Termino de ver La delgada línea roja. La había visto en el cine probablemente en 1999. Recordaba la
textura poética, la introspección y la desesperanza.
Dado
que recién pasa el asesinato de periodistas en Francia (Charlie Hebdo), la sensación que me queda, de la película y de los hechos
recientes, es la de una guerra interminable. (Los cien años que
siguieron a 1900 fueron sin duda el siglo más sangriento en la
historia moderna, dice Niall Ferguson. El siglo XXI quiere competir,
al parecer.)
De
hecho llego a pensar que esa lógica de guerra interminable es la que
ha ganado al Ser Occidental. Sobre todo dentro de sus estamentos más
livianos: la prensa, la opinión, la ideología de defensa de la
libertad, la sátira, el humor y la caricatura. (Los
Simpsons no son Charlie Hebdo
debido al contexto de control social gringo. Pero su ironía radical
y posmo resulta
parecida.)
Obviamente,
la solución no es censurar estas expresiones posmodernas, o mucho
menos mandar a asesinar a los que las ejercen. Esa es la guerra sucia dentro de las otra guerra "limpia" e interminable.
Es
preocupante en todo caso que esas expresiones pasen a ser por
antonomasia lo que se entiende por expresión de “la libertad”.
(Y qué cerca que queda el 2001 con aquella polarización
“culturalista” entre buenos y malos, y en donde George W. Bush y
asociados pasaron a ser encarnaciones del bien.) La polarización del discurso se apareja con su pérdida de peso y complejidad.
No
deja de haber cierta arrogancia en asumir esa ideología y al mismo
tiempo identificar al bárbaro, que es una operación que concienzuda
o ingenuamente todos estamos ejerciendo ahora. (Decir que sos Charlie es una declaración
conciente o ingenua, de esta operación.)
Esto
implica asumir de forma ideológica cierto liberalismo liviano,
acotado y desmemoriado. Defender tras el hábito o la
máscara de la libertad una particularidad, lo que lleva implicado olvidar
la historia.
No
hace mucho, en el siglo XX, los hombres mataban por ideología,
principalmente una llamada nacionalismo que se cruzaba con otra
llamada imperialismo. (Sin olvidar que el racismo y el colonialismo
no terminaron de ser desplazados durante ese siglo: Argelia,
recordará Robert Fisk). Ante cierta orientalización de la barbarie, se puede decir que esa carga "bárbara" es plenamente occidental y global. Se puede ver en La delgada línea
roja, sobre todo en los
encuentros entre gringos y japoneses. Se puede percibir la fiereza
ideológica junto a su vacío.
¿No
es esa fiereza una de las bases, secretas y ocultas, de la proclamada
y absoluta libertad euro-occidental? (Al fondo, como un océano envolvente, ¿está el humanismo?)
En
cierto sentido, en La delgada línea roja
el contexto sobrepasa a los personajes del filme. Su introspección
es menos efectiva que la lógica dominante. Algo así nos pasa ahora.
Proclamarse esto u lo otro puede no ser otra cosa que coincidir con aquella lógica.