jueves, agosto 26, 2010

Los fantasmas

Un problema hermenéutico y político muy señalado es averiguar la identidad política de los seguidores del FSLN, esos que llenan la plaza este o cualquier otro 19 de julio.

Mi curiosidad ha vuelto de forma indirecta, al leer en Envio una especie de diagnóstico contundente que salta por sobre cualquier duda interpretativa o metodológica.

En su reseña de la última celebración del aniversario de la revolución, dice la revista:
Asiduos participantes en esta celebración vienen observando, este año con más claridad, que el gentío que llena la plaza es una multitud mayoritariamente sin identidad política, mucho menos que tenga una identidad “revolucionaria”, tal como se les describe y excita desde la tarima oficial. Se nota esto en las conversaciones que se cruzan y se escuchan, en las consignas, en la forma de “participar”. Se trata sólo de estar ahí y de estar porque sí. El contradictorio hecho de una multitud despolitizada en una concentración política refleja la deriva del FSLN, donde la educación política ha sido sustituida por un activismo dirigido centralistamente o forzado desde las instituciones del gobierno. (acá el artículo completo)


¿No es extraño y singular el caso de una multitud reunida en un acto político (no se trata de un concierto de rock, ciertamente) que carece de identidad política?

Los "asiduos participantes" deberían meditar más el caso. ¿Descartaron una eventual trama populista? ¿Agotaron a Canclini, a Laclau y confiaron únicamente en sus ojos, su asiduidad, su "claridad"? ¿Y qué pasa en la plaza con los simbolos? ¿Qué narrativa transmite el acto? ¿Es como quiere Canclini en todo populismo, una representación melodramática? ¿Se trata "de un PRI más en Mesoamérica"? ¿En qué momento y por qué medios se rompe la sintonía entre masa y partido para el caso mexicano? ¿Cómo se traspone eso para el caso nicaragüense?

Los medios no vacilan cuando dicen que los seguidores del FSLN participan de una especie de borreguismo político. Ese desprecio clasista (y racial) es difícil de ser superado desde los medios (dado el nivel ético con que trabajan).

No obstante, si algo enseña la escritura academica es que debe haber cierto respeto interpretivo ante los movimientos políticos y, diría yo, sobre todo sus seguidores: el mismo respecto que se merecerían, por ejemplo, las masas que se movían apoyando al PLC y Alemán en los años 1990s ¿tampoco tenían identidad política o da pereza buscar explicaciones?. Por supuesto, debe darse una visión crítica de tales grupos, pero dentro de un marco interpretativo plausible. Todos queremos saber. Paralelamente, no queremos conformarnos con vistas superficiales.

Si alguien informa que una plaza está llena de fantasmas, mi curiosidad iría a preguntar sobre todo qué faculta (y desde qué facultad!) esa visión fantasmática de la realidad que traspone el deber interpretativo por la fantasía ideológica.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Entiendo tus observaciones y comparto tu comparación con el PRI, (especialmente el de los 80 y 90s, cuando el andamiaje político ya venia decayendo). No obstante, me parece que hay numerosas contradicciones ideológicas en el orteguismo que rayan en el nihilismo.

En fin, tu critica al peyorativo "borregada" es muy acertada.

Juan Sobalvarro dijo...

El dilema en este caso es el de la identidad política. La solución más precaria es la que resuelve la identidad política con ceñirse o afiliarse a un partido político vigente. ¿Pero qué sucede cuando no hallamos un partido político al que queremos ceñirnos? o ¿todos tenemos una identidad política y que además pueda ser colectiva? No creo que tenga que resolver primero esto antes de ir a la plaza un 19 de julio. Esto me hizo recordar la ingenuidad de un amigo antisandinista al que convencí de ir un 19 a la plaza con el inofensivo propósito de divertirnos y emborracharnos, al inicio mi amigo se resistía a ir porque creía que si la plaza estaba llena los sandinistas ganarían las elecciones y él habría contribuido para que lo lograran.