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domingo, agosto 07, 2022

Murciélago azul

 

La foto aérea, desde el puente, de la laguna congelada

Y el horizonte que resplandece.

 A través de la imagen

En la computadora, reconozco ese horizonte. 

El parque Schenley y South Oakland.

Estamos archivados en el parpadeo de la pantalla

Los patos del verano que se fueron

Horizontes ajenos, alquiler de las palabras

(cerca estaba la Biblioteca Carnegie donde prestábamos también películas en VHS

Y discos de Beck, Miles Davis, Prince)

Textos tuyos entrelazados con los míos en el cementerio

 De la web. Un murciélago azul en el pecho dice que el tiempo de los besos

No ha llegado. Cultiva cuando puedas tu Cernuda

Vigila tu Lezama. 

Las cerniduras que el tiempo lima.


sábado, noviembre 20, 2021

Viejos Mails

 

El mal poeta. Y escribe contra el poder. Rasguña.

El muerto. Vivo un instante en un viejo email que iba a considerar para la antología.

La muerta. El fin de semana repararía su prosa (qué fin de semana fue ese).

La enloquecida por dios encontrándose en el reggae de una noche granadina y argentina.

Cecilia en un mall distante de San Juan Puerto Rico diciendo adiós. El que odió y luego

adoró este árido campo cultural. Y decía, en otro email, este árido árido árido/ campo sin fin de las

 interminables filas de poetas. Y las voces de los jóvenes, los que por entonces

eran los jóvenes. El astuto que le respondía al necio. Hay que quemar al maestro, decía

Norberto en el desierto que era por entonces el centro

comercial Nejapa. El poeta que había

mencionado la palabra turca por vez primera en un poema.

 

Hay que hacerse unos epitafios, decía Prufrock.

 

Las noches estacionadas en el olor salado del sudor (el olor de Managua).

El futuro poeta suicida y en la otra página (la blanca página) el dedicado que se había

reconocido en el diario íntimo de Beltrán.

Y las clases de literatura en la UCA (si bien a los jesuitas nunca le interesó ni les interesa la literatura o 

que las clases

bajas lean nada de nada).

sábado, octubre 23, 2021

Recuerdos de mi abuelo o qué año largo el de los nueve años

 El terremoto de Managua (23 de diciembre de 1972), el terremoto de Carazo (6 de marzo de 1974), aunque de este último casi no hay recuerdos escritos. Yo tenía entre siete y nueve años entre ambos sismos. Contaré después lo qué paso en esos años de temblores.

Por el momento ya ha pasado ese tiempo de sismos, y estoy (estamos, mis hermanos, mis primas) en un patio grande, con cerco de plantas de color y cuajayotes, pero abierto a la calle. Mi abuelo está afilando un machete porque va a recortar el cerco, en el que, por cierto, había una especie de tobogán con un aire de pasaje secreto que bajaba a la calle empinada de la Pila Grande. Mi abuelo afila el machete y estoy observándolo profundamente. El sombrero viejo (no un sombrero de vestir, sino, más bien, de obrero agrícola), la escasa barba de varios días, algo áspera, su concentración al levantar la cabeza. En eso un pájaro caga el machete del abuelo. Dijo: carajo o carajito, o algo así? Media mañana, había dalias en el patio. Un excusado con gradas. Sombra tenue en partes del patio. Yo seguía observando. Tal vez a mi abuelo le gustaba que lo observara aunque no le dijera nada.

Hace un año quizá—vivíamos en otra casa—mi abuelo me explicó los rudimentos para resolver crucigramas. Era que yo lo observaba, cuando estaba sobrio y bañado y afeitado, tomar un lápiz diminuto, cruzar las piernas y ponerse a resolver el crucigrama. Él me explicó: horizontales, verticales, conceptos. Yo comprendí. Debe ser 1972 porque ya sé leer. También me explicó en qué consistía el malespín. Un juego lingüístico que había estado de moda en el país hacía varios años. Se permutaban varias letras (a por e, i por o, b por t) y se codificaban las palabras. De ahí viene el tuani que se usa todavía en Nicaragua (por bueno). Mi abuelo está ahí para señalarme los pasajes secretos del idioma.

