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lunes, octubre 15, 2007

Ya no hay aleros 3

Llueve en toda Centroamérica. Desde el bus de ida miramos los esqueletos, a veces esqueletitos, de los ríos: ríos de piedras finas; a lo lejos, vacas flacas, milpas secas.

Pero viene el temporal a la par que nosotros nos alejamos por la carretera panamericana.

Lo escuchamos de noche en San Salvador: su rumor, su peso.

Al regreso hay gruesos ríos sobre los esqueletos patrios del río.

miércoles, septiembre 26, 2007

Intermortales



Los intermortales pelean ahora la persecución de la policía.

Viejos dueños de las pistas, lujuriosos de la velocidad y la exposición de personas al peligro en la aldea motorizada.

Al parecer en ciertos lugares de América Latina han conservado un nombre genérico: Combi, para honrar a su ancestro de la Volkswagen. Pero en una sociedad como la nicaragüense entusiasmada por los motores, se ha preferido el nombre tanático. Cada viaje es un desafío mortal.

Los intermortales son símbolos fecundos del capitalismo desigual. De hecho, las furgonetas y microbuses se han ido haciendo cada vez más pequeños. En los últimos 30 años los que eran por entonces microbuses (generalmente rurales) son ahora casi gigantescos. Y los diminutos vans o furgonetas van cada día más atestados (16 pasajeros "sentados", 6 guindados y 1 ó 2 de pie), sus rutas cada vez más intricadas, y sus pasajeros más en riesgo. El capitalismo desigual comienza por eliminar las salidas de emergencia y por manejarse a alta velocidad. Universidades de garage, intelectuales propagandistas de la globalización e intermortales: una santa trinidad del capitalismo periférico.

Tengo todo en contra de Maná o Juanes, o el pendejo de Arjona, no quiero tener mucho en contra del reaggeton (ese pariente periférico del hip hop). Pero los chicos de la velocidad (no me refiero a los surfistas de la web sino a los conductores de intermortales) aderezan sus sentidos (y todos los sentidos de los pasajeros) con el reaggeton. Es el ambiente sonoro de la velocidad. La postmodernidad hipnótica, tan ensimismada como el trabajo de las maquilas o el ombligo de los poetas nacionales.

Luego de innumerables muertes y tragedias, la policía nacional se ha dado por aludida. En el km. 35 de la carretera sur, los policías detienen al intemortal, alumbran con una lamparita para comprobar que no se ha vencido la licencia, que no van pasajeros de más. Están lejos de revisar si hay salidas de emergencia, o de comprobar el estado nervioso central del conductor (su estado etílico y su estilo), o de ver si los oídos de los pasajeros resistirán otro verso reaggetonero. Están muy lejos de criticar al capitalismo global por esta luna que asoma tan llena de promesas en la noche que comienza.

Es que el capitalismo periférico está lleno de paliativos.

jueves, septiembre 13, 2007

Maquinaciones

No es cierto que se escriba mejor mientras se viaja. Cosmopolitismo, ruina, espejo, multitud, balbuceos.

Llevé un cuaderno verde para verme mejor como el espejo de la chica.

Pero mi cuaderno abunda en cosas muy prosaicas: "aceleración del metabolismo", "el día soleado", "20 copias de Exile in Main Street, el mejor disco de todos los tiempos, en la tienda".

Mi cuaderno establece, eso sí, una batalla con mi cuerpo. Un extrañamiento de los críos: "me siento descorporizado", clamo, me imagino, entre el, ya proverbial, día soleado que me persigue como un loco con un espejo.

El concepto preferido de mi diario es el término maquinación. Verbigracia: "El cuerpo lucha entre disciplinas y maquinaciones: la máquina en términos clásicos (habría que estudiarlo en el barroco español)."

También un acento de época: "Cómo un hombre tan atado a la domesticidad (nota importante: lo siento, sé que es farisaico, quizá quise decir etnicidad), tan nostálgico de la comunidad (again: sé del sopor de Jinotepe en mediodía de domingo, y no me salgás con que Managua es una ciudad) va andar en estos andurriales posmodernos.

Esos andurriales me entusiasman más como significantes que como significados. El Quijote incrustado en Las palabras y las cosas. El Daneri interno que todos perseguimos.

viernes, agosto 10, 2007

Ya no hay aleros

Las paredes se han echado a las aceras. Los aleros han sido clausurados. Las nubes estacionarias se deshacen tres o cuatro horas, precisamente esas en las que llego a Jinotepe. Ya nadie da paso al que le ha agarrado la lluvia. Así uno va machucando los secretos arcoiris de la noche. Caminando por calles que nunca vi.