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jueves, agosto 23, 2007

Paradiso IV

Genealogía del Coronel, José Eugenio. Contrapunteo del tabaco y el azúcar, “aquellas escandalosas y malolientes extensiones de verdes, aquellos sembrados de caña vulgarota y como regalada por la naturaleza, para nosotros que estábamos acostumbrados a un paisaje muy matizado” (188).

Aristocracia irónica, la de la madre del Coronel, la familia que en Pinar del Río se dedicaba al tabaco. El padre del Coronel los arrastra al centro de la Isla. Madre delicada y predispuesta a la muerte (decadente, podría decirse), padre fuerte y altivo.

José Eugenio se dedica a advertir de forma caleidoscópica a los nuevos vecinos: los Olaya, recién llegados de Jacksonville.

Su ingreso al Colegio. Su sexualidad: una colisión con lo propio de la novela. Aguas que corren sobre el cuerpo de los muchachos, sellamiento de partes del cuerpo.
“De tal manera, que durante mucho tiempo, José Eugenio Cemí tuvo del cuerpo el recuerdo que se precisa en la noche treinta y cuatro, cuando en el palacio un joven confiesa, el Rey de las Islas Negras, gimiendo y levantando su túnica, que era hombre de la cabeza a la cintura, y tenía la otra mitad de mármol negro” (209).

lunes, agosto 20, 2007

Fisiologías, jerarquías (Paradiso V)

"Siempre estoy haciendo respuestas, creando actitudes ajenas. Necesito equivalencias, luego surgen las grietas, el hecho sólo es creado por mi respuesta. Entonces, llega invariablemente un momento en que me siento molesto, respondo sin que se me pregunte, me parece que es un tercero el que me está preguntando". (Paradiso V)


Leer esta intención junto con Deleuze: producción de sentidos, en vez de coartadas al sentido cuando tropiezas con las grietas.

Nunca te rindas ante el New Age.

No seas el Arjona del postmodernismo.

Ilumina Lezama.

sábado, agosto 18, 2007

Autor no traidor

Brod es menos un traidor que un autor (co-autor) de Kafka. ¿A quién se le ocurre heredar manuscritos "para ser quemados" sin el implícito deseo subconciente de que fueran en realidad publicados, y, por tanto, "corregidos"?

lunes, agosto 06, 2007

Bolaño habla en 1976 de la nueva poesía

Y menciona, entre otros, a Beltrán Morales y Fanor Tellez. Véase el Dossier sobre Infrarrealismo en El Interpretador.

Los infrarrealistas, que son la fábula de lo que serían después los realvisceralistas , ponderan la rebelión: "dondequiera que se presenta la cultura oficial y acudimos nosotros, de inmediato todos los asimilados se ponen en guardia", según Cuauhtémoc Méndez. ¿Pero quiénes son los "oficiales"? Algunos nombres (y uno nicaragüense) entre la iracundia:
"Siempre habrá un Nicolás Guillén para un Estado obrero burocrático, como siempre habrá un Eraclio para recibir el homenaje de una supuesta democracia burguesa, y siempre un Julio Valle Castillo que de la noche a la mañana se convierte en fervoroso sandinista para codirigir una política cultural a la altura de un gobierno frentepopulista".


Desde esta óptica se puede leer (en la novela) la visita realvisceralista de Ulises Lima a Nicaragua, y su encuentro con "pinches" discípulos de Cardenal.

La reflexión poética sobre Centroamérica es muy intensa, y por eso el otro día la colgué como encaje.

viernes, julio 20, 2007

Literatura masticada

-"Habló usted del lector que le gusta. ¿Siente que éste ha cambiado en la era del marketing?

-Sí, el lector cambió. Antes era más selectivo y leía bien. Hoy quieren literatura masticada. La posibilidad de leer bien es asociar ideas distintas y abrir una ventana. Esa era la excitación de leer a Cortázar. La pregunta es: ¿qué pasó en el mundo? Llegaron el zapping e Internet. Pasó que hoy vivimos en un mundo que vemos en tiempo real. Y eso es fantástico, pero tremendo al mismo tiempo. Así como las cosas te impactan, luego las olvidás. Hoy nos han quitado la posibilidad de formular preguntas en el sentido de la pregunta socrática. Por eso me parece fascinante cierto retorno que se da a la filosofía, porque lo que se abre es una nueva pregunta".