Pero ese año de 1974 mi abuelo se enfermó. La última vez que lo vi, en un rincón de la casita de madera de mi bisabuela (su suegra), estaba envuelto con una frazada y temblaba por la fiebre. No me acerqué porque no quería observar a mi abuelo así (era el abuelo afeitado de los crucigramas). Y recordaba su expresión bajo el sol, bajo el sombrero, cuando pasaba el pájaro. El machete afilado. Mi hermano César era más valiente y sí fue a ver y saludar a mi abuelo. Yo solo escuchaba lo que contaban mis tías y mi madre. Delirium tremens o fiebres. Para peor ese año yo había prometido de manera solemne no faltar ni un solo día a clases.

Con el sismo de 1974 la Escuela General de San Martín sufrió daños severos, se cayó el techo, colapsaron quizá algunas paredes. El edificio no se podía seguir usando. Yo tenía tres amigos. Dos católicos y uno evangélico. A veces se peleaban porque Santiago (el santo del pueblo) no era en realidad otra cosa que un ídolo y cosas así. Yo por mi parte no pertenecía todavía a la teología de la liberación, pero era como que ya perteneciera (esto por la influencia de mi padre). Mi amigo evangélico me había amparado en segundo grado cuando me sentaba en las bancas de atrás (“los niños del último banco” decía Lorca) y había un compañero que me atormentaba. Pero la maestra me cambió de lugar, e hizo que mi compañero fuera, y en primera fila, mi amigo evangélico. Nos llevábamos bien. Y en tercer grado éramos cuatro amigos. Pero cuando entramos a cuarto grado, en 1974, vino el sismo que arrasó con la Escuela. Y tuvimos que asistir en turno vespertino a la Escuela Anexa, que tenía un mejor edificio y tiraba el aire de clase media. Así que yo salía de la casa a la una y media (en cuanto terminaba el cuento de Pancho Madrigal en Radio Corporación) y caminaba por la carretera hasta la Escuela Anexa. Y me gustaba tanto estar en la Escuela (ya fuera la vieja escuela que se dañó con el sismo o esta otra de aire más acomodado y en la que éramos alumnos allegados) que ese año de 1974, en cuarto grado, prometí no faltar ni un solo día. Esto hasta la tarde en que mi abuelo (era octubre) sufría su agonía y me devolví de la entrada de la Escuela. Único día de ausencia.

domingo, agosto 29, 2021

Reflexiones imaginativas sobre mi padre

 

“como mi padre ya he muerto, y como mi madre vivo todavía y voy haciéndome viejo” (Ecce Homo 29)

 

En 1969 mi padre tenía treinta años. Era maestro de primaria en la escuela rural de Güisquiliapa y estudiante de periodismo en la Universidad Nacional (la UNAN). Un hombre, en este caso mi padre, modela el alma del hijo, con gracia, con humor, y quizá de eso trata este escrito. Pero el hijo es quien observa. No se observa si no desde la simbiosis con los otros. Por entonces yo soy uno solo con mi madre, con mis hermanos, mis tías y tíos (podría extender ese Universo a la casa, la familia, el barrio).

Vivíamos en una casa grande, alquilada, con corredor, con jardín. Creo que el efecto del boom económico del somocismo de los años cincuenta había modelado el destino de mis padres. Habían estudiado en la Escuela Normal y se habían hecho maestros. Podían pagar con sus salarios el alquiler de aquella casa (mucho más grande en mis recuerdos, seguramente, de lo que fue en la realidad).

Mi padre fue el primero de sus hermanos y hermanas que fue a la Universidad. Años atrás, caminando junto a su madre por veredas entre los pueblos de Masatepe y Nandasmo, le prometió que iba a ser bachiller (es decir, terminar la secundaria). No sé si mi abuela Ana tomó en serio aquella promesa pedagógica. En el tiempo que recuerdo mi abuela había muerto hacía ya diez años.

Ahora lo estoy viendo acomodar los libros, o quizá es que ha descubierto que los ratones anidaron entre sus libros, y está sacando la suciedad y reacomodando su biblioteca construida con cuatro ladrillos y dos tablas. Él no lo sabe, pero al ordenar esos libros también está acomodando mi destino: libros universitarios, Universidad Nacional. (No sabe que es un joven de treinta años visto desde los ojos de un hijo suyo mucho más viejo.)

