: “Hombre incrustado en una nube o en un riel”. “La fábrica bosteza y quiere tragarse a Fernández de Castro”. (i). Las dos muchachas son ubicadas como objetos de fotografía y tipificadas en un lugar femenino tradicional, que ellas aceptan: "Nos llamó muñecas, éramos sus muñecas, serias, formales. MIS MUÑECAS, “así él dijo” a veces era mi hermana Gloriecita, la muñeca número uno, a veces era la número dos, yo siempre fui la muñeca I, éramos para todas la horas del día y parte de la noche, sus muñecas serias, formales, SERIAS, FORMALES Y MUÑECAS". (ii)

La fotografía se inscribe como instrumento de la disciplina genérica, define el lugar de las muchachas, el histrionismo social que se les recomienda (muñecas, serias y formales). En esta definición, el lugar de las muchachas es decorativo y pasivo. Sin embargo, según sigue la historia del texto, Fernández de Castro enferma y en las visitas que las dos hermanas le hacen al hospital, Campobello comienza a contarle al enfermo sus recuerdos de guerra. Fernández le sugiere entonces escribir esos recuerdos: "Así fué como (sic) cada tarde le llevaba al Hospital del Cerro mis fusilados escritos en una libreta verde. Los leía yo, sintiendo mi cara hecha perfiles salvajes. Vivía, vivía, vivía… Acostaba a mis fusilados en su libreta verde. Parecían cuentos. No son cuentos…
Mis fusilados, dormidos en la libreta verde. Mis hombres muertos. Mis juguetes de la infancia". (iv)

Las convenciones instauradas al principio han cambiado. La mujer se ha desprendido de su sitio decorativo de muñeca y la escritura la lleva a enfocar visualmente los soldados como objetos y juguetes/muñecos. A la vez, el tiempo de visita al hospital—tiempo en el que se narra—ofrece una referencia unificadora de la experiencia fragmentaria de las imágenes. Ese tiempo es también un tiempo de escritura/ dibujo/ visualización en una “libreta verde”. El tiempo de la narración es, pues, el que se le dedica al amigo que ha instaurado la visualidad fotográfica con su Kodak azul, y el tiempo de la reproducción escrituraria de esa visualidad. Si en apariencia Campobello ha acatado su lugar de “muñeca”, en realidad termina por subvertirlo y el sentido de tal inscripción es imponer las fotografías de sus “hombres muertos”, sus “juguetes de infancia”.”

Este ensayo fue preparado originalmente para la clase sobre literatura mexicana del profesor Joshua Lund, en el año 2002. De ahí para acá, se han reeditado los libros de Campobello, hay una fuerte presencia suya en el ámbito cultural mexicano, y se piensa, en general, su legado.

Añado algunos links importantes, en relación con Campobello:

Sobre la reedición de Mis libros, La Jornada, 19 de febrero de 2006.
Reditan Mis libros, volumen con toda la obra literaria de Nellie Campobello

Rocío Fillega. “Nostalgia por Nellie

Rocío Fillega y Germán List Arzubide “Encuentros y desencuentros con Nellie Campobello

Mary Louise Pratt .“Mi cigarro, mi Singer, y la revolución mexicana: la danza ciudadana de Nellie Campobello

Jorge Aguilar Mora. “Perpetuar la infancia”.

lunes, agosto 28, 2006

Antologías: “alguna síntesis imprevisible se prepara”

