Wikileaks es reclamado por los anarquistas (sesudos o frívolos, que suelen ser ambos) pero usado por los liberales.
Es como si el reclamo y el (valor de) uso jugaran a la distancia y a la impureza.
Se ha dado el caso incluso que se reclame Wikileaks para la literatura (o más exactamente, para la mala literatura): algo así como mi novela prefiguraba la transparencia gubernamental que ahora wikileaks vuelve evidente.
Muchos profetas apresurados vaticinan que Wikileaks impactará en los medios.
Assange no está divorciado de la hermenéutica (cree que debemos ir directamente a los archivos a sacar nuestra propias conclusiones). Pero algunos de sus gestos parecen contradecir tal postura. Es como si creyera con toda solvencia en la pureza del reclamo y no se diera cuenta de la impureza de la interpretación (la que hacen con toda soltura los medios).
De hecho entre sus afirmaciones más contradictorias está este romanticismo epistémico: la verdad siempre vencerá.
Curioso, contradictorio y romático eslogan para un mundo en que la "verdad" es por lo general derrotada y en que las verdades oficiales son por lo general las triunfadoras.
La coyuntura "post" trataba, en principio, de esa contradicción. Uno de sus padrinos (desde la derecha) miraba cómo lo esencial se escapaba siempre. Otro, en su variante psicoanalítica, enseñó los trabajos de intepretación del inconsciente.
La verdad tal como es reclamada en la coyuntura actual es más disolvente, rápida, deslizante y crédula.
Y aparece urgida por separarse de su propia credulidad.
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