Luisa Valenzuela en La Nación, hace ya algún tiempo.

lunes, julio 16, 2007

De la corrección I

En una carta algo ceremoniosa de los años 1950s, Cortázar señalaba a Carlos Fuentes algunos pecados gramaticales menores en La región más transparente: alguien en alguna página "tomaba asiento en la cama".

Encuentro en Ciudades desiertas de José Agustín, pág. 51:
Susana lo miró, despectivamente, unos segundos y salió del baño. Eligio fue tras ella. La vio tomar asiento en la cama y él se recargó junto a la ventana. (énfasis añadido)


Podría argumentarse que los mexicanos toman asiento en la cama con mucha más frecuencia que, por ejemplo, los argentinos.

Otros que podrían ser pecados diminutos en la novela de Agustín:
Al poco rato regresó con una mujer delgadita, absolutamente china, de baja estatura y movimientos rápidos (pág. 37) (énfasis añadido).


Será que, como Bowie, todos tenemos una etapa exótica y de lugar común cultural China Girl, para lo que ese "absolutamente china" será notable.

Otra especie de desliz étnico-nacional:
Al poco rato llegaron Altagracia, la filipina, y Brian, un judío que estudiaba en Estados Unidos. (pág. 24) (énfasis añadido)


¿Era un judío de los Estados Unidos estudiando en los Estados Unidos? ¿O un judío de Israel, o de Polonia, por decir algo?

Lo más curioso es cuando el "judío que estudiaba en los Estados Unidos" se lleva a la cama a Susana, y al amanecer se porta de manera poco circunspecta, y suelta un "chavas pendejas" (pág. 27). De manera que suena más a judío mexicano, o, al menos, agustiniano.

A la altura del tercer capítulo uno va olvidando la menudencia pecaminosa, pues Agustín va encontrando la vena, esa del lenguaje "oral" llevado a la agudeza. Sólo un ejemplo, de marxismo mexicano, sin duda:
Por el amor de Marx, nada más te estoy preguntando por qué me abandonaste sin decirme nada. (pág. 51).

miércoles, julio 11, 2007

Viejos trapos I


¿Y los Buendía?

Hace 30 años ya que la familia Buendía llegó al estrellato, sin esperarlo siquiera y sin percatarse mucho. Cien años de soledad los puso en todos los marketin. El de la identidad latinoamericana, el de los best sellers, el del Premio Nóbel y el de la amenazante eternidad.

Más dúctiles que Los hijos de Sánchez, menos esquemáticos que La familia Adams, los Buendía han rehuído admirablemente el celuloide.

Gabo, su compañero de aposentos, ha declarado que mantiene la esperanza, tal vez absurda, que el lector identifique en los Buendía a su propia familia (es decir, la del lector). Los Buendía diseminan así el terror infantil de las persistencias familiares (la tía soltera con un trapo en la mano, la abuelita envejecida como una muñeca para que jueguen los nietos).

La ausencia de la película sobre Cien años de soledad se está volviendo otro mito garciamarquiano más. Un hueco que los críticos de cine (sobre todo los más serios y perversos) se afanan en saborear en los insomnios. Porque ¿qué terror se puede igualar a la búsqueda del rostro de Amaranta a las dos de la madrugada?

Los antiguos epicúreos, entre ellos Rubén Darío, temían en los insomnios descubrirse convertidos en Hamlet. Su enfermedad, sin embargo, tenía cura. Era cosa de no acostarse tan temprano e ir a un cine.

Pero para el caso de los nuevos epicúreos que no pueden saborear la visión del rostro de, por ejemplo, Amaranta o Remedios la Bella, no hay peor amanecer que aquel en el que, camino del trabajo, marchan balbuceando las probabilidades, deshojando las margaritas: Uma Thurman, Barbara Hershey, Ofelia Medina.

Hace poco un cable informó que sería Marlon Brando el que interpretaría al Patriarca de El Otoño del Patriarca. ¿Un Corleone rodeado de mariposas y desiertos?