Aparte de una Biblia Reina Valera, y de un Quijote ilustrado, los libros que colecciona responden a cursos que seguramente fue tomando en la Universidad y que están marcados a veces con el sello de la Librería Universitaria (un buhito sabio). Sobresalen los libros de periodismo, pero tiempo después voy comprendiendo que recibió cursos de psicología (hay libros de psicoanálisis, Adler o cosas así), de preceptiva literaria (el Breviario La poesía de Johannes Pfeiffer y la primera edición de Historia de un deicidio) y de marxismo (La Sociología del materialismo de Leoncio Basbaum). La primera novela de García Márquez que leí (leímos, con mis hermanos): La mala hora.

Pero en ese tiempo no me fascinan estos libros ni sé sus títulos ni entiendo sus órdenes secretos. Me impresionan más los aparatos que él lleva a la casa. Por sus prácticas de fotografía o de periodismo radial, carga con cámaras (una cámara antigua, cuadrada, con el visor en la parte superior que usó en una visita a las ruinas de León) y grabadoras. Pero lo más trascendental es una pequeña máquina de escribir de la que alcanzo a ver claramente los tipos Courier, la cinta bicolor, la mancha ocasional sobre la hoja. Esa ya era suya, y la compró quizá ese mismo año. Cuando por fin afiance un poco mi valentía—luego de un paseo escolar al Gran Lago, al que él me acompañó—voy a intentar una primera línea literaria en aquella máquina de escribir (esto ya debe ser 1972). Por supuesto, es algo sobre el Lago. Todavía veo el gozo y la ternura en los ojos de aquel joven por aquella decisión del hijo. Por eso decía que un padre modela el alma del hijo con gracia y con humor.

miércoles, octubre 05, 2016

La noche de la juventud

Recuerdo músicas que escuchaba a los 18 años

Vívidos declives

Maderas últimas en un mar profundo.

La noche de la juventud

Amanece en paisajes siderales

(recuerdo músicas que escuchaba en Radio Universidad de Costa Rica

Mi madre planchaba el uniforme militar)

El niño efrainista a la ventana del sueño

Se asomaba

Recitaba de memoria

Era la hora de despertar

Quedaban siempre cinco minutos para salir

La sábana era el último vientre


miércoles, noviembre 20, 2013

El desierto sin cine (plan para un cuento largo)

Había una TV blanco y negro que funcionaba a veces haciendo ruido como un motor.

Superficie arenosa sucia marcada con constancia por las interrupciones, el ruido por ejemplo de las motos que circulaban por el barrio.

Los domingos ponían videos de Pearl Jam, "Daughter" o "Jeremy". A principios de los noventa. Aquellos videos les causaban asombro.

La transmisión magnetizada cruzada por olas y barras abstractas, y desfigurando las caras y las poses.

Llovía polvo todo el día durante el verano. Mucho polvo, todo estaba terroso.

No tenía empleo. A veces tomaba una máquina de escribir portátil y escribía un cuento de seis páginas.

Era un espacio más desestructurado y abigarrado que el de Stranger than Paradise. Una modernidad menor.

Quería ser un personaje de Jarmusch. Pero no entendía que traducir esta densidad era terrible.

A veces las hojas del cuento se soltaban de sus manos (se estaba durmiendo) y caían sobre el piso de tierra (no había ladrillos).

La revolución había pasado y cada vez que Violeta Chamorro salía en la TV decía una mala palabra.

Eran veranos disciplinares, de mucho sol. De tardes somníferas.

Manejaba cuadernos con apuntes apurados. Quería copiar aventuradamente la estructura intelectual de los versos de PPP.

Todavía era usual escribir cartas. Mencionaba a Rimbaud, a Thomas Mann. Al archivo fílmico metido en su memoria.

Los noventa eran el desierto sin cine.

Aparte de algunos atisbos de crítica cultural, leía cuentos. "Las nieves del Kilimanjaro". "La muralla china".

Enviaba sus cartas a Bolivia. Único lugar vivo del planeta.

Dejó de escuchar a Pink Floyd. Basta de grandilocuencia, dijo.

Conversaba con sus hermanos sobre fundar un grupo de rock alternativo.

Dónde conseguir los instrumentos? Pero qué puede hacer un chico pobre?

Él no actuaría sino en la sombra. En la parte más abstracta.

