El nombre de pluma señala en su caso, además, la llegada plena de la juventud, de la literatura, del cosmopolitismo y de la estética vanguardista. La y era quizá no solamente resabio de clase, sino también partícula lustral.
Como se sabe la genealogía de nombres cambiados, máscaras onomásticas, partículas sintácticas de ocultamientos, alteraciones más o menos drásticas de nombres originales (si es que existe tal cosa), tiene cierta frecuencia entre hispanoamericanos. Es el caso del famoso seudónimo de Félix García, uno entre otros: Rubén Darío. (Para no decir nada de Neruda, Mistral, de Rokha).
Todos nombres con aspiraciones tribunales. (Es el poeta Carlos Martínez Rivas quien convierte tribunal en un adjetivo cuando nota cómo la cultura erige un pasado momíficado, en culto. Por cierto, en su caso el segundo apellido, Rivas--como en otros casos famosos: el Lorca o el Márquez--invitan a la distinción.)
¿Por que Bolaño no devino Belano a tiempo? ¡Se habría librado del fantasma del otro Roberto G. Bolaños, cuyo nombre tribunal todos hemos repetido!
En El mensajero (pág. 79), Fernando Vallejo hace como que pregunta por un nombre:
"Se llama Paz, dizque Octavio Paz... ¿En qué cabecita hueca cabe ponerse semejante seudónimo..."Para Vallejo, que no por nada escribe la biografía de Barba Jacob, conocido también como Ricardo Arenales y como Miguel Osorio, entre otros, ya el nombre (es decir, el seudónimo) implica una estética.
En el "Arte de injuriar" Borges advertía cómo "las lesiones hechas al nombre caen sobre el poseedor" o por el contrario cómo un partícula introducida en el nombre puede alterar destinos enteros.