A la farsa kafkiana tiende Brian De Palma en su versión de The Bonfire of the Vanities (1990) (transmitida en medio de una lluvia monzónica el miércoles por la noche por Cinemax: el agua ha ahogado un gato con el orin del zinc, oigo que grita--es decir, maulla de manera dramática, y voy a salvarlo en cuanto la película termine).
Melanie Griffith (que había sido la chica elástica de la ventana indiscreta en Body Double) acentuando una improbable erotomanía. Palma, como su maestro Hitchcock, rehuye del cuerpo femenino, lo desnuda, lo muestra en ropa interior, lo hace enigma, en fin, lo estira, lo suspende, pero no lo penetra.
Tom Hanks haciéndose el Hamlet de los yuppies (sin el cinismo de la novela original), pero patético hasta entrar en la victimización poliédrica (después vendría Filadelfia, luego su idiotización, en Forrest Gump, más después su épica del rostro, en Saving Private Ryan).
Bruce Willis, periodista y punto focal, está borracho todo el tiempo.
¿La idea de la chica que ofrece su intimidad al ojo de la fotocopiadora, es de Michael Cristofer el guionista?