Una vez ganó un concurso de cuento y le pagaron seiscientos dólares (era una suma considerable).

Compró una diminuta TV  a color. Ponían "What´s the Frequency Kenneth?" que estaba de moda por entonces.

viernes, noviembre 15, 2013

Dicho al oído


estoy circunscribiendo las cosas 
teléfonos (a veces teléfonos de la muerte) espacios como rosales 
y aguadoras con cántaros y pilas y pozos en los patios 
(jugué todavía en aquel patio casi abandonado con árboles de jocotes 
y tamarindos y la vieja carrocería abandonada de un Chevrolet 
y caramelos de papel) 
y casas hechas de largas tablas pintadas con cal 
y la vida alcalina que transcurría 
asomada al jardín, esperando una brisa de pólvora en 
las fiestas
gencianas y disciplinas y rosas y violetas 
y el pozo devenido en sitio para la ducha 
 (y un gato caminando en la circunferencia del brocal) 
de vez en cuando me topo con esa ruina de recuerdo 
nada de lo que era es de la misma forma 
hay otros olores en el antiguo lugar de la letrina 
el tamarindo ya no está (aun transfigurado bajo un sol de julio) 
los diálogos de la TV blanco y negro están esparcidos en el polvo 
le digo: yo no sabía que este era el lugar fantasma 
la cama en donde durante la siesta lo despertó la madre 
(que había muerto hacía dos años) con un abrazo 
demasiado estrecho y de fuerza desesperada como para no ser cierto 
la cocina donde le sirvió la cena y la jarra de agua fresca (la tinaja acomodada en el 
rincón junto a la gallina) 
el rastro de la memoria de cuando con el hermano mayor iban al muelle 
de Granada a estibar 
estoy viendo estas y otras cosas lentamente 
en noviembre sobre todo 
(un noviembre sudamericano que Ud. no hubiera imaginado) 
bostezo me asomo a la ventana sigo disciplinadamente 
barajando dejando pasar estas imágenes que llevan un ritmo de agua 
(la aguadora clausurada es mi cinematografía) 
le digo estas cosas al oído 
trato de paladear el aire y el olor de la piel de la oreja

lunes, noviembre 11, 2013

Luz en los ojos


Después del terremoto leí los poemas póstumos de Huidobro

Bajo un bombillo hiriente en silencio alguna brisa que llegaba

Atravesando mares

Eran días de calor y de desvelo. No había otra

Bujía. Había un supermercado cerca. Podía salir a comprar

Una luz más suave, blanca

Que cayera con resignación sobre las hojas del libro

(Eran poemas póstumos o tardíos o últimos: el tipo

Había vuelto al suelo a la página a cierta realidad iluminada.)

Pero quién tomaba y retenía el tiempo

Quién era el puño y la estratagema

Los niños dormían y había temblores a veces

Leves o fuertes

Que me hacían apartar la vista del libro--miraba la luz de la bujía

Empecinada flotando en el tiempo

 Había algo de arrebato en las líneas, una mariposa nocturna y lírica

Que se balanceaban en el espesor de aquella luz

Lejana.

sábado, octubre 26, 2013

Memoria y sandinismo

Dejo acá copia de la ponencia que leí en el reciente Simposio Virtual A Contracorriente, realizado entre el 17 y el 19 de octubre de 2013.

La pregunta del texto es si se puede retomar a Julio Cortázar como incidencia significativa para el trabajo de la memoria en el sandinismo.

Considero al neoliberalismo como el eje fundacional del contexto de la memoria (hecatombe y apocalipsis). Dejo apuntada la duda sobre si el recuerdo a través de la Personalidad, es la única vía válida. Asimismo, dudo de una memoria en exclusiva hecha en torno al abuso de poder.

Propongo, más bien, buscar disonancias significativas para la labor de reinscripción de la memoria, que resguarde algo del evento fundametal que fue la revolución.


miércoles, junio 05, 2013

1978

En necesidad de boceto, regreso del colegio.

Desde hace semanas que rechazo y desconozco a Batman (que ponen a mediodía en la TV). Mi ansiedad va por otro lado.

Pero hoy, sin ansiedad, regreso solo. Prendo de todas formas el aparato y ponen Peyton Place.

No, esta vez no veo La caldera del diablo. Hay una interrupción.