Inmediatamente el crítico ha supuesto secuencias enteras al estilo Mizoguchi en el que el Patriarca Brando, orinando las sábanas, asaltando rijoso a las cocineras y vendiéndole el mar a los norteamericanos, resultara, para el espectador, probo, envejecido, sentimental y conmovedor con su panza culinaria, sus patas de gallo, sus dientes menudos y ennegrecidos, y su llantito de perro.

Lo que está en juego para el insomne, como se ve, es el poderío de la imaginación en sus vertientes vivificantes. El viejo pleito, casi siempre bizantino, del poder del cine y/o de la literatura.

No interesa tanto el resultado de esta pelea, sino los escenarios en que se desenvuelve. Por un lado la almohada del insomne (que no tiene tiempo para imaginar a otra hora que no sea la madrugada). Por otro lado la cultura cotidiana.

Con respecto a la almohada no hay solución. En vez de contar cabritas es mucho más cómodo y práctico contar estrellas de cine. Buscar el rostro de Amaranta hasta las dos convencido de improbables analogías.

Con respecto a la cultura cotidiana, la fórmula no es literaria. Nada de esos homenajes bobos en que se parafrasea el estilo de García Márquez y se pretende dar continuidad a algo que no tiene por qué tener continuidad. Eso es mero folklore. Y folklore horrible.

Un profesor universitario de cuyo nombre sí puedo acordarme mas no revelar, decía con asombrosa labia que él había visto hacía poco a los Buendía. Treinta años después, frente a la ola de neoliberalismo, los Buendía vivían en suburbio, miraban telenovelas y oían hablar de Internet, pero seguían de sonámbulos en sus manías solitarias y sin percatarse realmente del mundo.

La simulación del profesor no está mal como sociología. Quizá se le olvidó añadir que los Buendía leyeron apasionadamente Cien años de soledad y lueguito empezaron a hacer maravillas a diestra y siniestra. Y que las maravillas se les volvieron un vicio y casi un rencor.

Tampoco es remoto imaginarse que después de leer a García Márquez, los Buendía hayan leído al teórico García Canclini. Entonces, después de abarrotarse de maravillas, se abarrotaron de hibrideces.

Pero esto es territorio diurno. En el nocturno, presintiendo un gesto, yendo tras unos pasos, el insomne persigue aquella misma libelula vaga y pregunta a eso de las tres: «Amaranta, ¿a qué horas comienza la película?».


Publicado en La Tribuna, en 1997.

martes, julio 10, 2007

En los lugares comunes

"The world is full of abandoned meanings. In the commonplace I find unexpected themes and intensities." Don DeLillo White Noise 184

"El mundo está lleno de sentidos abandonados. En los lugares comunes encuentro temas e intensidades inesperados".

miércoles, junio 27, 2007

Cortes e interrupciones

La ya sabida interrupción de Internet en esta parte del mundo, se prolongó microlocalmente hasta hace pocas horas (asunto en el que habría que ser un poco inquisitorio con ibw). Quedó por varios días desconectado el acceso a sitios como Google y Blogger. Entraba END pero no LP. Marcaacme era inaccesible. Etcétera.

En fin, una nota suspendida en el corte y la interrupción:

De la mediocridad aurática

Algunas páginas de White Noise de Don DeLillo (1985). La parodia de los Cultural Studies. Sus correligionarios son inmigrantes neoyorkinos, preferiblemente de Europa la del Este, que han sido sorprendidos por la cultura de masas, y que se preguntan cosas como dónde estabas tú cuando la muerte de Jimmy Dean. Pruébame con Monty, pruébame con Monroe, responde el reprobado que estaba quizá entregado al placer solitario mientras (el) Dean moría en su accidente de carro. (Sí, hay por aquí y por allá pequeños burócratas que creen en el conocimiento aritmético, en la clarividencia pop, en la genialidad retrospectiva; todo esto basado en cursillos más o menos acelerados.)

Pero, en fin, que la Universidad estaba en crisis, entregada a la tarea poco heroica de instituir los departamentos de Hitler Studies, o de Elvis Studies.

