miércoles, junio 06, 2007
Plaza
Una crónica que nunca publiqué,y que según las estadísticas del doc., escribí el 25 de febrero de 2000 (la fecha no se pretende simbólica). La foto es de Ernesto Salmerón.
Con Alicia y los demás cerca de la fuente
Leonel Delgado Aburto
Claro, soy un probo extemporáneo. Hasta ayer me di cuenta que la otrora Plaza de la Revolución fue clausurada por el actual gobierno con una fuente de abundante mal gusto, hasta hacer del sitio un lugar malsano, si de turismos o recreación se trata, y como si no bastara con el mal olor del lago.
La Catedral y el Palacio Nacional (o de la Cultura) ya eran de por sí bastante feos. Con la añadidura de esa fuente y del Palacio Presidencial, todo adquiere un humor negro surreal y no es exagerado afirmar que se trata del lugar más claustrofóbico de Managua.
Crucé este lugar tan peculiar por la imperiosa necesidad de consultar aquella paradigmática antología de poesía nicaragüense que Orlando Cuadra Downing y Ernesto Cardenal presentaron en 1949 (Nueva poesía nicaragüense). En la Bilbioteca Nacional no existe un ejemplar. Y saliendo de la Biblioteca sólo estaba la reiteración visual del paisaje adyacente, y, por supuesto, la fuente.
Me retiré de manera apresurada para deshacerme del vértigo. Imaginé, sin embargo, a Alicia correteando tras el conejo en este lugar tan soleado. Fue tal vez una cerebración inconsciente: el lugar me parecía más pequeño, incluso diminuto, precario en espacio. Imposible que aquí se hayan reunido multitudes esperanzadas de toda clase y calibre durante este siglo que termina. (No hablo sólo de los vítores revolucionarios de 1979, pienso en las manifestaciones de Somoza o de doña Violeta).
A principios de los 90, cuando yo vivía en Cuba, tenía un amigo que me contaba que siempre que cruzaba la Plaza de la Revolución de La Habana, solitaria en los días comunes, él sentía rastros, halos o auras de las multitudes que ahí se habían reunido.
Eran días duros en el que muchos esperaban o temían (hasta mi amigo) otra revolución de terciopelo, en el que aquella plaza y sus multitudes cambiarían de signo ideológico. Pero mi amigo, un poco ortodoxo, remataba siempre su exposición con una frase casi enigmática de Pier Paolo Pasolini (no en balde éramos estudiantes de cine): “El futuro es previsible, la historia no”.
Juro que en mi reciente experiencia en la Plaza de la Revolución de Managua no logré sentir ni los rastros, ni los murmullos ni las auras de las multitudes. Aunque sé que Alicia remolona y confundida circulaba por ahí.
Fuera del vértigo, Managua seguía quieta. Más apartamentos. Más prostitutas diurnas esperando cerca de donde fue la calle 8. El nombre del estadio era otro chiste: Dennis Martínez. Me consolaron los chilamates frondosos que hay cerca de la embajada americana, y como otras veces murmuré la sabiduría de J.L.G. (no Jean Luc Godard): “buscando visa para un sueño”.
Me pareció que al menos el viento en los chilamates era bastante audible (aunque en el radio del taxi Leo Dan hablaba de una tal Celia). Pero una imagen peculiar terminó por distraerme. Era un Bruce Lee pintado en un anuncio bastante grande mostrando sus músculos y su airada mirada. Abajo unas letras decían: “Rótulos the best of the best”.
Con esto mi inquietud se renovó. Comencé a pervertir los significados y las imágenes. Oía que Leo Dan le cantaba a Alicia (y no a Celia). Imaginaba que Godard, entrando a un estudio con un peine en la mano, señalaba el rótulo, en el que Bruce Lee tenía la cara de Dennis Martínez. Y en ese relajo de la imaginación todos estábamos seguros que la fuente nueva era un test, una encuesta de agua y una encuesta absurda. Pero ninguno estaba seguro del sentido de ese test.
Encontré la Nueva poesía nicaragüense, por fin, en la Biblioteca del Banco Central. El libro está a estas alturas bastante maltratado. Y será difícil de reponer.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Leonel, podemos poner esto en MA? para el mes de la revoluta?
dale viaje
Publicar un comentario