Es el último juego del Mundial de Fútbol de 1978. Gana Argentina. Kempes, Passarella, reprise.

El fútbol no me interesa nada. (Tampoco ahora.) Pero veo (recuerdo) a la multitud celebrando, y veo, según el poema, con "una boba pupila sin destino."  

Me interesa la fábula representativa no importa su consecuencia. Si hay otro, devorarlo.

 He limpiado meticulosamente el recuerdo, lo importante es dejar fuera cosas. 

Cuando recuerdo una lluvia o una tormenta eléctrica, hago que martillee en el libro que leo. 

Así, esa multitud ajena me sirve para una lista, o mejor un boceto.

Hago la línea que se va desviando.

Dios se refugia en el alero, esperando que pase la lluvia. Hay afueras más grandes. Palmeras bajo la lluvia blanca.

Estos proyectos, te digo, son vastos. Un tatuaje a lo Papillon.

 Una matemática del fútbol, con hojas que se multipliquen. Un Peyton Place de la filosofía.

El materialismo es mi sociología.

viernes, septiembre 28, 2012

AM

Una vez encontré en la radio la Amplitud Modulada en el tiempo de la ruina. Sería un verano del 2003, y estaba en el recoveco, ghetto o declive de los rusos, detrás de Forward Avenue, No Man´s Land.

Cercano el mediodía, un filo de sol en la diminuta cocina, y había abierto así la ruina. Andy Williams cantaba Moon River como si fueran los 60s, o antes. El locutor iba a decir algo a la ama de casa, a anunciar un jabón. La estática era la estética. Afinaba mi percepción como nunca, como lunas que pasaban, aislaban el sitio en noches prolongadas. Lo doméstico era lo creado.

Saben que el que se va va llenando los huecos, titulándolos, se detiene moroso un rato largo hasta que zás la estática cortada, dice el poeta, por un rayo. Y todo se recubre, el sol es el filo, la nube es la potencia: la multiplicación. El locutor iba a decir: el jabón y la desaparición. Los días de radio.

Extraño que todo viva en el tiempo. Que la cara del pasado tenga esta textura que ahora escondo.


viernes, noviembre 04, 2011

Una foto de Somoza en la portada de Confidencial


Una foto de Somoza Debayle en la portada de Confidencial.


La foto me parece perturbadora y deshistorizada.


Probablemente no es la intención del diario electrónico pero el juego entre la fotogenia de "Tachito", su record en asesinatos políticos y abusos de poder, y cierta frivolidad con que se le menciona en las batallas políticas nicaragüenses, especialmente cuando hay, como ahora, campañas de elecciones da un efecto extraño. Diríase un efecto de reconocimiento histórico, de memoria o desmemoria.


La intención de la noticia es quizá que reconozcamos en este Somoza a Daniel Ortega. A pesar de la autoridad política que se le atribuye a los entrevistados en la noticia (dos comandantes de la revolución) no creo que el efecto sea tan inmediato. (En fotos como esta no hay inmediatez.)


Nicaragua que es un país de poetas rimadores, se ha solazado por décadas en la rima entre Somoza y cosa. Así de todos los presidentes recientes se ha visto en las paredes escrito que son la misma cosa con Somoza.



Somoza es la Cosa oculta, trascendente, olvidada, acechadora, fantasma, que es recordada sólo por traslación y metáfora.


Esto va unido a las formas de memoria y recordación particulares de Nicaragua. En efecto, se ha vuelto constituyente de la memoria nacional que la revolución del 79 fue una coyuntura de ruptura salvadora, que lavó con sus aguas lustrales la historia.


La revolución ha salvado el pasado (muy en el acorde de Coronel Urtecho). Pero a la vez lo ha borrado. Se hace difícil por tanto recordar a Somoza en sí. Es un recuerdo taponeado por "el triunfo nacional y definitivo".


Sólo se le recuerda por metáfora y sustitución.

martes, marzo 23, 2010

Imágenes de la cruzada

Algunos recuerdo algo estáticos de la cruzada de alfabetización (que inició un día como hoy hace 30 años).

Los ríos secos que servían de camino. La marcha solitaria a dejar el parte. La seriedad con que nos tomábamos la orden militar.

El primer 19 de julio que celebramos con una piñata (sin ironía) en la escuela.