DeLillo parece un meticuloso e informado apocalíptico vencido por la ironía y cierta calma geométrica, dura, mercurial. Penetrante, además, con respecto a la domesticidad, y, en especial, la TV., los indescifrables parentescos debidos a divorcios en cadena, y cierto entramado universitario que podría llamarse de la mediocridad aurática.

martes, junio 19, 2007

El rey se acerca a su templo

Leo "Luz externa", "Luz interna" de José Agustín, publicada de forma compacta como El rey se acerca a su templo (Grijalbo, ISBN 970-05-0973-7).

Siento a veces que la segunda parte es más inteligente. También más erótica. Pero es una sensación atrapada por la lógica de lectura: la "Luz externa" parecía--con todas sus desinencias hilarantes y violentas--un poco doctrinaria: el jipi drogo que cree en la trascendencia y vive entre desnudos vínculos económicos, y en olas gruesas de violencia de género. Puntos fuertes: 1. narración de la vida de los junkers Ernesto y María, narrada por aquel, en entretenido uso del habla común, aguda, musical, con enorme sentido de ritmo, y disposición estratégica de quien escucha (comienza como narración para Salvador--el intelectual pobre y probo--y deviene en una narración mucho más general). 2. Violación de Ernesto por Miguel Carlos.

En la segunda parte todo está tamizado por la conciencia del intelectual adoctrinado por su propia autonomía (Salvador). El que ya sabía que no había tal trascendencia drogadicta de las relaciones del poder. Justamente, la narrativa se adecúa a la revelación de ese inconsciente que también elabora su propio itinerario por la vida real. Punto fuerte hasta el momento: el cuerpo de Raquelita, penetrada de manera desordenada (casi tumefacta) por Ernesto, y prevista con mucho pudor por Salvador en la ducha caliente de su casa...

Un recorte en Encajes.

lunes, mayo 14, 2007

Novelas leídas

Corazón tan blanco (Javier Marías, 1992). Calificación: B +
Variación sobre un tema de Macbeth: aquel del crimen secreto. Narrativa fenomenológica, llena de misterios, miradas indirectas, lo que se calla y oculta versus lo que de manera tortuosa se confiesa. Personajes madrileños de una era de bienestar y consumo cuyas raíces oscuras amenazan desde sitios y lugares recónditos. Una lógica secreta y profunda del neoliberalismo enunciada de manera casi teatral por las voces de, nada menos que las señora Thatcher (shakesperiana, autoritaria, siniestra) y el (según la novela, mediocre hasta la babosada) Felipe González. Los fantasmas de los asesinados rondando el establecimiento capitalista triunfal.

La virgen de los sicarios (Fernando Vallejo, 1994). Calificación B-
El gramático lamenta la pérdida de su mundo de infancia (y del lugar de autorización cultural) en una Medellín hiperviolenta, que recorre junto a su joven amante homosexual. Ambigüedad en el tratamiento de la violencia: es por donde se derrumba el mundo, es por donde puede ser sanado, ya que la masa es rechazada en una continua y corriente pulla retórica, y el gramático disfruta la cadena de muertes. Forma de monólogo amargo, y estructuración en torno a ese único recurso (algo de pereza si se compara, por ejemplo, con El beso de la mujer araña). Falta la calidez que de alguna manera ofrece la película que se hizo sobre la novela.

La pesquisa (Juan José Saer, 1994). Calificación B-
Novela policial parisina en que, (no tan) sorpresivamente, el detective resulta implicado. La novela es narrada a un viejo amigo y a un nuevo conocido, por el viajero que regresa de París a la Argentina. Paralelamente, preocupa al trío un manuscrito encontrado, misterioso y de narración homérica. Cuidado casi maniático de la forma, y demostración casi ostentosa de escritura, en la descripción de objetos y paisajes. Grandes trazos muy sugerentes e inteligentes, conexión dilatada. Novela, en última instancia, del reencuentro algo reluctante con el lugar natal, algo que pide a la vez una enunciación y un exorcismo (narrativo). Lectura algo monótona a fuerza de objetividad (en sentido literal: objeto hecho) y deje neoclásico.

