El mal poeta. Y escribe contra el poder.
Rasguña.
El muerto. Vivo un instante en un viejo
email que iba a considerar para la antología.
La muerta. El fin de semana repararía su
prosa (qué fin de semana fue ese).
La enloquecida por dios encontrándose en
el reggae de una noche granadina y argentina.
Cecilia en un mall distante de San Juan
Puerto Rico diciendo adiós. El que odió y luego
adoró este árido campo cultural. Y decía, en otro email, este árido árido árido/ campo sin fin de las
interminables
filas de poetas. Y las voces de los jóvenes, los que por entonces
eran los jóvenes. El astuto que le
respondía al necio. Hay que quemar al maestro, decía
Norberto en el desierto que era por
entonces el centro
comercial Nejapa. El poeta que había
mencionado la palabra turca por vez
primera en un poema.
Hay que hacerse unos epitafios,
decía Prufrock.
Las noches estacionadas en el olor salado
del sudor (el olor de Managua).
El futuro poeta suicida y en la otra
página (la blanca página) el dedicado que se había
reconocido en el diario íntimo de Beltrán.
Y las clases de literatura en la UCA (si bien a los jesuitas nunca le interesó ni les interesa la literatura o
que las
clases
bajas lean nada de nada).