En Nicaragua hace 25 años (el 25 de febrero de 1990, con el triunfo electoral de Violeta Chamorro) comenzaron los años 90s.
Fue una época de reconciliación para los de arriba (el FSLN-MRS y el gobierno Chamorro) y de sálvese quien pueda para los de abajo.
Débil en su fuerza política pero apoyada por el sandinismo opositor, Chamorro pudo desentenderse de la sociedad empobrecida de la posguerra civil para entretenerse con la pirotecnia de los programas de ajuste neoliberal, las ofensivas ideológicas conservadoras: por ejemplo, en la educación (con el Opus Dei Humberto Belli como Ministro de Educación) y los trofeos de posguerra fría (Chamorro ofreciendo un AK-47 a George Bush padre).
Se puede alegar que Chamorro encabezó una transición democrática, siempre y cuando se entienda la jerarquía explícita de tal transición. Apertura reconciliadora democrática arriba, desestructuración, empobrecimiento, emigración abajo.
La sensibilidad social de la élite política nicaragüense ha sido tradicionalmente nula. A eso no renunciaron los arquitectos del pacto de transición (los "pragmáticos" del sandinismo--Daniel y Humberto Ortega y Sergio Ramírez-- junto al equipo familiar-institucional de Chamorro).
Como he dicho en este blog varias veces, curiosamente el Signo Blanco-Violeta Chamorro es visto por las elites nostálgicas como el Signo Deseable para un modelo democrático. Pero yo creo que sin una crítica a fondo de ese Significado Blanco no se avanza nada en discutir realmente qué sería la democracia o lo democrático en una Nicaragua que luego de 25 años sigue tan fragmentada como entonces.
Con respecto a la sobrevaloración de Chamorro como Signo Blanco, repito algunos ejemplos que he mencionado en entradas anteriores:
-Tomás Eloy Martínez acabó creyendo que la historia de Nicaragua estaba en la casa de Chamorro.
-Andrés Pérez Baltodano considera a Chamorro ejemplo de una mente no colonizada!
-Gioconda Belli piensa que Chamorro "maternizó" a Nicaragua.
Como diría el poeta: "Patria que para qué pare parias"
P. S. 26 de febrero
No deja de ser sintomática la solicitud de los actuales partidos opositores de que el 25 de febrero sea declarado "Día de la democracia".