Tiendo a ver el catolicismo más como un lastre—social,
político y moral— en la historia de Nicaragua, que como un elemento
constructivo. Veo a los Obispos como el poder masculino, homosocial y patriarcal
en esencia. De Obando a Báez me parecen la misma oscuridad. Me parece que se
requiere ante tanto poder incuestionable de la Iglesia, más secularidad. Sobre todo,
a partir de 2018 se quiere ver a estos señores Obispos como depositarios de una
nueva moral o de la moralidad de la nación, etcétera. Intelectuales de la talla
de Sergio Ramírez lo han afirmado (entrada de Facebook del 20 de julio de 2018).
Yo pienso lo contrario (es decir, que la moral de los obispos tiene que ver con
su institución y no con el país), y quizá deba alegrarme de no coincidir en
esto con la idea dominante entre intelectuales. Yo sigo viendo a “un hombre con
sonrisa brutal y ojos de pícaro” para recordar al poeta, cada vez que se asoma
un obispo nicaragüense en la pantalla de la computadora.