En la construcción el perro que duerme y sueña
latente negro geométrico
rasca el vacío con la pata, corre por los desiertos de la sal
se ha incorporado tras un código secreto en el olor abstracto
los hombres creen que vigila el muro
pero guarda una negativa
un amo neanderthal corrige las especies en su sueño
en su sistema la mirada no es abrir los ojos
se dejaría arrastrar al lindero del nombre y la necesidad
a través de un paisaje menos monótono
martillean ya los hombres sobre las barracas
hay calor monocorde en los pechos
despertará en el festival incierto
de la carne y el frío
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martes, octubre 22, 2013
domingo, enero 20, 2013
Ser cuadrúpedo
Algún día vas a preguntar
Y ese Neanderthal que críticaba ácremente a Berlioz y a Visconti
Algún día va a pasar un soplo persiguiendo el ser como un cuadrúpedo
El perro en el frío de la memoria
El corazón caliente del pez que vimos en el documental
Preguntarás por tránsitos y por las marquesinas de los cines
Escribirás como una cicatriz colocando al perro que huye en el parque otra vez
Un julio en que sopla la cordillera preguntarás
Sobre un ojo una mirada: el corazón murciélago del perro
Querrás una ventana para vocear la pregunta
No sabrás si porque las ventanas son para ver
O por la pestilencia del vidrio
Y ese Neanderthal que críticaba ácremente a Berlioz y a Visconti
Algún día va a pasar un soplo persiguiendo el ser como un cuadrúpedo
El perro en el frío de la memoria
El corazón caliente del pez que vimos en el documental
Preguntarás por tránsitos y por las marquesinas de los cines
Escribirás como una cicatriz colocando al perro que huye en el parque otra vez
Un julio en que sopla la cordillera preguntarás
Sobre un ojo una mirada: el corazón murciélago del perro
Querrás una ventana para vocear la pregunta
No sabrás si porque las ventanas son para ver
O por la pestilencia del vidrio
martes, octubre 23, 2012
El perro melancólico
He visto cómo el sol partía las nubes. Los bordes metálicos me gustan pero más ese momento en que ceden a la luz. Entonces me echo en la sombra. Pienso en un diccionario de mí mismo. Con los amos lejos y distantes me da por la melancolía: lo que se llama tarde, lo que veo en Cordillera, el espejo, el olor de mis orines, la cola del compañero. Cualquiera diría: "a ese perro lo mata el aburrimiento". Echado como estoy en la sombra, con el costado sorbiendo lo fresco del cemento.
Ablandado: refiérese al perro que ha cedido el sí mismo a lo genérico. Porque si Ud. cruza y sigue por estas calles llenas de hormigas, hierba, excretas animales, seguirá colectando al mismo perro melancólico: rengo, misterioso, añorante. Hago la siesta y me duermo. Sueño vagamente con la suerte de un compañero de pelambre como almidonada y corta. Solía meter la pata en lo inverosímil: la rueda del auto, las fauces de los perros duros de matar, un hueco cualquiera elaborado por ratones silvestres. Su carácter era el insitente y el terco. Así perdió la patita derecha, perro izquierdista que le llamaban. Y entonces en su casa tuvieron que ceder: sus tardes son desde entonces en las aceras, el perro libre. El perro que se alza y va a la calle, y conoce al árbol, y caga en el patio del vecino.
Pero me despierto, ya casi despersonalizado por el sueño. A escribir en costado contrario el diccionario. Soy el otro aunque sea el mismo, pero lo que soy yo no puedo salir. Así me asomo a la verja. Ladro a los desconocidos. Me entrego a asustar borregos humanos que van con sus trajes deportivos, sus lentes oscuros, sus audífonos. Uno de ellos, por cierto, escuchando Atomic Dog. No, no me molesta que le canten Uds. a los perros imaginarios. Siempre y cuando se reconozcan como humanos imaginarios. Sí, también me da por la doctrina. Soy en la base el perro comunista: soy genérico, maje, por lo tanto. Esto también lo anoto en el Diccionario.
Me daría por una Utopía si pudiera salirme de la sombra.
Ablandado: refiérese al perro que ha cedido el sí mismo a lo genérico. Porque si Ud. cruza y sigue por estas calles llenas de hormigas, hierba, excretas animales, seguirá colectando al mismo perro melancólico: rengo, misterioso, añorante. Hago la siesta y me duermo. Sueño vagamente con la suerte de un compañero de pelambre como almidonada y corta. Solía meter la pata en lo inverosímil: la rueda del auto, las fauces de los perros duros de matar, un hueco cualquiera elaborado por ratones silvestres. Su carácter era el insitente y el terco. Así perdió la patita derecha, perro izquierdista que le llamaban. Y entonces en su casa tuvieron que ceder: sus tardes son desde entonces en las aceras, el perro libre. El perro que se alza y va a la calle, y conoce al árbol, y caga en el patio del vecino.