El cojo bueno (Rodrigo Rey Rosa, 1996). Calificación A-
Narración fragmentada de un secuestro infame en que un joven guatemalteco de la burguesía pierde un pie. El destino le depara viajar a Marruecos y conocer a Paul Bowles (hecho de obvia inspiración autobiográfica del propio Rey Rosa). Comunicación sobria y para nada doctrinaria de la violencia guatemalteca de las últimas décadas. Mesura y tacto en los saltos de temporalidad y espacio, así como en el trato de los personajes (casi todos varones). Descripción elusiva y elíptica de los efectos vitales del secuestro: la ansiedad de huída, de venganza, de promiscuidad y de esterilidad (figurada y literal: la negativa a reproducirse).

El beso de la mujer araña (Manuel Puig, 1976). Calificación A
Encuentro del revolucionario profesional con el homosexual fantasioso y cinéfilo en la cárcel de la época de contrainsurgencia. Vertiginoso arreglo y (des)encuentro de las historias propias con las historias que Molina (el gay) saca del cine. Consagración de un tipo de “heroína” entregada por amor a la muerte revolucionaria, a partir de un compromiso que comenzó como traición, y la tópica “debilidad de carácter” del homosexual. La base ambigua del amor y la revolución entretenida y enternecida por el melodrama. Cuestionamiento, cálculo narrativo y asunción de lo perturbador de una manera que no puede dejar de señalarse como magistral. Toto (el “traidor” de La traición de Rita Hayworth) crecido, es Molina entretejiendo la telaraña.

miércoles, mayo 09, 2007

Novela

Leyendo novelas uno descubre la índole sombría de la época. En ese sentido no nos hemos alejado mucho de Thomas Mann y su mirada melancólica.

Los novelistas felices son los más precarios, señor Coelho.

Los únicos felices son los poetas, pero tienen varias desventajas: sufren (y no les queda más remedio que hacer poemas sobre el sufrimiento) y se reproducen con una tasa elevada, sobre todo en países como Nicaragua, así que uno acaba por no distinguirlos, y confundiendo unos con otros.

Los únicos felices son los poetas que diseñan un sistema del mundo: Lezama Lima.

Luego, de espaldas, en lo oscuro, en el orbe sombrío, lo que uno hace es leer novelas.

Las únicas novelas felices son las de Stendhal, escritas, algo ingenuamente, para ser leídas un siglo después (1936: en pleno auge del fascismo!). Todo lo demás es sombrío: las protuberancias que hizo Nietzsche (ese falso novelista) con las tesis del propio Stendhal, la competencia de mercado entre novelistas, los renovadores instantáneos que son tan necesarios para el mercado y para nuestra buena conciencia. Qué será de nosotros si un Bolaño no nos nace cada diez años?

No hay más que leer novelas en plena sombra. Así leí hace tiempo una novela de E.M. Foster, que ya no recuerdo, excepto que sucedía en Italia, todo era meridional y había una manera "sureña" (orientalista diríamos hoy) del sufrimiento. La misma matrix narrativa de los viajes a Niza.

Con otros cultores de las letras, uno no puede menos que ser expansivo, y tener este tipo de conversaciones exaltadas:

--Y en qué estás trabajando?
--Estoy escribiendo una novela
--Ah. Ya.

Luego el mundo puede seguir girando, opacarse, largarse. Pero todo ha sido explicado de nuevo: el génesis instantáneo. (A veces, dependiendo de la intimidad y el énfasis, uno puede decir: "Estoy escribiendo mi novela", que es toda una declaración estética.)

Los nuevos consejos a un (joven) novelista, deberían comenzar por ese apotegma solitario: 1. Sé sombrío. (Esto es, explora todo el espacio de la sombra en los márgenes de las novelas.) De tal certeza podrían elaborarse las reglas del buen comportamiento novelístico:

a.Si narras un crimen que tenga la consistencia de una instalación de arte conceptual.
b. Trata de ser seco y cortante ante los cachivaches del folclor y el nacionalismo. Pero sin mucho éxtasis, que tu ojo corte sin odio. No te lamentes.
c. Que no te ahogue la estructura. Dijo Carpentier que desde La Odisea poco se había inventado en estructuras. Y es cierto.

El etcétera podría ser largo. Todo sea escapar de la felicidad.

jueves, abril 12, 2007

Plan para una novela

Un día de mediados de 1998 lo llama Sergio Ramírez. Le dice que ha dado su nombre para una antología del cuento hispanoamericano que se va a editar en España.

