viernes, septiembre 24, 2021

Teología de la liberación

 Continuación de las Reflexiones

Mi padre creía que solo había dos alternativas. O una revolución que le diera poder a la burguesía y consagrara una suerte de nacionalismo burgués, como había pasado en México, u otra que siguiera la pauta radical de la revolución cubana y anulara a la burguesía por medio de una rápida apropiación de recursos por parte del Estado.

De lo que no había dudas era que la revolución vendría. Si esto va a ser como México, hay que apoyarlo de todas maneras. Pero el modelo ideal es Cuba.

Quizá los años 70s fueron una larga espera y estuve sentado en diversas poses, en entradas de diferentes casas (unas más pobres que otras), viviendo la infancia y esperando la revolución. Me distraía del tema principal (la llegada de la revolución) y esa distracción era vivir: Papillon, la Sociología del materialismo, la radio, la TV.

Sentado sin hablar, como correspondía. No eran temas que se hablaran de manera ordenada o sistemática. Nos gustaba el cine, nos comunicábamos por imágenes y gestos significativos. La revolución era asunto del sentido común o si se quiere algo íntimo, nunca algo exógeno o venido de otra parte, mucho menos un dicharacho. México o Cuba.

Por una parte, compartimentación, por otra parte, silencio natural.

Un hombre saludo a mi padre cerca de la gasolinera Shell. Usaba una boina, tenía los labios gruesos, los dientes grandes. Mi padre reticente le aclaró a mi madre, cuando el hombre ya se alejaba, que era un “oreja”. No había que hablar mucho. Las cosas suceden y se ofrecen a la interpretación por sí mismas.

Vivíamos en 1978 junto a una Iglesia pentecostal (es decir una casa común que había sido reconvertida en lugar de culto). Nos acostumbramos a las prácticas teológicas de aquella gente: el entusiasmo pop de las canciones (los “coritos”), las secuencias del hablar en lenguas, los procesos expulsión de demonios. Los fieles eran gente del barrio y caminaban en santidad todo lo que podían (cuando no pasaban semanas o años de vuelta “en el mundo”). La pastora era una mujer puertorriqueña que quería convencer a mi padre de asistir alguna vez al culto. Estaba una vez ella renovándole la invitación cuando él le aclaró determinante: “creo en la teología de la liberación. Desde ese día también yo creí en la teología de la liberación. Esas cosas determinantes se aprenden así.


sábado, septiembre 04, 2021

Biblos

 



Ordeno la biblioteca, siento la desfamiliarización, lo Unheimlich

los autores muertos que se escuchan con los ojos, 

la pesantez e inutilidad de lo material, la metáfora 

que alude a página y excremento, la bazofia publicada, 

la meditación sobre para qué tanto libro, 

un deseo casi casto por lo virtual

(el espacio que ahorraría con una biblioteca de puros PDFs), 

la culpa por el tiempo que se acumula en una biblioteca, 

y el autor menor

 (¡yo mismo!)

 que queda atrapado entre dos autores canónicos, 

el Pajarito entre las dos Bestias


feb/2021