Está bien, sí tenía una crónica de Antigua.
1. La reunión casi con velas en aquella salita museográfica del hotel. Fui el único que tomó té y no café, y quedó en evidencia al no usar la escudilla.
2. La presentación, otra noche, de la octava o novena novela del joven académico. Tributario de la roman universitaria, se analizaba, en Austin (o era Standford) y su poca sangre indígena. Yo me preguntaba, no es haber terminado ya la Obra tener 7 u 8 (u 11) libros publicados?
3. Mi merodeo por las librerías del centro, en donde hace años conseguí la Obra de Cabrera el Infame (sólo 300,000 menciones en Google, y en virtual disminución!, eso se llama ser olvidado) y de Capote. Digo que adoro esta ciudad con sus brechas y heridas.
4. El extraño con que tarde... Nostalgias imperiales de los Estados Unidos... (sobre todo cuando Micheal Stipe dice que vendrá pronto septiembre, extraño la certeza de los libros ordenados y los trabajos del sol luchando con la sombra en mi rincón planetario)... Frutas en carritos que mitigan el calor.
5. El almuerzo solitario y depresivo (aquel aceite funéreo que dijera César), mientras en la TV de pantalla plana pasan un DVD con la videografía completa de ABBA. Hasta mañana te sabré esperar--rugía Agnetta--dime tú el lugar...
Y yo siempre llegaba a Antigua.
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