Dirigir el himno nacional en la clase, y cantarlo solo.

Chico, un niño de 12 años al que le enseñé a leer.

Luis Enrique Mejía cantando en el parque de Jinotepe: "y regresaron los muchachos victoriosos".

Repetir casi jugando un apotegma de Freire: la alfabetización no es un proyecto pedagógico con implicaciones políticas, sino un proyecto político con implicaciones pedagogicas.

La perrita a la que nombramos Hope (por doña Hope). Pobre perrita.

El soundtrack: incluía Rapper´s Delight. Aunque la matrona era Donna Summer, pero el rap era lo realmente nuevo.

El fantasma de la muerta esperando en el lecho de piedras en donde abundaban las vertientes.

La excursión al cerro Tambor. Enfrente un cerro más grande: La Pita, y abajo, Granada al atardecer.

Salir de noche a atrapar camarones en el riachuelo.

También pequeños terrorismos, traiciones evaporadas.

Despertar el primer dia, que dormimos en el suelo, con la noticia en la radio del asesinato de Monseñor Romero.

jueves, octubre 29, 2009

Nueve

No tiene de pronto la sensación que todo lo importante sucedió a los nueve años, la promesa de estudiar, la muerte del abuelo, el impacto de Camilo Sesto, los cuajayotes con sal, el pájaro que caga el machete del abuelo, Pancho Madrigal, Plaza Sésamo, Go Ku, El Hombre Araña, el informe sobre la sexualidad, el hombre que llora sobre el timón, detiene el carro y llora sobre el timón, los ecos de un orgasmo o una cachetada en la noche (porque los nueve años son melodramáticos), el infinito camino de la escuela, el perro negro con espuma en las fauces, los rayos que caían en la tarde, la menstruación, el embarazo, el dibujo del ovario, el pene y el espermatozoide, la única clase de artes plásticas, el maestro que después se muere, y, no olvidar, la construcción del nuevo cine frente la escuela, a donde con el tiempo fuimos a ver Taras Bulba en matiné.

miércoles, julio 29, 2009

El material humano de Rey Rosa



En el tramo San José-Jinotepe, de vuelta del II Congreso Centroamericano de Estudios Culturales, voy leyendo El material humano, último libro (no digo novela, aunque es) de Rodrigo Rey Rosa.

Pero antes: el Congreso, que había sido organizado por la Universidad Nacional de Honduras, tuvo que irse a San José porque entre otras cosas los golpistas hondureños las tienen todas contra la cultura y la libre expresión. Pero, de todas formas, gracias a la diligencia de Héctor Leyva, de la UNAH, y la oportuna intervención de los compañeros de la Universidad de Costa Rica el Congreso ha sido un éxito organizativo y académico.

Y para volver al libro: quizá no se ponderará suficiente el gesto de Foucault de irse a los archivos médicos, siquiátricos o policíacos para estudiar el poder. Esa acción (ir al archivo) que ha sido sustituida en muchos epígonos por la chocarrería verbal, sigue siendo necesaria y vital.

Rey Rosa va al Archivo policial guatemalteco, que fue redescubierto en 2005, y en especial al Gabinete de Identificación, para tratar de armar una eventual historia, que incluso narrada como fracaso narrativo, resulta muy diversa y sugerente.

Hilos no le falta a esta historia que no se concreta: sobre todo la continuidad del pensamiento biopolítico del Estado guatemalteco, incluso durante el tiempo de la revolución del 44, encarnada en la personalidad del criminólogo Benedicto Tun que dirige el Gabinete durante casi toda su vida.

Pero la narrativa es también la de un escritor diletante y célebre que intenta explicarse la violencia de Guatemala a través del Archivo y su orden.

El texto, además de algunas muestras directas de las identificaciones criminológicas, está presentado en forma de un diario en que el narrador se confunde con el autor en una narrativa que se podría llamar moral.

En contraste con lo tendencialmente rimbombante de la temática de algunos novelistas centroamericanos (la Historia y la Personalidad que Han Asaltado a la Nación), Rey Rosa practica lo que con Deleuze tendría que llamarse una literatura menor. En realidad una literatura de frontera: reflexión sobre los límites de la literatura en un contexto en donde el extrañamiento identitario (qué significa, por ejemplo, ser indígena en Guatemala) convive con el disfrute hedonista del paisaje (la función tradicional que se ha asignado a la literatura centroamericana criolla o ladina).

