Hay quizá 30 o más muertos luego de varios días de protestas en Nicaragua. Dado que el monopolio de las armas está en manos del Estado, es válido suponer que se trata en su mayor parte de víctimas de represión gubernamental, sin descartar que haya por ahí algún otro tipo de muerto.
Es bastante sintomático que los muertos (héroes, mártires) pierden rápidamente su individualidad, y pasan a formar parte de una narrativa sacrificial. Se interpreta la sangre derramada en términos cristiano-católicos, como fundamento de una eventual nueva nacionalidad, post-dictatorial. Como si las cuestiones del Derecho fueran desplazadas por el encanto utópico de una Nación-religiosa.
Encuentro el siguiente párrafo de Gioconda Belli, muy a propósito para ilustrar el tono sacrificial-nacional que nos oprime:
"La sangre de los que lucharon por un país libre: los que cayeron en la lucha contra Somoza y los que han caído en estos once años y sobre todo en esta semana valiente, ha vuelto a revivir en esta nueva generación de nicaragüenses dispuestos a recuperar el sueño de una Patria Libre. No en vano existieron hombres y mujeres generosos y ejemplares que quisieron iluminar la oscuridad. Sus fantasmas están con nosotros, su legado está con nosotros. Sandino vive." (ver artículo)
Como si todavía estuviéramos en aquellos años idílicos de "vendrá la guerra, amor", y etcétera. No, esa cadena del relato sacrificial-nacional parece, a estas alturas, real-horrorosa.
Es una tremenda ironía que el llamado "himno nacional" invoque precisamente ese estado idílico en que ya el "pendón bicolor" no se "mancha con sangre de hermanos". Desde niños en la escuela aprendemos esa dialéctica entre la sangre derramada y lo nacional.
Mi utopía política sería poder dejar atrás esa narrativa sacrificial, y que fuese reemplazada por una lógica democrática. En ese sentido, no comparto mucho el entusiasmo con respecto a la imaginería revolucionaria reaparecida cuarenta años después. ¿Estamos de nuevo en el mismo punto del que partimos? ¿No corremos el riesgo de ir por ahí repitiendo nada sagazmente la historia como farsa dolorosa?
Se requiere, por eso, pensar en los usos de la sangre. Desde la forma en que el Estado administra la muerte contra sandino-comunistas, recontras, recompas y revueltos, hasta facinerosos y vándalos (todo repertorio del vocabulario desde el poder). Pero también la sangre de la generación del Servicio Militar, administrada desde el Estado y ofrecida a la Patria en contra del Imperio.
Deberíamos remitir al muerto, a la muerta a su Individualidad. No banalizar su imagen, e incluso su muerte instantánea en el video on-line. Dejar de utilizarlo coyunturalmente. No leerlo con esa mirada cristiano-católica que lo pervierte y lo siembra en el campo fértil de la patria. En cierto sentido, dejar atrás el modelo del muerto como semilla sembrada que predicó Ernesto Cardenal en su Hora 0. Hacerlo un deber de la memoria y no una patraña publicitaria. Remitirlo al Derecho.
P.S. 26 de abril
La cifra de muertos aumenta: 63 muertos, 15 desaparecidos. ¿Quién investigará estas muertes?
P.S. 15 de junio
¿No será la historia de Nicaragua una contrarrevolución interminable?