Dado que por convocatoria ajena debo volver a reparar mis reflexiones sobre Rápido tránsito, de Coronel, busco varios auxilios este fin de semana: entre ellos la Prosa reunida, y exactamente el “Fragmento” que aparece ahí del Panorama de la poesía norteamericana (1949). Lo más increíble es que esos párrafos apretados articulan lo que es y ha sido hasta este año, el plan de las antologías de poesía nicaragüense: la fe en que la poesía encarna y expresa un “alma nacional” y el cometido futuro de tal encarnación, es decir, su progresivo desenvolvimiento y penetración social. Coronel hablando de la coyuntura de 1912 en adelante, que sería la de la inscripción de la New Poetry, dice:
“En rápida sucesión aparecieron obras capitales de poetas que pronto gozaron de prestigio nacional y desde entonces la poesía ha continuado siendo en Norteamérica un arte viviente que sigue de cerca la evolución profunda del país y expresa cada vez con mayor variedad el alma americana individual y colectiva. La poesía, libre de trabas retóricas, capaz de adaptarse a todas las formas o de crear nuevas, tiende a ser un arte popular que sirva de expresión, no sólo a los poetas superiores sino a una creciente mayoría de seres humanos.” (Prosa reunida 140).
Estas líneas son la doctrina fundamental de las antologías de poesía nicaragüense, y, en cierto sentido, la ideología de los que escriben poesía con ánimo nacionalista.
Por otra parte, es particularmente curioso cómo a Coronel lo entusiasma “América” (¿los Estados Unidos simplemente o, más bien, una “Panamérica”, que vía el San Juan, incluye a Centroamérica?) como lugar de entrecruce de culturas, lo que lo lleva a decir que “alguna síntesis imprevisible se prepara”. La poesía sería en un “factor primario de esa futura síntesis” (141).

martes, agosto 15, 2006

Paul Bowles en Tehuantepec

Memorias de un nómada (Without Stopping). Cortejé este libro por algún tiempo: pensaba en una especie de encarnación funesta del melodramatismo de Bertolucci en El Cielo Protector.
Bowles resulta mucho más complicado. Se trata de una de esas grandes autobiografías de los vanguardistas (incluyo entre ellas a Tristes Tropiques), con mucho tinte de problema colonial, como para ser leído según Said.
Dos problemas de lectura: hay demasiados nombres y pocas ganas de hacer un cuadro cronológico con ellos, para entenderlos mejor (más allá de los obvios: Stein, Copland, y los beat, y otros cercanos); y, en segundo lugar, desconozco la historia de Tánger. Otrosí, las editoriales españolas son chapuceras: ésta prometía unas ilustraciones (para el que hicieron un Índice) que no figuran.
En Bowles, un músico de la modernidad, hay mucha tensión lírica, a la vez que mucho sentido de la elipsis. De más decir que la sexualidad es una de las elipsis más notorias del libro (exceptuando dos extrañas iniciaciones).
Otra cosa sucede con la militancia política y la insaciable travesía en que se convierte su vida. Milita por años en el Partido Comunista (estalinista), se vuelve criatura del New Deal—recibiendo una pensión de desempleado—, todo esto a pesar de su origen patricio.
Una de las visitas extraterritoriales más conmovedoras es la que hace a Tehuantepec, en donde tocando su acordeón se hace popular entre los zapotecos. Junto a sus acompañantes, ayuda a pintar las mantas para la celebración del 1 de mayo. Su contribución son las siguientes consignas: MUERA TROTSKY, y EL COMUNISMO ES LA RELIGIÓN DEL SIGLO XX.
Una delegación de campesinos los visitó para saber qué era el comunismo, los creían instructores enviados por el gobierno.
“—Entonces ¿por qué os enviaron?—preguntó el portavoz del grupo.
--No nos enviaron de la capital—le dije, y pareció aceptarlo. Pero estaba decidido a no marcharse de vacío.
--Dime sólo una cosa—dijo entonces--¿Qué es el comunismo? [en español en el original].
Como no tenía una respuesta satisfactoria para él ni para mí, le mostré unos libros y folletos en español, entre los que figuraba uno titulado El abecé del comunismo, pero no manifestó ningún interés. Comprendí entonces que no sabían leer y que él era el único que hablaba español. Se lo expliqué entonces en zapoteco; nos dieron la mano y salieron a la calle en fila.” (pp. 219-220).
No queda claro que es lo que explicó “en zapoteco”. Probable errata? En todo caso un pasaje como para mirar de forma lateral la distancia entre el Estado de la revolución y los indígenas. Una figuración repetida muchas veces, en muchas revoluciones. Pero refractada esta vez por el ojo del artista vanguardista.
Hay muchas otras entradas en el libro de Bowles que conforman una mirada colonial, en otras partes del mundo (incluida Costa Rica). Pero, claro, las más ricas son las del norte de África. Por cierto, Bowles halló en Tehuantepec un paisaje más impresionante que el Sahara: “la vegetación también parecía mineral, aunque había adoptado formas de agresividad mucho más sugestivas que las que pueda adoptar cualquier formación rocosa” (218).