Pero me despierto, ya casi despersonalizado por el sueño. A escribir en costado contrario el diccionario. Soy el otro aunque sea el mismo, pero lo que soy yo no puedo salir. Así me asomo a la verja. Ladro a los desconocidos. Me entrego a asustar borregos humanos que van con sus trajes deportivos, sus lentes oscuros, sus audífonos. Uno de ellos, por cierto, escuchando Atomic Dog. No, no me molesta que le canten Uds. a los perros imaginarios. Siempre y cuando se reconozcan como humanos imaginarios. Sí, también me da por la doctrina. Soy en la base el perro comunista: soy genérico, maje, por lo tanto. Esto también lo anoto en el Diccionario.
Me daría por una Utopía si pudiera salirme de la sombra.
lunes, marzo 10, 2008
Diagrama para pasear un perro
En este lugar hay un mapa para pasear un perro.
De madrugada una manada de perros expectantes miran y ladran a su perro cuando Ud. lo pasea.
Huyen, entran al motelito, ladran. Perros desrazados que comercian con la madrugada.
La madrugada de domingo es irreal. Ud. está todavía en el sueño, o ha salido. O escribe esto.
El objeto del deseo del perro son las deyecciones de los otros. Busca un código.
Sienta cómo se petrifica su perro: orines sagrados en el orbe territorial. Un éxtasis sobre la marca pequeña del otro sobre la hierba.
La sombra de un perro, antes que su voz, entrelaza a los vecinos. Los guardianes de raza pura que cuidan el garaje. Las tribus amodorradas que han sorteado los fantasmas de las dos y las tres.
Es la razón por la que Ud. dicta a su hijo más tarde un cuento sobre el Cadejo: el perro de huesos que puede ser bueno o malo. El perro lacaniano. El perro hecho código.
El verano ha llegado, la hierba está casi seca; sólo la alimentada con viejos alisios, muestra todavía algo de humedad. Pero el perro sabe que el sol es inclemente en marzo y abril.
Los atletas, los gordos, los trabajadores cruzan la madrugada del domingo. Un hombre trata de abrir el portón del campo deportivo. Sostiene una bicicleta y carga un saco. Es un enigma que el perro no advierte. (El perro sigue husmeando el código del otro, la abstracción de su sexo.) El hombre penetra en el campo deportivo. Dispone su saco, saca la cal y comienza a marcar sobre la hierba la geografía del fútbol.
El perro se ve atraído por las basuras, por el polvo, por las hierbas más sucias y menos estéticas.
El perro suelta ahora por séptima vez la vejiga.
El perro ha decidido que por fin puede marcar este lugar.
El perro está constipado. Ud. piensa comprarle desparasitante muy pronto.
El perro es escatología pura. Porosa, verdosa y húmeda escatología.
El perro ha marcado la mañana del domingo. Cuando Ud. regresa los vecinos riegan ya la calle. Hay que saludarlos. El saludo debe ser tan impecable como su perro.
Ud. se repite casi íntimamente al momento de saludar eso de que el perro es el animal no fijado.
perros
mascotas
filosofía
De madrugada una manada de perros expectantes miran y ladran a su perro cuando Ud. lo pasea.
Huyen, entran al motelito, ladran. Perros desrazados que comercian con la madrugada.
La madrugada de domingo es irreal. Ud. está todavía en el sueño, o ha salido. O escribe esto.
El objeto del deseo del perro son las deyecciones de los otros. Busca un código.
Sienta cómo se petrifica su perro: orines sagrados en el orbe territorial. Un éxtasis sobre la marca pequeña del otro sobre la hierba.
La sombra de un perro, antes que su voz, entrelaza a los vecinos. Los guardianes de raza pura que cuidan el garaje. Las tribus amodorradas que han sorteado los fantasmas de las dos y las tres.
Es la razón por la que Ud. dicta a su hijo más tarde un cuento sobre el Cadejo: el perro de huesos que puede ser bueno o malo. El perro lacaniano. El perro hecho código.
El verano ha llegado, la hierba está casi seca; sólo la alimentada con viejos alisios, muestra todavía algo de humedad. Pero el perro sabe que el sol es inclemente en marzo y abril.
Los atletas, los gordos, los trabajadores cruzan la madrugada del domingo. Un hombre trata de abrir el portón del campo deportivo. Sostiene una bicicleta y carga un saco. Es un enigma que el perro no advierte. (El perro sigue husmeando el código del otro, la abstracción de su sexo.) El hombre penetra en el campo deportivo. Dispone su saco, saca la cal y comienza a marcar sobre la hierba la geografía del fútbol.
El perro se ve atraído por las basuras, por el polvo, por las hierbas más sucias y menos estéticas.
El perro suelta ahora por séptima vez la vejiga.
El perro ha decidido que por fin puede marcar este lugar.
El perro está constipado. Ud. piensa comprarle desparasitante muy pronto.
El perro es escatología pura. Porosa, verdosa y húmeda escatología.
El perro ha marcado la mañana del domingo. Cuando Ud. regresa los vecinos riegan ya la calle. Hay que saludarlos. El saludo debe ser tan impecable como su perro.
Ud. se repite casi íntimamente al momento de saludar eso de que el perro es el animal no fijado.
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