martes, agosto 28, 2007
Ya no hay aleros 2
Esta vez se trata de una borrasca. Llega con puntualidad a la ciudad junto conmigo. Me amparo en algo que no es alero, sino penoso accidente constructivo. Hay varios transeúntes que desaparecen en la penumbra, según se ve en las calles el asfalto que brilla, la gente que cierra la puerta y los niños vendedores que se protegen con plásticos. Luego vienen varios remolinos blancos de lluvia que no quieren tener dirección. Llueve por media hora con ira. La ira no se va después porque suenan rayos espaciados (cuento mentalmente hasta 12 para saber que la distancia de la tormenta es ahora de sólo 3 km.) La ciudad es como una ladera un poco achatada que se opone a la lluvia, por eso la rivalidad, y la ironía cuando termina el aguacero: quedan las nubes estacionarias que van mojando lentamente. Entonces brotan todos los transeúntes escondidos, y las calles se desocupan del agua.
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