Esa fractura que es, por supuesto, una continuidad latinoamericana convive y se entrelaza con otras fracturas: en especial las que han quedado abiertas como conflictos morales y políticos tras la finalización del conflicto armado en Guatemala. (Leer este libro en clave salvadoreña o nicaragüense se vuelve casi una necesidad.)

El libro de Rey Rosa hace pensar, además, en la importancia de seguir el hilo a la ocupación biopolítica del Estado y sus representaciones literarias, lo que daría para relecturas interesantes de El señor presidente y Ecce Pericles, entre otras.

viernes, septiembre 05, 2008

Irene de memoria

El primer huracán del que tengo memoria se llamaba Irene. Debería decir la huracán Irene (al igual que el creativo Benjamín en vez de decir barrilete dice la cometa: un niño con una cometa).

Pues bien, en tiempos de Irene mirábamos la lluvia desde el corredor. Nos juntábamos con los primos a ver la lluvia interminable que corría por las limahoyas, en una casa grande con tejado, por tanto con un artesonado complicado en el techo.

Quizá con Irene se detenía un poco el tráfico. El tráfico, quiero decir, del triciclo, la patineta y la bicicleta en el corredor.

Ahora que hay unas nubes estacionarias interminables sobre Jinotepe estamos de nuevo en la estación Irene. Aprendéremos algo de la lluvia. Cuando la lluvia comienza/ todo sigue lo mismo. Pero ya no hay aleros.

P.S. El pasado es una trampa: hace pensar que por entonces los huracanes eran benignos. Pero Irene también existe como testimonio oficial.

miércoles, enero 16, 2008

Bobby & Johnny

Well, if you're travelin' in the north country fair,
Where the winds hit heavy on the borderline,
Remember me to one who lives there.
She once was a true love of mine
.




Girl from the North Country

martes, noviembre 27, 2007

Posts del año

Enero
Casos de oligarquía

Febrero

Paso

Marzo
Paso. El mes de la verborrea posmo.

Abril
Plan para una novela
Hambre de espacio, sed de....

Mayo
Notas en los márgenes, etc.

Junio
Paradiso I
Y las notas paralelas sobre la novela de Lezama que tampoco están mal.

Julio
Pável medita, etc.
Pável el inconstante.

Agosto
Ya no hay aleros
Aquella mi piel pluvia de 2007.

Septiembre
No lo salvó ni Montreal,
el 4 pegó el huracán.


Octubre
Anti-road movie, etc.
Las circunstancias me han orillado al road.

Noviembre
Paso
"Perdonadme, he dormido" como decía V. A.

Diciembre
No llega aún.


Pensalo como intensidades que van en ciclos con otros nombres: la lluvia, los viajes, las lecturas.

"Conoció la melancolía de los paquebotes, los fríos amaneceres bajo la tienda, el vértigo de los paisajes y de las ruinas, la amargura de las simpatías interrumpidas".

Esa improbable definición de una bitácora en una página de La educación sentimental
.

jueves, agosto 30, 2007

No recuerdo

¿Quién dijo?

Mis inéditos superan a mis publicados.
a. Alejo Carpentier
b. Mercedes Gordillo
c. C.M.R.

En la gloria también se está muerto.
a. Jim Morrison
b. Rubén Darío
c. Silvio Rodríguez

Notarás que mi olvido ha llegado.
a. Juan Gabriel
b. Jorge Luis Borges
c. Mario Benedetti

Sigo siendo menospreciada (en sentido literal underrated)
a. Sheryl Crow
b. MC Lyte
c. Cate Blanchet

Todo es nada, la gloria comprendida
a. Rubén Darío
b. Brian Wilson
c. Jimmy Page

Esto lo vengo pensando de noche (y como si la noche fuese un tren)
Como si divisara a través del vino tinto tejido
(vidrio diluido
en la velocidad)
por las arañas tránsfugas del piso
una música corpórea (Daniel Santos que canta en el fonógrafo--el disco
que compré en Puerto Rico
el año pasado)
Qué gran música me escucho decir (eso lo vengo pensando de noche): hay una dicotomía, eso lo dijo
Alguien y lo busco
como detective
ahí
voy