Veo una serie anodina. No hay grandes encuentros sexuales ni asesinatos atroces ni extraterrestres o zombies. Con esas ausencias ver esta serie es como ponerse al lado del camino que cantaba otrora el poeta. Pero no veo, no digo esto, para santificarme o santificar el serial. Sé que la maquinaria del capital también trabaja esta narrativa. Hay paisajes de pueblos costeros quizá del Mar del Norte, tal vez demasiado estetizados. El antiguo estado de bienestar británico trabaja en esta serie en la figura de un médico general que atiende a los pobladores del pueblo marino. Es generoso, dedicado y padece de algunos TOCs. Quizá también no tan secretamente está en el espectro autista. Tal vez necesita estar en ese espectro para ser bueno sin dobleces. Como tal es el envés de personajes del tipo de Breaking Bad o House. En vez de la serie médica que enerva, la serie blanca que apacigua. Para un domingo por la noche cumple casi funciones lustrales.
Veo otra serie blanca. Es sobre los destinos de una pareja
que se divorcia. Aunque hay vagabundeos eróticos de los personajes, no se
muestran los encuentros sexuales. Ningún asesino serial persigue a los
divorciados. No hay extraterrestres o zombies. He caído, me doy cuenta, en las garras
del costumbrismo capitalista más intrascendente. La épica de la sobrevivencia
individual y violenta tipo The last of us le es ajena. Todo se reduce a
las contrariedades de la clase media blanca neoyorkina. Vagamente persiguen el
arte, el buen negocio y un hedonismo de restaurante (o de matrimonio). Pienso
en los afanados guionistas que se debaten entre el apaciguamiento y la marca de
distancia en sordina. Por ejemplo, la divorciada establece una relación con un
hombre afroamericano. El exmarido pregunta en una cena: “¿y tu anterior esposa
también era blanca?”. Los guionistas se han puesto en el borde de la transgresión
neoconservadora. La serie es del tiempo de Trump (que todavía no termina).
Pienso en los afanados guionistas que al menos no enfrentaron la infausta tarea
de escribir para una serie modelada por los reality shows. Nada más
triste que series tipo The Office que idealizan la vida de trabajo en un
culebrón interminable. Tampoco vi nunca Get Back, la serie de ocho horas
con The Beatles, dirigida por Peter Jackson. Ocho horas, dios.