miércoles, julio 12, 2006

La muerte del hombre símbolo

Esta fábula ya la había encontrado en alguna parte, y es algo corrupta, o, al menos, impura. Trata a la política como tema narrativo, y a los valores de la cultura como esencia política. Dónde termina una y comienza la otra, constituye un enigma. Este enigma es de lo que hay que apropiarse.
Hablo, por supuesto, de la “noveleta” de Coronel Urtecho. Del contexto habrá que decir, por lo menos, que Somoza pretendía no ser político, estar por encima de la política. Los vanguardistas, por su parte, tenían una manera coercitiva de ver a la historia: querían ver, deseaban apropiarse de, conceptualizaban la historia como “guerra civil”. Había que salir de la “guerra civil”, de la “anarquía”, y por eso confluían en un solo proyecto Somoza y los vanguardistas. Tanto para Somoza como para los vanguardistas la democracia (el aparato retórico para dar voz a los otros) es imposible.
Es en ese el contexto y con esos presupuestos que Coronel escribe La muerte del hombre símbolo. De más decir que la “noveleta” de Coronel no está hecha de conceptos filosóficos, sino de escritura. No hay tal “universalidad” del argumento, sino una operación de “lenguaje y coerción” según la nota de Barthes a todas las escrituras.
Toda muerte es simbólica, es decir, establece un código y puede ser leída desde varios ángulos. El hombre símbolo es el representante de unos valores en crisis, los que se ve obligado a encarnar, y de otros valores mucho más placenteros y blandos que debe ocultar. Aquí opera la división moderna entre vida pública y vida privada. La parábola literaria nace de la yuxtaposición de ambas, que lleva al objetivo fabuloso—vanguardista y somocista—de terminar con la política. Es la coerción que ejerce la escritura.
En la modernidad los muertos se parecen a los libros canónicos. Son sólo su titular. El contenido puede variar, pero eso nadie lo va a notar, mientras se mantenga la lógica moral con que se pasa revista a los viejos retratos. Así, en la narración de Coronel, el hombre símbolo ha encuadernado novelas policíacas bajo las pastas de los clásicos. Toda escritura, así como toda política, separa irremediablemente el orbe moral—visto como apetecible y como factor de orden—del placer. Esta división es también cultural: clásicos versus policiales, cultura alta versus cultura baja. O, ya en términos más bajtinianos, cultura oficial versus cultura del carnaval.
El poder trata, por eso, de manera mistificada al muerto. Y, particularmente, al muerto político. Dice casi textualmente: este muerto por ser político, y por ser mío, es mucho mejor que el tuyo, o que cualquier otro muerto privado. Canoniza de manera apresurada. Apela a la historia. Dice: esto es histórico, y lo es sin más trámite crítico. Cualquier trance dubitativo será combatido de manera explícita, y con una retórica implacable. No hay manera de que se restituya el misterio esencial de cualquier muerte.
La muerte, pues, como código doble: como acto del poder, y como suceso de la modernidad. Por el acto del poder sabemos que este muerto encarna ciertos valores deseables. Por el relato de la modernidad sabemos que tal encarnación es siempre relativa e insuficiente. Por eso, toda corporalidad constituye un enigma. Los muertos privados siguen sin más trámites sus procesos corporales, van al cementerio y desaparecen. Los muertos en un trance de poder se constituyen en “hombres símbolos” y sus corporalidades son muy aptas para la narrativa. Toda narrativa que quiera, como la de Coronel, mezclar política y literatura, no es más que una narrativa necrológica.

viernes, julio 07, 2006

Antigua, El río de Cardoza y las vanguardias centroamericanas


La próxima semana debía asistir al VIII Congreso Centroamericano de Historia, en Antigua, Guatemala. Por problemas de presupuesto, no podré viajar.
En cualquier caso iba a hablar de Coronel y Cardoza y Aragón, y específicamente de cómo sus textos autobiográficos de los 1980s, constituían una especie de estado terminal de los proyectos vanguardistas a escala centroamericana. En especial me interesa la manera en que esos textos--fundamentalmente dos: El río: novelas de caballería, autobiografía de Cardoza, y "Siendo pintado por Dieter Masuhr", de Coronel--establecían tanto una "teoría autobiográfica" como una crítica de los principios más convencionales de la autobiografía: su aspecto confesional y "novelístico", en esencia.
Mi crítica de este aspecto confesional es de vieja data, y se puede ver en un artículo publicado en La prensa literaria en diciembre de 2002.
Ya que no voy a Antigua, rememoro una vieja crónica de 2000, cuando hice ese viaje por tierra y en dos días.

