El portón del mercado está cerrado como señal de los días santos. Pero en los tramos exteriores abundan el pescado salado, los tamales pizques y rellenos, los frijoles, el queso, los almíbares de la estación y el pinolillo. Se traiciona gozosamente la Cuaresma con ofrecimiento de chicharrón y alguna limitada oferta de posta de cerdo, ahí donde sobresalen las patitas lavadas, afeitadas y cortadas de los chanchos en mesas bastante marcadas por el uso.
Busco inútilmente una chuleta fresca de pargo. Porque son días de comida conservada según técnicas antiguas: la sal sobre el esqueleto del pescado, la hoja de plátano para la masa de maíz de los tamales, el dulce duro de rapadura para el almíbar, el maíz tostado y molido del pinol.
(Cuando llegó el tiempo de la conservas en lata fue que triunfaron las sardinas, siempre disfrazadas de sirenas exuberantes en los impresos.)
Aunque sea una señal que se hace a un tiempo ido, ha triunfado leve y fragmentariamente el pasado.
Hay turistas de vez en cuando.
2 comentarios:
Leonel, muy interesante tu punto. Y creo que estás señalando una verdad que muchas veces pasa desapercebida y que siempre me ha llamado la atención de Nicaragua. Nunca me ha dejado de impresionar como la gente en Nicaragua sigue aprovechando envolturas naturales para sus comidas nacionales. Los ejemplos que saltan a la vista son las hojas de chagüite para los nacatamales y la hoja (no me acuerdo cómo se llama) que se ocupa para envolver el baho que se compra en las esquinas. Y debe de haber muchos ejemplos mas. Evitar el aluminio, el plastico o el ubicuo “puroplás” parece ser un adelanto ambientalista, pero ustedes lo vienen hacienda desde hace muchas décadas, siglos ? Espero que estas costumbres no se pierdan.
Bill, sin embargo, comenzamos a ahogarnos en bolsas de plástico, hay un pésimo uso de la basura, a pesar de esas tradiciones que has recordado. Saludos
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