La antología se publica en ocasión de un Congreso de nuevos escritores en Sevilla. Están ahí algunos de los ya o próximos consagrados como Fresán y Paz Soldán, todos bajo el amparo de Roberto Bolaño.

Es apenas su segundo encuentro con la sofisticación intelectual de la clase media latinoamericana. Se ha retraído en un recoveco marino, porno, solitario, poblado de aviones que parten en Barajas. Sevilla es como una corriente eléctrica, arrolladora, que hace flaquear su inconsciente.

El primero había sido en la Escuela de Cine de García Márquez. Los tentáculos del boom han lastimado su piel para siempre.

Pasan algunos años llenos de acontecimientos personales. Una banda sonora morosa.

Luego es su tercera prueba de fuego ante la clase media latinoamericana. Esta vez en una Universidad de California, un departamento de estudios hispánicos.

Ha salido, por fin, al globo marcado tres veces por la clase media latinoamericana. No creerá nunca en González Iñárritu.

miércoles, abril 11, 2007

No dejés de leer

Todo crítico en hora nona o peligrosa, debería hacer su mea culpa, y escribir, por ejemplo, su mejor estrenado cliché y hacerlo desaparecer si así lo merece.

El mío podría ser el siguiente: hay una lista tal vez larga de intelectuales, novelistas y críticos que están renovando (no la literatura sino) aquella imagen o máscara decadentista de fines del XIX: un marcado rechazo de la realidad para desaparecerla tras el concepto, una perturbación ante la masa racializada, el sueño de una disciplina interplanetaria, mística y colorida.

Así, en Márgenes recorridos, hablé mal de Castellanos Moya: "Es decir, que Castellanos prueba la identidad de ese antiguo intelectual y el nuevo intelectual sometido a las ondas globalizadoras y cuya verdadera "patria" está fundamentada en una cultura "universal" hegemonizada por las metrópolis. El hecho es que este intelectual ya no tiene (o ya no percibe) piel subalterna en la que meterse" (p. 147).

Escuchemos al Fernando, de la novela La virgen de los sicarios de Fernando Vallejo: "De mala sangre, de mala raza, de mala índole, de mala ley, no hay mezcla más mala que la del español con el indio y el negro: producen saltapatrases o sea changos, simios, monos, micos con cola para que con ella se vuelvan a subir al árbol. Pero no, aquí siguen caminando en sus dos patas por las calles, atestando el centro. Españoles cerriles, indios ladinos, negros agoreros: júntenlos en el crisol de la cópula a ver qué explosión no le producen con todo y la bendición del papa. Sale una gente tramposa, ventajosa, perezosa, envidiosa, mentirosa, asquerosa, traicionera y ladrona, asesina y pirómana" (p. 129).

Las frases podrían estar firmadas por don Alcides Arguedas. Y no es que yo confunda a Fernando Vallejo con Fernando su protagonista. Es que por muy autónoma que se vayan a creer el mercado del libro por un lado y la literatura por otro (o los dos por el mismo lado: senderos que solo se bifurcan de vez en cuando), esa parla racista posibilitada por la libertad de fronteras ya forma parte de la época. Otra forma de enunciarla sin decirla es cuando se nos ofrece la idea "post" de que ya no hay nada que emancipar.

A propósito, leer el excelente artículo de Claudio Iglesias y Damián Celsi en el último número de El Interpretador. Sobre todo porque hay una confusión temible cuando se cree que la emancipación crítica (ah, esa sí esta permitida) puede determinar la realidad. Por infortunio, la criticada es un crítica que yo admiro mucho, Josefina Ludmer, pero el sentido amplio del artículo de Iglesias y Celsi es muy rico y significativo.

Por supuesto, no lo traería a cuentas, si en algo no sintiera una coincidencia fundamental. Por ejemplo: "Si la crítica actual es deprimente, esto ocurre principalmente porque ella misma es maníaco-depresiva: presenta idea de suicidio, tristeza aguda, desgano, desatención; a menudo, incluso, escucha “voces”. Nadie que no conozca un poco la psiquiatría de Kraepelin puede entender qué son estas “voces”: es que estamos frente a un discurso visiblemente psicótico. Quien lea a Sloterdijk podrá añorar la formulación definitiva del pesimismo cultural que Paul Bourget dio en 1885: “una mortal fatiga de vivir, la sombría percepción de la vanidad de todo esfuerzo”(1)". (Iglesias y Celsi, cit.)

