Vargallosismo palurdo. La idea de que el realismo es la realidad. Sucede con una crónica probablemente homofóbica publicada en Confidencial. Pero, además, es una tecnología realista diseñada para demoler al otro, de Pichula Cuellar a Arguedas.
Leo de madrugada. No es cómodo. La luz del aparatito me hiere la vista. Luego de una hora, ya cuando sé que va a amanecer, pongo el texto, y me sumerjo un poco en el sueño. Tengo el inicio de la experiencia esquizofrénica: el cuerpo irradiando la totalidad, vibrando en vértigo. En la infancia lejana pensaba que era epilepsia, me autodiagnosticaba y seguía practicando noche por noche. Luego llegó la prosa. Pero esta vez dura muy poco: suena inmediatamente la alarma. Es la hora de no levantarme. Se levanta María, yo me sumerjo, o trato. Ya no tengo más experiencias de irradiación terráquea.
He encontrado mi método de meditación (nunca es válida la cacofonía, perdón). Leo el libro de Zizek, Less than Nothing. El aparatito (un kindle) me informa que faltan 41 horas para que termine el libro. Lo que no sabe el aparatito es que me gustan ese tipo de compendios de filosofía. ¿No era yo el que corría por pasillos y veredas recomendando leer ¿Qué significa pensar?? También adoraba, extrañamente, un libro de Ortega y Gasset, otro compendio. El libro de Zizek, lo dije ayer, se detiene en el idealismo alemán.
La alegoría de Benjamin. Yo le cambiaría ruinas por olvido. Al ir de espaldas leyendo voy viendo algo de lo que olvido. Por eso menciono esos nombres.