Hay una página en ensayistas.org con bibliografías sobre Cardoza.

lunes, julio 03, 2006

José Coronel Urtecho (1906-1994)


El centenario del nacimiento de Coronel Urtecho ha provocado pocas celebraciones, menos aún conmemoraciones académicas, y menos aún todavía replanteos críticos sobre su obra. Esto no deja de ser injusto para un decisivo e influyente representante de la llamada literatura nacional de Nicaragua.
El principal aporte literario de Coronel ha sido el traslado de las formas realistas inspiradas por la “New Poetry” norteamericana (tradición que va de Whitman a Pound, más o menos) a la literatura nacional. Este aporte, con excepciones, no ha sido evaluado todavía de manera crítica, por estar la crítica literaria o cultural muy escasamente desarrollada en Nicaragua y Centroamérica.
En este centenario, de manera un poco azarosa, he estado dedicado a estudiar a Coronel. El año pasado, en mi tesis sobre autobiografía centroamericana abordé una parte de su escritura autobiográfica. En marzo presenté en la Conferencia de LASA un acercamiento a su texto “Siendo pintado por Dieter Mashur”. Y en abril expuse “Hacia una agenda crítica” en el Simposio sobre la lengua nicaragüense, en la UNAN, Managua.
Seguí con artículos a ser publicados, con un poco de suerte, pronto. Uno—sobre Rápido tránsito—en un libro sobre ensayo centroamericano, iniciativa de Werner Mackenbach y la Revista Virtual Istmo. Otro—sobre las llamadas “noveletas”—para la revista 400 elefantes. Todo esto apunta a una colección que, provisionalmente, podría llamarse Asedios a Coronel: por una visión crítica de la poética conversacional.
En internet hay pocas referencias a Coronel Urtecho. Se puede ver la entrada del Diccionario de Escritores Nicaragüenses, y hay un número especial del Boletín de CIRCA No 20, con textos, bibliografía activa y pasiva, y una presentación a cargo de Luis Rocha. Estas bibliografías no son completas, pero son una buena tentativa de hacer circular la información por la web.
Es divertido que la presentación de Rocha me alude (es decir, alude algunos de los textos que he escrito sobre Coronel) casi directamente. Dice Rocha:
Para algunos neoenterradores no se debe de decir que José Coronel Urtecho fue
un gran conversador y mucho menos que como tal no sólo ejerció la crítica sino
que también el magisterio. Gracias a esas opiniones -indigestadas de
mezquindad- existe un mundo de sabihondería que hace irreconciliables a la
crítica y la conversación, y por añadidura sus discípulos somos responsables
tanto de que José Coronel Urtecho no supiera bailar, como de no hacerle la
disección.
En efecto, Rocha tiene razón. El oficio de la crítica se parece un poco a las exhumaciones (se debe correjir, pues, el término neoenterradores, y proponer neoexhumadores). Un eje de mi crítica de Coronel es, asimismo (Rocha tiene toda la razón), que la conversación según Coronel es un artefacto retórico, literario e ideológico, antes que una característica personal o natural. (Si no no estuvierasmos hablando de un gran escritor.) Por eso, la crítica no puede articularse por medio de la conversación, sería como quedar atrapado en el gesto ideológico del propio escritor, sin lograr un distanciamiento necesario. Con respecto a la falta de oído musical de Coronel (según Rocha, no sabía bailar), es una información que proviene de las Memorias de Ernesto Cardenal, quien al confesar de manera divertida su propia falta de oído, se refiere también a que Coronel presentaba la misma característica. Eso me llevó a sospechar que había una general ausencia musical en el llamado exteriorismo, y era una sospecha benigna, irónica y divertida, como bien lo ha entendido Rocha.

El Festival Internacional de Poesía de este año estuvo dedicado a Coronel.

Es curioso que haya un obituario de Coronel en The New York Times.

El artista alemán Dieter Masuhr realizó un peculiar retrato de Coronel, que he usado para ilustrar esta entrada.