En este proceso de balbuceo, se le pone "post" a todo. "El post-post-post --explican Iglesias y Celsi--sirve precisamente para tapar con sus repiqueteos guturales la evidencia de una coyuntura que debe ser cabalmente comprendida y políticamente afrontada; declarando decesos conceptuales por doquier, lo que hacen los críticos es resituar una discusión económico-mundial en el mero nivel perimible del particularismo técnico. Se deja de usar hormigón, y se acaba la modernidad. Se deja de ir al desfile militar del 25 de mayo, y se acaba el Estado-Nación, etc. Este violento particularismo indica que los críticos contemporáneos, por regla, son legitimistas; de ahí el odio instintivo que les despierta la idea de proyecto. Precisamente, lo único que hacen es intentar convencernos de que nada tiene sentido, de que todo esfuerzo es vano y otros estilemas de Discépolo".

Y los novelistas (Castellanos, Vallejo) también serían legitimistas en este mismo sentido de abrazar a la vez la "frontera" global y la incorrección política. "Sos un contenidista", me diría Pfeiffer (Johannes, no Michelle). Pero no. También hay una exposición formal de este abrazo: el monólogo amargo.

Por cierto, acabo de leer una novela revolucionaria de verdad. Se llama El beso de la mujer araña.

lunes, abril 09, 2007

Ni una sola novela centroamericana entre las mejores 100 novelas de la lengua española de los últimos 25 años

Y no es asunto de calidad, sino de mercado.

La vieja constatación de los balcanes centroamericanos parece empecinarse también en este milenio, incluso en listas un poco frívolas como la que propone Semana.com.

Ni nuestros alfaguaras ni mucho menos la producción más localizada alcanzaron; lo que significa que más allá de las fronteras nacionales hay poca receptividad de mercado o de entusiasta lectura académica (u otra) de la novelística centroamericana. Extrañamente, tampoco hay exiliados ilustres centroamericanos que metan mano (al estilo del chileno Roberto Bolaño, consagrado, por cierto, en esta lista).

Es interesante, también, cómo se va rediseñando el canon. Sobreabundancia obvia del viejo "boom" y sus figuras (quienes no puede cometer una novela no consagrable: Gabriel, Mario, Carlos). Brillo de los nuevos ingresados al canon (Vallejo, Bolaño). Sobrevaloración de regiones enteras (España, sobre todo). Atención selecta al bestseller noble (quizá no nóbel: Tomás Eloy, doña Ángeles). Brillo de los no comerciables pero consagrados por la vía académica (Diamela), o la persistencia (Saer). Rechazo de los relumbrones pero no tanto (ausencia de Laura, ausencia de Isabel, ausencia de Jaime Bayly). Y, razón de esta nota, desaparición inexplicable de regiones literarias enteras como es el caso de Centroamérica.

Posdata
Bueno, Tercio Mickimaus, ese prodigio secundario del canon criollo, me hace ver que sí hay un centroamericano: en el número 99, La orilla africana de Rodrigo Rey Rosa, guatemalteco; y que por tanto debo cambiar el título amarillista que encabeza esta nota.

Pero, en este caso, yo creo en el amarillismo.

Es más, coincido en mucho con "el crítico de literatura centroamericana más importante, debido a que decidió analizarla en conjunto, y no como un fenómeno aislado en cada país" (sic); sobre todo cuando especula que:
"La dimensión global de las editoriales que coparon el mercado regional subrayó la necesidad de disciplinar las memorias o adherencias afectivas que caracterizan las subjetividades locales dentro de un espacio translocal, en el cual lo territorial pueda ser ordenado, normativizado y reproducido como legible dentro de los espacios regulados por el nuevo orden transnacional".


Volviendo a la ausecia centroamericana, Ronald Flores, en referencia a la misma lista de Semana.com propone 25 novelas guatemaltecas que "se debería incluir": entre ellas Managua, salsa city de Franz Galich, y El río: novelas de caballería de Cardoza y Aragón que es, más bien, autobiografía.