Malas hierbas, Pedro Cabiya (novela, 2010).
Novela de zombies que acata y a la vez desacraliza retóricas del género (si es que se puede hablar de género en este caso: un desborde hacia las película B del estilo George Romero y una larga genealogía narrativa y cinematográfica anterior y posterior).
¿Qué es un zombie? ¿Dónde están los bordes, pliegues y repliegues del ser zombie? ¿Puede volver a la vida un zombie? ¿Cuál sería la arqueología--en términos cuasi foucaltianos--de un zombie? ¿Es histórica la vida de un zombie?
En torno a esta retórica entre pop y posmoderna, Cabiya introduce una sabiduría novelística notable. Me refiero a un actitud enciclopédica. No es, en el estilo sumergido y obsecuente de un Tarantino ante las retóricas pop (y de la era VHS) que Cabiya parece plantearse el asunto. Más bien me parece advertir la superposición y conversación de enciclopedias contrastantes: la ciencia, la historia caribeña (en especial haitiana); el catálogo herbolario del envenenamiento, las alergias y la inducción de estados zombies; y, por supuesto, la larga tradición de sujetos literarios animados pero en estado seudohumano: Pinocho.
(No será hora que Agamben y demás investigadores de la distancias entre animal y humano ingresen al reino del zombie y se hagan algunas preguntas?).
La novela de Cabiya, pues, aguarda y espera ahí donde desemboca el río de lo real maravilloso. No el fácil y excesivamente retórico realismo mágico, sino esa otra desemejanza entre enciclopedias (americanas, poscoloniales, europeas) que Carpentier llamó real maravilloso. Otra palabra me ha tentado leyendo esta novela: transculturación. ¿Son demasiado viejos estos conceptos: real maravilloso, transculturación? Pudiera ser, a despecho de los órdenes separados del mundo (y hablamos aquí también desde otro concepto muerto, o zombie: tercer mundo).
La novela en Cabiya no es el narcisismo de lo cotidiano, la investigación comedida del sujeto que se quema en el pábilo de su clase media. La novela de Cabiya es simulación de epistemología; análisis, como en Pamuk en cierto sentido, de la suerte particular de la ciencia en el tercer mundo o mundo postcolonial; y juego con las disonancia narrativas (narrativas dichas a dos o a varias voces) que toda historia adquiere cuando se toman en serio los lugares de enunciación.