Leo en Vida en el amor de Ernesto Cardenal un amor desemejante y radical: el amor de los místicos. Pienso en el catálogo de De Certeau, y en el amparo de Merton.
Pero no deja de haber capítulos en que la juventud acude al matrimonio, y en que este matrimonio acaba por reivindicar a la Iglesia.
El recuerdo disciplinario y fascista con que los letrados vanguardistas asumen el catolicismo en Nicaragua es proyectado, en cierto sentido, en esta concepción poco heterodoxa. Dice Cardenal:
"en la cueva de un solitario está presente toda la Iglesia militante, purgante y triunfante"
Estas frases, que hubiesen quizá complacido al mismísimo Wojtyla, indica que la heterodoxia, como el barrilete, es sostenida, a veces, por vieja mano.
A veces parece impensable el sujeto sin institución.